Aullidos del fin del mundo

lunes, 31 de diciembre de 2018

No habrá más enfados este año

No te ofendas, pero nadie dijo que fuese a ser fácil. Terminar de esta forma quizás sea un tanto desalentador, pero aún no he perdido toda la esperanza. 
Sigo enfadado. He estado muy enfadado durante mucho tiempo. Al principio no entendía muy bien de donde provenía y eso me hacía perder los nervios incluso más. Pero conforme me iba adentrando en el año, más me iba dando cuenta de que el mayor motivo de mi ira no era otro que el de no saber responderla. Era tan sencillo... La razón es que no había razones para no estarlo. No había encontrado el pretexto exacto para liberarme. 
Es el ancla que aún llevo colgada en mis manos la que me hunde sin remedio y me arrastra por el océano. Es todo el peso de las malas decisiones y de las oportunidades perdidas las que me remolcan hasta lo más profundo. Es, sin lugar a dudas, toda la apatía que he ido acumulando durante estaciones, la que pone la guinda al pastel y me derrota sin la posibilidad de contestar y arremeter. 
Es tanta la furia que me ocupa en este pobre cuerpo, que solo puedo pretender renunciar a ella el último día del año con mi último anhelo. No hay nada que pueda querer más que desertar de esta batalla y despedirme de un mal que a nadie le deseo. 

Está bien, no te preocupes. Una vez más, yo sé que todo irá bien. 

domingo, 23 de diciembre de 2018

Hay motivos para enfadarse

Escapó de la ciudad y fue entonces cuando ya no sintió nada. Exhausto de los nuevos comienzos, decidió no volver a empezar; en vez de eso, tomó la ruta más difícil para aquellos valientes, que como él, seguían asustados. 

No abandonó su antiguo hogar. Dejó allí una pequeña parte de su alma. Se enterró en las calles por las que solía pasear y en los bares que tantas tardes de diversión le habían regalado. Se mezcló en los recuerdos de aquellos a los que nunca olvidaría, aunque por motivos de la vida ya no vería jamás. Se escondió en sus zapatos, pisando con más fuerza esta vez, teniendo por seguro que su victoria precisamente se encontraba cuando era capaz de dar unos pasos al frente. 

Sus convicciones nunca dejaron de latir. Creció y con los años su mente se expandió. Aprendió cosas nuevas y se cultivó en el amor. Allí donde tanto daño le habían hecho, encontró la cura para él amar con más cuidado; y si fuese necesario, huir con más cariño. 

El balance con su caos siempre fue su talón de Aquiles. Se dejaba arrastrar por el frío de diciembre mientras se perdía en el camino de la soledad y la juventud que le arropaban. No quería escuchar a los demás, no quería verse obligado a escoger un camino que le resultase un pequeño infierno. Había huido porque se sentía vació en un mundo que para él no era real. A veces soñaba con gritarle a la gente que aunque no tuviese nada que mostrar podía llegar a ser el héroe de alguien. Que quizás ellos no eran tan diferentes, y que aunque no compartieran el deseo de fundirse con el blanco de la nieve y empezar a volar tan lejos como fuese posible, quizás dentro de todas aquellas personas también se encontraba alguna con el mismo miedo que le atenazaba cada vez que en su mente se propagaba la idea de huir de nuevo. 

La verdad, la que esgrimía por salir de su cuerpo, la que le dirigía como un autómata y le obligaba a parar y a luchar contra su propia sombra, era la mejor herramienta de la que disponía para que aquella libertad que tanto ansiaba fuese la respuesta a un camino sin salida. 

Realmente estaba enfadado por no ser suficiente, por no creer más. Pero esta vez sería distinto, esta vez dejaría de desaparecer. 

martes, 18 de diciembre de 2018

Estoy muy enfadado

¿Ya te has quedado dormido? Vaya novedad. ¿Otra vez en tu peor momento? Puede que a estas alturas aún no haya aprendido a aceptar las cosas tal y como vienen. Todavía necesito saber reaccionar y salir de este largo. Soy como un cuervo blanco; difícil de ver y de poca supervivencia. 

Sé que te he fallado por culpa de vagar en este denso mar de soledad. No puedo hacer más que confundir mi duelo con el final. Lo repito como una cinta de música antigua. Me quedo sentado mirando a la luna y pasando frío mientras el tiempo me abofetea cada vez con más intensidad. 
Aquella vez fue apabullante. Sentía que estaban todos solos menos yo. De alguna forma había aprendido a abrazar esa soledad que convive conmigo y me sentí arropado entre tanta desprotección. 

Hay algo que me empuja y me insta a no apagarme. Es casi opresivo, como una fuerza de la naturaleza que no quiere dejarme caer tan fácilmente. A veces pienso que tengo suerte de tenerla a mi lado, de no perder nunca esa esperanza ni aunque mi corazón esté en su mayor enfado. 

Y es que lo que siento con más fuerza es ese cabreo monumental. Esas ganas de romperlo todo por la mitad y gritar al mundo todo aquello que me disgusta de él. Todas las injusticias que se proclama y todas las tareas que aún tiene pendientes por resolver. 
Me da rabia no poder ser más que un mero espectador que no puedo interferir en su plan maestro. Es una impotencia que me genera más impotencia. Pero por su culpa, después de ser capaz de llorar y de enfadarme como el que más soy capaz de creer que es posible rasgar esa perfección y contribuir a un cambio que está por venir. A una generación distinta. A algo que se podría hablar en los libros del futuro.

Estoy enfadado. Estoy cansado y desgastado. Estoy tan harto que muchas veces pienso en tirar la toalla y dejarme llevar por esa corriente donde el que decide en tu vida es otro, porque todo me viene demasiado grande. Pero es este enfado, este odio a lo inamovible lo que me vuelve impertérrito y logra hacerme sentir capaz de seguir luchando. 


viernes, 30 de noviembre de 2018

Eres valiente y por eso sé que puedes soportarlo un poco más

Quiero seguir hasta el final. Quiero dedicarme a esto. A evolucionar, a resolver los enigmas del pasado que nos cazan en el presente. Somos los nuevos gigantes del mundo y no nos comportamos como tal. 

A veces toda esta calma se convierte en una violencia demoledora. Un filo que corta la respiración y me provoca caer más y más bajo. Es casi un fin de juego, una vida menos. Es una pantalla que no soy capaz de pasarme aunque yo en esto sea el mejor. 

Me han dicho tantas veces que alguien me va a dejar entrar que cada vez que se cuela una voz por la puerta corro a cerrarlo todo con pestillo y me quedo empujando para que nada ni nadie pueda asomarse y salvarme de la caída que inevitablemente está por venir. 
Si salgo, solo lo hago para renovar la sensación de estar solo. Es como un pez que se muerde su propia cola. Es algo que forma parte de mí y que me disgusta, pero debo aprender a controlarlo. 

Es tan exhaustivo el no poder descansar bien que me vuelve tóxico y me impide realizar todo aquello que podría darme una oportunidad. Es casi como si yo mismo me pusiese obstáculos para no avanzar.

Si pudieran conocerme en el fondo, si alguien se sumergiese a lo más profundo de mi ser podría encontrar a una persona totalmente distinta de la que aparento. Se daría cuenta de que aún debo exprimirme, de que puedo sonreír más allá de la falsa mueca de todos los días, que mis ganas de comerme el mundo y de vivir se proyectan hasta el infinito. Verían mi verdadero yo. Uno que hasta que no termine su reclusión será incapaz de ayudarme a superar la etapa más larga y más destructiva de mí. 

Allí, en esa cueva de Platón, cada día me repito lo mismo: De momento, debes de ser lo suficientemente valiente como para poder aguantar un día más. 

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Valórate más

No consigo recordar porque vale la pena. He olvidado quien fui. He vuelto a ser aquel que conocí en mis momentos más frágiles. 

Hoy no he notado los abrazos. Hoy es imposible salir ilesos. Trago el humo de mi propia guerra. 

Ellos han llegado lejos. Yo no. Sigo aquí. No sirvo para nada. Me lo repito una y otra vez, entre golpes imaginarios y heridas que no paro de abrir y de hacerlas más grandes.

Quiero irme de aquí. He vuelto en tan poco tiempo. Creía que sería más valiente. Que duraría un poco más. Pero este lugar siempre me arrastra y consigue devolverme a un pozo en el que sé empujar al resto pero nunca salir con mis propias manos. 

Dejas de preocuparte por tu salud, por tu estado emocional. Construyes un techo que te atrapa. Te arrinconas en una esquina y arañas tus piernas. Te odias, te quieres aniquilar. No sabes como hacerlo desaparecer. El dolor sigue ahí, tan hondo, tan profundo, tan lacerante. Estás tan agotado que con cerrar los ojos te pierdes.  La oscuridad es tan fuerte que sin ver nada sabes que no está lo suficientemente iluminado. Algo anda mal. No estás bien. Ya no sabes como explicarlo.

Las lágrimas huyen de tu rostro igual que tú lo haces con tu vida. Y de la misma forma termináis cayendo en una espiral sin fin. No hay nada allí abajo. No hay nada más que tus miedos y tus pesadillas.

Tú no quieres acabar así pero es tan inmensa la tristeza que la única esperanza es ser más fuerte que la depresión. He dejado de hacer tantas cosas felices por estar triste....
Hay que ser más fuerte. Tienes que ser más valiente. Tienes que dejar de decirte que tienes que. Lo eres. ¿Lo eres? ¿Dónde está el arrojo que te caracteriza en estas situaciones?

Joder. Esto acabará conmigo algún día. 


viernes, 9 de noviembre de 2018

Una mirada valiente

Buscas tu propio lugar lejos de tu nombre. Te sientes como en casa cuando te distancias de ella. Te das cuenta de como el tiempo te destruye y te arregla. Te recompones en las noches más frías, en las noches de insomnio, en la cuna del día. Es como navegar a la deriva, pues no estás perdido, tan solo cansado y aburrido de un mundo que no te enseña nada nuevo. Enfermo de buscar la cura de los males que no nos dejan dormir. 

Me siento como si me hubiesen abandonado en una caja de madera llevada por la corriente del mar. Me siento al borde de un precipicio en el que ya he marcado en las muescas las veces que llevo lanzándome de cabeza a lo desconocido.
Me siento como un pequeño punto en un infinito de palabras. 
Me siento grande como la inmensidad que me aplasta, como esa realidad que me acobarda. 
Me siento bien y al mismo tiempo me siento mal. Soy como aquella taza rota de la Bella y la Bestia. 
Me siento otra vez transportado a la caja de madera donde levanto la cabeza tímidamente para ver qué es lo que me rodea, y para mi sorpresa, mis ojos me revelan un nuevo atardecer. Un color brillante, bonito. Veo un Nuevo Mundo. Veo cosas que me da la sensación que nadie más puede ver. 

Cada vez que me quiero ocultar todas las aguas me devuelven mi propia verdad. 



miércoles, 7 de noviembre de 2018

La persona más valiente que conozco

¿Desde dónde lo escribo? ¿Desde dónde me desgarro para que mis dedos fluyan?

He de bucear hasta lo más profundo de mis miedos. He de ser lo suficientemente valiente como partirme en pedazos y abrazarlos conmigo hasta la superficie. Una superficie que aún tiene más de escondida que de mostrada. Un lugar en el que cada vez me siento más a salvo porque cada vez me conozco más.

Ahora busco esperanza en mis semejantes. En la gente que me rodea. He aprendido a no querer desde el rencor. A no darme martillazos todas las noches. A responder. Eso es lo que más me ha servido. Responder a las llamadas de auxilio, de ayuda, de "tan solo necesito saber que estás aquí".

Me gustaría pensar que ahora tengo un poco más de luz. Que aunque mis sombras siguen acechándome e intentan marearme con sus trucos de espejos y humo, soy capaz de distinguir entre el bien y el mal. Puedo señalar cual es la única sombra que es mía, porque no está mal tener una parte de oscuridad, no lo está si no caemos rendidos ante ella. 

Las quimeras han sido otro de mis descubrimientos. He aprendido a mezclar distintos elementos en un mismo frasco. Las diferencias están ahí, pero nunca había sabido apreciarlas. Les temía. Creía que solo pertenecían a un lugar, como lo hacía yo. Ahora sé que se puede estar en más de un sitio a la vez. 

Y por último me quedaré aferrado a la esperanza que aquel niño sentía. Aquel niño que ahora está en mi interior y que nunca he dejado que nada malo le pase. Quizás le he sobre protegido porque me asustaba la idea de que lo volviese a pasar mal. Pero ahora soy más valiente y él también. Ahora sabemos que para ser felices necesitamos pasarlo mal algunas veces para así hacernos más fuertes y no rendirnos jamás. 

Siendo sincero, mi primer miedo de los 25 años es no poder volver a las 24, y creo que para borrar ese pensamiento solo tengo que recordarme que lo mejor aún está por llegar. 

miércoles, 31 de octubre de 2018

La noche donde las almas reposan

Tengo el poder de alimentar aquello que quiero dar a conocer.
Me llaman desde el lugar más recóndito de la tierra. Desde las raíces del principio.
Preveo un cambio de hábitos. Un dirección hacia lo desconocido. 
Me asusta tu llegada, lo que puedas lograr imprimir en mí. 
Pero tú no tienes miedo. Tú no lo tienes.

Teorizo sobre un mundo distinto.
Una piel distinta, como si viviese en un cuerpo que no es el mío.
Puedo escuchar tus latidos y tus lamentos cada vez que me suspiras. 
Puedo desearte, y te deseo. Te empuño en mi cabeza y te sacrifico como un valiente.
Viertes la sangre que añoraba. Me haces resurgir de nuevo. 

Somos cazadores de animales y somos animales escurridizos. 
Huimos del peligro, pero nos enloquece la aventura. 
Nos atrae el abismo y nos perdemos en la densa niebla que nos rodea.
Somos ágiles y pasamos desapercibidos. Eres un niño fascinado por la luz. 
Pero hay algo más allá, algo que nos llama como una sirena a los tripulantes de un navío. 
Es esa voz rota que nos sumerge en las profundidades de un viaje que aún debemos emprender. 

Que lugar más inhóspito. Que lugar más bonito. Que lugar es este que me devuelve a mi hogar y
me abre camino.
Que has hecho de mí, monstruo marino, que ahora ando descalzo en mi alma sin temor de resultar herido. 

miércoles, 24 de octubre de 2018

¿Allí dónde?

Bienvenidas que coinciden con el final de una etapa. Quizás todo estaba en mi mente y la única barrera que tenía en medio la había hecho aparecer yo. 

Es casi un proceso kármico que me lleva a plantearme si en algún lugar del universo habrá alguien jugando a las marionetas con nosotros y habrá decidido que ya se había cansado de que yo interpretase siempre el mismo papel. 

No es tanto como una esperanza programada, sino más bien un ejercicio de voluntad y madurez que me pide mantenerme fuerte y estable para poder respirar mejor y no atascarme en el miso círculo embarrado. 

Es curioso como tan solo hace falta un pequeño empujón o unas palabras amables para sentir que todos tus problemas realmente no son nada comparados con el tamaño del globo. Incluso un nuevo rostro entre toda la rutina, aunque sea un rostro borroso con el que sabes a ciencia cierta que probablemente sea solo una figura pasajera.

Es esa chispa capaz de cambiar al mundo y a las personas la que nos da la energía suficiente como para retomar una vez más el gran camino del dónde, el cómo y el porqué. 

De momento mi dónde no tiene mucha escapatoria. El cómo siempre ha sido con garra y fuerza. El porqué me daría quebraderos de cabeza, pero la respuesta corta sería porque no tenía más remedio, aunque eso ha ido cambiando con el tiempo. Es posible que las encrucijadas estén por algún motivo, que mi poder de elección fuese el que fuese porque debía llegar a un día como hoy y pensar que puede que merezca la pena si soy capaz de llegar hasta la recta final. 

Pero como un espectro casi imperceptible nace el dónde renovado. Un dónde que me desliga de mis cadenas, que me libera de la prisión de mi cuerpo y me indica tantas salidas como lugares existen. ¿Será ese dónde un buen sitio? ¿Será ese dónde aquí?

sábado, 13 de octubre de 2018

Dónde has ido a parar

Vale. A ver. Esto es serio. Sé que ya llevas mucho tiempo discutiendo con esta parte de ti. Antes tenía su gracia y aún podía entender que necesitabas un margen para recuperar fuerzas y mantener el espíritu crítico que se te pide que alcances. Pero has cruzado una frontera con la que no puedo argumentar.
Es tu vida, tú sabrás, pero no deberías dejarla de lado así como así. Hay cosas importantes que deben recuperarse por más que las circunstancias que la rodean estén contaminadas. Ya está bien de destruir y aniquilar todo lo relacionado contigo. Esa idea de crear algo nuevo a partir de una versión adulta y superar la anterior no va contigo. Hay mucho aún que tienes que aprender. Con lo que sabes no es suficiente. No estás a la altura de las opciones que te han brindado.

A veces es necesario huir de lo establecido, aunque vayamos desarmados. Huir y volver puede ser la respuesta una vez, pero si se convierte en un hábito lo único en lo que te ayuda es en atrasar lo inevitable. Vas a crecer, es ley de vida. Sé que asusta. Sé que no estás preparado. Obviamente nadie lo está. Ya puedes ser el niño más maduro del mundo que enfrentarte a los problemas sin esconderte te va a cambiar. No puedes pasarte eternamente los días poniendo pegas, abrazando la tristeza e imaginando como podría ser la vida si las decisiones que hubieses tomado fuesen otras. Todo eso está acabado. No. Tienes una responsabilidad. Ese síndrome de Peter Pan debe acabar. No te estoy ordenando que encierres a esa pobre criatura en un armario el resto de tu vida. Pero no puedes alimentarla de fantasías y darle falsas esperanzas de un futuro que no llegará si no reaccionas, si no enfilas tu vida y sacas algo de provecho de todo este desperdicio. 
Joder, claro que da miedo. Claro que me encantaría dejar las decisiones en manos de mis padres eternamente. Pero no. No. No. No. Crecer es complicado. Crecer significa ser consciente de lo que haces, tomar tus propias decisiones, apechugar con las acciones. No vas a ser esa persona libre que tanto ansías si la primera libertad que estás cortando es la de la misma naturaleza. Crecer es natural. No lo veas como la gran catástrofe, si no como la oportunidad de demostrar que todo aquello por lo que hemos pasado no ha sido en vano. 

Es ahí dónde hemos ido a parar. Hemos desarrollados armas con las que no estás familiarizado, pero han estado ahí siempre. Me has sorprendido en más de un momento, me has dejado ver que puedes ser el líder que necesitas ser cuando las cosas se complican. Todo eso está ahí, ha ido evolucionando y no le has dejado el hueco necesario para expandirse, pero está ahí. Tus sueños, esos que tanto anhelas y proteges como si fuese lo único que tuviese valor van a seguir ahí. Lo único que pido que dejes atrás es el miedo, es el rechazo, son los demonios que te impiden progresar. 
Esa soledad que tanto te abruma, con la que tanto te has peleado puede desaparecer en el momento en que decidas que todo aquello que deseas puedes conseguirlo si no te amedrentas detrás las sábanas de tu cama. 

Abre los ojos. Confía en mí, pues soy la persona que mejor te conoce. Hay un camino muy largo que aún debes recorrer, pero estaré ahí, como llevo estando desde el principio. 
Recuerdo que antes eras el primero en querer ser más alto, más independiente y más mayor. Porque antes todo ese miedo que ahora sientes era valentía. No te asustabas de nada. Creías en ti, apostabas por no rendirte.
Esa es la persona que busco. A veces me pregunto dónde habrá ido a parar, pero a penas necesito echarte un vistazo cuando me hablas de tus proyectos, de tus deseos, de lo más intrínseco de ti para saber que está justo dentro de ti. Que no se ha movido ni un palmo. Sigue en el mismo lugar, algo más tímida, esperando el momento justo para sorprenderte y sorprendernos al resto. Tienes tanto potencial que lo único que te suplico es que trabajes en él y demuestres al mundo entero lo bello que eres tanto por dentro como por fuera. 




sábado, 29 de septiembre de 2018

Amor de dos sin dos

Me declaro incompatible con la vida que me quieres dar. La pintas como si fuese un regalo y a penas tuviese que esforzarme para complacerte. Pero ahí donde me ves cada vez que me dan una de las porciones más pequeñas corro a guardarla para que nadie más pueda tocarla. Aprecio ser uno de los perdedores. Puedo girar la tortilla en cualquier momento y que aquello que me anula, el sentimiento de impotencia, sea aquello que me dé más fuerza. 

No sé si habrá otro día de sol. Si a partir de ahora me levantaré cubierto entre nubes negras y lluvia que me mojará hasta los calcetines.
He aparecido en un limbo inseguro donde me guío a partir de las advertencias. Es como si algo quisiera avisarme de que pronto vendrá una tempestad, que me prepare bien porque me veré obligado a estar mucho tiempo escondido hasta que se detenga. A la vez, debo asegurar cada ventana que a día de hoy todavía chirría y sacar la cabeza, gritar a todo pulmón que estoy vivo, que me lo creo, que estamos hechos de grises más que de negros. 

Mi amor aún se define en aquellos rostros que hace tanto tiempo que se disiparon como granos de arena en el viento. Siempre los conservaré y siempre formaran parte de lo que soy. Pero ese amor, el que me pide que dispare la velocidad de mi sangre, está aullando como un lobo en luna llena. Es como el agua que necesitamos. Como el oxígeno. Como aquel beso de nuestra madre antes de irnos a dormir sin el que no podíamos cerrar los ojos. 

Somos tan frágiles. Tan delicados. Tan adictos a enamorarnos. Somos criaturas tan hermosas que cuando debemos aprender a querernos a nosotros mismos, lo único que se precipita es el vacío de no poder compartirlo. 

viernes, 21 de septiembre de 2018

Amor(dazado)

Me he despertado de un sueño muy largo. Se estaba tan a gusto ahí dentro, en el reino de la despreocupación. Es como si mi cabeza se hubiese saltado años y el mundo tuviese otra óptica distinta. Me siento algo mareado. Actúo por inercia pero realmente lo que hago lo controla ese sueño que tan bien me acogió. Aún no soy del todo yo. Igual parece una locura, pero siento como si cuatro años de mi vida me los hubiesen arrebatado. Me han sacado de un lugar y me han colocado en otro donde todo está patas arriba. Como si fuese la marioneta de alguien. 

Me encuentro lejos de la casilla de salida y lo único que pienso es que no quiero defraudar a nadie. Sobretodo a mis padres, a quienes ya les veo las arrugas y el cansancio. Nunca me había fijado en sus rostros. Están realmente cansados. Se han esforzado mucho para traerme hasta aquí. 

He advertido que no estoy en una película de ciencia ficción, pero que cualquier director podría empezar a filmar y estoy convencido de que me llegaría a creer más toda esta incertidumbre si pudiese pausar y rebobinar. Quiero el tiempo perdido de vuelta. Quiero andar entre las personas sin sentirme un extraño que debería estar ya lejos de ahí, en otra ciudad, en otro ambiente, en otra mente. 

Todo se ha desmoronado y  aquello de lo que me protegían es a lo que ahora debo enfrentarme yo. Es mi responsabilidad, después de todo, proteger a aquellos que me han ayudado. Ya no hay vuelta atrás, ya no hay niños ni adolescentes.

Todo se toma tan en serio a sí mismo que creo que voy a vomitar. ¿Esto es la realidad?


martes, 4 de septiembre de 2018

Amores que matan

Lo que más me molesta de todo esto es la manera en cómo voy aplazándolo todo. Qué derecho tendré después cuando vengan los llantos, porque vendrán, de que estoy como estoy si me es imposible salir de aquí por mis propios méritos. 

Compro una noche de paz para más adelante sufrir un infierno auto impuesto por el que no tengo ninguna necesidad de atravesar. Pero así soy yo, apartando el trabajo duro para respirar. Siempre me quedo sin aire y al final me hace pensar que las pausas no son los recursos más naturales. Todo este oxígeno no es más que tiempo embotellado que ha fracasado. Hay tantos minutos perdidos por querer ser guardados en una caja fuerte que hasta aquí me llega el olor a viejo. 

Que rápido se evapora el orgullo y con que facilidad se me atraganta el escoger lo correcto, lo que en ese momento me llevará al gran número final. La única magia que no puedo explicar para este espectáculo es el por qué me es imposible subir el telón cuando empiezan los aplausos. ¿Miedo escénico? ¿Nervios? ¿Ansiedad?

No siento amor por este show, por lo tanto pienso que no hay necesidad de continuar. 
Que desperdicio. Todo es un desperdicio. Necesito una máquina del tiempo. Necesito regresar. 


lunes, 3 de septiembre de 2018

Todo lo que necesito es amor

A veces me pregunto cómo es posible que después de sobrevivir a una situación tan angustiosa se sucedan los meses con una sensación de falsa tranquilidad que termina desatando una nueva versión más dura y oscura de ese primer recuerdo ya casi vetado por tu mente.

Incluso con las herramientas aprendidas afrontar esa odisea resulta extremadamente desesperanzador. El mundo tiembla y te ofrece una bofetada de realidad que te mantiene despierto incluso cuando no queda más remedio que atravesar pesadilla tras pesadilla.

Hay un bucle infinito que me entierra en lo más profundo de mi autoestima. Esas antiguas herramientas ahora son armas afiladas que debo esgrimir para no quedarme atrás, para tener una oportunidad. 

He dejado de sentir esa fuerza protectora que me acompañaba a todas partes. Ese himno al que podía acudir cuando me preparaba para ir a la guerra. Esto solo es una segunda parte, una de las malas. Todos los personajes saben como actuar, cual es su papel en todo este lío. Yo solo me encuentro esperando a que mi escena empiece y acabe. Es agotador no ser feliz con lo que haces. 

Entonces es cuando las luces se apagan y mi diálogo, un cruce entre heroico e idiota, se va desvaneciendo entre sombras. Hay tantas voces que la mía a penas se distingue entre la muchedumbre. Se sofoca también el amor que he dejado de dar y de sentir. El proyecto es una mierda y yo también lo soy. 

No espero a recibir los aplausos porque nunca llegarán. Huyo, por fin. Es lo que mejor se me da hacer. Algunas veces he podido resistir la tentación y quedarme e intentarlo, pero de que me sirve, si lo único que necesito, lo único que todos necesitamos, está tan lejos de aquí. 

viernes, 31 de agosto de 2018

Quizás lo más sensato sea seguir avanzando.

Antes de despedirme y reconocer que nunca llevo bien los finales ni los principios, tendré que arrepentirme y convertirme en la conclusión de lo que vendrá.

Hay que asumir que nuestro lugar a veces parece impenetrable y cien por cien nada maleable. La vida real se atraganta como una bola de pelo en un gato. No hay una manera eficaz y tajante que solucione de un plumazo todos los problemas. 

Como granos de arena nos removemos en la tierra esperando a que pase la tormenta. A todo le ponemos dos ojos y una boca monstruosa para que la culpa tome consciencia y para poder apuntar con el dedo a alguien mucho antes que a nosotros mismos. 

Hay cúspides a las que no podemos coronar y hay montañas de basura sentimental que nos corrompen hasta decir basta. No hay ducha que pueda limpiar toda esa suciedad acumulada por los años. No hay estropajo que sacuda toda la mierda que se ha quedado impregnada como un tatuaje negro en nuestro pecho. No hay voz que pueda alzarse entre los millones de gritos que intentan articular una frase con sentido. Todo cae en el sinsentido acústico que formamos para chillar con el simple propósito de ser escuchados. 

El verano siempre me resulta un enemigo peculiar. Te absorbe el espíritu mientras te da cuerda como uno de esos monos autómatas que siempre aplauden dos platillos dorados sin razón de ser. Te indica el camino y te presenta un paisaje tan fascinante que cuando se acerca su desenlace te preguntas por qué demonios las cosas más bellas son las que hacen más daño. 

El miedo me alumbra el camino. Septiembre siempre me viene a recibir como el niño asustadizo que se despide de sus padres a las puertas del colegio por primera vez. Y como aquel niño, no me queda nada más que hacer que seguir avanzando. 

sábado, 25 de agosto de 2018

Cuando alcances la cima del rascacielos, sigue avanzando.

Esto a lo que nos enfrentamos es solo humo y espejos.
Debemos aferrarnos a la resilencia que emergerá en los momentos más oscuros. Allí donde los amigos no serán más que personas con el objetivo de encontrar su felicidad, nosotros tendremos que andar nuestro propio camino. 

Habrá momentos en los que aunque haya calma nuestro subconsciente ya empiece a echar de menos algo que en ese momento tenemos pero que no valoramos. Algo que sabemos que es valioso pero que para nosotros no cobrará importancia hasta que desaparezca en la nostalgia, nuestra peor enemiga. Nos lo reprocharemos más adelante como cuando a un niño pequeño le quitan su juguete preferido.
Nos encontraremos en el medio. El pasado nos dará motivos para llorar y el futuro nos recibirá con miedo de que lo bueno ya ha expirado. 

Es difícil pensar que hay sol en este año imposible. Que los felices para siempre existen. Hay demasiadas lagunas por rellenar y yo odio verte esperar. No hay nada más agotador que el ser un errante en un mundo en blanco y negro. 

Mis grandes esperanzas desfilan junto a los damnificados que están a punto de cumplir la otra mayoría de edad, la que nos amenaza con hacer desaparecer nuestra inocencia una vez ya hemos pasado el umbral que nos recuerda, con pesadumbre, que nuestra juventud y vitalidad se han exiliado en tiempos mejores. 

martes, 7 de agosto de 2018

Cuando todo lo que te queda es mantenerte fuerte, sigue avanzando

Cuando viajo al pasado me doy cuenta de que ahí las cosas siempre son más sencillas. Seguramente no sea una verdad absoluta y la sensación se me antoje así porque es más fácil otorgarle ciertas aptitudes valiosas a un lapso atemporal al cual nunca más vas a poder regresar y así hacer una comparación odiosa para poder culpar a cualquier tipo de tiempo presente y sus respectivos males. 

Sea como fuere me topo constantemente con la misma putada entre períodos distintos: las cosas nunca se quedan en el mismo lugar. En otras palabras, las cosas que creemos que siempre van a estar ahí, en un momento dado desaparecen como por arte de magia y te quedas de brazos cruzados preguntándote como es posible que hayan pasado diez años y que lo que conocías como inamovible de repente se haya convertido en una línea de puntos suspensivos con un interrogante enorme en el medio que te hace volver a preguntar qué cojones has hecho durante todo este tiempo. 

Entonces entra en acción mi táctica definitiva: la de hablar conmigo mismo. O discutir (seguramente eso sea más acertado). Me otorgo el mejor discurso que pueda preparar y me aliento a comprometerme más con las causas que necesitan una pequeña ayuda en mi vida. Después de repasar cómo voy a ser mejor persona y como en un par de semanas todo será distinto y maravilloso y lo que hay en mi cabeza pasará a formar parte de mi vista panorámica, vuelvo a ese instante donde hago retroceder los segundos y huelo la nostalgia que echaré de menos cuando vuelva a casa. Puede que no vuelva nunca y me quede en ese frescor anticuado donde el único problema es darle la espalda a la realidad. También puede que nunca sepa con exactitud cuál es la realidad ficticia y cuál la verdadera. Probablemente ese sea mi pecado, y Dios, como me gusta regodearme en él. 

Supongo que después de todo mi oscuridad no es nada más que el fruto de mi reclusión. 


martes, 31 de julio de 2018

Regla número 5: No se merece morir

Cogí con ganas los primeros rayos de julio. Me merecía un descanso. Me había desgastado tanto que necesitaba conectarme con la desconexión que te ofrecen las horas de calor refugiado en el aire acondicionado. 

Me sentí joven por unos días. Entusiasmado con la idea de que mi mente no necesitaría trabajar al menos durante un largo período. Intenté transmitir esa sensación de frescura al mundo, pero cuando quise darme cuenta todo lo que intentaba regalar se me devolvía con un rechazo tras otro. Me fui enterrando en el sótano al que llevaba tiempo sin volver. También devolví su camisa a la basura. Una camisa que llevaba cinco años en el armario equivocado. La olí como una especie de enfermo mental y me deshice de ella, pero no de sus recuerdos. 

Una vez más, me sentí acogido por unas paredes a las que muy pocas veces les he dado importancia. No fue hasta mediados de mes que noté un pinchazo en mi estómago. Algo así como una herida enorme que te abren en canal, pero en vez de ir al médico a pedir una solución me encontré que el tiempo era el único que podía darme algo de paz.

Sin embargo, me traicionó. Rehén de mi propia melancolía me instalé junto la oscuridad. Seguí adelante malgastando los días pensando y pensando mientras los demás seguían de pie y yo seguía cayendo. Entonces llegó la noticia y me derrumbé. Perdí cualquier noción que me quedase y maldije al tiempo y su estúpido juego donde cuando necesitaba que el tiempo se esfumase, los minutos parecían horas y cuando ahora, que necesito que se detenga, que me de aire, que le de aire, algo más del poco que le queda, simplemente se planta delante de mí y se ríe a carcajada limpia. 

¿Por qué tiene que morir todo?


sábado, 21 de julio de 2018

Regla número 4: Abstracción

Es la misma oscuridad que conocí cuando no media más de medio metro. Es esa rebelión innata que todos sentimos alguna vez antes de frenarnos frente al precipicio de la verdad. Es la combustión de la inmediatez, la marcha de la esperanza, la inalcanzable evidencia de que eres la única sombra que proyecta ese tonto de dolor. 

Hablamos más de la cuenta y decimos menos o nada. Alargamos el sufrimiento con la creencia de que resolveremos un rompecabezas que no aguarda solución. La aniquilación de nuestros fundamentos. Un relato que se ha tardado demasiado en escribir. Es cuando la llama que tan cuidadosamente hemos guardado para que no se extinga termina incendiando todos los pilares de un hogar que dejó de ser habitable hace ya mucho. 

Yo no conozco más que de oídas el remordimiento de un amor temprano. A mí se me da bien reparar corazones rotos y quebrar con ahínco lo poquito que queda del mío. Bocanadas de aire viciado que se filtran como suspiros alargados que delatan el sonido atolondrado de una cabeza que piensa en un futuro alentador, pero que como todos los sueños mayores se disolverá en una sonrisa conmemorativa que marcará el momento final de una competición en la que por supuesto tú no eres el ganador. 

Pero hay algo que se queda grabado, una nota de voz en tu consciencia, alguien a quien a penas prestas atención pero te juzga constantemente desde su trono. Hay un matiz que se queda registrado en ese cuerpo que no cuenta ni como cascarón vacío. Ese constante cliffhanger que te deja con la miel en los labios. Ese desafío al que te retas sabiendo que las consecuencias te costarán toda una vida y de las que no hay garantía alguna de salir airoso. Es justamente esa voz la que te ordena seguir luchando aun cuando el único depósito de confianza que persiste se sustenta en el vago pensamiento de que la oscuridad en la que estás envuelto pueda esconder la luz que tanto ansías encontrar. 

viernes, 20 de julio de 2018

Regla número 3: Resignación

De manera casi imperceptible tengo la oportunidad de tomar una acción u otra. Hay una libertad intangible que me permite escoger la persona que quiero ser. Aún teniendo ese poder a veces siento que alguien me lo arrebata y mis opciones se rebajan a la mínima alternativa. Es como si aquel sueño joven se retrasase más de lo debido. Me enferma como un verano sin agua fría.

Aunque esa libertad tenga días donde las ideas han quedado resignadas en una parálisis corporal me gusta saber que yo soy su dueño y quien la gobierna. Incluso pensando que está todo vencido me arrodillo ante la superioridad del espacio y veo lo bien que envejece. Mis palabras se rebelan contra mi resistencia. No puedo ser el héroe. No puedo volar más alto. No puedo insistir más en mi negada devoción. 


jueves, 19 de julio de 2018

Regla número 2: La traición

Demasiado trabajar. Demasiado estar ocupados. Demasiado crecidos. Todos sois demasiado fugaces para mí. 
¿Cómo es vivir sin enloquecer? ¿Cómo es vivir sin preocuparse por envejecer? 
Allá donde voy son los sitios los únicos que cambian, el resto sigue igual. No hay nada nuevo a la vista, no hay un solo instante en el que tenga cabida. 
Estas experiencias buscando la pieza perfecta encajan sin piedad en la más tóxica de las relaciones. 
Sé lo mucho que duelen, pero no soy capaz de compartirlo. Cómo, entonces, pretendo que me comprendan, que me mimen, que no me miren diferente. 
Me siento sin raíces. Un nómada atrapado en una casa sin hogar. Yo no puedo darte nada eterno, solo saciarme de tu traición.

Es todo un espejismo cuando se trata del amor. Un día te atraca de alegría y al siguiente aprietas las manos en el vientre para parar la hemorragia. La única magia que queda viva es fruto de un producto de tu imaginación. 

sábado, 7 de julio de 2018

Regla número 1: Dale tiempo

Siempre he querido correr. Nunca se me ha dado bien eso de esperar y tener que seguir unos pasos para poder llegar a una meta con banderas y vítores. Si podía llegar a puerto cogiendo un atajo no lo dudaba ni un segundo. Pero siempre he tenido que esperar. Han sido esperas largas y tediosas, horas y horas de colas de personas que la mitad de las veces eran metafóricas y la otra un producto de mi imaginación. 

Cuando esperas aprendes que todo sale mejor. Que de alguna forma aquello que estabas cocinando y siempre se quemaba por fin parece tener un color más rosado y es incluso apetecible. 
Si logras mantenerte firme y por fin llega el ansiado día que terminará con esa ronda de suspiros y anhelos te darás cuenta de que todas esas veces que creías que era un día más se convierte en experiencia y en un momento al que volverás para recordar que todo tiene un sentido, aunque tú solo quieras acabar pronto y vivir de la manera más cómoda.

Hoy he vuelto a precipitarme. No siempre puedes controlarte y terminas dejándote guiar por lo más intrínseco de ti, por ese animal salvaje que aparece cuando el hambre aúlla al unísono en vuestras mentes. Sientes como el calor bulle en tu interior y no sabes cómo controlar algo tan poderoso. Entonces a veces te apresuras y liberas el fuego inextinguible que hacía tanto tiempo que creías que era imposible que resurgiese de las cenizas.

Hoy he sido otra persona. Quizás más valiente, quizás más idiota. Pero no puedo evitar pensar que me importa. Odio que me importe. Odio que las cosas se salgan de la línea recta. Ser un divergente que se ilusiona, que siente, que es demasiado profundo cuando la situación pide que lo más acertado es dar paseos en la arena, acariciarle desde la distancia y sonreír cuando las dos manos colapsan y no se separan al instante, si no que se quedan un rato ahí, buscándose, mimándose, dándose un tiempo para observar y asegurarse de que el único peligro que tienen delante es el de no tener miedo a esperar, porque valdrá la pena. 

sábado, 30 de junio de 2018

La voluntad de la acción para imponerse ante las adversidades

No quiero llegar al momento de pensar en un me hubiese gustado en vez de un me gustaría. No soportaría volver a la cuerda floja después de haber llegado tan lejos.

Hay algo que me impide retomar la realidad. Es como si nunca fuese suficiente para que la felicidad se establezca solo unos días. Siempre hay alguna nube negra sobrevolando el cielo y las fechas se me clavan como dardos cuando intento no soltar el presente y dejarme llevar por el viento. Hay un hambre atroz que no puedo solventar ni con amor ni otro tipo de drogas. 

He superado mis propias expectativas y he navegado en mares de lava. Creía que después de todo el esfuerzo la recompensa sería algo de calma, pero el ruido que siento en mi pecho no se ha desvanecido, al contrario, se ha vuelto más quisquilloso, ha empezado a maniobrar su cuenta atrás. 

Siempre viviendo con el tiempo en los zapatos, con las ganas que ya no me quedan y la poca fe de la promesa de un mañana mejor, uno sin adversidades. 

Ha sido un mes lleno de acción. Un mes en el que creía firmemente que no iba a sobrevivir. Y aún así, después de haber tumbado gigantes me pregunto porqué me siento tan pequeño. 


domingo, 17 de junio de 2018

Hombre de acción

Tengo un número en la cabeza. Un número no muy alto, pero que se aleja cada vez que empiezo a contar hasta diez. Mengua con las horas y me despierta siempre con la misma cantinela. O pasa muy rápido o se queda inmóvil como una témpano de hielo; no conoce término medio. 
Me señala en el calendario que es una fecha destacada. Está rodeada de un gran círculo rojo que parece señalar que hay que andarse con cuidado y preparase bien antes de afrontar ese día. Sueño todas las noches con que ya ha llegado y me despierto entre sudores, como si se tratase de una pesadilla al comprobar que aún tengo que hacerle frente a ese número terrorífico. 

Yo ya he pasado por esto. Me refiero a lo de temer algo incorpóreo. Se engancha a ti como una garrapata y te obliga a pensar en ello de forma automática. Te repites que cuando llegue desaparecerá tan rápido como ha venido, pero ni con esas puedes aliviarte. Es como una de esas tormentas de verano, en que después de quedarte empapado de repente ves como vuelve a salir el sol. Instauras una barrera diplomática y transparente para que lo único que pueda traspasar sea el nerviosismo de volver a ver el muro caer.

Una vez llega el tal ansiado momento te recatas. Te encoges de hombros y como si fueses un pobre toro al que están a punto de torear te plantas en medio de la plaza con un montón de gente voceando descontroladamente. Ahí estás, en un punto crucial del que no puedes escapar. Sabes que debes vencer esa situación o volverá a repetirse hasta que llegue el mal mayor. No sabes hacia donde correr, pero corres por necesidad. Saltas las gradas, el estadio, saltas al vacío. 

El número se va desdibujando. Hay otro detrás. Otra fecha maldita, otro día de mierda que debes conquistar. No hay descanso sin sacrificio. Nunca hay paz. No hay calma ni una cama sin ruido. Cuando todo se aglutina la única acción a la que puedes recurrir es a la de lanzarte de cabeza sin mirar las consecuencias. 

martes, 12 de junio de 2018

Acción nula

Me duele. Me parte el alma. Me siento como si estuviese en un puente infinito que no tiene salida. Solo hay oscuridad y un mar bajo mis pies. Me rompo nada más dar un paso. El crujido de la madera despierta mis miedos más interiores. Debo agarrarme bien a la cuerda si no quiero caerme. Me mareo, todo me da vueltas. Cierro los ojos y me vienen imágenes de un futuro incierto, de un presente inexistente y un pasado que me detiene el corazón. Solo deseo poder desplomarme allí mismo, abrazarme fuerte y romper a llorar. Todo pesa tanto que no creo ser lo suficientemente valiente como para soportarlo. Ni siquiera avanzar unos metros me ha devuelto la esperanza. No sirve de nada. Todo lo que hago termina en pedazos y no tengo más lágrimas para derramar.

Ojalá pudiera sonreír, pero lo veo todo con ojos vacíos. Me siento en el tren aferrado a mi angustia. Miro a los pasajeros, ávido por encontrar otros ojos grises que se apiaden de mí. Todo pasa desapercibido. Todo pasa y yo llego a la parada por enésima vez. Me bajo y me siento en tierra de nadie. Como si me hubiesen desterrado. El pánico aflora a todas horas, en todos los sitios, en todas las oportunidades y decisiones. Debo inspirar y expirar para poder enfrentarme a una simple avenida. Me siento cobarde. Pierdo todo mi valor y la espiral me arrastra otra vez. 

Y cuando llega el remoto día de conseguir algo de paz, de valerme por mi mismo, cuando me repito que esta no será una de esas veces,  de golpe se hace de noche y vuelven las pesadillas. Me encuentro discutiendo otra vez con mi sombra, con mis defectos, con ese niño que dejé atrás sin poder salvar.

No puedo salvarlo. Nadie puede salvarlo y no es justo. No es nada justo. Se asusta todas las noches. Viene a buscarme a la cama pidiendo que le arrope y le acaricie la cabeza. Solo quiere sentirse seguro y nadie en este mundo es capaz de aliviar sus gritos. Él ya no habla. Ya no tiene nada más que decirme. Solo me mira y con eso puedo entender en la depresión que ha caído. En lo hondo que debe estar. Su palidez solo me confirma que ha dejado de tener esperanza, incluso ha dejado de esperar por si algún día volvía. Se ha agotado de examinarse día tras día. Siempre había una lección más, un tema que se repetía sin cesar. Nunca pasaría de curso. Ya solo está, como un fantasma. Ya solo busca paz en mi cama. Y ni eso le puedo dar. 

sábado, 9 de junio de 2018

Hay acciones irremediables

Cuánto talento desperdiciado. Me da lástima sentirme orgulloso de los logros que no puedo compartir. Si soy el único que lo sabe, el mérito se desvanece hasta convertirse en polvo. Es como si la felicidad de ese instante no fuese suficiente para mí. Como si no existiese. Como si le sonriese al vacío y tuviese que volver a mi estado de mutismo porque no hay nadie con quien comunicarse. 

Cada uno siente propio su dolor como algo inmenso. Nadie puede empatizar hasta el punto de volverse carne de su carne. Te sientes más cerca de estar lejos de tu ser. Sé quien soy pero a la vez me encuentro extraño. El resultado me hace mirarme con la lupa de otro planeta. Aceptas lo diminuto que eres, te despreocupas del envoltorio y apagas la emisión. 

Cuando sabes que perteneces a ese colectivo que no está cómodo en ningún lugar aprendes a ejercer un papel en las sombras. Puedes quejarte todo lo que quieras, pero siempre habrá un fallo en tu sistema que te volverá desechable para los demás. Te encontrarás defectuoso frente a un espejo, y aquello que te hacía brillar se volverá un arma más para la oscuridad. 

Bajo cero tendrás que afrontar lo imposible y volverte implacable. Cambiarás hasta tu nombre para poder hacerte un hueco en las afueras. Te dirás que todo va bien. Eso quieres creer. Aunque te arrepientas, hay cosas que no cambiarán. En el fondo, solo querrás que te contesten con un bien jugado. 

miércoles, 6 de junio de 2018

¡Acción!

Por una vez, dime que te irás. Que no esperarás una señal. Que no escribirás segundas partes. 


Podríamos ser amigos y pasear de vez en cuando. Alargar la mano por la ventanilla del coche mientras cantamos el estribillo de "Lemon Boy". Cambiar la emisora de radio cada vez que me ria porque no te pega estar tan serio mientras conduces. Podríamos dar la vuelta al mundo en una pequeña furgoneta. Construir un hogar no en un lugar, si no en el tiempo. 

Si me dejases, cambiaría mi teléfono por una cámara de fotos y subiría hasta lo más alto de la montaña. Abrazaría la naturaleza y me dejaría llevar por la brisa y las nubes. Me mojaría los pies en el río mientras salto de piedra en piedra hasta llegar a la otra orilla. Te dejaría reposar en mi hombro izquierdo mientras mis ojos se cierran con el tórrido calor del verano. La sombra del árbol que nos cobijaría sería la única sombra de la que deberíamos preocuparnos. ¿Quien querría despertar?

Al día siguiente me secaría la sangre de las pantorrillas y me enfundaría en un traje de submarinista. Te desafiaría a bajar a las profundidades, como si no lo hubiésemos hecho ya. Acariciaría al mar con la misma delicadeza que lo haría con aquel que una vez durmió conmigo. Le sonreiría a los peces aun sabiendo que para ellos no soy más que otro pasajero en esas corrientes. No habría necesidad de palabras en las llanuras abisales. Me pregunto como sería dejarse caer hasta el fondo. Como sería aterrizar sabiendo que tienes el mundo encima de ti. 

Podríamos vivir para siempre junto la chimenea. Recordar nuestras escapadas mientras hacemos lo mismo con la mente. Respirar hondo y sentir que el calor que nos imbuye es nuestro bien más preciado. Escondernos bajo la manta. Robarnos algo más que besos. Mentirnos entre abrazos. 


Ahora es cuando me prometes volver y yo prometo ponerte cara. Cuando me prometes volver a la acción, pero hoy no la habrá. 

sábado, 2 de junio de 2018

Las acciones tienen consecuencias

Estás tan en el borde del precipicio que un paso en falso decidiría la voluntad de tus acciones. No me atrevo a mirar debajo de mis pies. Hay demasiada diferencia entre estar colgando o caer definitivamente. 
Me siento más cercano al día final. Es un miedo diferente, uno que no solo te deja agarrotado mirando al vacío, si no que te limita, te corta las alas, te empuja aun cuando tiendes la mano. 
Sé que no toda la esperanza está perdida. Que hay una capa de sombras que me cubre más de la mitad de mi vida. Sé que no puedo ir más allá, de momento. Algo me chirría a todas horas. Un sonido incesante que me avisa de que algo lleva yendo mal desde hace más de lo que me gustaría. Tampoco es que le preste la atención que se merece. Nunca tengo tiempo, ni cuando tengo todo el tiempo del mundo. 
Lo alargo lo que puedo, pero es irremediable su llegada. A veces soy más consciente que otras, pero cada vez que vuelvo a mirar en ese ojo del huracán me veo más arrastrado, más parte de su estructura, un colindante tratando de compartir un espacio que está vetado. 
No tengo que adelantar la mirada más de lo necesario. Estoy tan metido en el lodazal que para escapar necesito confiar y dejar que las arenas movedizas me traguen primero. 

martes, 29 de mayo de 2018

La guerra equivocada

Que oscuro está ahí fuera. A veces me descubro a mí mismo mirando por la ventana por si logro distinguir algo distinto del día anterior. 

Soy tan consciente de la lucha que quiero liderar. A donde quiero ir y cómo debo conseguirlo. Tengo tan nítido el lugar donde debe desarrollarse la batalla que no entiendo como puedo tardar tanto, como puedo estar tan atado de manos. Me pierdo a mí y pierdo el tiempo. No quiero ni debo causar más estragos, pero todo está tan roto, tan hecho pedazos que mi cuerpo no consigue aguantar más. Me levanto para borrar mi memoria. Me levanto para dejar la huella en el camino largo, el equivocado, el que eligieron por mí para no hacer más daño. Pero me muero más y más y más. 
No puedo rendirme porque no sé como rendirme. Es tan asfixiante, tan salvaje. No puedo depender de nada ni de nadie. Es como vivir en una casa en llamas. Aquí nadie sale ni entra. He decidido alejarme para acercarme. Cuanto más pasa menos seguro estoy. Es como si mi felicidad no fuese más que un producto deshaciéndose detrás de un escaparate. 

Quiero liberarme, quiero respirar, quiero poder no hacer nada sin lamentarme, sin sentirme mal por cada paso que doy, por cada dos que no. Me gustaría un verano para enamorarme, para descubrir, para reinventar.

Ya sé que estoy en un punto sin retorno. En el lugar equivocado. Demasiado lejos de la frontera que me marqué. Ya sé que he perdido todas vuestras historias, he perdido el poder abrazar al mar, mirar al cielo y flotar. Ya sé que solo puedo contar con un escudo de madera y una espada quebrada. Pero de todo este polvo, de toda esta oscuridad que invade la habitación algo debo poder sacar. Algo debo poder ver. Más allá. En otra guerra. Quizás la luz por la que lucho no brille tanto como tú. Quizás deba de dejar de llorar por alguien así. Te bloquea todas las salidas. Te desarma las destrezas. Te resta motivos cuando antes los ganaba. 

Me resisto a lo que fui. Vivo colgado en puntos suspensivos. Soy un hombre en mitad de un puente. Puedo parar el tráfico, puedo armarme de valor y alzarme en el bordillo. Puedo despegar y saltar. Puedo mover los brazos y empezar a volar. Puedo caerme hacia atrás y llegaría al mismo destino. Carreteras infinitas donde me indican una salida que no existe. 

Quisiera tirarme, pero no puedo hacerlo solo. No puedo moverme. No puedo más. 


viernes, 25 de mayo de 2018

La guerra de la cuarta pared

¿Cuál es la pared que diferencia a las personas de las máquinas? ¿Somos humanos porque sentimos? ¿porque tenemos empatía con los demás? Damos demostraciones de emociones, sentimientos. Nos rompemos, pero como ellos. Nuestros patrones no están claros, también tenemos tornillos que no nos funcionan del todo bien y a veces vivimos más fuera de servicio que en línea. 
Acatamos órdenes y las cumplimos porque está en nuestro sistema. No nos alejamos de lo correcto, y si lo hacemos terminamos en el vertedero. Un virus puede corroer todo aquello que estaba planificado y cuando nos arreglan pieza por pieza nos damos cuenta de que no somos más que un engranaje en la gran rueda de la vida. 

A veces pienso que lo único que nos aleja de toda esa tecnología es que tenemos el don de no poder ir más allá del vacío. Siempre hay algún reducto, algo que nos obliga a no poder apagarnos del todo. Quizás es eso lo que más envidio. El poder apretar un botón de reinicio. 

miércoles, 23 de mayo de 2018

Puta guerra

Imbécil. Está ocurriendo otra vez. Lo has provocado. No puede salir nada bueno de esta situación. No avanzas. No progresas. No paras de caer. Necesitas una buena hostia y espabilar. 
¿A qué te lleva todo esto? Eliges el mal camino innecesariamente. Tienes opciones. Úsalas. No las abandones como la basura que eres. Estoy cansado de ponerme serio, de insultarte, de odiarte. No habíamos planeado esta vida. No habíamos arrastrado al mundo para recrear un futuro sin futuro.
¿Por qué siempre estamos persiguiendo algo cómo si quisiéramos desperdiciar nuestras vidas?

Aparece de una puta vez. 

domingo, 20 de mayo de 2018

Lo que pasa en la guerra se queda en la guerra

Se me llena la boca de ácido, como si la tristeza fuese solo mía. Yo era, ya no soy. 
Me asusto fácilmente. ¿Cómo dejo de crecer? ¿Cómo atesoro todo aquello que me tocaba hacer pero nunca pude en la edad perfecta? ¿Tengo tiempo o lo he malgastado? ¿Se callará mi consciencia alguna vez? Nunca es buen momento. 

Me gustaría ser capaz de comprimir los gritos en páginas. Nunca me desahogo del todo. Es como si el rango al que llego no fuese suficiente. Tengo demasiada mierda ahí dentro y por más que estalle no logro vomitar. 

No puedo prestar atención a lo que me importa realmente. Siempre está en un segundo plano. Lo eludo. Vuelvo cuando mi cuerpo no puede más, pero mientras tanto hago ver como si no estuviese. 
¿A caso no tengo claras mis prioridades? Y si las tengo... quizás me estoy dejando cegar por aquello "que debe ser" y no lo que "yo quiero que sea".

Nuevas sombras planean. Graznan malos augurios. Exigen la verdad. Quieren la verdad. Necesitan la verdad. Cuando les escucho puedo identificarme con la necesidad inmediata. Estoy tan roto como sus alas. 

Imagino la sensación de no haber perdido tu tren. Como debe de ser abrazar a la vida. Compartirla.
Es como si no pudiese ver que hay futuro, como si ya hubiese pasado.  Es como si la guerra fuese lo único que conozco. 

lunes, 7 de mayo de 2018

Preguerra

Lucha interna por saber que pasa ahí. Es una guerra fría que cubre de desdicha aquello a lo que toca. Te nubla la vista, el pecho y la razón. Borra la poca esperanza que quedaba y te enfrenta a una imagen que ha dejado de ser joven y valiente. 
Busco desesperadamente una mirada de libertad. Siento que la búsqueda está repleta de lagunas. Cada vez necesito más agua. Me siento deshidratado. Con ganas de acunarme en algún rincón y caer en el olvido. 

Nadie habla de milagros cuando estás ausente. Es todo tan solitario, tan asfixiante. No me siento preparado para combatir. No estoy hecho para las batallas largas. No quiero vérmelas con la multitud de cadáveres, con los fogonazos, con el peso de lo que vendrá. 

Me araño intentando despertar de una noche que aún debe pasar. No aguanto toda la presión. No me muevo bien en la oscuridad. Todo el humo de guerra me abruma. El mundo está tan dispuesto y yo me siento tan desamparado.

Mi alma me pide que la deje respirar. Que le de un lugar donde acampar. Un sitio donde pueda reír y llorar. Un paraje con emociones. Algo con más luz de la que ahora es capaz de ver. 

Somos hijos del miedo. 

domingo, 6 de mayo de 2018

Haces la guerra y no el amor

Desvías la mirada, las alarmas, la importancia de acariciar con tacto. Eres un amante rebelde dispuesto a saltarse las normas equivocadas. Reptas por la piel como un calambre repentino, con energía, con predisposición. Algunos dirían que te pareces más al fuego que se inicia en un amor de verano, pero yo, conociéndote bien, te comparo a un incendio desatendido. Tus lenguas se encabritan con el viento, derriten el oxígeno y se abalanzan hacia un océano que las apaga hasta las más puras cenizas. 

Cuando tu reloj interno se despierta no vuelves de inmediato a la realidad, te quedas un rato pensando en porque has frenado tus emociones, porque no te has comportado como querías en ese momento. Todo aquel fuego que te quema por dentro sale a relucir. Te lamentas, tragas todo el odio que sientes por ti y con tus palabras empiezas a hacer llover meteoritos. 

Eres tan intenso. Te encanta imaginarte en un lugar eterno. Una ciudad sin guerra, con la trama de tu esperanza. Donde la noche tenga presencia y te acompañe todas las mañanas de la mano hasta la puerta de tu casa. Quieres un mundo imposible que solo existe en tu cabeza. Vives tan desajustado que pierdes la noción de lo que está bien y lo que está mal. De lo que realmente importa. Tú corazón ha dejado de pertenecer a alguien más. Ahora es tuyo, lo tienes que cuidar. Un paso en falso y... 

Respira.

Conservas un mundo interior tan enorme que me duele que nadie más pueda verlo. Te nutres del amor. Un amor que buscas y desechas. Un amor que te ha construido y te ha derrumbado. Tu cruzada nunca se ha detenido. Es la guerra en la que andas metido. Un soldado entre los escombros, ayudando a un compañero herido, un amigo que ya lo ha perdido todo. Si no te despides pronto, puede que ya no haya nada por lo que luchar. 

viernes, 4 de mayo de 2018

Guerrero

Si te hace falta esta guerra para estar en paz eres libre de usarme como arma. 
Pero debes saber que nadie sale ileso del campo de batalla. 
Podrás culparme de cada derrota con una bala en cada uno de mis corazones. 
Después vendrán los lobos a aullar nuestro final mientras tu sonrisa muere en su garganta. 

Si buscas la redención deberás mirar hacia otro lado. 
Entre todo el humo quizás encuentres un refugio en la oscuridad. 
Habrás disparado tantas veces que ya no serás el mismo. 
En tu sombra tendrás que perderte para poder ganar. 

Si persigues la paz primero tendrás que afrontar la guerra. 
Allí donde antes te creías caído, será ahora donde te levantarás. 
Tu mente se abrirá para cerrar los miedos. 
Los lobos serán tu reflejo. No podrás si no verlos como a un igual. 

El único adversario a quien culpar lo encontrarás frente al espejo. 
No habrá que mirar hacia otro lado para distanciarnos de la verdad.
Aquello que ahora duele será la mecha que nos brindará un futuro. 
El final no comenzará hasta que seas capaz de ver más allá. 
Será la única manera de dejar de estar atrapado. 

domingo, 29 de abril de 2018

Nunca aprenderás

La miseria te sienta bien. Te encuentras absorbiendo el blanco de la pared. Eres como uno de esos mosquitos en verano que no saben donde aterrizar. Cualquier lugar estará bien mientras no te haga pensar demasiado. Te atrae el concepto más simple, el que te deje más margen de error. Tu fortaleza solo nace cuando has abandonado al resto. Solo quieres lo que nadie quiere echar de menos. 

Es agonizante como reptas por mi garganta sabiendo que tienes razón. Podría usar mi voz para algo más útil. Todo me pesa más y el agua ya me llega por el cuello. Me vuelvo un pensamiento inestable que rebota entre partida y partida. Tu eterno juego se hace insoportable. He perdido todo el espacio. He dejado de pasarlo bien. 

Si me dejases estudiar algo que no fuese el propósito olvidado, quizás dejaría de sabotear el tiempo que queda para vernos. 

viernes, 27 de abril de 2018

No sabes lo que soy capaz de aprender

Miento cuando digo que te miento cuando digo que te miento cuando digo que me hace falta espacio. 
Tu opinión se ha vuelto tan irrelevante que me ha empezado a afectar. Recuerda que tu lado más oscuro se nutre de toda tu inmensa luz. No importa el tiempo que transcurra, nunca vas a querer crecer. 

Él propósito se ha vuelto un final de juego en el que ya es denigrante saludarte desde la casilla de salida. A dónde ir se ha vuelto un rompecabezas que solo puedo aprender deslizándome por tus barrizales. 

Te miento cuando digo que te miento cuando digo que te miento cuando digo que nada me hace daño. 

sábado, 21 de abril de 2018

El desastre no aprende

Se me dan bien los juegos, pero soy nefasto apostando por el caballo ganador. 
Me adentro en la boca del lobo como si supiese que al final habrá una recompensa tan brillante como mis sueños. Nada más lejos de la realidad. Siempre escojo las decisiones menos certeras. 

Después de invertir todo mi tiempo en desentrañar el misterio que esconde esa cueva caigo en la cuenta de que la única razón por la que estoy ahí es porque se me da bien perderme. Allí no hay nada más que el eco de mi voz repitiéndome incesante que cada día que pasa soy más inocente. 

Desgastado, casi tanto como esas paredes mohosas, me adentro en la última estancia para darme cuenta con mis propios ojos de que la próxima vez que confíe en el consejo de alguien le preguntaré primero a mis recuerdos para que puedan disuadirme de la idea de volver a tropezar con la misma piedra. 

Apoyo mi mano en la piedra caliza, agotado. No puedo evitar sonreír después de toda la odisea. Al menos puedo seguir contando conmigo. 

lunes, 16 de abril de 2018

Mientras tanto voy a imaginarme que puedo aprender a volar

Vería improbable haber llegado hasta aquí con la idea de darme por vencido tan fácilmente. Sería una idea preconcebida donde mi realidad terminaría en la misma franja donde la peor versión de mí habría tumbado a aquel niño que no se aguantaba en pie, pero siempre se agarraba a algún lugar con la leve esperanza de no ser absorbido por aquel remolino de pesadillas. 

He perdido la cuenta de los dragones que me habría gustado montar, de los que habría querido matar y de los que me habría hecho su amigo. He embarcado en tantas fantasías que me cuesta volver a la orilla del primer mar, donde todo se vuelve opaco y tedioso. Allí donde te implantan la semilla de la duda, donde te niegan los sueños y te prohíben zarpar por voluntad propia. No estoy cómodo cuando paso demasiado tiempo entre sus puertos, dando trompicones con miradas de desaprobación y lenguas bífidas. Mi mente se desplaza siempre en la línea que separa el mar del cielo, dando rienda suelta a mi imaginación, a los lugares que visitaré, en los mundos en los que viviré.

Lo único que me retiene es mi sombra. Se engancha al suelo y me repite como una madre cansada de su hijo que no se me ha criado con alas, y por lo tanto, no estoy hecho para volar. A su secuencia lógica yo siempre le repito lo mismo: mientras pueda imaginarme volando, nadie podrá derribarme. 

lunes, 9 de abril de 2018

No puedo evitar aprender a no evitar

Es más fácil. Realmente no tienes que esforzarte mucho. Cuando algo te da miedo, lo apartas, tiras todo lo que estés sujetando en ese instante y sales corriendo. No hay una dirección adecuada, todas son igual de válidas. Al fin y al cabo tan solo quieres llegar lo más lejos posible, a algún lugar en el que nadie te vea, ni te escuche ni te reconozca. Huyes para no tener que transformarte en uno de esos monstruos humanos, de esos que salen en los libros y han cometido atrocidades. Te gustaría pensar que si alguna vez alguien te describe sea por tus hazañas, por el coraje que demostraste o por la templanza que demostraste al no dar la espalda. Es todo tan contradictorio. Quieres romper con tu mundo, huir de tu mente, pero realmente sabes lo que quieres, no estás tan perdido como dicen. 
Toda esa oscuridad que se arremolina ahí fuera a ti no te molesta. Tu has aprendido a observar, a contemplar los patrones, a moverte entre las sombras.

No puedes evitar escabullirte. Perteneces a un mundo que ellos no entienden. En el fondo solo deseas que alguien te encuentre mientras blandes la espada contra lo desconocido. Luchar por un motivo mayor, tener una razón por la que frenar tus pasos, algo que merezca la pena para dejar de eludir una vida que se escapa, como tú, en el tiempo. 

domingo, 1 de abril de 2018

Hay que aprender a separarse en esta vida

Una etapa nueva requiere haber roto con una antigua. Romper no es algo bonito. A la gente no le gusta romper cosas. Es un trámite complicado, donde nos volvemos vulnerables y nos afecta en un estado al que no queremos recurrir. 

Sin embargo, romper nos aporta algo único y esencial que, si no rompiésemos de vez en cuando algo, terminaríamos volviéndonos locos. Por ejemplo, cuando estamos enfadados, nos entra un sofoco en nuestro cuerpo que nos alienta a destrozar cualquier cosa que esté delante de nosotros. Incluso a veces no nos importaría golpear a alguien. Es como si el hecho de despedazarlo todo en pequeños fragmentos nos calmase.

Una vez lo quise probar, porque tan grande era mi enfado con el mundo que necesitaba desintegrar algo con mis propias manos. Me fui a un valle cerca de mi casa, donde solían apilar troncos viejos que luego utilizaban para quemar. Simplemente llegué y empecé a patearlo todo. A tirar piedras, a gritar, a saltar encima hasta que se rompiesen del todo. Quería ver el mundo arder. 
Cuando agoté mis fuerzas terminé cayendo rendido en uno de esos tocones. Había desatado tal cantidad de energía que me pregunté si había valido la pena. Una parte de mí lo agradecía. En el fondo no resolvía ningún problema, pero mi cabeza podía respirar más tranquila. No había hecho daño a nadie y toda esa ira había podido correr libre unos minutos. Pero la otra parte me decía que los problemas se solucionan enfrentándolos, no con una pataleta de niño. Realmente ambas partes tenían razón. Así que las separé. Dejé que la parte más madura tomase las riendas y me alejase de ahí, intentando esbozar un plan mejor que el de exterminar el bosque. A la otra parte también le cedí los mando, pero solo cuando empezaba a recurrir a esa remolino de oscuridad. Le dejaba gritar lo que quisiera hasta que las lágrimas se secaban. Entonces volvía a levantar la cabeza y a pensar con claridad.

Desde entonces solo se vuelven a ver cuando hay que cerrar un capítulo del libro de mi vida. Algo realmente importante y que nunca estás preparado para el momento exacto. Cuando te encuentras allí, justo delante del día en que sabes que nos vas a volver a ser la misma persona, que algo ha cambiado, que has tenido que sacrificar un trozo de ti, entonces les dejo vía libre. Les dejo que se abracen, que discutan, que pasen tiempo juntas para que se echen de menos, porque volverán a estar solas en su habitación, y cuando estén pensando una parte en la otra será cuando se hagan más fuertes, cuando tengan que planear su siguiente movimiento. Es entonces cuando de todos esos pedazos, de toda esa ruptura nacerá algo tan necesario como lo es un nuevo ciclo.