Aullidos del fin del mundo

sábado, 30 de abril de 2016

Los caminos hacia casa me han escuchado gritar

Has llegado a montañas que si no fuese por ti el mundo no sabría de su existencia. Has borrado las huellas de delincuentes, que teniéndolo todo en su contra, tú les diste la oportunidad de redimirse. Marcaste goles en porterías intergalácticas. Tú fuiste quien se perdonó cincuenta veces e incluso y así volvió a culparse de perderse otra vez por aquella ciudad. Tú les devolviste la fe, les diste algo en lo que creer. Labraste un futuro y dibujaste como sería tu casa. Te has esforzado tanto que deberían darte el diploma de la tenacidad. Mordiste polvo, te ahogaste en un vaso de agua y casi quemas las flores de tu jardín.

Tú que te has ganado el valor de decidir, decide. 
Tú que has querido tanto, déjate querer.
Tú que has llorado hasta decir basta, date una oportunidad.

Deja de pensar como si el mundo actuase en tu contra y empieza a arañar las paredes que quieres destrozar.

jueves, 28 de abril de 2016

Cachorro malherido

Es como lamerse la herida cada vez que escuece. La ves, la sientes, sabes que no se va a cerrar al terminar el día. Puedes intentar esconderla, pero de nada te servirá, porque el dolor volverá y si no buscas una cura la infección se propagará. 

Lo intentas desesperadamente, te quedas hasta las tantas de la noche buscando la manera en que el quemazón sea más suave, pero solo consigues desesperarte y ponerte más histérico. La histeria te irrita y te conviertes en esa persona que siempre detestaste y todo por no vendar la herida cuando sucedió. 

Buscas cobijo, pero agachas la cabeza al recordar que no quieres causar problemas, que es mejor que nadie te vea sangrando, porque entonces te rechazarán y ya no habrá lugar donde refugiarse. 

Quema. Parece que en cualquier momento el infierno se cernirá sobre ti. A veces desearías que así fuera, pero está claro que si sigues buscando la manera de guarecerte es porque en el fondo quieres cicatrizar todo ese camino de curvas y piedras. 

Vuelves al principio, exhausto al comprobar que nada ha cambiado, nada menos esa herida, que parece una brecha en medio del espacio donde podrían caber todas las malas ideas del mundo.

Te lames, asustado ante la situación, con la pequeña esperanza de que con toda tu fuerza de voluntad sea suficiente para volver a caminar sin peligro.

Mientras duermes, intranquilo, temblando ante la posibilidad de que cuando despiertes esa pesadilla vaya a peor, una figura materna se acerca, te arropa y se queda a tu lado toda la noche y antes de que abras el ojo medio somnoliento, desaparece.

Sigues temblando, sigues herido, sigues solo, pero sabes que las heridas tarde o temprano cicatrizan.

Aúllas, como el cachorro perdido que eres. Aúllas, esperando que alguien responda.

martes, 26 de abril de 2016

No te atrevas a pronunciarlo

Necesito dejarte ir.

Recuperar la confianza.

Ser valiente, enfrentarme a lo desconocido.

Cabalgar sobre el tiempo, ganarle por segundos, ser el primero de la carrera.

Necesito huir, pero no salir sin cerrar la puerta. Dejarlo todo atrás, cerrar los ojos de mi nuca eternamente.

Enterrarlo todo bajo capas de cemento. Caminar encima de ese cemento. 

Debo dejar de escribir la historia de mi vida.

Gritar es un inicio menos aterrador.

domingo, 24 de abril de 2016

El día de después

Se sentía seguro. Durante unos momentos se sentía seguro, aunque supiese que eso sería momentáneo, que en cuanto se quisiera dar cuenta volvería al estado embrionario en el que siempre se encontraba. 

¿A qué estás esperando? Se preguntó.

- Al futuro, a un tiempo mejor, a lo que vendrá, a lo que me voy a encontrar más adelante, algo que irremediablemente sé que se topará conmigo de una manera u otra. 

¡¡Pero... no estás ahí!! Hay una realidad, hay unos días que duran 24 horas. Hay tantas cosas por hacer que vas a perderlas todas si sigues viviendo en un sin vivir. 

- Lo sé, pero de todas formas tampoco puedo empezar una vida sin conocimientos, sin cimientos, sin nada a lo que aferrarme. No es tan sencillo agarrarse a un cero gigante en el que no hay nadie. 

Debes prometerme que vas a hacer lo que esté en tus manos para abandonar este ritmo maldito. Que volar se convertirá en una acción, no en un dibujo en tus brazos. 

- Las promesas se las lleva el viento. Es mucho más sensato decirte que lo intentaré. Pues sé donde me siento seguro, sé donde debería estar, sé que a veces hay que hacer sacrificios para triunfar.

Hay que hacer sacrificios para ser feliz.

- Nunca voy a encontrar la felicidad, pues siempre la echo de menos y siempre le escribo cartas. Ella hace mucho tiempo que me habló y yo solo me empeñé en perderla y en volver a encontrarla como un centenar de veces. 

¿Qué quieres decir con eso?

- Que la felicidad no es algo que debas buscar, es algo que está en ti. No puedes obsesionarte con ella o acabarás tan loco como yo.

Pero tú no estás loco, es solo que necesitas darte cuenta de algunas cosas.

- Puede ser, aunque por desgracia siempre me doy cuenta al día después.



martes, 12 de abril de 2016

Por el resto de mi vida

Se salió con la suya.  Abrazó el momento  y rompió los esquemas, sin ninguna mirada al futuro, sin pensar en lo que podría suceder. No había tiempo. Todo era tan suculento. Toda esa inmediatez. Lo disfrutaba de verdad, todo aquel aire, toda aquella libertad que se le concedía. 

Cuando volvía de aquellas alucinantes aventuras se ponía triste. Quería estar siempre de buen humor, levantarse y correr las cortinas, oler a primavera infinita y perderse entre los maizales. 

Pero nada era eterno y a veces, cuando decidía tirarse a la piscina se había esfumado todo el agua. Nadaba allí abajo, por debajo de la superficie, ahogándose en vasos de tierra.

Le indicaron la salida, por donde debía volver para llegar a casa. No era demasiado complicado, solo debía deshacer todo lo andado, pero él se negó, como todas las demás veces, pues era demasiado cabezota. 

Sí allí no había agua ni vida, él, costase lo que costase, se las arreglaría para encontrarla.