Aullidos del fin del mundo

jueves, 29 de septiembre de 2022

No me cuentes mariposas

Mi umbral del dolor se ha hecho más grande estas últimas semanas. No sabía que podía soportar tanto en tan poco tiempo. Ni siquiera ahora sé de dónde me salen las fuerzas para escribir esto. Hay tanto que quiero decir y tanto que quiero gritar... me gustaría poder hacerlo de la manera más correcta, pero él, quién decía acompañarme hasta el infinito, me ha soltado la mano. Me ha dejado caer sin posibilidad de retorno. 

Desde que ocurrió, he sentido que mi centro de gravedad ha desaparecido. Estoy navegando a contracorriente y con esas bestias marinas acechándome cada vez más cerca. Tienen hambre y huelen sangre. Huelen mi debilidad. Y me siento solo, sin estar solo, porque la persona a la que más quería me ha traicionado. 

Supongo que no me queda otra que replantearme las circunstancias. Ya que nadie tiene el suficiente tiempo para valorarlas, yo debo decirlas en voz alta, pues aunque nadie se percate, he luchado valientemente sin cesar desde que apareció en mi vida. Me he pasado un año entero pensando en que no era capaz. Capaz de absolutamente nada. Me aferré a su sombra y me convertí en ella. Me obligué a escapar de mi zona de confort, para entrar en la suya, donde nunca llegué a sentir que me abriese todas sus puertas. Tuve que enfrentar a mis demonios, no por mí, sino por él, para contentarle, para hacerle ver que podía estar mejor si lo hacíamos juntos. Que el mundo podía ser un lugar bonito si contabas con alguien. Mis inseguridades brotaban incesantes, y aun así, siempre le antepuse. Está claro que no siempre fui perfecto y mis monstruos me devoraron más de una vez, pero durante todo un año, fui la mejor versión de mi mismo, la mejor que pude en esos momentos, para que él fuese feliz. 

Cuando me arrancó la tirita de golpe, me sentí desprotegido, engañado y apaleado. Mi corazón siempre ha sido mi mayor arma y mi mayor debilidad. Y en ese instante lo golpeó tan fuerte que hasta ahora me pregunto cuándo va a dejar de doler. Si a él también le duele, si en algún momento se ha arrepentido o solo he sido uno más. Estoy rodeado de sus recuerdos, pero me niego a borrarlos todos. Me niego a hacer ver que nada de eso ha sido real. Lo seguiré llevando en el cuello, aunque solo sea para demostrarme que mis sentimientos son más fuertes que los suyos.

Tengo muchas cosas que poner en orden en mi vida, y puede que ahora sea el momento de hacerlo. Puede que de alguna forma me agarrase a su seguridad, al calor que me daba y sintiese que podía demorar un poco más el enfrentarme a mis grandes amenazas, pero ahora, cuando lo único que tengo delante de mí soy yo, me doy cuenta de que puedo superar lo insuperable. Puedo hacerlo sin su ayuda. Puedo hacerlo porque soy fuerte. Más de lo que él creía. Y esa parte ha salido gracias a echarme a los lobos. Así que... supongo que incluso los finales más agrios tienen su lado positivo. 

Me cuesta respirar. Es como si tuviese un nudo en la garganta constante cuando pienso en su rostro, que poco a poco va deshaciéndose con el otoño. Lo que más me impacta es como puede cambiar una vida en cuestión de minutos. Un día te sientes poderoso, con la fuerza necesaria para arrollar todos los problemas y al siguiente todo aquello que creías que era un pilar fundamental se derrumba, como si nunca hubiese estado ahí realmente. Me pregunto cuánto tiempo hacía que ya no estabas ahí. Me pregunto cuántos te quiero solo fueron aire, solo fueron una excusa que te repetías a ti mismo para autoengañarte. Me pregunto si alguna vez me lo dijiste de verdad.

Me vas a permitir enumerar aquellas cosas que ya no nunca vendrán, pero que estaban ahí, a unas semanas de nosotros. Esas posibilidades que soñábamos (o soñaba yo solo, ya no lo sé) y se van a tener que quedar ahí, deambulando en el mundo onírico para una eternidad. Ya no habrá disfraces, pero sí terror, terror real, del que te asusta y te hace pequeñito y no de esa gente disfrazada en un parque temático. No habrá conciertos en los que saltar, ni primeras veces para los dos. Ya no habrá regalos por amor, de esos que haces porque te acuerdas de esa persona, sin ser su cumpleaños ni ninguna ocasión especial. Ya no habrá sorpresas después del trabajo, ni antes, ni nunca. Ya no habrá momentos de paz bajo una manta, ni besos, ni abrazos refugiados por el temporal del invierno, de aquella época que llevábamos hablando meses. Cuando llegue, ya no tendremos el calor del otro. No habrá la posibilidad de pasar nuestro día especial juntos, porque no hay nada que celebrar, porque todos aquellos post-its ya se habrán caído de tu armario. Ya habrás envuelto todos esos dinosaurios que poblaban tu habitación y me habrás descolgado de tu cuello. Siempre pensé que yo era el candado de los dos, pero ahora me doy cuenta del porqué me diste la llave, pues era tu subconsciente quien me estaba diciendo que querías un adiós, encerrarme en una caja de música, en una de esas listas, y hacerlo para siempre, plasmarme como un mal recuerdo al que dejas por teléfono.

Creo que el sacrificio que más me pesa es el de mis padres. El de que te hayan abierto sus puertas, con lo terco que es mi padre, con lo mal que lleva todas estas cosas... él quiso darte una oportunidad. Y ahora, lo último que me dijo es que si hay una próxima vez, no le presente a nadie más. Hasta ese punto te has inmiscuido en mi vida, hasta el punto de alterar la ilusión de los que más me importan. 

Esto jamás lo leerás, está claro, pues nunca quisiste leerme por aquí. Pero ayuda, ayuda el poder expresarme, aunque sea con una pantalla. Supongo que mi depresión te asustó. Te asustó no ser capaz de salvarme o creer que había que salvar a alguien. Pues querido, siento decirte que eso es lo que más pena me da, el que creas que tuvieses que ser algún tipo de superhéroe para mí. El que no tuvieses la paciencia de esperar a que diese todos mis pasos y el que tuvieses que obligarme a ir a tu ritmo, a un ritmo que déjame decirte, jamás va a ser bueno para nadie. No puedes forzar a una persona a que esté bien. Simplemente no puedes. Estás ahí con ella, porque la quieres, pero no la obligas a salir del pozo arrastrándola. No todos somos perfectos. No todos estamos en la misma situación y no todos podemos ser salvados de la manera que tú quieres y cuando quieres. La única razón que me quedó clara fue una frase que me dijiste uno de los últimos días. Fue la de que estaba estancado. Ese era tu problema conmigo, que no estaba a tu altura, que no podía seguirte el ritmo. Y lo siento. Pero más lo siento por mí, por esforzarme tanto para estar a tu nivel, para dar todo lo que tengo para que sintieses que haría lo indecible para que tú estuvieses feliz, aunque yo me sintiese mal. Y eso fue mi error, el no respetar mis tiempos. Así que lo siento, siento estar en otro punto de la vida y que no quieras recorrer esto conmigo. Me fastidia mucho, porque de verdad de verdad que te quería muchísimo y ahora... ahora ya no estás, pero sigo sintiendo lo mismo y ese es el dolor más grande que voy a tener que saber transportar. 

Ojalá hubieses tenido el valor de hacerlo en persona, de hablarme de tus sentimientos, de contar conmigo, de no utilizarme como un salvavidas cuando te sentías perdido, de esconderme todo aquello que de verdad te preocupaba. Al final, fueron tus monstruos, y no los míos, los que lo estropearon todo. 

El futuro es incierto. Veo muchos vacíos que se suponía que iba a rellenar contigo. Muchos momentos que palpitan en mi interior, imágenes borrosas que debo eliminar cuanto antes, antes de que se propaguen y me infecten. Supongo que debo hacer como tú en esto, borrar y eliminar. Así, como si no hubiese importada nada, absolutamente. Como si tu nombre pasase a esa lista negra de personas que me han roto el corazón. Uno más, ¿verdad? Así es como tú me recordarás, pero no yo. Yo no. 

¿Por qué siempre parece que la lección la deba aprender la persona dejada que sufre muchísimo más? Especialmente cuando no ha habido nada extraño, tan solo un desgaste de una de las partes en silencio. ¿De quién es el verdadero problema? ¿De la persona que da más, que tolera más, que quiere más, que pone por encima lo bueno sobre los defectos del otro, que pregunta, que es fiel? Para mí si quieres a alguien eso de "es que no sé hablar, no me sé comunicar" y luego boom, a la mierda todo un año de tu vida porque ya no me siento igual y adiós... eso no está bien. ¿Qué ha aprendido esa persona? A parte de no ser honesta, de no comunicarse cuando se supone que era tu compañero de vida. ¿Qué pasa cuando el bienestar de uno es a costa de la destrucción del otro? Cuando la persona se va justo en el momento que más esperabas que te apoyara. ¿Qué debo aprender yo de ello? ¿A ser más egoísta, a no confiar en nadie? ¿Debo considerar que toda relación es un amalgama de posibilidades aleatorias donde incluso, la pareja más ideal y enamorada puede romperse efímeramente en cualquier momento por un perfecto caos sujeto al azar?

Entiendo el enfoque de los psicólogos que abordan estos temas. Te dicen que abandones el victimismo para empoderarte y salir adelante, que aprendas de tus errores y te quieras a ti mismo para ser capaz de amar a otro de forma sana. Pero no sé... hay algo en todos esos principios que no me terminan de convencer. Especialmente cuando las pareja de larga duración no son capaces de, al menos, resolver las cosas antes de romperlas unilateralmente. Y si no es posible, ser justos y no tener una actitud cobarde, evitativa cuando no se encuentra solución. Ante todo somos personas. ¿Cómo esperan que demos carpetazo a esos duelos si algunas formas de zanjar son tan impactantes que te hacen romper absolutamente con todos los esquemas mentales de un mínimo de cordura, dignidad y respeto?

Lo siento, pero creo que a veces el que deja no sufre una mierda o una parte muchísimo menor. Se libera de ti, de la persona que se ha dedicado con pureza y bondad pese a los errores que todos cometemos. Está tan feliz el mismo mes en que todo termina que no ha aprendido nada. Siempre pueden ir probando y jugando con los sentimientos y vida de otras personas, porque claro, lo importante es quererse a uno muchísimo por encima del resto. Ese planteamiento es ideal para una pareja tóxica, ¿pero para una persona que solo ha querido dar lo mejor, incluso con sus fallos? No está bien. 

Muchas personas que dejan lo hacen al estar convencidos de que la relación no está bien al hacer responsables al dejado de su propia infelicidad. Y eso no es justo, ni maduro. Nadie debe ser responsable de la felicidad del otro. Para mí eso es un rasgo de inmadurez, y más si cabe si esa persona tampoco es capaz de sentarme como un adulto a exponer lo que necesita, lo que no le gusta o como quieren que le quieran. Eso es ser honesto y real.  ¿Y el amor, dónde queda?  El amor no puede ni debe poder con todo, pero  si está ahí, no puedes simplemente darle la espalda. Eso es ser egoísta. Supongo que te das cuenta de que esa persona no te quería, nunca lo hizo y todo esto ha durado hasta que le ha durado su autoengaño. Y como un tranvía, te lleva por delante. 

Está claro que la valentía no siempre será apreciada, pero la cobardía nunca merece recompensa. Lo has vuelto a hacer, lo de decidir por los dos, pero esta vez vas a permitir que salvaguarde mi felicidad. Me voy a permitir seguir creyendo que tiene que haber luz, brillando, en alguna parte para mí.