Aullidos del fin del mundo

lunes, 24 de enero de 2022

Algo eléctrico

Soy un egoísta emocional. No lo puedo negar. Quizás es la primera vez que lo digo en voz alta. Recuerdo una época donde me desvivía por el mundo y siempre anteponía sus necesidades a las mías, hasta que cerré esa puerta. Desde entonces de mi mente no me voy. He creado montañas y valles, mares e islas despobladas. He creado el mundo más rico y el más pobre que conozco. Soy un mago nefasto, ¿no es verdad?

Hace diez años decidí plasmar aquí aquellas emociones que de otra forma no iban a salir de mi cabeza. No puedo creerme que haya pasado un siglo entero. Es como si todo a mi alrededor se moviese a la velocidad de la luz y yo siguiese sentado en villa Crepúsculo saboreando mi helado. Estamos llegando ya al siguiente nivel y no me siento preparado. 

La verdad es que mi otro yo se muere por salir. Se muere porque le deje rozar por un instante aquello que una vez soñó. Y aunque me convenza de que todo esto no me hace daño, la verdad es que no me hace bien. Desde aquí puedo veros brillar a todos. Desde aquí me deshago pensando en la solución para ser como el resto, aun sabiendo que ser como el resto no es lo que me va a hacer feliz ni me va a completar. Pero no puedo moverme, no puedo avanzar si lo que me impide seguir es justamente lo único que no puedo evitar. 

Mírame y dime lo que ves. Dime si esta procrastinación no se debe al hecho de que la luz que me guía está completamente opacada por un futuro que se me niega cada vez con más fuerza. Dime si este tormento tiene fin. Dime si después de abrazar mi vulnerabilidad existe la posibilidad de remediar todas las cicatrices. En lo profundo comienza mi voz, allí es donde nace una batería de preguntas desoladoras a las que debo dar la espalda. Se enfrentan a mí con animosidad y ya no me quedan armas para seguir en el frente de batalla. 

Quiero aprender tantas cosas... que irónicamente, las únicas que me mandan recordar, son las primeras en esfumarse como ese polvo de hadas que una vez me dijeron que servía para volar. 

No lo voy a negar, me siento algo débil y con mucha ansiedad. Sé que voy a fallar, aunque sé que debería repetirme lo contrario para creer que puedo triunfar. Pero no quiero ahogarme en la esperanza para después volver a sucumbir al mar de oscuridad. Tampoco quiero apagarme del todo, así que me voy a dedicar unas palabras antes de adentrarme de lleno en este agujero de gusano: Quédate con aquello donde te sientas como en casa, ya sea un lugar o una persona. Aférrate a la luz de tus propias palabras y guíate por el instinto más primitivo que ruge como el corazón de un volcán. Confío en que los nervios son solo el reflejo del valor que reside en ti. Suceda lo que suceda, nunca es el final hasta que tú no digas la última palabra. Y esta, pequeño, no es nuestra última sentencia. Hay más. Hay un mundo por explorar. Y llegarás a él. Te prometo que llegaremos a él. Hasta entonces, abraza la tormenta.