Aullidos del fin del mundo

sábado, 30 de abril de 2022

Los viejos mecanismos siguen ahí

¿Y qué más quiere que te diga?

A veces no sé sobrellevar el triunfo de los demás. No me deja dormir el tintineo de su suerte. Repica en mi cabeza como el goteo de la lluvia. ¿Por qué llevo tanta pena acumulada? ¿De dónde proviene?

Todo lo que veo lo diferencia entre víctimas y luchadores. ¿O eran víctimas y verdugos? Ya echo de menos el invierno. Siento que me pertenece y yo le pertenezco a él. No puedo distanciarme de la gelidez del pasado pero en cambio tengo una facilidad pasmosa para rechazar la calidez de lo que vendrá. 

Hoy recuerdo los colores en el circo. Las piruetas, los chistes malos y los niños, patidifusos, viendo algo que jamás creerían que pudiese ser real. 

Llegaste para involucrarte y he de reconocer que lo has hecho muy bien. Pero mi culpa no me deja dormir. La coyuntura me ha convertido en un simple observador, sin tomar partido ni gritar acción. 

Redimirme es luchar. Y quiero luchar, pero mis huesos cada vez pesan más. El día de mañana parece una amenaza. Y mientras, yo busco algo que no se deja encontrar. 

Quiero preguntarte si correrías si vieses a mi verdadero yo. Si huirías de este engendro o te quedarías a mi lado, cual bella y bestia. Lo único que me salva en estos momentos es cerrar los ojos a tu lado, bajar a la ciudad y caminar sin rumbo fijo. A veces, pienso si la carretera de mi pueblo tiene un final. Si cuando llego de noche estoy llegando de verdad o es solo un espejismo y sigo yendo a algún lugar al que no sé llegar. Allí, sin embargo, todo parece distinto. Como si las posibilidades se abriesen. Como si el mundo fuese más grande. Como si mis miedos fuesen solo eso, miedos que pueden superarse. 

De momento existo, sin final. Pero si pudiese escoger, volvería a nacer. Lo haría sin vista, para no tener que vislumbrar todo este caos. Me restrinjo sin darme cuenta. Me aferro a mi tobillo, impidiéndole moverse. No quiero moverme. No quiero continuar. No quiero ver que hay más allá.

Ya está bien de fantasear. ¡Te digo que ya está bien!

Por unos instantes pienso que la noche es interminable. Que mi lucidez es igual de enorme que mis miedos. Si pudiese verter mi cabeza en el agua y desplomar todos estos pensamientos quizás podría dejar de vivir al revés. Desintoxicar mi cabeza y cuidar de mí.

Una hora, puede ser igual de larga que una montaña. Un viaje empinado y peligroso. 

Me muero, lentamente. ¿Pero no es esa la verdad más aterradora que nos incumbe a todos? Solo sé que estoy desconectado del mundo. Ni siquiera la música me representa ya. Ni siquiera puedo sentirme identificado con las letras. 

Pero vuelve a aparecer tu figura. Abres puertas y ventanas. Me aseguras que no estoy solo y sé que no estoy solo, ese ya no es el problema. Tus colores extienden mis alas, pero mi escala de grises solo me lleva a aterrizar bruscamente una y otra vez. Somos un equipo, infalible, sin duda, pero desde mi distancia siento que estoy más lejos que nunca de todo.

Solo deseo que nunca dejéis de volver a golpear la puerta, pues los viejos mecanismos siguen en pie, maltrechos, oxidados, pero listos para funcionar una vez más. 

Vas a tener que tener mucha paciencia conmigo. Vas a tener que creer más en mí de lo que yo lo hago. Vas a tener que venir a buscarme a mi abismo y quedarte un rato, pues no voy a salir aunque me tiendan la mano. 

El fin del mundo vuelve a estar cerca. La marea vuelve a agitarse. Pero ya está bien. Ya estoy harto. Esto se acaba aquí. Esto termina ahora. No voy a retroceder. Voy a matar la bestia, aunque padezca en el intento.