Aullidos del fin del mundo

jueves, 31 de mayo de 2012

Víctimas silenciosas

Explicar la verdad puede ser incómodo o doloroso. Verse obligado a decir mentiras es mucho peor. Pero vivir en ese mundo de mentiras, eso es algo de lo que no se puede huir.
Siempre son el foco de atención. Y aunque humildes, a veces pueden sobrepasar esa línea entre lo benévolo y lo enfermizo. Y necesitas mentiras para sofocar esa carencia de la que ellos son el epicentro del terremoto. Un mundo, que sin ser real, es el único lugar donde puedes estar en paz. Y nadie lo entiende, porque están cegados por ese foco tan intenso. Un foco que los ciega. Un foco que necesita un trasplante de combustible. Y nos consume. 

Se agota, lentamente, su llama, y la mía. Y ni siquiera he comenzado a arder. Y no entiendo el porqué, pero los ciegos no quieren ver como avivo el fuego.

Busco aquí o allá alguna forma de vencerlo. Pero no hay un lugar donde la noche no lo alcance, lo mitigue y se extinga. 

miércoles, 30 de mayo de 2012

Para siempre es casi y en nada se quedó

Cuando todo eráis, cuando volábamos alrededor. Cuando los días de sol eran días en los que no había sol, y vosotros os creíais el astro rey.  Fue escuchando tras la puerta que fui testigo de que yo ya no era parte de ese rompecabezas. Y fuisteis vosotros quien me catapultasteis a una cima sin cimientos en las que el viento era el rey. Y yo sin corona, gobernando un reino de sueños ficticios. 
Porque no creíais en los sueños. En mis sueños. Ni en los vuestros. Porque todo lo que había, quedaba vedado a las puertas del feudo. Siempre era casi y en nada se quedaba. Y en nada tuve que construir.

No hagáis ahora que os recuerde como los fantasmas del castillo sin dueño.

martes, 29 de mayo de 2012

Creí que duraderas

Pero a penas tardan segundos en desvanecerse. Son como plegarias. Se envían a un espacio indefinido de miedo, de duda, de agradecimiento. Un espacio en el cual todos queremos algo, pero en el que nadie recibe más de lo que él mismo quiera creer. Porque sólo podemos creer en nosotros cuando no haya nadie más que lo haga.

Da  miedo pensar que todo va a salir mal. Que hemos malinterpretados las señales. Que realmente no había señales que interpretar. Custodiamos el día en que las cosas, inevitablemente, tienen que cambiar. Abrazamos la idea de que quizás haya una salida, una vía de acceso por la que huir. Pero acabamos llegando. Paulatinamente, te arremete. Y realmente no había nada de lo que asustarse. Te das cuenta de que ha sido más agotador preocuparse que renovar. Que ha sido mucho más dura la espera. Que no sabes como has vivido sin poder haber decidido antes. Que esas señales han pasado a ser anécdotas.

Que las cosas duraderas, las creía duraderas. Es ahora cuando se medir la duración. 

domingo, 27 de mayo de 2012

Es un acto de riesgo

el perderse aquello que en realidad se anhela. El darse por vencido. Encapricharse sin aventurarse. Abandonar ahora, cuando el ruido es mayor.
Somos trenes. No nos precipitemos. No dejemos pasajeros sin subir. Porque eso es algo que me preocupa. Que de todos los pasajeros, realmente, no haya ninguno duradero. Y quizás ese sea el motivo más grande para arrancar de una vez.


No sé si estoy preparado, pero sí sé que estoy dispuesto.

Proyecto Vida

Aprender a ser adulto es un engorro. Desde que nacemos hasta que crecemos nos enseñan a tomar decisiones, desde que preferimos comer, si nos gustan más las matemáticas o la literatura, si nos interesa tocar la guitarra, echarnos un partido de fútbol o montar a caballo. Pero aunque parezca mentira, esas no son las decisiones más difíciles. Las que de verdad deciden nuestro futuro son aquellas en las que ni siquiera nos fijamos. En que calle cruzamos, que camiseta nos ponemos, en que persona nos gusta, si decidimos llamar a esa persona o si decimos te quiero a nuestra madre todas las mañanas o preferimos decírselo en el momento adecuado, porque no somos de esa clase de  personas que tienen  facilidad para expresar lo que sienten. Esos detalles marcan nuestro camino de una manera en la que no somos conscientes. Tenemos poder sobre esas decisiones. Y eso es como decir que tenemos poder sobre nuestra vida. Pero al vida nos sencilla.

Por eso, a veces hay que sacrificar algunas decisiones. Algunos otros futuros no plausibles. Futuros que se desarrollaran en nuestra mente durante años. Acciones en las que nos gustaría dar marcha atrás y corregirlas. Pero quizás, si las corrigiéramos, no sería lo mismo.

Si no nos arriesgamos a saltar el muro, nos perderemos unas vistas fantásticas.

Y yo no estoy dispuesto a perderme esa panorámica. 

sábado, 26 de mayo de 2012

Es una bonita noche para salvar vidas

Para dejar de anestesiarme con sus llantos, sus fantamas y sus 365 muertes. Para terminar de una vez por todas con todos esos reproches, esas heroicidades que se quedan en meros actos banales. Para arrancar con mi vida, y con la de los que están por venir. Es una de esas noches en las que el día no ha deparado nada bueno, en las que sólo tienes ganas de arroparte bajo las sábanas y ponerte a experimentar con ilusiones de otro mundo. O incluso de estas, en algún lejano futuro incierto. Es de esas noches llenas de propósitos que a la mañana siguiente expiran, pero que mientras el sol no te baña tienes ese corazón encabritado. 

O quizás esta noche aún no ha terminado. Quizás es el final para alguien. Quizás. Siempre quizás. Nadie quiere dejar de salvarse. Así que es una bonita noche para salvar vidas, o si no nos queda más remedio...

cazarlas.

jueves, 24 de mayo de 2012

Somos

Un puñado de escrúpulos. Una muela del juicio. Vicio. El fin del mundo. Total. Una brecha de sueños. Rotos en un pantalón. El estribillo de una canción. Más de 3. Viernes, alcohol y pantomima. El Mal. La duda. ¿La resolución? Druidas. Vikingos. Una rebelión. El Truco de Halloween. Autofobia. Un pub lleno de gays. Narcotraficantes de ilusiones. El Big Bang. Amanecer.

Hoy el fin del mundo es en mi habitación. 

Nula ausencia

Hablo en voz alta. Implosión. Reverbera en las muñecas rusas. Mana sangre. Mala sangre. 
Me dijiste que debían vernos. Nos vieron. Vamos que si te vieron. Pura adquisición. Adherido cual protuberancia. 

Los ángeles se anudaban a mi cuello. ¿Qué fue de tu voz? Sólo idolatro a los mundos paralelos. Aquella nieve que comprimía el silencio y abrazaba el recelo. ¿Dónde quedaron tus ganas, mis ganas? Se me fue la luz. Te fuiste tú, y contigo yo, y conmigo arbitraron un partido. 

Y ahora son ciclos de soledad. Nadie tararea el salmo de los ángeles. Nadie queda en las butacas del fondo. Un fundido en negro. Piedra. Frío. Tanto frío. Ya no hay show. 

Horror show.

A fin de cuentas, tú no te habías dado cuenta

Eres más ingenioso que un Dios. Porque tienes un don. Perfección sueles decir, y yo digo reverso. Date la vuelta y búscate a consciencia. Lo habitual es henchirse de orgullo, pero no te das cuenta de que bailas como un diente en la boca de un niño pequeño. Eres el centro de atención, que dignidad, que porte, que planta, que distinción, que caché. ¡Cuidado, un flash en el saliente! 

Hubo una vez que intenté acercarme. Que lástima, se te nubló la vista. Quizás en la próxima función. Quizás cuando las cosas vayan a peor, entonces será el momento de hallar e inculpar. Porque en el mundo hay dos clases de personas, ¿verdad?: los amos y los esclavos. Y yo soy más de salirme por la tangente. Espero que la estupidez humana no sea hereditaria.  Aunque sería una pena no escupirte en la cara con ese don de palabra.

Cuando te des cuenta de que hay vida bajo esta piel, será demasiado tarde. Y pensar que has pasado una vida malgastándola tan tontamente. No acudas a mí. Porque lo harás, y no encontrarás a aquel pobre muchacho indefenso que te miraba con odio. Ya sólo quedarán cenizas. 

Las tuyas. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Quizás un héroe, para ser héroe, no debería autoproclamarse héroe

Somos vulnerables. Inestables. A veces, incluso, maleables. Somos una colmena llena de emociones. Vivimos de día y soñamos de noche. Soñamos despiertos. Soñamos a todas horas. Porque las horas no son tiempo, son debilidad. 
Me quiero evaporar entre la gente. Me da miedo ser el génesis y ser el único final. Porque sois vosotros el valor. De que me sirve gritar si todo está en mi mente. Llegaré a volar, como un superhéroe. No de esos. Sin capa, sin trampa ni cartón. Volaré inestabilizando el mundo. Este día no es día, siempre se hace noche. 

Son gigantes en mi mundo diminuto.

martes, 22 de mayo de 2012

¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad, si de quien pretendo huir, seguirá dentro de mí, y eres tú?

Como dos decisiones potenciales, me haces dudar. Me otorgas lo que siempre intentaste ocultarme: existencia.
Ya no convences a nadie. Has pasado a ser el ridículo de la gente. Que patética casualidad. Que terrible ironía. Intentaste comerte la ciudad y sólo te arremetió como un suicida en la estación.

Deja ya de hacerme temblar.

lunes, 21 de mayo de 2012

No quiero perderlo

Se nos pasa el momento. Les llega el turno a aquellas sombras sedientas de luz. Nos pasa de lejos y no hay nada que entender. Porque nunca se nos explica nada. Somos tan insignificantes que pasamos desapercibidos por la razón. Somos tiempo perdido bregando por encontrar la manera de volver al pasado. Siempre queriendo volver a un pasado que sólo nos hizo destruir. Un reflejo de lo que hubo. Un silueta difusa, malcriada e invalidada. 
Y me siento nulo ante tanta presencia. Me siento aterrado por lo que se pueda avecinar. Hay algo ahí fuera que ya es sólido. Se aproxima, y tiene tanta fuerza, que parece que vaya a doblegar al mundo.

Un mundo, que sin nuestro pasado, estaría vacío.

La melancolía del alba

Miro hacia el infinito y lo único que veo es silencio. Una espera interminable. Un futuro tan incierto que incluso dudo de que sea un futuro. Estoy al límite de la noche y se me están acabando las nubes para cubrir al sol. ¿Podrán los sueños hacerse servir como almohadones? 
Allí pasó otro avión. Otro que no cogí. Que invento más inútil. Para que pagar para volar si ya tenemos alas. Extiendo las sombras sobre mí. Abrigan, arropan. ¿Tan pronto se va a hacer de día?

Déjame soñar cinco minutos más.

La noche me amortigua

A veces me reencuentro con el monstruo. Me oprime justo en el pecho. Es un grito aislado. Lucha por huir, se sacude en mi interior. Hay días en los que a penas la sonrisa me mitiga de su ferocidad. Él acaba con todo. Lo despedaza, lo devora, lo destruye y aún sigue con hambre. Un hambre invisible. Un hambre en ruinas.
A veces escucho sus rugidos. A veces me susurra que no tiene otra salida. Que es como yo. Que no tiene otra alternativa más que sobrevivir, más que llevárselo todo por delante. Incluso arrebatando al grito su voz. Que todas las noches se para a oír el ruido. Porque hay más como él. El eco de sus bramidos le excita, le reanima, le hace auparse de su madriguera y echa a correr, dándose cabezazos contra la pared, sin saberlo, sin ni siquiera sospecharlo. Le urge tanto matar al parásito que se ha alojado en sus venas que no tiene tiempo a advertir que sus lamentos no son más que aullidos. No se da cuenta de que él es ahora un animal, un monstruo. Es alguien atrapado en mí.

¿Y yo... hacia dónde huyo?