Aullidos del fin del mundo

martes, 29 de mayo de 2012

Creí que duraderas

Pero a penas tardan segundos en desvanecerse. Son como plegarias. Se envían a un espacio indefinido de miedo, de duda, de agradecimiento. Un espacio en el cual todos queremos algo, pero en el que nadie recibe más de lo que él mismo quiera creer. Porque sólo podemos creer en nosotros cuando no haya nadie más que lo haga.

Da  miedo pensar que todo va a salir mal. Que hemos malinterpretados las señales. Que realmente no había señales que interpretar. Custodiamos el día en que las cosas, inevitablemente, tienen que cambiar. Abrazamos la idea de que quizás haya una salida, una vía de acceso por la que huir. Pero acabamos llegando. Paulatinamente, te arremete. Y realmente no había nada de lo que asustarse. Te das cuenta de que ha sido más agotador preocuparse que renovar. Que ha sido mucho más dura la espera. Que no sabes como has vivido sin poder haber decidido antes. Que esas señales han pasado a ser anécdotas.

Que las cosas duraderas, las creía duraderas. Es ahora cuando se medir la duración. 

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