Aullidos del fin del mundo

viernes, 17 de febrero de 2023

LOS DÍAS SÍ VIVIDOS

 <<El héroe verdadero lo es siempre por error, su sueño sería ser un honesto cobarde como todos. De haber podido, hubiera resuelto la situación de otro modo, y de manera incruenta. No se vanagloria de su muerte ni de la ajena. Pero no se arrepiente. Sufre en silencio, son los demás quienes luego lo explotan y hacen de él un mito, mientras él, el hombre digno de estima, era tan sólo un pobre hombre que supo actuar con dignidad y coraje en una situación que lo superaba». Umberto Eco, “La estrategia de la ilusión” (1999).

Estoy emocionado. Vivo emocionado, pero mis sentimientos están tan desconcertados como lo estoy yo en estos momentos. Ha pasado poco tiempo, pero el suficiente como para que el mensaje se hubiese calmado. Ahora mismo soy un lienzo en blanco, uno muy feliz y muy asustado a la vez. Siempre había fantaseado con estar aquí, y ahora, después de tanto esfuerzo, me siento abrumado.

¿Qué debería sentir? Voy a hacer un resumen de todo lo que siento:

Paz, una blanca y extraordinaria paz. Sin escala de grises. Completamente desnuda y delicada. Es como si me hubiese estado esperado desde el principio. Se está acostumbrando a mí y yo a ella. Me da ese calorcito que solo una abrazo de alguien a quien quieres te puede transmitir. 

También siento orgullo. Superación. Coraje. Valentía. Me siento válido por primera vez en mi vida. Capaz de todo, de comerme el mundo si quisiera. Es como volver a tener 18 otra vez. Como si de alguna forma mi vida, mi carácter, mi forma de ser... como si todo eso hubiese estado estancado más de 10 años y ahora volviese a mi cuerpo, pudiese controlarlo de nuevo y respirar. Es algo mágico.

Ya he hablado de la valentía, pero necesito ahondar en ella. Ese fuego interior siempre ha estado en mí, me ha acompañado por todas mis travesías y casi se apaga durante demasiados años seguidos. Pero algo incontrolable, una rebeldía casi superior a mí me hizo seguir creyendo. Y me levanté una última vez. Era todo o nada y fue todo. Y aquí estamos. Sintiendo que ya no quiero volver jamás a ese pozo de tristeza. Sé que nunca más voy a estar así, porque no me lo voy a permitir. He llegado al final. He desterrado a la oscuridad. Soy la persona más valiente que conozco. 

Miedo. Ese al que tanto cariño le tengo. La de vidas que hemos vivido y la de planes que hemos anulando. Quién sabe dónde estaría ahora yo sin él. Le debo tanto y le guardo tanto rencor a la vez que es un amalgama de lo mejor y lo peor. Pero él sigue aquí, acompañándome después del túnel. Y se lo agradezco. Necesito una cara conocida para afrontar esta nueva etapa. Alguien tiene que protegerme, hasta que mi valentía le plante cara. No quiere dañarme, nunca lo ha querido. Solo recogía todo el terror que acumulaba de mis desastres. Sé que es necesario. Sin él cruzaría la calle en rojo. Con él, puedo cruzar, pero a su debido tiempo. Ahora lo sé.

Libertad. De una carga muy pesada. No voy a permitir que nadie me la vuelva a robar. Me pertenece, como mis decisiones y mi futuro. Me dirijo a donde yo quiero ahora. Sin peros, ni víctimas ni sufrimiento. Mis palabras puede volar al fi. Y mis alas, esas que están tatuadas en mi piel, me contemplan con orgullo. Ya nadie  va a huir por las calles, ni será un transeúnte más en una ciudad de paso. Aquí estoy y he venido para quedarme.

Esperanza. Supongo que es un síntoma secundario. Pero os prometo que hacía al menos un siglo que no la veía tan nítida y clara. Existe. Veo luz, veo el amanecer y me gusta. Mi alma adora la noche, lo tétrico, la nostalgia y la soledad, pero ahora también quiere la alegría, el calor,  el día y la humanidad. Ahora mis lágrimas tienen otro color. Sé que estoy aquí apara algo. Es como esas películas donde alguien entra en coma durante una eternidad y cuando vuelve, todo el mundo ha envejecido, todo ha cambiado y todo es distinto, menos para su interior. Yo me acabo de despertar y tengo muchos sueños que cumplir. Así que de ahora en adelante, no voy a dejar los días como no vividos. Ahora quiero saborearlos hasta la última gota.

Pensaba que me había vuelto un insensible porque me costaba llorar por felicidad. No era eso. He llorado tanto por lo contrario que ahora debo aprender a sonreír y a sus millones de formas de hacerlo.


Y ahora, ¿empezamos?