Aullidos del fin del mundo

sábado, 22 de diciembre de 2012

Romperme

Buscas la solución donde no la hay. Es más, encuentras problemas, pero igualmente todo es un problema, ¿verdad? Ya nada es como antes. Ya no somos los mismos. Queremos llegar a ser tan grandes que somos unos pesados. Somos gilipollas, enormemente gilipollas. No nos contentamos con nada y como no lo hacemos nos endiñamos un disfraz, pero a mí no me la cuelas, quizás solo me la cuelo yo. Se me pasan por alto tantas cosas...

¿Qué verdad? No se me ocurre cual puede ser. No existe la verdad absoluta, pero sí existe la absolución. Cuanto remordimiento. Que cansinos somos, la mar de cansinos. Esperamos tanto del mundo que luego no sabemos por donde cogerlo, nos pesa y acabamos tropezándonos con él. A veces tropiezo contigo y muchas más veces conmigo. Es que ya no somos los de antes, aunque nunca hemos dejado de ser nosotros mismos. 

¿Lo das por hecho? Hay que aceptar de una vez que el mundo no es tan bueno como nosotros. Si aceptamos ese hecho, el resto quizás nos lo tomemos con más calma. Esperemos el día en que suceda. Esperemos una vez más. Estamos tan hartos de esperar. No te precipites, la cagas. Precipitarse solo sirve cuando un sueño depende de ello. Tú no quieres que te cuente la verdad. Yo estoy exhausto de ella.

Pánico a la felicidad.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Disconformidad permanentemente transitoria

Creo que es cosa de la ambigüedad. Mi vida se puede entender de distintos modos, se puede interpretar de distintas maneras, pero por consiguiente siempre hay dudas. La confusión impera. Ya no creo que lo que busque sea un motivo de supervivencia, algo me dice que ya solo basta con la ambición (o la emoción). ¿Qué puedo hacer por mejorar? 

¿Va a ser toda la vida así? Uno tras otro, día tras día. Ya no sé como comportarme, ni siquiera sé como soportarme. El círculo ha ido forjándose y lo único que queda es esa delgada línea entre lo real y lo imaginario. Me pierdo ahí. 

¿Puede algo salvarte y ser al mismo tiempo tu destrucción? Necesito describir y solo escribo sobre mí. Debo dejar de hacer eso. Debo salvarme, y esto, una vez más, es algo que debe de quedar en tierra de nadie. 

Sin gracias. Con diferencia. 

viernes, 16 de noviembre de 2012

Yo sin mí

Esa sensación de estar en otro lugar, de estar en las nubes, sobrevolándolas si hiciese falta. ¡Desde allí arriba podrías contemplarlo todo! Incluso, si quisieras, rebuscar dentro de las personas como si de un baúl apolillado se tratase. ¿Qué encontraríamos? Miedos, angustia, abnegación, alegría, esperanza, sueños...


No sé si quiero hablar de como llegar a un sueño, de como realizarlos, de que si estoy confuso respecto a ellos o de si hay que luchar y luchar y luchar.  Solo sé que quiero hablar (y de hecho lo voy a hacer) de sueños, como siempre. Desde bien pequeño crecí soñando, de alguna manera esa era mi vía de escape, mi mecanismo de defensa. ¡Además, todo el mundo soñaba! Todos esos príncipes (o más bien princesas), todos esos dibujos estrambóticos que salían por la televisión, todas aquellas contraportadas de los libros, todo comenzaba por un "su sueño siempre había sido...", "él quería...", "él deseaba...". La gente de carne y hueso no paraba de mencionarlo. Todos aquellos anhelos que crecían en su interior, toda aquella semilla que arraigaba dentro de ellos. Luego crecía y me decían que eran sueños imposibles, que todo el mundo soñaba, que los sueños eran bonitos, pero no todos se cumplían. Luego ya no había sueños, los sueños no eran más que cuentos, los de mi principio. No me gustaba oír eso, en realidad no me gusta oír eso. No creo que me llegue a gustar nunca. ¿A quién le gusta escuchar que algo que desea con todas sus fuerzas no tiene la suficiente capacidad para cumplirse? Es que es muy triste. ¡El mundo es muy triste!

Y yo no quiero ser triste, aunque muchas veces lo sea. Me gusta fantasear sobre las cosas. Imaginarme allí o allá, rodeado de paisajes, de aventuras, de personas; más que de personas, amigos. Hay tanto por explorar ahí fuera, tanto por experimentar, tanto por vivir. No entiendo porque la gente deja de soñar. Sí, si lo entiendo... pero... no, en realidad no y no me gustaría entenderlo, creo que eso sería algo que me llevaría a ser irremediablemente triste, eternamente, y como he dicho, no quiero ser alguien triste. Tengo tantos sueños en mí, tantos, que aun siendo inmortal no llegaría a completar la lista y el ser inmortal no entraría dentro de esta. Ser inmortal es otra cosa triste y ya me estoy dando cuenta de que vuelvo a hablar sobre cosas tristes y las cosas tristes siempre llevan a cosas más tristes. Así que será mejor volver a las nubes, pero no a esos castillos encima de las nubes. No, yo no me hago castillos en el aire, aunque sería un bonito ejercicio de arquitectura. Hay algo que debemos hacer, hay algo que somos, hay algo dentro de nosotros que lucha, incluso en lo más triste de nosotros, por salir, por exteriorizarse, por hacerse oír. No creo que soñar incluso con lo imposible sea de locos, creo que es de valientes y aún más intentarlo, de todas las maneras posibles y si en algún momento nos damos cuenta de que eso es imposible, volver a intentarlo. ¡Los sueños son nuestros baúles! Un sueño son miedos y angustia, un sueño son alegría y esperanza. Un sueño son tantas cosas... un sueño es encontrarse a uno mismo. Un sueño vale toda una vida e incluso una muerte y dos y tres. Sin sueños seríamos carcasas vacías y un sueño vale más que todo eso.

¿De que sirve una vida sin sueños? ¿Que sentido tiene todo entonces si no nos dejamos llevar por esos impulsos, si no nos damos la oportunidad de enfrascarnos en nuestra mayor odisea? Nos quedaríamos sin nada. Sin nosotros mismos.

Y es algo que tengo muy claro. Yo sin mí nunca voy a vivir.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Suenas mejor en mi interior

Ese cosquilleo que comienza en la punta de los dedos, como una breve chispa de energía. Un fogonazo de vida que arraiga de sopetón, alertándote de que estás vivo, como si fuese una descarga de electroshock. Comienzas a tararear el estribillo de una canción en inglés, de esas que siempre escuchas pero que nunca acabas por recordar toda la letra. Entonces empiezas a mezclar palabras y a inventarte otras. Estiras los brazos, desentumeciendo tus huesos. Los alzas tan alto que parece que vayas a tocar el techo. Bostezas. Suspiras. Compones una mueca de aburrimiento. Esa chispa aún perdura en pequeñas convulsiones en tu cabeza. Algo te llama desde lo más hondo, algo se activa, algo cobra fuerza, pero no es suficiente para tu alrededor, todo sigue igual, la rutina sigue otorgándote su tributo.

Subes el volumen, sin importante lo que pienses los vecinos. No te importa un pimiento lo que piensen esas personas que sueles saludar por educación. Una educación que a ti te parece farsante, pero que lo haces, porque ya estás acostumbrado a mentir, a mentirte. Te quitas los zapatos, los lanzas de una patada, ni siquiera te molestas en quitártelos con la mano, porque el cosquilleo se está apoderando de tu cuerpo. Quizás los arrojas porque necesitas hacer algo fuera de lo común, pero no te das cuenta de que quizás eso sigue siendo lo común. Te subes en la cama, te apoderas de la habitación, que ahora pasa a ser tu escenario. Tu cuerpo hace cabriolas, tu mente no tarda en imitarlo. La voz del cantante parece desgarrada, parece que esté a punto de romper una ventana, pero cuando da la sensación de que va a hacerlo, de que no le importa mancharse las manos de sangre, se calma. Grita. El CD deja de girar. Aún estás alargando la última sílaba de la canción. Te sientes enfurecido. Ya no alzas las manos, solo aprietas las sábanas. Suspiras. El suspiro queda grabado en las paredes. Te preguntas porqué. Te preguntas porqué nunca eres capaz de terminar el grito como en la canción. Porque el tuyo sigue alargándose, porque siempre se hace eterno, porque no muere a los 3:15 minutos. 

Vuelves a darle al play. 

lunes, 29 de octubre de 2012

Sólo el frío sabe abrazar bien

Amanece frío. No amanece, el sol se encuentra sepultado por una capa de nubes altas. No hay brillo en el cielo, no hay calor en las manos. El mundo parece haber quedado enterrado en el silencio. El viento sopla; me arrastra. Me dejo arrastrar. Hace mucho, mucho frío. Me imbuye el alma. El mundo hoy me parece un gran caparazón vacío y ahí dentro, en esa oquedad, quepo yo. No hay mucho más espacio aunque parezca un gran desierto blanco y frío, muy frío. Sólo me percato del silencio de la música, porque la música está en todas partes, incluso en la escarcha. Justo ese espectáculo marca las horas. El frío nos mueve. El frío nos quema. El frío duele.

Las primeras gotas comienzan a caer. No son las primeras, lleva toda la noche lloviendo. Lleva todo el mes haciéndolo. Me siento húmedo, quizás empapado de toda ese agua que nadie quiere. De toda ese agua que alguien llega a odiar, porque no a todos les gusta la lluvia, no todos saben cobijarse en sus lágrimas, pero a mi sí, a mí sí que me gusta, por eso siempre respiro bajo el agua aunque me atragante y tenga que volver a subir por una bocanada de aire, por eso siempre me abstengo de llevar paraguas, por eso siempre soy el único que sonríe cuando dicen que las temperaturas van a bajar, que las tormentas llegarán, que el cielo gritará, como yo en mi fondo; el cielo se lo hará saber. Mi grito, mi fuerza. Son esos días en los que la melancolía me inspira. En los que los pájaros buscan refugio y en los que yo busco libertad. 

Me pesa el cuerpo. Soy agua. Se ha apoderado de mi cuerpo, mi ropa no es más que otro puñado de congestiones. Soy el único que no tiene a donde ir, que recorre las calles reclamando a los cuatro vientos que no soy de este mundo, que no pertenezco a los días soleados, que me quiero dejar llevar como hacen esas gotas en el cristal, en las alcantarillas, en las paredes, en mis ojos indiferentes. 

Es octubre y es noviembre. Siempre es octubre y noviembre. Son meses que me gustan. Son mis meses, son meses que siempre he aprendido a querer. Siempre seré un pedazo de ellos y ellos, por más que digan, me echarían de menos. Siempre estamos echándonos de menos.

Hay demasiado ruido, hay demasiada lluvia, hace demasiado frío. Es vehemente, agresivo, implacable. Es su llanto. Aquello que se desprende de lo más profundo, del rincón donde nadie debería haber llegado.

Todos esos tañidos que rugen, todos ellos son violentos. Todos ellos siguen rugiendo, no disminuyen su ferocidad. No sientan cabeza. Siempre rugen. Siempre. La gente se asusta, no deberían salir corriendo. Deberían escuchar y dejar que sus pulmones rugieran como leones. Deberían mojarse. Deberían beberse toda el agua. Deberían ser capaces de brillar, como la lluvia, cuando no hay sol. 



Perdería toda la razón

Nunca entendí el motivo de porqué a la gente le gusta jugar. Nunca he entendido porqué nos relacionamos. Porqué nos entrometemos en la vida de los demás. Tan a dentro, tan intrínsecos. Dependemos emocionalmente de otros. Los necesitamos. Forman parte de nosotros y nosotros no somos nadie sin ellos. ¿O sí? Lo somos, pero no los mismos. 

Nunca he entendido porqué te gustó jugar. Porqué alguien, en un determinado momento, decide dejar de hacerlo. Me pasan la pelota, yo la cojo, la vuelvo a lanzar y no la vuelvo a ver nunca más. No llego a comprenderlo. Entiendo que alguien se canse de jugar, entiendo que a alguien no lo guste el juego, incluso entiendo que a veces este no fue nuestro juego, que quizás es más que un juego o que quizás sólo tenías mono de un par de partidos, pero no lo entiendo del todo. No entiendo porqué alguien solo golpea con la pelota., se dedica a marcar, se alza en el campo y se va. ¿No era ese tu preciado juego, no era eso mínimamente importante para ti? Nada más que un juego de niños.

Nunca entenderé porqué soy el último en abandonar el campo. Nunca entenderé porqué soy el único que aún recoge pelotas. Nunca entenderé porqué la personas juegan con otras personas. Jamás entenderé porqué la gente juega así, como si fuesen objetos, con personas que perderían el partido por ellos.

Que incluso perderían la razón.

jueves, 18 de octubre de 2012

Daría todo por saber

Mírame, quién sabe a donde llegaré. No hay suelo ya donde caer. La noche me va a matar y lo único que quiero es respirar. Es este espacio raro que nos aflige los pulmones y nos provoca tristeza. Es este lugar maldito. Esta piel maldita. Es mi cuerpo abstracto, mi mente intoxicada. Mi grito imperecedero. Es mi constante repetición de las cosas, de los hechos, de lo malo que vuelve una y otra vez para acabar con los restos. Vivo en un sinónimo constante. Vil. Pérfido. Nocivo. Maléfico. Infame. Diabólico. Maligno. Dañino. Aciago. Nefasto. Funesto. Cruel.

Me adentro en la crueldad del mundo. En la espiral castigadora. En la soledad de quien no está solo e insoportablemente se vuelve loco porque no tiene a nadie. En la posición de siempre, en la de "¿y si esto no es todo, y si probase a...?"

Irme. A huir. Siempre es la misma pregunta, pero nunca me atrevo con la respuesta. Daría todo por saber que iría bien. Qué me iría bien. Que me haría bien. Si algún día voy a estar bien.

sábado, 6 de octubre de 2012

Adorable incompatibilidad

Son todos esos secretos que nos cortan como unas enormes tijeras desfilando unilateralmente por nuestra piel. Son esas vueltas de campana que nos encontramos al pensar en aquel momento o en aquella persona. Son  todas y cada una de las lágrimas que permanecen solas y que nadie, incluso nosotros, quiere.

Es el miedo a defraudar sueños. Es la rabia del errante, del incomprendido. Es el coraje de volver una y otra vez a un pasado en el que vivimos anclados. Es la cólera de quién no puede hacer nada más que quedarse sentado. Es la pérdida de tiempo en un mundo en el que el tiempo es lo único que no podemos perder. Es la desesperación del eterno retorno. Es la melancolía. Siempre es la melancolía.


viernes, 28 de septiembre de 2012

Me tienes viviendo en una constante esperanza

Una esperanza que no acaba de cuajar. Parece que la euforia no es más que un síntoma pasajero cuando se trata de mí. Parece que otra vez me quedo en suspensión. Todo aquello que te pierdes por vivir de noche. Todo aquello que imaginas podría llegar incluso a cumplirse, pero no me entiendes, ni si quiera haces el esfuerzo. Y yo soy sobrehumano.

Me da pánico depender de esa esperanza. Más ahora. Justo ahora cuando la esperanza es lo único que me mantiene vivo. Cuando la esperanza se impone ante la realidad. Cuando la esperanza se busca a sí misma y se burla de mí.

El incondicional enferma.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La lealtad de la grulla de papel

No es fácil recomponer los pedazos de estos días. No puedo parar de imaginarme como sería todo esto si estuvieses aquí, si no dependiésemos de todos esos kilómetros. Cómo sería mi vida sin en vez de echar de menos pudiese echar de más, sumiéndome cada noche bajo las sábanas, besándote la espalda.

No puedo parar de estar triste. Tengo un nudo en la garganta que no me deja avanzar. Es como si de alguna extraña manera el tiempo hubiese frenado justo cuando te fuiste. Ahora todo es una larga pausa. Me siento atrapado en el reloj. En un tiempo que no es mío, que te pertenece, pero que no puedo pasarlo contigo.

Siento como si hubiese recibido una fuerte sacudida justo al entrar en el tren. Como si todo se desplomase, por fin, y me mostrase la verdadera realidad, quién soy, qué quiero y qué es lo que debo hacer. Lo peor de todo es que creo que me he perdido, me he extraviado aún más de lo que estaba. Siento que nada de esto está bien, que debería intentar salir de ésta. Que de nuevo, como una gran ironía, el mundo me gritase que no pertenezco aquí. Que mi lugar es un lugar muy distinto.

No puedo evitar abrazarme y pensar que te estoy rodeando. No puedo evitar llorar cada vez que la ilusión se evapora. Me doy cuenta de que quizás estoy sintiendo más de lo que debería, de que quizás no debería. De que no es justo que la única manera que tengo de escapar sea una persona. De que es aún más injusto pensar en ti como una escapatoria siendo quien me ha resucitado.

Odio sentir que no lo doy todo, que no puedo sacar más de mí, que por dentro soy un hervidero y por fuera no soy más que una gran fortaleza. Odio no saber lo que estás pensando. Odio no saber lo que estoy pensando yo. Odio no saber ser comportarme como una persona normal. Odio no poder saltar, reír, confundirme en la locura. Odio llevar al extremo las emociones, odio sentir demasiado tarde, odio querer vomitar tantas palabras pero no decirlas a tiempo. Odio querer tenerte cerca, odio querer tener cerca a alguien. Odio con todas mis fuerzas verte en todas partes, en partes en las que jamás habías estado y ahora impregnas cada rincón. Adoro que un pedazo de tu esencia haya quedado grabado en mi mundo. Odio tocar y no sentir tu piel. Odio no haberte acariciado más. Odio sentirme tan destrozado cuando debería estar alegre, cuando debería no parar de sonreír, cuando debería ser el chico más feliz de la faz de la Tierra. Pero esto es diferente, yo lo sentí una vez, yo lo di todo una vez, yo me pasé las horas recordándola, cerrando los ojos y perdiéndome en su imagen, en sus ojos, en nuestros pozos. Ahora no puedo, me es imposible. Ahora no soy más que nostalgia. No soy más que una brecha, no puedo concebir la idea de que alguna vez te volveré a ver. Duele. Me corroe, me rompe. Me ha roto esta mañana y me romperá mañana. Debo evitar convertir a alguien en una necesidad. Nadie lo merece, pero no puedo evitarlo, no puedo. No hago otra cosa que intentar atrapar tu olor que aún queda en mi habitación. No puedo evitar querer ser como la grulla de papel. No puedo evitar que mis latidos salten sin tu presencia. Porque te siento y yo jamás debería sentir esto. Porque siento demasiado, y siento muy deprisa. Tengo miedo de que esto termine tal y como ha empezado. Tengo miedo de que las impresiones no sean suficientes. Tengo miedo de no ser yo mismo. Tengo miedo de abastecerme de recuerdos de personas toda mi vida, de primeros recuerdos. De principios, de millones de principios sin finales. Quiero mi reencuentro. Exijo mi reencuentro. Lo necesito como quien necesita beber. Necesito beber de ti hasta que te agotes, hasta que nos agotemos, hasta que el mundo vuelva a moverse y me devuelva mi flujo. O tu me devuelvas a la vida.

No quiero pensarlo, pero no puedo impedir pronosticar que tú no eres una fortaleza, que no eres como yo. Que una noche no hace magia. Que una noche no resucita a los muertos. Porque está claro que tú nunca has estado muerto, porque tú eres vida. Tú eres parte de ella y quizás una resurrección sea tu don. Quizás no tengas el miedo que se apodera de todo mi cuerpo. Quizás no lo entiendas, quizás solo sea aquel horrible Frankestein. Quizás... estoy muerto de miedo. 

Besarte, besarte, besarte y besarte. Quiero callarte y besarte, quiero arrinconarte y besarte, quiero silenciar al ruido y hacer ruido contigo, quiero adormecerte y cuidar de ti. Quiero, necesito, lo reivindico. Quiero una oportunidad para volver a hacernos grande. Quiero no preguntarle a mi ciudad. Quiero preguntarte a ti si volverías a besarme. Quiero que me beses. Quiero desaparecer y crecer. Quiero soportarlo. NO QUIERO IMAGINARTE. Quiero escucharte. Quiero verte. Quiero volver y volveré. Volveré a ese lugar de mi mente. Me confesaré solo y me preguntaré porqué. Porqué tú, porqué estoy en mi posición y porqué la guerra estalla esta vez. Quiero que me mires como me miraste, quiero ser feliz. Quiero no hacer de mi vida un drama, no me soporto haciendo un drama. No quiero cansarme de vivir, quiero esforzarme, quiero ser valiente, quiero valer, quiero reírme del mundo, quiero no necesitar absolutamente nada más que una gran carcajada. Quiero que el silencio no sea incómodo. Me gustaría que mi vida no se resumiese en un gran paréntesis de silencio. No quiero ser las cenizas de un recuerdo. No quiero ser recuerdo sí o sí. No quiero volver al pasado, pero deseo hacerlo con él, contigo. 

Esto es demasiado complicado para mí y quizás demasiado sencillo para ti. Puede que vea más allá, puede que vea tan lejos que me pase el tiempo intentando fingir. Quiero que sepas que esto es real. Quiero arriesgarme a conocerte. Quiero que el miedo caiga, que ceda, quiero que las murallas dejen de ser altas, quiero dejar de abandonarme en lugares de paso. No quiero ser un espectro. No quiero no ser. Quiero que me calles, quiero que silbes conmigo, quiero que me beses, y quiero que me beses ahora y dejes de correr. O que dejes de frenar. Quiero un lugar, quiero protegerte, protegerme, quiero que nos saltemos los límites, quiero sentirme arropado. Quiero que rías, que rías tan alto que en un concierto la gente aplauda a tu risa. Quiero superarlo, quiero ser capaz. Quiero, quiero, quiero, quiero, quiero. Por favor, bésame.

Por favor, detened al tiempo, detened a mis voces, detened, acuchillad y enterrad a mi tristeza. No quiero ser un chico triste. No quiero serlo. No quiero serlo nunca más. Quiero acumular mis viajes para detener a las distancias. Quiero paz. Necesito paz. Le necesito a él, o quizás me necesite a mí. Quizás necesite recuperarme, reencontrarme, quizás necesite volar. Quizás necesite tanto que jamás conseguiré no ser aquel niño triste. Hay que disfrutar el momento, no echar de menos después.

Mi propio imán. El más. Su magnetismo. Su gravedad. Su sonrisa desarmante. SU SONRISA. Deberíais ver su sonrisa, deberíais querer ver esa sonrisa cada día, deberíais levantaros y proclamar una guerra, deberíais luchar, deberíais morir por ella. Deberíais matar monstruos por ella.

Jamás he sido sencillo. Jamás, aunque sea un precipicio de sentimientos, he saltado por tantos. Me he visto en el saliente muchas veces. Me he visto obligado a descender toda la cima, a construir mi propia cima, pero  pocos han pertenecido a ella. La última vez me vi superado, me vi arrojado. Desde entonces no he creído en mí, no he sido quien solía ser. Finjo, finjo y finjo porque nadie puede curarme. Porque mis pies quedan enterrados en el suelo y no avanzan. Soy más pequeño de lo que aparento. Soy tan minúsculo que nadie me ve. Soy tan insignificante, que cuando alguien me sonríe, cuando él me sonríe, me rompo. Y romperme no es malo, romperme es una señal de estar vivo. Es tan difícil de entender que incluso a veces me pierdo en mis propias emociones. Me pierdo y nado a la deriva. Me pierdo y no me encuentro porque no tengo donde aferrarme. El agua es todo lo que tengo y quiero besarle. Soy agua y quiero besarle. 

Olvídate de la distancia cuando me tengas cerca. No me impedirán volver a besarte. Lo prometo. 


jueves, 20 de septiembre de 2012

Realizándome

Mis sueños me roban a mí, o yo les pertenezco. Poco importa, al final volvemos a los parámetros y a las guerras. Volvemos a bajar las escaleras para llegar a un piso más alto. Ese ese el precio.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La razón de las guerras

Es absurdo incluso de noche, bajo toda esta oscuridad que cubre a las medias verdades y les da esperanza a los sueños más profundos. Es absurdo incluso en la fantasía. Eres absurdo.

Es absurda la cantidad de diálogos que puedo llegar a reescribir en mi mente. La mayoría de ellos gastados, difusos, con la tinta corrida y con exclamación al final. Ríos de palabras que jamás salvaron al papel. Voces que se estrellaron en hojas ennegrecidas. Inmigrantes.

Siempre he sido precipitado emocionalmente. Siempre he sido exagerado. Siempre he acabado por ser absurdo.

Me pierdo en mis miedos, en los momentos en los que no los tuve y en los monstruos. Esos grandes y aterradores monstruos que pasean con naturalidad por mi hogar. Sonriendo, con la boca sangrando y el pecho hundido. Flamantes oleadas de monstruos. No les tengo miedo. Son mis monstruos, mis putas pesadillas. 

¿Quién soy yo, otro monstruo que generaste? Me lo pregunto constantemente, si es ese el motivo por el cual nos les temo, porque yo soy uno de ellos. No soy muy grande, pero me considero un poco más que tú. Me atrevería a decir que yo sí mataría miedos por ti, por él, por ella e incluso, a veces, por mí. Me atrevería a decirlo, sí, pero estoy cansado de matar y enterrar. De golpear con la pala todas aquellas miradas que me enjaulaban. De ver como muere la gente a la que quiero. Estoy cansado de soportar los gritos de guerra. Ya no quiero matar más.

Necesito que alguien comience a matar por mí.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Destemplado

Hay algunas noches en las que gano. Hay algunas noches que puedo matar al monstruo, ser el monstruo. Algunas solo me limito a gritar y dejar que el miedo se desprenda en mi último aliento antes de poder volver a coger el aire necesario para derrumbarme en mi habitación. Hay algunas noches en las que intento recomponerlo todo, en las que imagino universos infinitos. Puede que incluso algunas noches me quede despierto y no duerma. Puede que esas noches sean las más solitarias. Puede que necesite de un fantasma, o que dependa ya de muchos. Puede que encajar no sea la definición exacta. Puede que el precipicio entre las personas y yo no sea más que otra de las noches que paso intentando creer.

Hay algunas noches que tengo frío, pero todos los días me siento destemplado. 

jueves, 6 de septiembre de 2012

No te quiero tanto como para no ver que hay gente a mi lado

No soporto tener que imaginarte. Me he cansado de verte, de amar, de bautizar a las ganas cada tarde. Es el drama de las palabras, de aquellos valientes que no dispararán. Aquella manía de ilusionarnos con besos carismáticos. ¿Por qué?

Porque nos matamos los unos a los otros con las huidas en tren, con la mente, desnudando nuestras almas cada noche después de que hayas bebido todas las copas que yo dejé en la mesa. Porque solo te acuerdas de echarme de menos cuando nadie pronuncia tu nombre, cuando desarropas a la cama.

El qué, el cómo y el porqué. Nos dotamos de emociones que barrimos en una vida pasada. Me atropello con la excusa de que no encuentro mi lugar y amanecemos muertos. Tan sedientos, con tanto apetito que somos insaciables. Chuparíamos la sangre si eso fuese suficiente para infundirnos vida. Necesitamos recorrernos.

Nos escandalizamos al querer. Está claro que no sabemos querer, ni sabemos que es lo que queremos. Somos casualidad. Que miedo das. Que rápido va el mundo, y que lentos nos han programado. 

No soporto tener que imaginarte. Me he cansado de verte, de amar, de bautizar a las ganas cada tarde. Pero vuelvo. Vuelvo a por ti, vuelvo a por mí. Yo soy de los que disparan, de los que se encuentran al escapar.

Solo nos llegan los gritos.

martes, 21 de agosto de 2012

La insignificancia de los valientes


Podría no pensar en todas aquellas personas a las que les di esperanza, a las que intenté sacarles del cuarto y darle alas. Podría coger las ganas (que incluso me faltaban) y volverlas a regalar como si fuese la víspera de Navidad. Podría irme a dormir abrazando la almohada el mismo número de veces que he intentado hacerle comprender a alguien lo mucho que estoy ahí, aferrándome con uno de mis apretones, con una simple sonrisa que muchas veces solo dejaba prestada y nunca se me devolvía. Podría desvelar las miradas que he ido guardando con el propósito de hacer morir el sentimiento que bregaba por nacer. Podría arrancar a gritar y hacer caer a pedazos los muros que os cimientan, aunque ahora ya solo son murallas. Podría hablar, pero debería callarme, pues hay gente que necesita ser escuchada. Podría sentirme tan insignificante como un gigante, como cuando nadie quiere responsabilizarse pero le obligan a hacerse mayor. Podría hablar de valientes, pero ahí me encontraría en un lugar insalvable. Podría ser como vosotros, pero entonces carecería de corazón.


No, los valientes no dejan de latir, aunque sus luchas sean "insignificantes".


viernes, 20 de julio de 2012

El valor para marcharse

Fuera están los otros. Perdidos en el tiempo, arriesgándose, amándose.  
Los fantasmas fronterizos rondan lo que queda de nuestra razón. 
Con cuchillos arrojadizos nos saludan desde un futuro pasado.
El vértigo no nos permite avanzar, pero el abismo no entiende de la parte más triste de nosotros mismos.
No todo son derrotas. No todos nos derrotan.

Duele en el tiempo. Duele incluso cuando debería estar bien. No entiendo que debería hacer, si herirme o volver a nacer. Dulce obstinación.

Odio esta parte de mí. La que me empuja al lado más oscuro de la habitación. La que intenta que vuelva a ser la sombra que se arrastraba por la noche. La que me hace gritar. La que me obliga a gritar porque si no me ahogaría.

Sentirme cerca sólo lo aleja más.



lunes, 9 de julio de 2012

¿Hay vida antes de la muerte?

Somos una inmensidad y no nos conocemos. Nos vemos relegados a nuestro alrededor, a ser uno más de esa intrincada red de personas. E intentamos alejarnos, porque estamos agotados de los viejos tiempos. Podemos intentarlo, destruir todo ese pasado. Pero de nada sirve salir. Aquel del que huimos sigue dentro de nosotros. Todos ellos siguen dentro, alcanzándonos.

Tememos no encontrar nuestro lugar. No hay direcciones, ni guías, ni nadie que pueda indicarnos el camino. Tan solo tenemos la decisión de elegir. Una elección que sin querer, estamos obligados a tomar. Nadie tiene las mismas oportunidades. Nadie puede echarnos en cara la elección.

Allí, a lo lejos, les gritamos. Nos dejamos la voz para hacerles saber que aunque seamos errantes, no estamos perdidos. Nos encontramos solos, asustados y confusos, pero sabemos lo que queremos. Sabemos asumir una derrota y continuar. 

A veces me sabe mal ganar y que esa victoria sólo me sepa a una derrota más. Porque nunca es suficiente. Nunca encuentro el sentido de la vida antes de la muerte.

sábado, 30 de junio de 2012

Si no está habrás perdido

Puentes. Son construcciones de unión. Unen. Se han creado para juntar dos mitades. Es una suerte que alguien erija un lugar donde aunar dos mundos distintos.

Buscamos puentes durante toda nuestra vida. Nos sentimos aislados, amontonados en un pequeña soledad repleta de gente. Reventamos de ganas por mirar en la otra orilla. Exploramos el mundo en busca de soluciones para poder cruzar ese lugar de fantasía. Lo vemos durante cada mañana, pero un mar insondable nos hace daño. Su mera presencia nos engulle. A nosotros y al puente. Porque nunca ha habido puente. Nos acabamos dando cuenta de que estamos condenados a vivir en esa isla. Si no está, nos encontramos perdidos. Solo entonces, cuando nuestro mundo se resume a un diminuto pedazo de tierra nos decidimos a construir un puente. Un puente que unirá aquel lugar al que deseamos ir. Un puente que por más que queramos cruzar, no siempre estará ahí. En la mayoría de ocasiones nosotros mismos seremos el puente.

Por favor, deja de quemar mis vínculos.


lunes, 18 de junio de 2012

Me ha tocado soñar entre cuatro paredes


Confundo la noche con el día. Estoy borracho de sueños. Pero un sueño no es nada más que todo aquel mejunje de cosas que son casi imposibles de realizar. Ya casi me parece más una enfermedad que un alivio. Los sueños a veces tienden a parecer más bien pesadillas. ¿De qué sirve tener un sueño, matarte a intentarlo, pero fracasar? Sí, podrás volver a la casilla de inicio, te habrás hecho más fuerte, pero estarás más exhausto. Hasta que un día sólo verás que has vivido para frustrarte. Debe de ser una de las peores muertes de todas. Por eso me pregunto a veces si no es mejor contentarme con cosas más sencillas. Porque todos sabemos que el motor no es el de un reactor espacial. Pero luego, luego lo vuelvo a pensar y se me haría difícil vivir en un mundo donde todo lo que aspiro a conseguir pudiera obtenerlo tan fácilmente. ¿Por qué no ser feliz con esas pequeñas cosas y a la vez, tener la certeza de que algún día podré pilotar un cohete?

Mientras no elijas, todo sigue siendo posible.

sábado, 16 de junio de 2012

Se perdió en la inmensidad del espacio

Es como nadar en un mar de oscuridad. Todo aquello que brilla me ciega, y parece tan cercano, que me decido a seguir nadando. No hace frío, ni calor. No me importa eso en este momento, no siento si quiera el hambre. Esta inmensidad me hace asemejarme a esas luces danzantes. Sólo un punto más. Uno que se enciende como una cerilla y que si pasa mucho tiempo buceando por la vastedad, se acaba extinguiendo. Me pueden ver durante años, irradiando una llama imponente, pero como estrella muerta, nadie más que yo sabrá que estoy solo y sin fuego. Que estoy perdido en la inmensidad del espacio.

¿Serán aquellas luces cometas sin rumbo, rugiendo porque han perdido todo el apetito de la vida? Será aquella luz que vi, aquel meteorito que no pude si no más que contemplar como estrellaba en mi universo, algo más que una piedra exánime? 

¿Serán restos, o será por fin la chispa que me arrebataron?

viernes, 15 de junio de 2012

Que alguien me lleve a casa

Supongo que pensé que podríamos encontrar otras maneras de derrumbarnos. No hicimos más que morirnos el uno en los brazos del otro. No nos dio tiempo a llegar a casa. Todo lo que teníamos era el momento y a la persona. A la oportunidad, que se lanzaba de cabeza al fondo de la piscina. Nos fragmentaron, nos recogimos, nos quisimos y nos lanzaron al vacío. A vacíos distintos. Fuimos oscuros. Pasamos muchos tiempo allí, entre tinieblas. No podíamos saber cual era la verdad. No existía la verdad. Lo único que conocíamos era aquella dimensión construida a base de mentiras, de decisiones que nos impedían tomar aquellos monstruos que vivían, no bajo la cama, si no en toda el hogar. De aquellos ángeles que se reían, de aquellas voces que nos instaban a cerrar los ojos y dejarnos llevar. Nos vimos obligados a sumirnos en aquel letargo. Todo era tan incierto...

Las sombras tiñeron el transcurso de los días. Excepto los recuerdos, ellos se mantenían firmes a su luz. La espera se fue adueñando de mi determinación. Y lo volví a escuchar, aquel cascabeleo angelical. Me atrapó. Me cazó. Durante años me vi enredado en la única idea de asegurarme que no hubiesen más sombras en tu camino. Que si alguien podía ver más allá de aquel sol negro, fueses tú. Tu figura huye en mis semanas, y la echo de menos. Echo de menos la única voz que me podía llevar a casa, a mi verdadero lugar de origen. A aquel mundo que construimos para dos. Aquel mundo paralelo en el que una casa no era el lugar más terrorífico del mundo, si no que era donde hacíamos el amor.

miércoles, 13 de junio de 2012

Tú dices que soy un soñador, pero no soy el único

Habrá alguien más que esté despierto en este sueño que no deja de ser la única realidad. Mi pecho está dormido. Si no es real, no sé que es real. No puedo cerrar los ojos y ver lo que está mal. No soporto herirme. Habrá alguien más que esté despierto. Me falta un sentimiento, y ese es el más real. Y no está aquí. Está en ese mundo que me prohíbes. No sé como puedes vivir sin soñar. No sé como enfrentarme a esto. Yo me muero. Quizás no hay nada a lo que enfrentarme. Pero somos muchos los que no sabemos como enfrentarnos. Lo cierto es que estoy seguro de que habrá alguien más que esté despierto.

Siento sólo lo que soy. Me siento como en el cielo cuando me acerco. Cuando mi camino se adentra en temporada de nubes. No vuelvo a ser el mismo. Porque no puedo dejar de soñar. No puedo ser alguien que murió. ¿Dónde están? ¿Por qué estoy solo en mi ciudad? Quiero ir a otro lugar. Llevo aquí un millón de tiempo. El tiempo exacto en el que sé que...

... habrá alguien más que esté soñando. Que esté luchando por esto. En el que alguien habrá logrado conciliar el sueño.

martes, 12 de junio de 2012

Los que conducen, son monstruos

Dicen que hay personas frías. Personas que parece que a penas les quede nada de humanas. Personas que se quedan heladas, que parecen no sentir, que miran como si lo petrificasen todo, como si fuesen monstruos insensibles. Decidimos pensar que esas personas no deberían considerarse personas. Que son desinteresadas, egoístas e insolentes. Pensamos que no saben ver más allá de lo que les conviene, que están llenas de amargura y de odio, que jamás tendrán la oportunidad de vivir una vida sin ese gélido temblor en el corazón. Que nos apartan, que sólo nos aportan rencor y animadversión. Solemos creer que están entumecidos, como si una tormenta de nieve los hubiese dejado impávidos. Como si fuesen de piedra.

Nada más lejos de la realidad. Somos piedra. Una piedra hecha de hielo. Ese material tan frágil, que en cualquier momento se puede romper. Y lo tememos. Tenemos miedo de sentir como nos partimos en pedacitos de escarcha. Sentimos pánico ante la idea de que alguien nos suelte en cualquier momento y nos quiebre. Vivimos aterrorizados, blindándonos de la única forma que sabemos defendernos. Siendo piedras. Vivimos a través del cristal. Lo vemos todo con tanta nitidez, que cualquier movimiento, cualquier desliz, puede  mancillar toda esa pureza. 

Nos echamos a un lado. Los dejamos marchar. Y cuando la tormenta cede, nos aproximamos, como pequeñas criaturas de otro mundo. Atravesamos el cristal. Nos bañamos de calor. Y sentimos frío. Porque no conocemos nada más allá del frío. 

Nuestra vida siempre la han conducido monstruos. 

jueves, 7 de junio de 2012

Corrientes de retorno superficial

Cuando alguien queda atrapado en esta corriente, hay un par de cosas que debe de hacer y que convierten la experiencia en algo perturbador, quizás aterrador y sin duda agotador, pero más que nada molesto. Si no las hace, lo más probable es que muera. Como la corriente de retorno superficial es estrecha, no hay que luchar nunca contra ella. Hay que limitarse a nadar paralelo a la costa, y en unos segundos el tirón violento de la corriente se suaviza y lo deja a uno a poca distancia de la playa. Es algo sencillo.
La realidad, por supuesto, es mucho más complicada. Ser arrastrado inexorablemente hacia el océano, lejos de la seguridad de la playa, provoca pánico al instante. Estar atrapado por una fuerza muy superior es aterrador. El miedo y el mar son una combinación letal. El terror y el agotamiento ganan al bañista. 

Intento controlar mis emociones, porque me siento atrapado en una corriente de retorno superficial.

miércoles, 6 de junio de 2012

No me dejas ser

Mi imaginación ya arrastra las cadenas que tu realidad le ha impuesto. Ya no hay ruido. El único ruido que escucho es el de tus gritos. No puedo depender del recuerdo y de la espera. Me iré tarde o temprano. No sé si partiré o huiré, deberías aclarármelo. Pero necesito que lo comprendas, porque me iré. Necesito que comprendas el porqué. Y si me voy, y no lo has hecho, si no has conseguido entenderlo, seguiré yéndome, aun más triste. Sé que nada es fácil, pero no puedo vivir en un lugar donde no me siento a salvo y seguro. Donde se supone que debería encontrar refugio sólo encuentro esos gritos del principio que durarán hasta el final. Me iré a toda costa. Haré todo lo posible, buscaré hasta en el rincón más alejado. Lejos, lo lejos que haga falta. Pero lo haré, me iré. Ya no es por ella. Ya sólo es por mí. Me iré.

Y seré.

martes, 5 de junio de 2012

Bajar la guardia (y desenfundar los revólveres)

Hay momentos en los que es lo mejor que puedes hacer. Dejar de comerte el mundo. Porque quizás es la única manera de respirar. De dejar de intentar sorprenderte, sin éxito, y sorprenderte de verdad. Sólo es una tregua. Un pequeño intervalo entre la acción y la reacción. A veces sólo debemos dejarnos llevar por la esperanza. Y aunque no seamos creyentes, tener fe en ese futuro que no hace más que reiterarse en el presente como el gran problema por resolver. Es por eso que necesitamos bajar la guardia, para poder estar con nosotros mismos y encontrarnos, en vez de torturarnos por un obstáculo que todavía está por venir.

Aunque no podemos escapar, ni negar esto. Así que estoy listo para la guerra.

lunes, 4 de junio de 2012

Insuflas vida

Podemos estar perdidos, desorientados o abandonados. Estar llenos de heridas que no cicatrizan nunca. Podemos no saber que dirección tomar y dudar de que la que escojamos pueda llegar a ser un error o un acierto. Podemos sentirnos solos en medio de mucha gente o sentir que falta alguien que nos complemente. Podemos suspirar por un futuro que no será como lo imaginábamos en nuestras cabezas. Podemos hundirnos y no ser conscientes de lo que nos pasa. Podemos exagerar los problemas, maldecir al mundo y querer comérnoslo. Podemos chocarnos contra las paredes, perforarlas o tirarlas a bajo de una patada. Podemos creernos diminutos, distintos, extraños. Podemos aparentar ser duros por fuera y tiritar cada vez que nos quedamos a solas. Podemos tragarnos el orgullo, escupirlo o esgrimirlo. Podemos odiarnos, odiarlos, o odiar al mundo. Podemos aceptar las críticas, desmoronaros o salir adelante. Podemos estar tristes y apagados. Podemos hacer que nos duela todo tanto, que cuando alguien nos mira de esa manera, nos sonríe y nos abraza, cuando eso pasa; podemos acobardarnos, desconfiar y seguir sintiéndonos extraviados, pero también podemos levantarnos un día más. Podemos recuperar nuestra fortaleza. Podemos lograr sonreír, incluso rotos. Podemos seguir teniendo un motivo. Siempre hay un motivo por el que poder.

Porque el mañana siempre es la respuesta que estamos esperando.

domingo, 3 de junio de 2012

¿Cómo puedes vivir contigo mismo?

Los que más sufren son quienes no saben lo que quieren. Pero sí lo saben, saben lo que quieren, pero no saben expresarlo. Ven como el mundo se disipa, que cada decisión que toman no es más que otra resignación, otro golpe por venir. Se les encalla la voz en la garganta. Se pasan la vida ahogándose en eco. El dolor se hace fantasma. La sangre deja de circular. Y la gente se va apagando lentamente. Y desaparecen. Dejan el cuerpo suspendido, levitando. Se echan a un lado, y dejan a los soñadores volar.
Todo lo que tienen, no es suficiente, porque lo que tienen, lo único que tienen, es ilusión.

Ya no sé como vivir conmigo mismo. No quiero dejar de soñar. Me da miedo dejar de hacerlo.

sábado, 2 de junio de 2012

Tormento y Tormenta I

Tormento era introvertido. Se sentía fuera de lugar. Había crecido siendo un rompecabezas y había acabado por romperse. Le creían un juguete, pero le faltaban pilas. Decían de él muchas cosas. Desde que lo veían todas las tardes sentado en su habitación, meditabundo, pintando el frío con su mirada. Que se pasaba las horas observando un punto fijo en el infinito. Como si estuviese a punto de comprender algo que la humanidad no creía posible. Estaba en las nubes. Se pasaba el día soñando, como un niño solitario.  Dijeron que una noche lo habían encontrado, volviendo unos amigos de fiesta, en medio de la carretera, empapado por la lluvia, intentando bebérsela. Gritando a todo pulmón. Loco. Salvaje. Histérico. Como si hubiesen retrocedido a la prehistoria y estuviesen en medio de un ritual que sólo él podía comprender. Allí en medio, único, parecía que cazase con la mirada. Su mirada era puro fuego en esa tormenta.
Siempre pasaba desapercibido, pero su expresión, como en esa noche, como cuando te miraba sin apartar los ojos, profundamente, parecía que tuviese todas las respuestas. Que supiese todo lo que te hacía llorar, tus más recónditos secretos. Tormento se volvió invisible. No lo tenían por cuerdo y lo dejaron estar. Tormento dejó de hablar, y escribió. Escribió hasta que la mano le falló, e incluso así, se le oía murmurar, como si escribiese en su mente. Puede que saber todas las desgracias del mundo fuera lo que le hacía, precisamente, desdichado. Tormento nunca se sintió acompañado, y por eso, incluso en su muerte, se sintió tan solo. E insalvable. Solo e insalvable.

Tormenta era un terremoto. No paraba quieta. Es más, necesitaba hacer algo. Si se quedaba parada, algo dentro de su cuerpo le hacía ponerse en marcha, la accionaba y le instalaba un leve temblor que recorría las palmas de sus manos, intentando alcanzar algo insondable. Inquieta e indómita, siempre devoraba todo lo que transitaba por su mente. Desde hacer el pastel más grande del mundo, volar en globo o ganar en la competición de quien podía estar más rato sin reír; eso,  por supuesto, jamás lo consiguió. 

La querían mucho. Era como un soplo de aire fresco. Siempre tan nítida y tan vivaz. Siempre con esa cara llena de pecas bañadas por el sol y cincelada con una sonrisa de oreja a oreja. Era, como solían decir la gente que la conocía, "un pequeño amanecer".
Pero al final, como a todos nos acaba pasando, se marchitó. Quedó arrugada y encogió, casi haciéndola desaparecer. Y le embargó la ira, una ira que jamás había creído capaz que pudiera contener en ese cuerpecito tan frágil. Y llovió, llovió durante días, durante semanas. Todo se empañó. Aquella ira, que jamás había sido testigo en su vida, acabó por aparecer demasiado tarde, como un tormento. Acabó por implosionar sola. E insalvable. Sola e insalvable. 


Estaban malditos. Por eso se cruzaron.

El movimiento se demuestra andando

La única diferencia entre Dios y yo, es que yo existo. Y eso me hace sentirme más desamparado. La única persona en la que puedes creer es en ti, y sin embargo, a veces te ocultas respuestas. No las escondes, más bien no sabes encontrarlas, pero sabes que están ahí, en alguna parte. Es como un ángulo muerto. Quizás me esté protegiendo. Quizás sólo me esté prolongando una mala decisión.

Me agotan los ángulos muertos. Necesito saber como insuflarles vida. Necesito recorrerlos. Necesito horadar en cada perspectiva desconocida. Necesito que este infierno termine de una vez. 

No hay nada íntegro en descubrir que tú eres el punto muerto.

viernes, 1 de junio de 2012

Quedarte varado no es la solución

Diques reteniendo agua. Un mar. Un mundo hecho de agua. Tengo miedo de ahogarme si el dique no revienta. Pero no quiero reventar, porque entonces ahogaría a los demás. Un dique solitario que, incluso después de todos los residuos a los que ha sido sometido, se pregunta si no es mejor resistir un poco más.

Pero es muy fácil sumergirse en la corriente del agua, y muy difícil escoger donde desembocará.


jueves, 31 de mayo de 2012

Víctimas silenciosas

Explicar la verdad puede ser incómodo o doloroso. Verse obligado a decir mentiras es mucho peor. Pero vivir en ese mundo de mentiras, eso es algo de lo que no se puede huir.
Siempre son el foco de atención. Y aunque humildes, a veces pueden sobrepasar esa línea entre lo benévolo y lo enfermizo. Y necesitas mentiras para sofocar esa carencia de la que ellos son el epicentro del terremoto. Un mundo, que sin ser real, es el único lugar donde puedes estar en paz. Y nadie lo entiende, porque están cegados por ese foco tan intenso. Un foco que los ciega. Un foco que necesita un trasplante de combustible. Y nos consume. 

Se agota, lentamente, su llama, y la mía. Y ni siquiera he comenzado a arder. Y no entiendo el porqué, pero los ciegos no quieren ver como avivo el fuego.

Busco aquí o allá alguna forma de vencerlo. Pero no hay un lugar donde la noche no lo alcance, lo mitigue y se extinga. 

miércoles, 30 de mayo de 2012

Para siempre es casi y en nada se quedó

Cuando todo eráis, cuando volábamos alrededor. Cuando los días de sol eran días en los que no había sol, y vosotros os creíais el astro rey.  Fue escuchando tras la puerta que fui testigo de que yo ya no era parte de ese rompecabezas. Y fuisteis vosotros quien me catapultasteis a una cima sin cimientos en las que el viento era el rey. Y yo sin corona, gobernando un reino de sueños ficticios. 
Porque no creíais en los sueños. En mis sueños. Ni en los vuestros. Porque todo lo que había, quedaba vedado a las puertas del feudo. Siempre era casi y en nada se quedaba. Y en nada tuve que construir.

No hagáis ahora que os recuerde como los fantasmas del castillo sin dueño.

martes, 29 de mayo de 2012

Creí que duraderas

Pero a penas tardan segundos en desvanecerse. Son como plegarias. Se envían a un espacio indefinido de miedo, de duda, de agradecimiento. Un espacio en el cual todos queremos algo, pero en el que nadie recibe más de lo que él mismo quiera creer. Porque sólo podemos creer en nosotros cuando no haya nadie más que lo haga.

Da  miedo pensar que todo va a salir mal. Que hemos malinterpretados las señales. Que realmente no había señales que interpretar. Custodiamos el día en que las cosas, inevitablemente, tienen que cambiar. Abrazamos la idea de que quizás haya una salida, una vía de acceso por la que huir. Pero acabamos llegando. Paulatinamente, te arremete. Y realmente no había nada de lo que asustarse. Te das cuenta de que ha sido más agotador preocuparse que renovar. Que ha sido mucho más dura la espera. Que no sabes como has vivido sin poder haber decidido antes. Que esas señales han pasado a ser anécdotas.

Que las cosas duraderas, las creía duraderas. Es ahora cuando se medir la duración. 

domingo, 27 de mayo de 2012

Es un acto de riesgo

el perderse aquello que en realidad se anhela. El darse por vencido. Encapricharse sin aventurarse. Abandonar ahora, cuando el ruido es mayor.
Somos trenes. No nos precipitemos. No dejemos pasajeros sin subir. Porque eso es algo que me preocupa. Que de todos los pasajeros, realmente, no haya ninguno duradero. Y quizás ese sea el motivo más grande para arrancar de una vez.


No sé si estoy preparado, pero sí sé que estoy dispuesto.

Proyecto Vida

Aprender a ser adulto es un engorro. Desde que nacemos hasta que crecemos nos enseñan a tomar decisiones, desde que preferimos comer, si nos gustan más las matemáticas o la literatura, si nos interesa tocar la guitarra, echarnos un partido de fútbol o montar a caballo. Pero aunque parezca mentira, esas no son las decisiones más difíciles. Las que de verdad deciden nuestro futuro son aquellas en las que ni siquiera nos fijamos. En que calle cruzamos, que camiseta nos ponemos, en que persona nos gusta, si decidimos llamar a esa persona o si decimos te quiero a nuestra madre todas las mañanas o preferimos decírselo en el momento adecuado, porque no somos de esa clase de  personas que tienen  facilidad para expresar lo que sienten. Esos detalles marcan nuestro camino de una manera en la que no somos conscientes. Tenemos poder sobre esas decisiones. Y eso es como decir que tenemos poder sobre nuestra vida. Pero al vida nos sencilla.

Por eso, a veces hay que sacrificar algunas decisiones. Algunos otros futuros no plausibles. Futuros que se desarrollaran en nuestra mente durante años. Acciones en las que nos gustaría dar marcha atrás y corregirlas. Pero quizás, si las corrigiéramos, no sería lo mismo.

Si no nos arriesgamos a saltar el muro, nos perderemos unas vistas fantásticas.

Y yo no estoy dispuesto a perderme esa panorámica. 

sábado, 26 de mayo de 2012

Es una bonita noche para salvar vidas

Para dejar de anestesiarme con sus llantos, sus fantamas y sus 365 muertes. Para terminar de una vez por todas con todos esos reproches, esas heroicidades que se quedan en meros actos banales. Para arrancar con mi vida, y con la de los que están por venir. Es una de esas noches en las que el día no ha deparado nada bueno, en las que sólo tienes ganas de arroparte bajo las sábanas y ponerte a experimentar con ilusiones de otro mundo. O incluso de estas, en algún lejano futuro incierto. Es de esas noches llenas de propósitos que a la mañana siguiente expiran, pero que mientras el sol no te baña tienes ese corazón encabritado. 

O quizás esta noche aún no ha terminado. Quizás es el final para alguien. Quizás. Siempre quizás. Nadie quiere dejar de salvarse. Así que es una bonita noche para salvar vidas, o si no nos queda más remedio...

cazarlas.

jueves, 24 de mayo de 2012

Somos

Un puñado de escrúpulos. Una muela del juicio. Vicio. El fin del mundo. Total. Una brecha de sueños. Rotos en un pantalón. El estribillo de una canción. Más de 3. Viernes, alcohol y pantomima. El Mal. La duda. ¿La resolución? Druidas. Vikingos. Una rebelión. El Truco de Halloween. Autofobia. Un pub lleno de gays. Narcotraficantes de ilusiones. El Big Bang. Amanecer.

Hoy el fin del mundo es en mi habitación. 

Nula ausencia

Hablo en voz alta. Implosión. Reverbera en las muñecas rusas. Mana sangre. Mala sangre. 
Me dijiste que debían vernos. Nos vieron. Vamos que si te vieron. Pura adquisición. Adherido cual protuberancia. 

Los ángeles se anudaban a mi cuello. ¿Qué fue de tu voz? Sólo idolatro a los mundos paralelos. Aquella nieve que comprimía el silencio y abrazaba el recelo. ¿Dónde quedaron tus ganas, mis ganas? Se me fue la luz. Te fuiste tú, y contigo yo, y conmigo arbitraron un partido. 

Y ahora son ciclos de soledad. Nadie tararea el salmo de los ángeles. Nadie queda en las butacas del fondo. Un fundido en negro. Piedra. Frío. Tanto frío. Ya no hay show. 

Horror show.

A fin de cuentas, tú no te habías dado cuenta

Eres más ingenioso que un Dios. Porque tienes un don. Perfección sueles decir, y yo digo reverso. Date la vuelta y búscate a consciencia. Lo habitual es henchirse de orgullo, pero no te das cuenta de que bailas como un diente en la boca de un niño pequeño. Eres el centro de atención, que dignidad, que porte, que planta, que distinción, que caché. ¡Cuidado, un flash en el saliente! 

Hubo una vez que intenté acercarme. Que lástima, se te nubló la vista. Quizás en la próxima función. Quizás cuando las cosas vayan a peor, entonces será el momento de hallar e inculpar. Porque en el mundo hay dos clases de personas, ¿verdad?: los amos y los esclavos. Y yo soy más de salirme por la tangente. Espero que la estupidez humana no sea hereditaria.  Aunque sería una pena no escupirte en la cara con ese don de palabra.

Cuando te des cuenta de que hay vida bajo esta piel, será demasiado tarde. Y pensar que has pasado una vida malgastándola tan tontamente. No acudas a mí. Porque lo harás, y no encontrarás a aquel pobre muchacho indefenso que te miraba con odio. Ya sólo quedarán cenizas. 

Las tuyas. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Quizás un héroe, para ser héroe, no debería autoproclamarse héroe

Somos vulnerables. Inestables. A veces, incluso, maleables. Somos una colmena llena de emociones. Vivimos de día y soñamos de noche. Soñamos despiertos. Soñamos a todas horas. Porque las horas no son tiempo, son debilidad. 
Me quiero evaporar entre la gente. Me da miedo ser el génesis y ser el único final. Porque sois vosotros el valor. De que me sirve gritar si todo está en mi mente. Llegaré a volar, como un superhéroe. No de esos. Sin capa, sin trampa ni cartón. Volaré inestabilizando el mundo. Este día no es día, siempre se hace noche. 

Son gigantes en mi mundo diminuto.

martes, 22 de mayo de 2012

¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad, si de quien pretendo huir, seguirá dentro de mí, y eres tú?

Como dos decisiones potenciales, me haces dudar. Me otorgas lo que siempre intentaste ocultarme: existencia.
Ya no convences a nadie. Has pasado a ser el ridículo de la gente. Que patética casualidad. Que terrible ironía. Intentaste comerte la ciudad y sólo te arremetió como un suicida en la estación.

Deja ya de hacerme temblar.

lunes, 21 de mayo de 2012

No quiero perderlo

Se nos pasa el momento. Les llega el turno a aquellas sombras sedientas de luz. Nos pasa de lejos y no hay nada que entender. Porque nunca se nos explica nada. Somos tan insignificantes que pasamos desapercibidos por la razón. Somos tiempo perdido bregando por encontrar la manera de volver al pasado. Siempre queriendo volver a un pasado que sólo nos hizo destruir. Un reflejo de lo que hubo. Un silueta difusa, malcriada e invalidada. 
Y me siento nulo ante tanta presencia. Me siento aterrado por lo que se pueda avecinar. Hay algo ahí fuera que ya es sólido. Se aproxima, y tiene tanta fuerza, que parece que vaya a doblegar al mundo.

Un mundo, que sin nuestro pasado, estaría vacío.

La melancolía del alba

Miro hacia el infinito y lo único que veo es silencio. Una espera interminable. Un futuro tan incierto que incluso dudo de que sea un futuro. Estoy al límite de la noche y se me están acabando las nubes para cubrir al sol. ¿Podrán los sueños hacerse servir como almohadones? 
Allí pasó otro avión. Otro que no cogí. Que invento más inútil. Para que pagar para volar si ya tenemos alas. Extiendo las sombras sobre mí. Abrigan, arropan. ¿Tan pronto se va a hacer de día?

Déjame soñar cinco minutos más.

La noche me amortigua

A veces me reencuentro con el monstruo. Me oprime justo en el pecho. Es un grito aislado. Lucha por huir, se sacude en mi interior. Hay días en los que a penas la sonrisa me mitiga de su ferocidad. Él acaba con todo. Lo despedaza, lo devora, lo destruye y aún sigue con hambre. Un hambre invisible. Un hambre en ruinas.
A veces escucho sus rugidos. A veces me susurra que no tiene otra salida. Que es como yo. Que no tiene otra alternativa más que sobrevivir, más que llevárselo todo por delante. Incluso arrebatando al grito su voz. Que todas las noches se para a oír el ruido. Porque hay más como él. El eco de sus bramidos le excita, le reanima, le hace auparse de su madriguera y echa a correr, dándose cabezazos contra la pared, sin saberlo, sin ni siquiera sospecharlo. Le urge tanto matar al parásito que se ha alojado en sus venas que no tiene tiempo a advertir que sus lamentos no son más que aullidos. No se da cuenta de que él es ahora un animal, un monstruo. Es alguien atrapado en mí.

¿Y yo... hacia dónde huyo?