Aullidos del fin del mundo

jueves, 6 de septiembre de 2012

No te quiero tanto como para no ver que hay gente a mi lado

No soporto tener que imaginarte. Me he cansado de verte, de amar, de bautizar a las ganas cada tarde. Es el drama de las palabras, de aquellos valientes que no dispararán. Aquella manía de ilusionarnos con besos carismáticos. ¿Por qué?

Porque nos matamos los unos a los otros con las huidas en tren, con la mente, desnudando nuestras almas cada noche después de que hayas bebido todas las copas que yo dejé en la mesa. Porque solo te acuerdas de echarme de menos cuando nadie pronuncia tu nombre, cuando desarropas a la cama.

El qué, el cómo y el porqué. Nos dotamos de emociones que barrimos en una vida pasada. Me atropello con la excusa de que no encuentro mi lugar y amanecemos muertos. Tan sedientos, con tanto apetito que somos insaciables. Chuparíamos la sangre si eso fuese suficiente para infundirnos vida. Necesitamos recorrernos.

Nos escandalizamos al querer. Está claro que no sabemos querer, ni sabemos que es lo que queremos. Somos casualidad. Que miedo das. Que rápido va el mundo, y que lentos nos han programado. 

No soporto tener que imaginarte. Me he cansado de verte, de amar, de bautizar a las ganas cada tarde. Pero vuelvo. Vuelvo a por ti, vuelvo a por mí. Yo soy de los que disparan, de los que se encuentran al escapar.

Solo nos llegan los gritos.

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