Aullidos del fin del mundo

sábado, 29 de septiembre de 2018

Amor de dos sin dos

Me declaro incompatible con la vida que me quieres dar. La pintas como si fuese un regalo y a penas tuviese que esforzarme para complacerte. Pero ahí donde me ves cada vez que me dan una de las porciones más pequeñas corro a guardarla para que nadie más pueda tocarla. Aprecio ser uno de los perdedores. Puedo girar la tortilla en cualquier momento y que aquello que me anula, el sentimiento de impotencia, sea aquello que me dé más fuerza. 

No sé si habrá otro día de sol. Si a partir de ahora me levantaré cubierto entre nubes negras y lluvia que me mojará hasta los calcetines.
He aparecido en un limbo inseguro donde me guío a partir de las advertencias. Es como si algo quisiera avisarme de que pronto vendrá una tempestad, que me prepare bien porque me veré obligado a estar mucho tiempo escondido hasta que se detenga. A la vez, debo asegurar cada ventana que a día de hoy todavía chirría y sacar la cabeza, gritar a todo pulmón que estoy vivo, que me lo creo, que estamos hechos de grises más que de negros. 

Mi amor aún se define en aquellos rostros que hace tanto tiempo que se disiparon como granos de arena en el viento. Siempre los conservaré y siempre formaran parte de lo que soy. Pero ese amor, el que me pide que dispare la velocidad de mi sangre, está aullando como un lobo en luna llena. Es como el agua que necesitamos. Como el oxígeno. Como aquel beso de nuestra madre antes de irnos a dormir sin el que no podíamos cerrar los ojos. 

Somos tan frágiles. Tan delicados. Tan adictos a enamorarnos. Somos criaturas tan hermosas que cuando debemos aprender a querernos a nosotros mismos, lo único que se precipita es el vacío de no poder compartirlo. 

viernes, 21 de septiembre de 2018

Amor(dazado)

Me he despertado de un sueño muy largo. Se estaba tan a gusto ahí dentro, en el reino de la despreocupación. Es como si mi cabeza se hubiese saltado años y el mundo tuviese otra óptica distinta. Me siento algo mareado. Actúo por inercia pero realmente lo que hago lo controla ese sueño que tan bien me acogió. Aún no soy del todo yo. Igual parece una locura, pero siento como si cuatro años de mi vida me los hubiesen arrebatado. Me han sacado de un lugar y me han colocado en otro donde todo está patas arriba. Como si fuese la marioneta de alguien. 

Me encuentro lejos de la casilla de salida y lo único que pienso es que no quiero defraudar a nadie. Sobretodo a mis padres, a quienes ya les veo las arrugas y el cansancio. Nunca me había fijado en sus rostros. Están realmente cansados. Se han esforzado mucho para traerme hasta aquí. 

He advertido que no estoy en una película de ciencia ficción, pero que cualquier director podría empezar a filmar y estoy convencido de que me llegaría a creer más toda esta incertidumbre si pudiese pausar y rebobinar. Quiero el tiempo perdido de vuelta. Quiero andar entre las personas sin sentirme un extraño que debería estar ya lejos de ahí, en otra ciudad, en otro ambiente, en otra mente. 

Todo se ha desmoronado y  aquello de lo que me protegían es a lo que ahora debo enfrentarme yo. Es mi responsabilidad, después de todo, proteger a aquellos que me han ayudado. Ya no hay vuelta atrás, ya no hay niños ni adolescentes.

Todo se toma tan en serio a sí mismo que creo que voy a vomitar. ¿Esto es la realidad?


martes, 4 de septiembre de 2018

Amores que matan

Lo que más me molesta de todo esto es la manera en cómo voy aplazándolo todo. Qué derecho tendré después cuando vengan los llantos, porque vendrán, de que estoy como estoy si me es imposible salir de aquí por mis propios méritos. 

Compro una noche de paz para más adelante sufrir un infierno auto impuesto por el que no tengo ninguna necesidad de atravesar. Pero así soy yo, apartando el trabajo duro para respirar. Siempre me quedo sin aire y al final me hace pensar que las pausas no son los recursos más naturales. Todo este oxígeno no es más que tiempo embotellado que ha fracasado. Hay tantos minutos perdidos por querer ser guardados en una caja fuerte que hasta aquí me llega el olor a viejo. 

Que rápido se evapora el orgullo y con que facilidad se me atraganta el escoger lo correcto, lo que en ese momento me llevará al gran número final. La única magia que no puedo explicar para este espectáculo es el por qué me es imposible subir el telón cuando empiezan los aplausos. ¿Miedo escénico? ¿Nervios? ¿Ansiedad?

No siento amor por este show, por lo tanto pienso que no hay necesidad de continuar. 
Que desperdicio. Todo es un desperdicio. Necesito una máquina del tiempo. Necesito regresar. 


lunes, 3 de septiembre de 2018

Todo lo que necesito es amor

A veces me pregunto cómo es posible que después de sobrevivir a una situación tan angustiosa se sucedan los meses con una sensación de falsa tranquilidad que termina desatando una nueva versión más dura y oscura de ese primer recuerdo ya casi vetado por tu mente.

Incluso con las herramientas aprendidas afrontar esa odisea resulta extremadamente desesperanzador. El mundo tiembla y te ofrece una bofetada de realidad que te mantiene despierto incluso cuando no queda más remedio que atravesar pesadilla tras pesadilla.

Hay un bucle infinito que me entierra en lo más profundo de mi autoestima. Esas antiguas herramientas ahora son armas afiladas que debo esgrimir para no quedarme atrás, para tener una oportunidad. 

He dejado de sentir esa fuerza protectora que me acompañaba a todas partes. Ese himno al que podía acudir cuando me preparaba para ir a la guerra. Esto solo es una segunda parte, una de las malas. Todos los personajes saben como actuar, cual es su papel en todo este lío. Yo solo me encuentro esperando a que mi escena empiece y acabe. Es agotador no ser feliz con lo que haces. 

Entonces es cuando las luces se apagan y mi diálogo, un cruce entre heroico e idiota, se va desvaneciendo entre sombras. Hay tantas voces que la mía a penas se distingue entre la muchedumbre. Se sofoca también el amor que he dejado de dar y de sentir. El proyecto es una mierda y yo también lo soy. 

No espero a recibir los aplausos porque nunca llegarán. Huyo, por fin. Es lo que mejor se me da hacer. Algunas veces he podido resistir la tentación y quedarme e intentarlo, pero de que me sirve, si lo único que necesito, lo único que todos necesitamos, está tan lejos de aquí.