Aullidos del fin del mundo

viernes, 31 de diciembre de 2021

Algo rojo

Estoy lleno de algo que no sé que es.  ¿Cómo puedo liberar mi creatividad y aplacar la ira del presente? ¿Cómo puedo avivar la llama que siento que tengo en mi interior?

Me siento vulnerable y quiero vomitar el miedo. Estoy lleno de expectativas y sin ellas considero que no puedo tener un mejor regalo de Navidad. Eterno estudiante, floto como un globo y me desinflo a la misma velocidad. Perdí la pista hace años del camino correcto y nunca estoy seguro de si al final del año he logrado llegar a mis objetivos o estoy solo de paso. ¿No nos estamos muriendo ya todos día tras día un poquito? ¿No basta con eso para dejar de herirnos los unos a los otros?

Ay, pequeña luciérnaga, ven y préndeme. Dime si hay algo en mí que sea mágico y auténtico. Dime si esta realidad puede superar a la ficción, si mi fuerza proviene de las entrañas o de la rabia que tengo acumulada. Lo perfecto solo está en el recuerdo de nuestra cabeza y el dolor es solo amor que no tiene a donde ir, recuérdalo. Si todo lo que has querido está al otro lado del miedo, hazle una llave al dolor y tráeme su cadáver. 

¿Por qué me aterra y me paraliza la idea de cambiar? Ay, pequeña luciérnaga, prende mi cama y hazme caer de este maldito sueño. Por la noche todo me parece posible, pero no son más que ilusiones. Al despertar también lo hacen las consecuencias. Soy el primero que no quiere partir, pero también soy el primero en darme cuenta de que hay enfermedades demasiado crueles que por desgracia no podemos ver con claridad. Devuélveme la vida, porque este no soy yo.

¿Cuánto tiempo más me va a imposibilitar vivir? Si lograse dar con la fuerza necesaria... si pudiese inmiscuirme, ser un intruso en mi propio organismo y destruir esa oscuridad de raíz, dejaría de ser un gran actor y empezaría a mostrar mi propia sonrisa. Os abandono, pensamientos negativos. Os dejo atrás aunque me sigáis sigilosamente. Seréis parte de mí, pero nunca os apoderaréis de mis.  decisiones. 

Qué reconfortante sería verme florecer. Qué reconfortante sería abrazarme a ti y sentir el calor que ya siento, pero sin la necesidad de huir.

Quizás, el año que viene. 


domingo, 5 de diciembre de 2021

Extraordinarias criaturas

La ficción es necesaria para combatir la realidad. Sin expectativas, todo parece un regalo. Es por eso que me gusta perderme aquí, en mi imaginación, pues el único juez soy yo. Aquí soy libre, sin ataduras ni obligaciones. Aquí decido yo. Aquí he nacido y aquí escojo cuando morir. Si quiero, puedo volar. Si me apetece, puedo abatir reyes y reinas. Si lo deseo, puedo sentirme querido. Aquí todo tiene cabida, pero todo es gris. Al final lo único que hago es quebrarme.

Alguien me dijo que madurar consiste en ir descartando sueños, y a medida que me hago mayor, temo más que esa sea una afirmación demasiado certera. Lo aprendí a la fuerza, al darme cuenta de que todas esas fantasías a las que aspiraba se iban desdibujando con el paso de los años. Un día, simplemente la suerte niega haberte conocido y aunque tú te encargas de que el trabajo duro siga siendo constante, las oportunidades huyen de ti. Supongo que a veces la justicia tiene su propia forma de actuar. Así, cuando el mundo decide darte la espalda, no te queda otra que aceptarlo, renunciar y escoger otro camino.

Es curioso como la vida te conduce por derroteros que a primera vista descartamos. El declive surge cuando sientes que esa llamada del destino que no te dejaba dormir ha dejado de pronunciar tu nombre. Vuelves a estar perdido y solo, sobre todo solo. Continúa con la invasión de un sentimiento crónico que persiste en ti y se niega a desaparecer. No estás a salvo de ella en ninguna parte.ar el qué, hay algo que te hace sentir encajar en toda esa locura. Es como si te hubieses caído de entre las nubes y un mar de tristeza te recibiera con una lánguida bienvenida. La oscuridad empieza a adueñarse de tus pensamientos y la imaginación, esa de la que tanto presumías, deja de ser un sitio seguro. Ya no puedes confiar en escapar. Estás por tu cuenta en una noche eterna. Estás. Te aferras a ese verbo como si en cualquier momento fuesen a crecerle extremidades y pudiese ponerse a correr en busca de una salida. Pero no la hay, no hay ninguna señal que te indique cómo huir de esa sala de humo y espejismos. Bajas la cabeza con apremio, tanteando tus piernas para ordenarles que se pongan en marcha, pero ya no están, se han convertido en parte de esa amalgama que lo cubre todo. El rumbo es incierto y el norte ha perdido el norte. Las agujas que antes tanto te preocupaban ya no te indican la hora, el tiempo se ha detenido y te planteas si en el fondo eso no está del todo mal. Como si te encontraras en una honda piscina te mueves braceando por esa extraña niebla que se encuentra en todas partes. Sigues viendo esas sombras que pululan a tu alrededor, pero ahora no las sientes como extrañas, sino más bien como acompañantes silenciosos. Son como viandantes en una ciudad vacía, pero esta vez, en vez de ignorarlos como lo harías un día cualquiera mientras vas a estudiar, interrumpes su rutina. Sus facciones son difusas, como si te hubieses olvidado las gafas en la mesita de noche y no pudieses concretar las formas. Por más que intentas comunicarte solo salen pequeños balbuceos de lo que crees que es su boca. Quieres gritar y pedirles explicaciones, pero siguen siendo un reflejo de lo que una vez fueron. Te preguntas si ellos... ellas... si esas cosas te ven de la misma manera en la que tú lo haces. 

Te tranquiliza pensar que quizás no sea más que una pesadilla y que en cualquier momento todo termine de forma abrupta. Esta vez intentas mantener contacto físico, lo más físico posible que se pueda en estas circunstancias, pero no contabas con que tus manos iban a correr el mismo destino que tus piernas. Es como si tu esencia se estuviera desintegrando, como si estuvieses mutando en uno de esos seres, en un cascarón hueco y extraviado, en un alma en pena. ¡Eso es! Eso es lo que son, vidas que han dejado de tener sentido, personas que se han desorientado y tratan desesperadamente de avanzar, incluso cuando ya no les quedan fuerzas. 

La emoción de descubrir la verdad se evapora rápidamente al concluir que si tú te encuentras con ellos lo más probable es que no te halles muy lejos de ser eso mismo. ¿Pero cómo? ¿Cómo has llegado a tocar fondo, en qué momento ha empezado la caída? Las preguntas empiezan a florecer delante de ti y la ansiedad se va imponiendo como lo hacen los cambios de estación. Imágenes de rostros conocidos asaltan tu cabeza. Hay amigos, familiares; tanto de sangre como de vida; compañeros, profesores e incluso algunos iris que no comprendes. Aparecen personas que no logras ubicar, pero que adviertes que de una forma u otra pertenecen a tu realidad. Las caras se sobreponen y ya no puedes distinguir quién es quién. Decides fijarte en los ojos para mantenerte firme, como si fuesen un pilar inquebrantable que te sujeta. Te hablan directamente a ti, y sin saber cómo, conoces ese idioma de miradas.

Por fin, después de lo que te ha parecido una eternidad, los rostros forman uno solo, uno que te impacta más de lo que te gustaría reconocer. Sus párpados parecen pesarle, la melancolía está escrita en su frente y su aflicción te duele. Claro que te duele, cómo no iba a hacerlo si se trata de ti. Lo entiendes mejor que nadie porque has estado ahí, en lo más profundo, y ahí, aunque luchaste, perdiste. Te perdiste sin querer, como la vez en que tu padre te llevó a un laberinto y te abrumaste con esas paredes tan grandes que parecían querer comerte. Esta vez las paredes siguen ahí, pero son invisibles. Crees que te protegen, pero lo único que hacen es aislarte. Al insuflar ese rae y tú te derrumbas con él. Es miedo. Miedo es la palabra que te aterraba articular. Miedo es lo que intentan decirte esas pobres criaturas. Esas extraordinarias criaturas. Qué irónico, ¿no te parece? Ellas, que seguramente estén más asustadas que tú, son capaces de sobrepasar sus límites. Son capaces de enfrentarse al miedo. Sus voces, imbuidas de angustia, te ofrecen la mano. Te comprenden y solo quieren ayudar a su manera. Están igual de atrapadas que tú en ese limbo, atrapadas en el dolor, en un dolor que en su apariencia más básica no deja de ser amor que no tiene a donde ir. Todo lo que siempre has querido está al otro lado del miedo que ahora te atenaza. Ahora lo vislumbras. Ahora al puzle no parece que le falte ninguna pieza. 

Al comprender ese acto de osadía no te atreves a seguir resistiéndote y lo dices por primera vez en mucho tiempo. Lo gritas, desgarradoramente. Lo haces real. Y todo cambia. Vuelves a reconocerte entre las penumbras. Te sientes más ligero, como si estuvieses en el espacio flotando. Las sombras vuelven a su estado impertérrito y te encuentras intentando alcanzarlas para sacarlas de ahí, para darles las gracias e intentar avivarlas, pero no puedes, no hay nada que puedas hacer. Ahora es su viaje, ahora son ellas quien deben enfrentarse a sus propios demonios. Te despides como lo haría un soldado valiente, no mirando hacia atrás.

Todo sucede en un instante y la vorágine te devuelve a la cama, encogido y con los brazos acunando tu propio cuerpo. Al darte cuenta de donde estás te invade la tristeza, pero no es la misma que te ha llevado hasta donde te encontrabas, es una tristeza distinta, con matices. Hay tristezas que debemos abrazar y esta es una de ellas. Ahora puedes verlos, ahora puedes detenerte frente a todos esos colores que siempre han estado ahí. La mezcolanza de emociones te hace reír y llorar a la vez. Es entonces cuando te das cuenta de que no hay nada más ficticio que no creer en tu propia valía, y aunque la idea de avanzar te paralice por momentos, cuando abres los ojos después de tanto tiempo y despiertas, por fin, sientes que todo está en el lugar que le corresponde.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Corazón de lava

 ¿Y si cuando llegue al lugar que sueño cada día me miento al decirme que eso es vida? ¿Por qué tengo que acordarme de repetirme que estoy bien? ¿Quién me asegura que esa es la meta a la que quiero llegar?

Me convierto en alimento y en bestia al mismo tiempo. Soy el elemento tardío. El reflejo que me recuerda que ha vuelto a importarme lo que dirá el espejo. Simulas volver a la vida. Te haces cargo de las emociones de los demás que ni puedes ni quieres acarrear. Debo hacerme responsable de mi propia salud mental antes de que escape a mi control. Si tú no ves más de lo que has aprendido, yo no puedo hacerte volar.  La gente es tan impenetrable que me refugio en esa voz infantil. Vuelvo a ser ese niño con deseos efímeros y me entierro entre memoria y nostalgia. Quiero empoderarme, pero la salida parece haberse desdibujado por mis sombras. 

Hoy no tocaba hablar de esto, quería mandarme un mensaje de esperanza, decirme algo alentador. De alguna forma mi corazón de lava no puede evitar estar presente. Ya he perdido la cuenta de los años que he pasado intentando escribir el camino ideal, de las mareas a las que hemos sobrevivido y los abismos que hemos salteado. No era consciente de que no había un final, de que no hay una forma correcta de hacer las cosas ni de mostrar lo que sientes. Puedes confiar, dejarte llevar o vivir una vida que no está dirigida por ti. Hoy, pequeño, solo quiero que sepas que estoy a tu lado. Que tu fuerza reside en no rendirte jamás, en no darte por vencido, en seguir creyendo que hay una posibilidad entre un millón. No hay tiempo ni espacio que pueda malograr la magia que posees. Crecer no está tan mal; significa que has atesorado experiencias y recuerdos. Hay más como tú ahí fuera, solo debes encontrarlos, como el coraje te encontró a ti. Si lo piensas, somos demasiado pequeños como para estar preocupándonos de los movimientos del sol. Abraza al mundo, a los tuyos, a tus instintos y arde como la llama que ahora es imborrable en tu piel. 

Quiero contestarte con un año de diferencia a lo que me pediste. Así que puedo asegurarte que he intentado exprimir al máximo todos los días, pero todavía debo encontrar la manera de cruzar algunas barreras. Respecto a la libertad, me gustaría poder decirte que la he hecho parte de mí, pero todavía debo aprender a disfrutarla. No he dejado de tratarme mal, pero he logrado dejar de odiarme. Mis alas, en efecto, se han abierto y estoy aprendiendo a volar. El miedo es cosa del pasado, del presente y del futuro. Sé convivir con él y no le temo. Me gustaría que estuvieses orgulloso de nosotros, pues hoy por hoy, no hemos dejado nunca de ser valientes.

Cuando llegues al lugar que sueñas habrá otras preguntas y habrá otros sueños, y eso estará bien, porque significará que tu hambre es insaciable y que tu pecho se muere por vivir. 

Tienes que repetirte que estás bien porque no estás mal, porque podría ser peor, porque tienes suerte de estar aquí. Porque ese miedo solo es la señal de que vas por buen camino, porque si no lo tuvieses, sería como tirarse al vacío sin paracaídas. 

Nadie puede asegurarte llegar a la meta que deseas. Es posible que ni siquiera ese final sea al que te gustaría llegar. Por suerte las personas pueden cambiar de gustos y de objetivos, no hay nada escrito. No tienes que forzarte en ser alguien que quizás has dejado de ser. Pregúntate a dónde quieres llegar y simplemente ponte a caminar. No corras, no hay prisa, que aunque el reloj gire, aquello que te guía necesita su tiempo, solo escúchale. Escucha tu voz y dentro de un año dime con una gran sonrisa ha donde te ha llevado.

domingo, 24 de octubre de 2021

El niño de las alas pintadas

Saca toda esta luz de mí que es capaz de incinerarme. Esta incertidumbre del futuro ya no me pesa tanto. Solo me aconseja volver a dormirme de nuevo, cerrar los ojos y continuar el sueño. Vivo con la pasión del que cree que todo es para siempre y ese siempre siempre espera. Por favor, si sabes cómo hacerlo, solo haz que deje de doler. 

Ya he divisado las primeras luces de Navidad, estos señuelos que sirven para atrapar nuestra soledad. Me baño en su ruido para ver si así me olvido por fin de que me mataste. De que toda esa puta electricidad era una mentira más de lo que fuimos. Me pregunto, no, me preguntaba por qué nadie se atrevía a sacarme a bailar. Por qué nadie era capaz de mirarme a los ojos y ver bondad en mí. Por qué yo mismo no era capaz de pensar que este dichoso cuerpo tuviese nada que pudiese considerar miserablemente bueno.

¿Es un error del sistema que nadie me incluya en su lista de prioridades? Perdido, agobiado y con mucho miedo aprendí una vez más sobre el rechazo. A quedarme en el lado perdedor, donde eres el último en ser elegido en el patio del recreo. Aprendí que no podía ser la respuesta perfecta para nadie, porque quizás no debía juzgarme de esa manera, quizás el problema por una vez no era yo, sino ellos. Me centré en la lógica, por una vez. Esos cristales rotos que noto en el pecho no existen. No se me ha caído ningún tornillo ni le debo ser de ninguna manera a nadie más que a mí mismo. Soy una buena persona. Alguien a quien han mareado tantas veces que siempre ha pensado que la única dirección que podía seguir era la de su intuición, y quizás, ahora es la primera vez que la escucho. 

Si huyo hoy quizás no enloqueceré... si me quedo, quizás me pueda reír de toda esta situación. Era tan obvio que nunca fui capaz de darme cuenta. No hay un momento concreto para hacer las cosas. No hay un reloj que se pare y te grite que ya ha pasado el plazo. No existe. Eres tú mismo quien se limita. Eres tú mismo quien avanza y retrasa el tiempo. Eres tu propio dueño. ¿Inesperado, verdad?

Creo que todavía no quiero crecer más. Lo que quiero es expandirme. Lo que quiero es abrazar a las situaciones y sentirlas. Quiero dejarme llevar por el momento y descubrir, como lo estoy haciendo ahora, que todo aquello que parecía difícil, puedes hacerlo fácil. Quiero quedarme a vivir en ese instante en el que la montaña rusa llega arriba, no antes ni después, y allí abrir mis alas nuevas, llenas de color. Las miro con extrañeza, sin sentirlas todavía mías, pero sabiendo que son para siempre. Que siempre han estado ahí, pero nunca podía verlas. Ahora son más reales que nunca. Ahora mi llama es inextinguible. 

Al niño le han crecido las alas. El niño ha aprendido a caminar, a planear y a volar. El niño está intentando de verdad comerse el mundo como si tuviese dieciocho añitos. Al niño lo han vuelto a sacar a bailar, y el niño baila, danza y se ríe. Al niño le encanta disfrutar. Le gusta hacerlo al lado de alguien que le mira y ve algo más que oscuridad, pero sobre todo, lo que de verdad le hace feliz es bailar sin miedo a que le juzguen. Es bailar con libertad. Y si esto es lo más parecido a la libertad, quizás no necesite deshacerme de mis propias cadenas, porque como todo, tan solo estaban en mi cabeza. 


sábado, 9 de octubre de 2021

Adiós. Bona nit. Au revoir.

Tú estás más o menos bien, y no hay nada malo en ello. Yo estoy como una mierda, y tampoco hay nada malo en ello.

Hoy no he podido despertar. Tú habrás llegado hace rato. Has dejado nuestro mundo atrás y te has quitado los zapatos.

Yo soy punta de iceberg y tú eres fuego y arrebato. Limpias todas las huellas después de un nuevo asesinato.

Y luego sales a bailar. Lo pienso todo el puto rato. ¿Quién te habrá robado un beso detrás de la fuente de los patos?

Lo has dejado todo por empezar. No he sabido equilibrar todos tus encantos. Lo has dejado todo por empezar. Todo. Todo. Y después nada. 


Hay un espectáculo en el cielo, son las Dracónidas, la primera lluvia de estrellas del otoño. Otra fecha para recordar y perderse en este vasto vacío. Me gustaría ser como ellas y simplemente dejarme llevar, formar parte de ese inmenso universo y acabar de brillar donde sea que deba hacerlo. 

En los últimos días me he quejado de que no sabía escribir siendo feliz, como que mi cuerpo no me permitía plasmar las palabras de la misma manera que lo hace cuando el corazón está triste. Supongo que ya no tengo ese problema. Supongo que hay manías irremediables a las que no sabemos dejar de volver. Soy culpable de sentir demasiado rápido y demasiado pronto. De querer excavar profundidades a las que seguramente no soy del todo bienvenido. Ojalá pudiese librarme de escribir esto. Ojalá este recuerdo desapareciese, como lo hacen ya personas a las que debería ir olvidando el nombre. Hoy me siento un poco roto. Siento que vuelvo a alejarme y desencajar. Curioso como algunas conversaciones se vuelven en tu contra. No pretendo amoldarme a ningún lugar ni a ninguna persona, solo quiero no tener que borrar más rostros en la larga lista de horrores a los que no quiero volver. Me cuesta incluso respirar al pensar como he sido tan idiota de intentar volver a conectar después de tanto tiempo. No hay nada que podamos forzar y es el cauce de la vida, pero cuando te toca tan de cerca, te sientes el ser más indefenso y pequeñito. Todo se vuelve mucho más oscuro y sientes los dardos en el pecho. Te llevan abajo, al sitio de donde tanto has tardado en salir y en un microsegundo vuelves a sentirte encadenado. Sí, de esas cadenas que todos tenemos y no podemos librarnos, pero a veces lo hacemos, o creemos que lo hemos hecho, hasta que vuelven a apretar. Siempre me he preguntado cuál es la parte que me falta. Todo el mundo me dice lo mismo, todos vienen, me sonríen y me miran como si fuese un pequeño niño al que tienen que cuidar. Todos se acercan para observar con cautela hasta que de repente su mirada se torna en un gesto compungido. Es como si pudiesen ver dentro de mi alma y encontrasen esa pieza que no está del todo recta, ese destello que les hace retroceder. Y se alejan. Así, sin más. Porque ya no pueden hacer nada, porque no saben cómo decirle a ese pobre niño que no hay nada que puedan hacer por él. Entonces el tiempo pasa y el niño crece. El niño se asusta por todo, no quiere mirar a la gente. Tiene miedo de que vuelvan a ver ese brillo que parece engullirlo todo. Y después de combatir esos demonios, después de aceptar que su soledad no tiene por qué identificarle... después de todo eso ocurre de nuevo. Y esa mirada sale a la luz. Toda esa puta oscuridad le brota por los ojos. Ese líquido acaba corroyéndolo todo, hasta que se une otra vez y vuelve a formar parte de él. El niño se siente muy cansado, como si alguien le hubiese golpeado día y noche, como si el último resquicio de luz se hubiese apagado. Creía y de repente deja de creer. Otros toman decisiones por él. Otros eligen cuál es su destino. Otros siempre le dicen lo que sabe y lo que no sabe. Es como si todo el mundo pudiese meterse en su cabeza, como si todo el mundo viese a través de su cuerpo. Pero nadie le dice cuál esa esa pieza. Esa dichosa pieza. 

Creo que lo más detesto de todo esto es otorgarle a esas personas que suceden como fantasmas, títulos en lugares que ya nunca podré hacer míos de nuevo. No puedes remediarlo. No puedes curar esa herida. Un lugar, sea cual sea, de repente se convierte en magia o en un sitio que te produce escalofríos. Ahí se queda su nombre, su cara y su olor. Forman parte de su arquitectura. Y jamás se borrará su huella de tu recuerdo. Cada vez que llegue a esa estación querré cerrar los ojos y pasar de largo cuanto antes, porque todo lo que hacemos, repercute. Siempre. No entiendo cómo hemos pasado de patos a estanques vacíos. El daño es tan rotundo...

Y la facilidad que tiene la gente de tenerlo todo tan sumamente claro me parece fascinante. Supongo que puedes saber el bien o el mal que puede hacerte alguien sin tenerlo a tu lado. Me sorprende esa facilidad de arremeter y esfumarse. Cómo puedes saber aquello que te conviene si no le das tiempo a las cosas de suceder. Cómo puedes estar tan sumamente seguro de que ese camino ya no es para ti si ni siquiera sabes lo que quieres. Quizás primero deberías preguntarte qué buscas antes de salir a encontrar algo que ni siquiera sabes lo que es. Hacerlo, sin duda, antes de romperle un poco más el corazón a alguien. Porque es muy fácil ser egoísta, pero cuesta mucho más ser valiente y apostar. Cuesta más cuando sabes que todo aquello que tienes puede derrumbarse en cualquier momento. Supongo que la gente no sabe apreciar las lágrimas. Supongo que siempre soy demasiado de más y demasiado poco de menos. ¿Cómo vas a saber lo que esperas sentir en una relación si ni siquiera puedes comenzar una? No puedo comprenderlo. No puedo ni siquiera empezar a hacerlo sin perderme. Imagínate creer conocer a una persona en poco tiempo y saber que no debería formar parte de tu mundo, así, sin dudarlo. Es lo más sencillo, pensar en uno mismo. Coger el camino fácil y seguir tu rumbo. Eso somos para el resto, nombres y cuerpos. Palabras que se las lleva el viento. Tal como ha venido se ha extinguido, como si un meteorito hubiese impactado y él mismo no hubiese querido apartarse. Adiós, bona nit, au revoir. 

Si no me ves, no hay realidad. ¡Qué irónico! Es cápsula del tiempo que jamás será. Qué gris parece todo desde aquí abajo. Qué triste debe ser el no poder sentir nada. Estaba claro desde el principio que la lógica no soportaría a la emoción, idiota. Ya no existen los caballos del amor, ni los motes explosivos ni las horas más allá de las 12 ni ningún viaje a París. La lava te ha salpicado hasta aquí. La tierra esta vez ha decidido no dejar fluir al agua y cerrarle el paso a sus cordilleras. Las primeras canciones de repente se convierten en las últimas y los gorros de invierno se deshacen como la nieve en pleno verano. Las únicas atracciones que veré serán las montañas rusas que me hacen dar vueltas en mi cama. Seguiré disfrutando de la lluvia, seguiré haciéndolo solo. Estás acostumbrado a esto, a no ser lo que busca la gente. Quizás debería rendirme y dejar de buscar ahí fuera lo que quizás no existe. Dejar ya de creer en putas fantasías y matar a todos los magos que todavía creen que son capaces de impresionarme con sus trucos.

Vuelta a empezar. Vuelta a calmar al dolor. Al final has sido el extraordinario fracaso. 

Todo irá bien. Todo irá bien. Todo irá bien. Respira. Asume. Lucha. Sigue. 



domingo, 3 de octubre de 2021

Hogar

Puedo oírte, pero decido ignorarte. Puedo cerrar todas las compuertas y prescindir de la verdad. Puedo decidir continuar solo o mirar a mi alrededor y escoger latir al unísono. Puedo levantarme ahora mismo y salir huyendo o puedo quedarme aquí un ratito más, sintiendo este dulce calor que me renueva las entrañas. No puedo evitar encogerme y pensar que esto no es real, que en cualquier momento el telón de fondo caerá y yo le acompañaré en su trayectoria. Llevo deseando tanto tiempo vivir que ningún momento se ha aproximado tanto como lo ha hecho este. No sé reaccionar, pero no me quiero ir de aquí. Quiero apretar bien fuerte y sentir que hay una voz al otro lado, que quizás ya nos hemos salvado, que quizás solo necesitaba confiar. Tengo tanto camino que recorrer que cada vez que miro el agua y veo a esos patos planear, el único pensamiento que puedo sujetar es el de que ojalá sepamos cómo volar. 

Podría parar el tiempo en este momento y no me cansaría de pensar que es perfecto. Hay algo que fluye, algo que me empuja hacia delante, como si supiese que esto es lo correcto. ¿Eres tu, voz? ¿Eres tú quien me susurra y me hace suspirar? En otro tiempo y en otro lugar hubiese cerrado los ojos y seguiría sin ver nada, pero ahora es distinto. Ahora me he dejado llevar, ahora he intentado ver y que me vean. No quiero esconder mis ganas, mis anhelos ni este apetito voraz. De repente, el universo deja de ser absurdo si en medio estamos tú y yo. Y me quedo. No salgo corriendo. Me quedo y sonrío, como si pudiese intentar retratar esa imagen en mi cabeza para volver a ella cuando el miedo se apodere de mí. No quiero pensar. Solo quiero sentir. La oscuridad deja paso al ocaso y llueve dentro de mí. Quiero seguir sintiendo. Quiero seguir viviendo. 

Después de mucho tiempo, me siento como en casa.

viernes, 1 de octubre de 2021

Colores propios

Últimamente me convierto en mi propio eco. Amanecí sonriendo y ahora anochezco con la duda que siempre hace equilibrismo en mi nariz. Qué efímero puede llegar a resultar un momento y que larga la espera hasta que los vientos vuelvan a soplar a nuestro favor. Qué ingenuo es tener que creer que podemos olvidar la oscuridad que una vez nos acechó, como si todo ese dolor que ha dejado atrás fuese posible eliminarlo sin dejar rastro. Pero a la vez, somos el faro que nos alienta a continuar. Ese camino lleno de baldosas amarillas parece más infinito a cada paso que nos acerca. No controlo el tiempo. No controlo el daño que puede hacer la gente herida. No controlo mis emociones. Por eso, prefiero veros disfrutar del espectáculo, pues ese es el verdadero espectáculo para mí. 

Por más pueril que suene, le hablo a mi ansiedad como si fuese un niño pequeño. En una extraña e inocente manera. No la veo como un monstruo terrible esperándome en el armario. Es solo química en mi cerebro y tinieblas en mi corazón. Hablo con ella para que no tenga miedo, pues eso es de lo que me protege. Le explico mi realidad y la reconforto de la misma manera que lo haría con una vida recién nacida. Si está aquí para quedarse, entonces será mejor que nos acostumbremos los dos a convivir. No puedo seguir andando mientras odio una parte de mí, porque eso no va a hacer que ella se vaya, solo lo empeorará. Y lo que ambos queremos es ir a mejor. 

Esa vida que aún no he podido tocar parece desdibujarse cuando muevo mis manos en el vacío. No la atraparé al vuelo, pero no pienso quedarme de brazos cruzados. Todas esas voces, esos rostros felices, esas palabras que me perforan... me pregunto si solo están ahí para recordarme lo que quiero. Aunque nunca haya querido pertenecer al mundo real, este es mi sitio, y aunque no encaje, no tengo por qué retirarme.

No soporto la felicidad pero estoy rodeado de gente feliz. Quizás es por eso que no sé valorarla lo suficiente. Estoy tan eclipsado en ser como los demás, en compararme y en resignarme en esa envidia que me carcome que no soy capaz de centrar la mirada en mi propio camino. Ni en escuchar mi voz. Ni en darme cuenta de mis auténticos colores. 

Este hastío que suscito parece apagarse cuando el agua rompe en mi cabeza. Supongo que la buena lluvia sabe cuando caer. 

Dime pues, ¿por qué nunca te das por vencido? ¿por qué sigues creyendo en las hadas, en las oportunidades, en los casos perdidos, en las noches de guerra, en aves flamígeras y sobre todo...  por qué sigues creyendo en ti?

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Te deseo la mejor suerte de todas

5 de septiembre de 2021: Hay algo que no nos pueden arrebatar y eso es el saber hacia donde vamos. Lo que quieres, lo que eres. No pueden entrar en tu mente. Es tu refugio, tu espacio seguro. Solo tú puedes cambiar tu percepción. Eres la puerta que buscabas pero que no sabías por donde empezar. No pasa nada, sea cual sea el resultado, lo digieres, calmas a la bestia, te comes la mierda que nos toca vivir y comprendes cual es el siguiente movimiento. Hay que mover fichas. Somos las negras. Nadie lo hará esta vez por mí. Estamos solos, pero no indefensos. 

Es una alianza tácita con nosotros mismos. Estoy aquí hoy. Esa es la batalla más importante y la victoria de la que deberías estar más orgulloso. No es el fin si hay más texto en blanco donde escribir. Sigue, por favor, sigue haciéndolo lo mejor que puedas. 

Si fallas, quiero que sonrías al ver esto. Si ganas, ya lo estarás haciendo. Sea como sea, necesito ver ese dibujo en tu cara. Prepárate, estás a punto de tener dos alas. Nadie va a poder prohibirte volar. Solo rompe las cadenas.


15 de septiembre de 2021:

Ni siquiera escuchas tus pensamientos con todo ese ruido de las últimas escamas del verano. Es brillante e inesperado. Lo hemos... ¿conseguido? Supongo que sí, de alguna forma nos hemos abierto paso y hemos triunfado aun con todos esos dientes a punto de ser clavados en nuestra piel. Las cosas siguen bastante borrosas y actuar después de sobrevivir a una tormenta hace que me tiemblen las piernas. Está claro que todavía no hemos llegado a la meta, pero hemos salido airosos de la batalla que parecía más perdida de todas. Si esto es lo que me espera cuando clave la daga final no sé muy bien como sentirme. ¿Será verdad eso que dicen que lo importante de una aventura es el camino y no lo que encuentras al terminar? Quiero pensar que es un poco ambas cosas. La verdad es que no sé por donde empezar a construir de nuevo. Tengo una torre a la que solo le falta un ladrillo y después... bueno, una explanada esperando a ser recorrida. ¿Por dónde empiezo? Es... incluso emocionante. Esta paz es incluso emocionante. Todo me emociona y a la vez me siento como si no perteneciese a esta dimensión. El miedo sigue ahí, pero en parte se lo agradezco. Si me abandonase ya no sería del todo yo. Además, me ayuda a ser valiente. Me ayuda a correr, a volar y a creer en mí. El mundo ahora parece un lugar más grande. ¿Era igual de grande hace diez años? Ay, no lo sé. Solo sé que quiero saltar desde el aire. Quiero que la valentía me queme en el brazo. Quiero volver a unir los trazos de los rostros que una vez estuvieron a mi lado. Quiero atreverme a dar el siguiente paso. Estamos al final del inicio. ¿Qué es lo que me depararás, pequeño mar? 

sábado, 28 de agosto de 2021

Si esto es la vida, elijo la ficción

Siempre vuelvo al bosque, a estas ramas donde el tiempo parece que no pasa y la lluvia me acompaña por las noches. Al principio, oscuridad, como siempre, como si nada. Después viene el sabotaje, la sonrisa forzada, las fuerzas que fallan.

Pensaba que me había ido. No sé que es lo que me impide largarme. Quizás es la frontera con el final, ese final que siempre parece estar tan cerca pero que sin embargo es imposible de alcanzar. Nunca tengo el suficiente tiempo para sanar. Siempre hay algo más, siempre hay algo que me rompe por la mitad y me obliga a parar. Si la paciencia se pagase con oro...

¿Cómo empiezo a hacer las paces conmigo, a vivir sin prisa, sin obsesionarme con un futuro incierto? Obligaciones y metas muertas. Yo solo quiero disfrutar de lo que tengo. Pero que tengo, si es que tengo. Algo tengo, pero no logro verlo. 

Los fantasmas siguen estando y no se van a ir porque no hable de ellos. La libertad es vivir sin miedo y ellos lo padecen en cada parte de su alma. 

No ser libre es horroroso, pero no sentirse libre es mortal. Supongo que por eso hablar de las cosas que asustan siempre me hace sentir algo menos oprimido, con las alas más ligeras. Sientes que tu peso también puede cargar otras espaldas. Espaldas en las que lloraría bien a gusto si tuviera donde apoyarme. 

Estoy tan cansado de buscarle un sentido a esta vida. Puede que si simplemente la vivo en vez de buscar una respuesta sería más feliz. No lo sé. A veces pienso que ya he sentido todo lo que voy a sentir. Que ya he experimentado todo lo malo y todo lo bueno y que por eso no soy capaz de ver el lado positivo.  Todo se tuerce y yo necesito renovar fuerzas. 

Shhhhh... ya está, shhhhh, tranquilo. Ya sé que tienes miedo, porque yo también lo tuve. Todo saldrá bien, aprenderás a quererte un poco más. Cálmate. Por favor. Me destroza verte así. Me destroza verme así.

¿Cuánto dolor cabe en el pecho? ¿Es infinito? ¿Puedo albergar más? BASTA YA.

El puto miedo es agotador. Puede que cuando os vaya a buscar ya no estéis ahí, que hayáis crecido todos, que ni siquiera os acordéis de mí. No sé cuando saldré de las tinieblas. No lo sé. Cada vez son más profundas. Entro y salgo como si fuese mi segunda casa. Ya no encuentro la diferencia. Allí me siento jodidamente mal, pero todo está tan callado y se está tan calentito que me cuesta abandonarla. 

Veo balas escritas con mi nombre. Balas de tiempo que puedo rozar. Bellas despedidas. Cuando las miro solo veo diez años en este limbo. Es todo lo que le podría ofrecer a alguien. Aquí me encuentro cómodo, porque aquí no se hablan las cosas, porque aquí no duelen tanto. Pero sin embargo, el ruido es ensordecedor. La apología de este idílico paraíso artificial solo me entristece más. 

Toca sufrir las consecuencias. Toca exponerse a la soga. Sacudiré el barro de mis huesos y treparé una vez más, pero ojalá recordase como volar. 

Lo único que me complace son estas historias. Es lo más valioso para mí. Es lo poco que me llena. Estas otras vidas en las que puedo bucear, donde puedo protagonizar actos que no están a mi alcance. Ser otra persona distinta por un día. Sus voces me hacen sentir vivo. Crecen en mí. Quieren salir expulsados de mi mente a las páginas en blanco, pero nunca tienen la oportunidad. Viven bloqueadas en mí, como si yo fuese una puerta con la llave echada. Quiero escribir sus historias. Quiero vivir después de morir. 

Sabes bien que en el fondo nos falta más voluntad pero nos sobra para seguir intentándolo. Esta vez merecía algo más y nadie me puede arrebatar eso así como así. Ahora viene la mejor/peor época/épica. Spoiler: no estoy preparado. Spoiler: nunca lo estoy. Spoiler: pero allá voy. 

Puedo sentir el frío del precipicio. Este borde sobresale más de lo que me gustaría. Pero puedo. Si lo digo en voz alta puedo. Esta balada de los depredadores debe terminar. ¿Qué tal si nos salvamos de una vez?

¿Por qué estas ganas no son suficiente para hacernos remar? Qué envidia de aquellos que viajan sin moverse del lugar. De aquellos que no tienen respuestas vacías. Este hiato ha durado demasiado. Me toca cerrar los ojos y recordar los dibujos de mi cuerpo. Ser un fénix. Luchar después de desfallecer. Volver a alzarme. La muerte es solo una consecuencia, pero la vida depende de mí.

Al final, nadie vendrá a buscarte, pero esa es la mejor parte. 

jueves, 17 de junio de 2021

Me han abandonado las hadas

Desde el dolor más profundo escribo esto. Ya sé que esto nunca llega a ninguna parte, que mi eco no resuena lo suficientemente lejos. Hay personas que susurran y las escuchas y otras, sin embargo, que gritan y nadie puede verlas. Y está bien, así funciona este mundo. Te acostumbras a ser un ermitaño y moverte lento. A moverte en una espiral de locura y descenso. La desgracia no es particular. El valor de salir corriendo es un lujo que no todos podemos permitirnos. IDIOTA.

He estado dispuesto a declarar la guerra. Incluso cuando no tenía de donde beber. Sabía que esta historia acabaría mal, pero seguía avanzando. Me interesa muy poco saber lo que me he perdido. Decidí vivir el presente, uno que se basaba en soñar con el futuro. Un futuro que nunca sucederá. IDIOTA.

Dicen que la mejor venganza para tus enemigos es sobrevivir. Pues es irónico, ya que no me reconforta en absoluto. Estoy tan roto que ya no recuerdo como levantarme. Sigo aquí contando un cuento donde me abandonan las hadas. ¿Qué me queda? Qué me queda si ya no quiero volver. IDIOTA.

Ingenuo. Esa es mi mejor descripción. Un paso más y eres libre te escribías en los cuadernos. Casi te tatúas un par más de alas. ¿Qué crees que harías con ellas, volar? Y estrellarte. Y darte de bruces. Y caer en picado. IDIOTA.

"Aunque nuestros caminos no se vuelvan a encontrar, y el tiempo que ha pasado se convierta en dolor, ese dolor me guiará". Cállate. Cállate y deja de doler. CÁLLATE, IDIOTA.

Quiero borrarlo todo de mi cabeza. Quiero reiniciarlo desde cero. Un nuevo espíritu. Algo que derroque al pasado. Un nuevo avatar. Un aprendiz de sonrisas. Si ya no confío en mí qué me queda. Solo pido algo de amor. Algo de cariño. Solo quiero aquello que yo ya no doy, que ya no sé producir. He dejado de sentirme especial. Ya no hay niño que cante por las noches. Ya no hay sueños. No los hay. Están rotos. Hechos pedazos. Muertos. IDIOTA. IDIOTA. IDIOTA.

Este taladro en mi mente no me permite decidir si lo que escribo es ficticio o real. He perdido tantas partes que solo soy un experto en desconectar. En abrazar el dolor. Un dolor infernal. Es de otro planeta. Nadie sabe cuánto duele. No sé si alguna vez tendré la suerte de ser padre, pero siento constantemente como si hubiese perdido un hijo. Me asfixio en las circunstancias. Y ojalá eso fuese más real. Ojalá ocurriese en este plano. Ojalá un apagón en negro. Ojalá dejar de pensar en querer desaparecer. Ojalá tener claro algo en esta vida. Ojalá saber cómo dejar de sangrar. POBRE IDIOTA. Nunca estarás en paz. 

Estoy tan acostumbrado a suspender y a decepcionar que ni un buen día entre cientos me consuela. Me encuentro pidiendo perdón a los cadáveres cuando deberían ser ellos quien moviesen sus estúpidos huesos para tener la sensatez de devolverme lo que me ha sido arrebatado. ¿Qué hacer cuando tu propio demonio es tu salvación? Correr. Correr y no mirar atrás. IDIOTA. No vas a poder escapar. 

No dejes que la rabia te defina, Yulen. No entres en colapso. Si el mundo no te deja borrarlo todo, lo haré yo mismo. Si para avanzar debo morir primero, que así sea. Quizás consiga calma. Quizás consiga atravesar las heridas que me han provocado. Quiero dejar de pensar en ese runrún que no cesa. Dormir conmigo, sin pesadillas. Solo yo me veo despertar. Solo yo todo el rato. Solo. IDIOTA.

Mirad lo que habéis conseguido, capullos. Lo habéis asustado. Lo habéis convertido en una bola de odio y tristeza infinita. Es un gatillo a punto de disparar. No sabe ni quién es. Le gustaría saberlo. Le gustaría dejar de romperse en pedazos y vivir aquello que algunos llaman vida. Su previsión siempre es de lluvia. Le gustaría saber cómo continuar. Si hay algo más allá de los meses finales. Si las páginas de los libros pueden reescribirse. Si todo lo que soy se resume en injusticia tras injusticia, en arrodillarme y suplicar. En tragarme mis lágrimas. Juro que lo he intentado, juro que he intentado cambiar de actitud, pero mi tren interno ha descarrilado. Yo ya no puedo más. El agotamiento me ha vencido. Solo quiero cerrar los ojos y descansar, para siempre, para nunca más. No más explicaciones, no más miedo. Quiero que mi grito se ahogue en la oscuridad. Que el tiempo deje de avanzar para el resto. Juro que ya no hay margen. Que se ha acabado, que ya no tengo ni quiero tener. Mi única libertad es la de matar a mi propio corazón para que se calle. Que se calle y me deje en paz. Solo y por fin solo. De mí no quedará nada. Nadie abrazará a este deteriorado cuerpo. No habrá más sufrimiento, no habrá más preguntas. No habrá más aire que robar. No acepto más sugerencias. No acepto mi destino. No estoy dispuesto a que tomen también esta decisión. No acepto esta permanencia. Quiero arrasar y terminar, para siempre. Lo siento mucho, mamá. No me queda ya nada dentro. El silencio tiene grietas. Nadie puede salvarme. Este es mi límite. El límite de un IDIOTA.


lunes, 24 de mayo de 2021

Odié aquello que más amaba, solo porque no era capaz de hacerlo

Una vez hice que mis manos formasen la forma de una pistola. Quería disparar a alguien, a mí mismo tal vez. No lo sabía a ciencia cierta. Solo me imaginaba que eso era real, como cualquier cosa que podía crear con mi imaginación. Era lo único que me mantenía cuerdo, el poder quedarme en este mundo de sueños donde nadie podía destruir la esperanza, una que ya no conservaba en la vida real. 

¿Cómo has pasado la destrucción de tu planeta? Durmiendo. Abrazándome todo el cuerpo. Cantando canciones que me reconfortasen. Contando días y números. Desdibujando un futuro que ahora se ha convertido en un presente en llamas.

Todavía me pregunto si tomar distancia es lo más recomendable para curar las heridas. Si tan solo pudiese frotarme este asco que siento por cada poro de mi piel y deshacerme de él, transformarlo en algo positivo, lo haría de inmediato. Esta intratable melancolía, esta pereza perenne, este hastío eterno que me pesa... si tan solo pudiese ahogar mi cabeza y escuchar de nuevo el silencio, quizás las cosas serían distintas. Aún vive el monstruo y no hay paz. Aún no.

Una certeza. Es todo lo que necesito. Un paracaídas para que cuando tenga que saltar no lo haga sin alas. Solo quiero una respuesta para mi dolor, aunque esta también duela. Pero una de verdad. Necesito una verdad con la que seguir.

No necesito que nadie me diga que todo irá bien, lo único que necesito saber es que aunque no me entiendan, estarán ahí si les necesito. Tampoco deseo que nadie me espere si la incertidumbre es demasiado asfixiante o si el desconcierto gana la partida. No pasa nada. No pasa nada porque no quiero retener ninguna voz que no me comprenda. No soporto que cada duda que escoja sea evasión. 

Desde siempre la gente con la que me rodeaba me ha dicho que tenía un olor particular. Que si les vendabas los ojos sabrían reconocerme tan solo por eso. Siempre me he preguntado a qué huelo, ya que es casi imposible saberlo a ciencia cierta si eres tú quien desprende ese aroma. Aunque la verdad es que tampoco me hacía falta pensarlo demasiado. Yo creo que huelo a llanto. Un poco a lluvia, a ese olor de tierra mojada. A sueños truncados quizás, si es que se puede oler a eso. 

Me encantaría decirte a ti, a ti o a ti que estas son las últimas palabras que os escribo. Que me muevo por impulsos, por la creatividad, por corrientes difusas y que tan solo quiero plasmar lo que siento en todas partes. En una página, en una servilleta o tatuado en la frente. Pero me lo niegan, una y otra vez, me deniegan ser quien soy. Puede que haya caído en tal espiral que el causante de tal dolor no sea otro que yo mismo, que ya no confía en sus posibilidades, que ya no sonríe por las nimiedades de la vida. Un sueño roto te hace despertar. Te inyecta adrenalina en vena. Te hace retroceder y caerte o retroceder y volver a embestir y llevarte todo lo que tengas por delante. 

Todas las sombras se han apoderado de mí. Y de verdad que nunca he querido hacer daño a nadie. Pero en esta jungla es comer o que te coman. Y mis huesos ya no pueden alimentar a ninguna bestia más. Encaramado a la mayor tristeza que ha existido en la tierra y pensando en huir. Ese es el resumen de casi 30 años. ¿Pero quién no ha pensando en huir de aquí? Habría que estar muy loco para no pensarlo al menos una vez. La confesión ya es un grito de por sí. Lo lanzas con la esperanza de que vuelva a ti y sepas responder al auxilio. ¿Me puede el miedo o las ganas de nadar?

Noto mi corteza áspera. Mis raíces no saben donde posarse. No encuentran nutrientes ni tierra a la que llamar hogar. Nunca pensé que un arma pudiese convertirse en un arma. La vida es mucho más difícil que sacarse una carrera. Es mucho más que un enunciado asertivo, pero sin embargo, aquí estamos, atemorizados por algo que con el tiempo no será más que un vago recuerdo de un momento que no querré recordar jamás. 

¿Para qué diablos sirve hoy en día un corazón? ¿Para salvar a otro corazón? Todo me invoca restos insalvables de un naufragio universal.  No sé si prefiero vivir o existir. ¿Al menos soy? No soportaría adulterar la pureza que todavía conservo. No quiero manchar lo único bonito que todavía poseo, pero hay que hacer concesiones. Hay que sacrificar ciertos aspectos para no envolverte de oscuridad, para no regodearte en ella, para no hablar en su nombre. Hay que matar(se) para sobrevivir. 

No me importa si pierdo la cabeza. Yo ya soy una causa perdida. Ya he sentido como la gravedad me abandonaba. Ya no tengo nada que perder. Es por eso que esta vez voy a ganar, porque lo único que me resta olvidar es el miedo. Él siempre me avisa e intenta cuidarme, pero nadie puede protegerte durante toda tu vida. Hay momentos en los que simplemente debes lanzarte al vacío y comprobar por ti mismo cual es el resultado. Y yo sé que ahí abajo hay un mar esperándome. Si creo lo suficiente, sé que puedo respirar bajo el agua. 

Son las ganas de nadar, sin duda. 


viernes, 9 de abril de 2021

Hueles a llanto

Hueles a llanto. Puedo distinguirlo desde aquí. ¿Te puedes creer que no valoramos el olfato igual que los demás sentidos? Si no pudiésemos oler la tristeza nos sería imposible encontrar la felicidad. A la gente que conozco no le suele gustar este olor. Ya es característico de mí. Quizás nací con este olor o simplemente se ha ido pegando a mí con los años. Como sea, hoy tú hueles a llanto. No deberías reprimirlo. La tormenta está encima de nosotros. ¿A que nadie le dice que se aguante las ganas de vomitar todo el agua que lleva dentro? Y aunque se lo dijesen, se descargaría igual. Si no lo hace, seguirá igual de gris y nublada. Seguirá igual de triste, pero con más peso, con más dolor. Oler a llanto no está mal. No es algo que decidas, pero sí es algo de lo que puedes encargarte. 

Dicen que el futuro se apaga si decides acercarte. ¿Crees que tienen razón? Yo hace ya mucho que no me puedo plantear el futuro. No puedo. Si lo hiciese me perdería más. Ahora mismo lo único que es mío son estos instantes que ya se están evaporando. Somos el paraguas del tiempo y no nos damos cuenta. No somos lo suficientemente listos ni brillantes. Tan solo nos resistimos. Como esas gotas de naufragios pasados. Oh, por dios... ya llega, lo hace de nuevo. Lo siento en mi alma. En mis entrañas si lo prefieres. El verano llegó hace años y da igual cuando se vaya, que siempre me acecha. Siempre me convence de que será mi momento de paz antes de la gran tempestad. Y después me ahogo. Me resisto. Me hundo. Me hundo. Me hundo. Y salgo a flote. No sé cuanto tiempo pasa hasta entonces. Pero lo hago. Y el futuro, ese que dicen que se apaga, se enciende dentro de mí. Puedo dibujarlo. Lo imagino con todas mis fuerzas. Me encanta contemplarlo como si fuese una obra de teatro en la que yo no participo. Y Abril regresa. Regresan esas ganas. Ese miedo. Esa vuelta. Esa maldita vuelta. Todo me aleja y todo me acerca. Es un torbellino sin fin. Es ese gran momento, ese momento titánico que se abalanza y me susurra que coja las armas y me deshaga del horror. Vuelve. Me hace estar inestable. Me convierte en un flan temblando todo el día, pero sé que siempre le hago frente y siempre sobrevivo, aunque me arranque los huesos y la carne. Sigo aquí. Y esta vez... esta vez, joder, esta vez no lo entiendes, pero esta vez, esta maldita vez puede ser realmente la última. Puede que ese mar de oscuridad sea la última vez que me visite. Puede que sea capaz de cruzarlo, puede que sea capaz de ver que hay más allá o puede que mis ojos se adentren en sus olas, que mi voz acuda como un aullido eterno. Estoy parado aquí, en la curva. Y ya no le tengo miedo. Aunque esté llorando a mares. Aunque arrase con todo mi ser. Aunque la soledad se ría de mí. Ya no le tengo miedo. Porque en este preludio, siempre estoy pensando en otra cosa que no es el miedo. Porque el miedo ya pasó. Mío es el mañana. Y esta tristeza que te regalo, esta mejor imagen de mí es todo lo que tengo. Pero estoy menos triste. Estoy menos triste porque he aprendido que oler a llanto no significa ser débil, sino todo lo contrario. 

Aprende a distinguir quien merece una explicación, quien una sola respuesta y quien absolutamente nada. Aprende eso antes de la gran ola y surfearás. 



sábado, 27 de marzo de 2021

El baile

No lo vi venir. No creí que tuviese el poder de poder moverme así, tan libremente y con tanta soltura. Ese baile delante de todos aquellos que creían conocerme me hizo confiar por primera vez en que quizás solo me faltaba algo de valor. Siempre había estado allí, pero no fue hasta ese instante que pude vislumbrarme entre tantas sombras. 

Recuerdo esos días con mucha pasión. La nostalgia es poderosa, pero también un arma de doble filo. Esa sonrisa que me conquistó acabaría por embestirme más adelante. Aún puedo notar sus ojos clavados en los míos. Aún me duele ese verde esmeralda como si su estocada no fuese más que un preludio de lo que estaba por venir. Pero me quedo con la sonrisa que presencié en el espejo. Me quedo con las formas de las nubes que mencionábamos como dos niños que las presencian por primera vez y aquellos deseos tiernos e inexpertos que formulábamos a la nada. Lo que más añoro es esa paz que nunca había sentido, esa huella de experimentar la invencibilidad aun cuando lo único que tenía era a mí. Encontrarme rodeado de gente y no sentirme mal, al contrario, sentir que pertenezco a un lugar más inmenso. Echo de menos la oportunidad de elegir, de ser y de vivir. 

Sería un placer poder compartir mis emociones con vosotros, poder abrirme como si fuese un boceto, un cuadro recién pintado, con sus colores todavía brillando a la espera de secarse al sol. Ojalá pudiese dar rienda suelta a todo mi silencio, dotarle de palabras y sacarle a pasear. Me gustaría dejar de depender del reloj todo el tiempo. Me gustaría abrazar cuando me apeteciese sin sentir vergüenza por un acto tan puro. Me gustaría que mis sentidos lograsen ver, tocar, oler, saborear y oír cosas nuevas. Me gustaría no hacer listas interminables de todas aquellas cosas que me gustaría hacer sin cumplirlas. Pero hay períodos que no podemos deshacer. Hay momentos que llegan cuando deben llegar, ni antes ni después. No puedo forzar la máquina. No puedo construir castillos en el aire más que en mi imaginación. La realidad a veces no es plato de buen gusto, y más veces de las que nos gustaría se vuelve intocable. Hay que asumir ciertas reglas para poder mantenernos vivos. Primero, hay que aceptar la tristeza para poder avanzar. Segundo, hay que ganas ciertas guerras para poder volver a casa y bailar. Tercero, podemos permitirnos fallar. 

viernes, 26 de febrero de 2021

Conversación conmigo mismo

 He seguido excavando hasta que mis ojos han podido acostumbrarse a la oscuridad, a esta realidad del momento. Mi cuerpo ha dejado de moverse, mi voluntad se ha esfumado y mi esperanza se ha estrellado contra el tiempo. 

Todas mis ideas se han quedado aquí, revoloteando en un espacio en blanco, esperando el momento adecuado de ser expulsadas de mi corazón. Así que no hay nada ordenado, nada tiene sentido y no espero que nadie espere ya nada de mí. Simplemente sigo avanzando en esta espiral que me atraganta con sus fauces, que me indigna y me impide dar más de dos pasos seguidos. Esta ruptura ha sido distinta, ha sido más salvaje, más feroz. He sentido como todo mi cuerpo se estremecía. He podido llegar a tocar lo invisible, esos sueños ya llenos de polvo que solo piden salvación. Sigo, pero ya no me quedan fuerzas para seguir mintiéndome ni para acompañar a los demás. Estoy tan cansado que la única salida que veo en estos momentos es la de terminar tal y como empecé: únicamente con la verdad, sin trampas en los bolsillos y solo ante la inmensidad. Ya no soporto pensar en la libertad. En mi ansiada libertad. En el momento que pueda descansar en paz. Ya sé que nunca habrá una paz total, pero.... algún día debo poder probar algo más allá de esta fuerza huracanada que me empuja cada vez que intento avanzar. Quiero seguir creyendo, incluso en esta situación. Pero es tan aplastante que es casi imposible apartar a todos los buitres que me sobrevuelan, hambrientos. 

Hace tanto frío... hace tanta calor.... es tan agobiante....


Prefiero no pensar en propósitos y pensar mejor en que he sobrevivido. Debo rescatarme solo. Me da igual si no quieres hablar mucho o poco, solo háblame, solo sigue despierto, conmigo, un poco más. A veces me pregunto si soy el fantasma de otra persona, si alguna vez me aparezco en sus sueños o en sus recuerdos más profundos y no les dejo dormir. Supongo que tengo bastante ya con los míos, pero odiaría que alguien me conservase de esa manera. 

Hay relaciones que funcionan así. Los dos preguntan, pero también escogen que preguntas responder o deciden no plantear. Y les parece bien, para ellos funciona. Continúan viviendo, sin obligar a escoger. Ellos deciden si contestar o no. Si seguir en la vida de otra persona o quedarse al margen. A veces no hay otra elección. No creo que huyamos de la oscuridad, es más bien que iluminamos nuestras sombras, por eso parece que corramos de esas tinieblas, pero es tan solo que estamos aprendiendo a crecer junto a ellas. 

Estos infiernos que me sobresaltan hacen que no quiera volver a abrir los ojos. Me hacen desear no querer ver amanecer otra día. Es como sentir alfileres en los pies, andar encima de ellos, correr y sangrar y no saber cómo escapar de ahí con vida. 

Nunca he creído en Dios, ni en una figura a la que alabar, pero en mis momentos más íntimos no hago otra cosa que hablar con alguien que se llama igual que yo, que es físicamente igual que yo, que tiene los mismos rasgos que yo, que parece tan débil y tan frío como yo. E intento sacudirle, intento dialogar con él, hacerle ver que esta no es la forma, que hemos frenado hace mucho, que aunque sienta que le están agarrando del cuello y se está ahogando necesita concentrarse y respirar. Le suplico que me escuche. Le suplico que deje de torturarme y que olvide el dolor, al menos por un instante y abra los ojos. Que me de la mano y sacuda los barrotes. Le suplico que oiga su voz. 

Aún conservo las palabras de ese día: "Muerte de la fantasía". Eso es lo que sentí cuando me dispararon en el pecho. Fue tan milimétrico que no me dio tiempo a reaccionar. El mundo dejó de brotar y los colores se apagaron. Solo recuerdo ira. Recuerdo el dolor y las lágrimas. Recuerdo gritar todo lo que no había gritado en un año. Volví a sentirme pequeño, tan diminuto.... Estaba realmente enfadado con el mundo, pensaba que era injusto que me tratase así. Me faltaba ciudad para correr. Bueno, ni siquiera podía salir a correr. Abracé aquello que ya reconocía como una antigua amiga y dejé que el universo se callase junto a mí. He estado viviendo en esta habitación sin luz, sin vistas y sin noticias. Paciente, sin saber si quería salir de ahí o pasarme el resto de mi vida. Hasta que he tenido que aceptarlo. Hasta que este peso abrumador que siento en mi espalda se ha materializado en un montón de palabras feas e inseguras. Cuando tienes expectativas, debes estar preparado para las desilusiones.

He alcanzado mi límite, o eso pensaba. El mazazo emocional me deshizo. Todo me repugnaba y me sentía como si estuviese atravesando una ruptura amorosa eterna. No había cura más que el tiempo. Todo era dolor, dolor y dolor. La imagen que había construido en mi cabeza hacía unos años se estaba empezando a desprender. La tristeza de la felicidad incumplida, la impotencia, la rabia y ese odio rompedor me amenazaba con despedazarme. El saco de boxeo ya no resistía mis embestidas. Vomitar las penas era lo único que sabía hacer. Era mi puto pecado. Esa ira que me volvía loco, que se incrustaba en la pared. 

Las alas a las que tanto cariño les tenía se estaban desdibujando de mi ser. Los pies volvían a estar en el suelo y parecían estar pegados a consciencia. Sin mis alas sentía que me estaban extirpando una parte de mi alma. Me prometí que aunque me hubiese quedado huérfano de ellas usaría su desaparición para algo bueno, antes de que la tortura terminase conmigo. 

Está siendo un viaje introspectivo demasiado largo. Hoy me quedo a vivir en mi cuerpo, pero mi alma no descansa. No se siente segura y le es imposible dormir desde hace ya años. Perdona por quererte tanto y no saber quererme yo. 

Creo que hablo en nombre de los dos cuando afirmo que este nudo en el estómago pretende acabar con todo lo que nos importa, con la poca cordura que aún conservamos. Ya he aprendido a no confiar en tiempos mejores. Ya he aprendido a no pedir un respiro, porque esto no se detiene hasta el final, y por ahora mi final, aunque a veces lo desee con todas mis fuerzas, no es algo que vaya a provocar. Solo deseo imaginar que todo esto terminará más pronto que tarde y que en algún momento, antes de volver a sentir el frío, pueda abrazar a todos aquellos a los que una vez he querido. Que pueda mirar a la gente sin agachar la cabeza y que cada vez que me levante vea el vaso medio lleno, sin que ese maldito pulgar sea el mar. 

Cuando pienso en todos aquellos a los que quiero no puedo evitar acordarme de ti, pequeño. Siento llegar con retraso. Siento mucho que ya no estés aquí y que no pueda quererte como lo sigo haciendo. Odio estos días, odio estos meses y odio que solo ocurran cosas malas cuando me estoy intentando curar, pero seguiré luchando, lo prometo. Algún día nos veremos de nuevo, de alguna manera y te sonreiré como la primera vez que te vi. Extraño esa pureza, esa inocencia y esa esperanza. Te echo muchísimo de menos. 

Creo que es justo esa determinación la que me obliga a seguir. Esa culpa que siento por esconderme y querer huir constantemente se ve enfrentada por la rebeldía que no se rinde cuando toco fondo. Son como dos mitades de mí, totalmente opuestas y que se eclipsan constantemente. Es la mitad que quiero ser contra la mitad que se conforma y tira la toalla. Y aunque sea esta última la que reina, es tanta la fuerza que tiene el guerrero que llevo dentro que siempre puedo llegar a verle, incluso en las noches más oscuras. Quisiera construir mi palacio sin fisuras, sin distorsiones y asumiendo la responsabilidad. Yo sueño mi pintura y luego pinto mi sueño. Es es el plan. Ese es el emblema al que debemos aferrarnos, al de la esperanza. 

miércoles, 13 de enero de 2021

Piensa tú el título de mierda

 Es un tiempo que jamás será. Es un grito que soy incapaz de calmar. Es un regalo que doy pero no recibo. Mi bandera ha caído y con ella mi esperanza. Ya no orbito. Ya solo estoy gravitando, como si fuese basura espacial.  Llevo tanto tiempo intentando salir de este pozo que estar a punto de ver la luz y te empujen al vacío me derrota, al fin. Ya abrazo a esta ironía. Ya no quiero continuar siendo el fuerte. Ya no quiero seguir ayudando a nadie más.  Me siento desbocado, me siento arrepentido, perdido, fugaz... siento que solo puedo hablar de lo mismo, que me he convertido en un bucle, que soy un maldito agujero de gusano. No sé donde voy a terminar, no sé a donde conduzco, no sé que hay más allá en mí a parte de esta puta oscuridad. 

¿De qué más debo deshacerme? ¿Qué más se pide de mí? Ya no me queda nada. Lo último que era mío me lo habéis arrebatado. Ya ni mis palabras me pertenecen. Ya no quiero seguir con esto. Ya no quiero morirme poco a poco, solo de golpe. Acaba de una vez conmigo. Venga, acaba, joder. Hazlo de una maldita vez. Absórbeme, reviéntame por dentro. Ya solo soy una cáscara. Ya no tengo valor. Ya no tengo motivos. Ya no soy nadie. He perdido. He perdido innumerables veces. He perdido tanto que ya solo puedo desear imaginar ganar algo alguna vez. Que me pase algo bueno. Algo nimio, algo que nadie más le de importancia, menos los que nos hemos convertido en monstruos y nos peleamos por las sobras. Eso soy yo. Un monstruo. En eso me habéis convertido. En una quimera que solo quiere suicidarse. Ahora solo el silencio me acompaña. A tomar por culo.