Aullidos del fin del mundo

domingo, 24 de octubre de 2021

El niño de las alas pintadas

Saca toda esta luz de mí que es capaz de incinerarme. Esta incertidumbre del futuro ya no me pesa tanto. Solo me aconseja volver a dormirme de nuevo, cerrar los ojos y continuar el sueño. Vivo con la pasión del que cree que todo es para siempre y ese siempre siempre espera. Por favor, si sabes cómo hacerlo, solo haz que deje de doler. 

Ya he divisado las primeras luces de Navidad, estos señuelos que sirven para atrapar nuestra soledad. Me baño en su ruido para ver si así me olvido por fin de que me mataste. De que toda esa puta electricidad era una mentira más de lo que fuimos. Me pregunto, no, me preguntaba por qué nadie se atrevía a sacarme a bailar. Por qué nadie era capaz de mirarme a los ojos y ver bondad en mí. Por qué yo mismo no era capaz de pensar que este dichoso cuerpo tuviese nada que pudiese considerar miserablemente bueno.

¿Es un error del sistema que nadie me incluya en su lista de prioridades? Perdido, agobiado y con mucho miedo aprendí una vez más sobre el rechazo. A quedarme en el lado perdedor, donde eres el último en ser elegido en el patio del recreo. Aprendí que no podía ser la respuesta perfecta para nadie, porque quizás no debía juzgarme de esa manera, quizás el problema por una vez no era yo, sino ellos. Me centré en la lógica, por una vez. Esos cristales rotos que noto en el pecho no existen. No se me ha caído ningún tornillo ni le debo ser de ninguna manera a nadie más que a mí mismo. Soy una buena persona. Alguien a quien han mareado tantas veces que siempre ha pensado que la única dirección que podía seguir era la de su intuición, y quizás, ahora es la primera vez que la escucho. 

Si huyo hoy quizás no enloqueceré... si me quedo, quizás me pueda reír de toda esta situación. Era tan obvio que nunca fui capaz de darme cuenta. No hay un momento concreto para hacer las cosas. No hay un reloj que se pare y te grite que ya ha pasado el plazo. No existe. Eres tú mismo quien se limita. Eres tú mismo quien avanza y retrasa el tiempo. Eres tu propio dueño. ¿Inesperado, verdad?

Creo que todavía no quiero crecer más. Lo que quiero es expandirme. Lo que quiero es abrazar a las situaciones y sentirlas. Quiero dejarme llevar por el momento y descubrir, como lo estoy haciendo ahora, que todo aquello que parecía difícil, puedes hacerlo fácil. Quiero quedarme a vivir en ese instante en el que la montaña rusa llega arriba, no antes ni después, y allí abrir mis alas nuevas, llenas de color. Las miro con extrañeza, sin sentirlas todavía mías, pero sabiendo que son para siempre. Que siempre han estado ahí, pero nunca podía verlas. Ahora son más reales que nunca. Ahora mi llama es inextinguible. 

Al niño le han crecido las alas. El niño ha aprendido a caminar, a planear y a volar. El niño está intentando de verdad comerse el mundo como si tuviese dieciocho añitos. Al niño lo han vuelto a sacar a bailar, y el niño baila, danza y se ríe. Al niño le encanta disfrutar. Le gusta hacerlo al lado de alguien que le mira y ve algo más que oscuridad, pero sobre todo, lo que de verdad le hace feliz es bailar sin miedo a que le juzguen. Es bailar con libertad. Y si esto es lo más parecido a la libertad, quizás no necesite deshacerme de mis propias cadenas, porque como todo, tan solo estaban en mi cabeza. 


sábado, 9 de octubre de 2021

Adiós. Bona nit. Au revoir.

Tú estás más o menos bien, y no hay nada malo en ello. Yo estoy como una mierda, y tampoco hay nada malo en ello.

Hoy no he podido despertar. Tú habrás llegado hace rato. Has dejado nuestro mundo atrás y te has quitado los zapatos.

Yo soy punta de iceberg y tú eres fuego y arrebato. Limpias todas las huellas después de un nuevo asesinato.

Y luego sales a bailar. Lo pienso todo el puto rato. ¿Quién te habrá robado un beso detrás de la fuente de los patos?

Lo has dejado todo por empezar. No he sabido equilibrar todos tus encantos. Lo has dejado todo por empezar. Todo. Todo. Y después nada. 


Hay un espectáculo en el cielo, son las Dracónidas, la primera lluvia de estrellas del otoño. Otra fecha para recordar y perderse en este vasto vacío. Me gustaría ser como ellas y simplemente dejarme llevar, formar parte de ese inmenso universo y acabar de brillar donde sea que deba hacerlo. 

En los últimos días me he quejado de que no sabía escribir siendo feliz, como que mi cuerpo no me permitía plasmar las palabras de la misma manera que lo hace cuando el corazón está triste. Supongo que ya no tengo ese problema. Supongo que hay manías irremediables a las que no sabemos dejar de volver. Soy culpable de sentir demasiado rápido y demasiado pronto. De querer excavar profundidades a las que seguramente no soy del todo bienvenido. Ojalá pudiese librarme de escribir esto. Ojalá este recuerdo desapareciese, como lo hacen ya personas a las que debería ir olvidando el nombre. Hoy me siento un poco roto. Siento que vuelvo a alejarme y desencajar. Curioso como algunas conversaciones se vuelven en tu contra. No pretendo amoldarme a ningún lugar ni a ninguna persona, solo quiero no tener que borrar más rostros en la larga lista de horrores a los que no quiero volver. Me cuesta incluso respirar al pensar como he sido tan idiota de intentar volver a conectar después de tanto tiempo. No hay nada que podamos forzar y es el cauce de la vida, pero cuando te toca tan de cerca, te sientes el ser más indefenso y pequeñito. Todo se vuelve mucho más oscuro y sientes los dardos en el pecho. Te llevan abajo, al sitio de donde tanto has tardado en salir y en un microsegundo vuelves a sentirte encadenado. Sí, de esas cadenas que todos tenemos y no podemos librarnos, pero a veces lo hacemos, o creemos que lo hemos hecho, hasta que vuelven a apretar. Siempre me he preguntado cuál es la parte que me falta. Todo el mundo me dice lo mismo, todos vienen, me sonríen y me miran como si fuese un pequeño niño al que tienen que cuidar. Todos se acercan para observar con cautela hasta que de repente su mirada se torna en un gesto compungido. Es como si pudiesen ver dentro de mi alma y encontrasen esa pieza que no está del todo recta, ese destello que les hace retroceder. Y se alejan. Así, sin más. Porque ya no pueden hacer nada, porque no saben cómo decirle a ese pobre niño que no hay nada que puedan hacer por él. Entonces el tiempo pasa y el niño crece. El niño se asusta por todo, no quiere mirar a la gente. Tiene miedo de que vuelvan a ver ese brillo que parece engullirlo todo. Y después de combatir esos demonios, después de aceptar que su soledad no tiene por qué identificarle... después de todo eso ocurre de nuevo. Y esa mirada sale a la luz. Toda esa puta oscuridad le brota por los ojos. Ese líquido acaba corroyéndolo todo, hasta que se une otra vez y vuelve a formar parte de él. El niño se siente muy cansado, como si alguien le hubiese golpeado día y noche, como si el último resquicio de luz se hubiese apagado. Creía y de repente deja de creer. Otros toman decisiones por él. Otros eligen cuál es su destino. Otros siempre le dicen lo que sabe y lo que no sabe. Es como si todo el mundo pudiese meterse en su cabeza, como si todo el mundo viese a través de su cuerpo. Pero nadie le dice cuál esa esa pieza. Esa dichosa pieza. 

Creo que lo más detesto de todo esto es otorgarle a esas personas que suceden como fantasmas, títulos en lugares que ya nunca podré hacer míos de nuevo. No puedes remediarlo. No puedes curar esa herida. Un lugar, sea cual sea, de repente se convierte en magia o en un sitio que te produce escalofríos. Ahí se queda su nombre, su cara y su olor. Forman parte de su arquitectura. Y jamás se borrará su huella de tu recuerdo. Cada vez que llegue a esa estación querré cerrar los ojos y pasar de largo cuanto antes, porque todo lo que hacemos, repercute. Siempre. No entiendo cómo hemos pasado de patos a estanques vacíos. El daño es tan rotundo...

Y la facilidad que tiene la gente de tenerlo todo tan sumamente claro me parece fascinante. Supongo que puedes saber el bien o el mal que puede hacerte alguien sin tenerlo a tu lado. Me sorprende esa facilidad de arremeter y esfumarse. Cómo puedes saber aquello que te conviene si no le das tiempo a las cosas de suceder. Cómo puedes estar tan sumamente seguro de que ese camino ya no es para ti si ni siquiera sabes lo que quieres. Quizás primero deberías preguntarte qué buscas antes de salir a encontrar algo que ni siquiera sabes lo que es. Hacerlo, sin duda, antes de romperle un poco más el corazón a alguien. Porque es muy fácil ser egoísta, pero cuesta mucho más ser valiente y apostar. Cuesta más cuando sabes que todo aquello que tienes puede derrumbarse en cualquier momento. Supongo que la gente no sabe apreciar las lágrimas. Supongo que siempre soy demasiado de más y demasiado poco de menos. ¿Cómo vas a saber lo que esperas sentir en una relación si ni siquiera puedes comenzar una? No puedo comprenderlo. No puedo ni siquiera empezar a hacerlo sin perderme. Imagínate creer conocer a una persona en poco tiempo y saber que no debería formar parte de tu mundo, así, sin dudarlo. Es lo más sencillo, pensar en uno mismo. Coger el camino fácil y seguir tu rumbo. Eso somos para el resto, nombres y cuerpos. Palabras que se las lleva el viento. Tal como ha venido se ha extinguido, como si un meteorito hubiese impactado y él mismo no hubiese querido apartarse. Adiós, bona nit, au revoir. 

Si no me ves, no hay realidad. ¡Qué irónico! Es cápsula del tiempo que jamás será. Qué gris parece todo desde aquí abajo. Qué triste debe ser el no poder sentir nada. Estaba claro desde el principio que la lógica no soportaría a la emoción, idiota. Ya no existen los caballos del amor, ni los motes explosivos ni las horas más allá de las 12 ni ningún viaje a París. La lava te ha salpicado hasta aquí. La tierra esta vez ha decidido no dejar fluir al agua y cerrarle el paso a sus cordilleras. Las primeras canciones de repente se convierten en las últimas y los gorros de invierno se deshacen como la nieve en pleno verano. Las únicas atracciones que veré serán las montañas rusas que me hacen dar vueltas en mi cama. Seguiré disfrutando de la lluvia, seguiré haciéndolo solo. Estás acostumbrado a esto, a no ser lo que busca la gente. Quizás debería rendirme y dejar de buscar ahí fuera lo que quizás no existe. Dejar ya de creer en putas fantasías y matar a todos los magos que todavía creen que son capaces de impresionarme con sus trucos.

Vuelta a empezar. Vuelta a calmar al dolor. Al final has sido el extraordinario fracaso. 

Todo irá bien. Todo irá bien. Todo irá bien. Respira. Asume. Lucha. Sigue. 



domingo, 3 de octubre de 2021

Hogar

Puedo oírte, pero decido ignorarte. Puedo cerrar todas las compuertas y prescindir de la verdad. Puedo decidir continuar solo o mirar a mi alrededor y escoger latir al unísono. Puedo levantarme ahora mismo y salir huyendo o puedo quedarme aquí un ratito más, sintiendo este dulce calor que me renueva las entrañas. No puedo evitar encogerme y pensar que esto no es real, que en cualquier momento el telón de fondo caerá y yo le acompañaré en su trayectoria. Llevo deseando tanto tiempo vivir que ningún momento se ha aproximado tanto como lo ha hecho este. No sé reaccionar, pero no me quiero ir de aquí. Quiero apretar bien fuerte y sentir que hay una voz al otro lado, que quizás ya nos hemos salvado, que quizás solo necesitaba confiar. Tengo tanto camino que recorrer que cada vez que miro el agua y veo a esos patos planear, el único pensamiento que puedo sujetar es el de que ojalá sepamos cómo volar. 

Podría parar el tiempo en este momento y no me cansaría de pensar que es perfecto. Hay algo que fluye, algo que me empuja hacia delante, como si supiese que esto es lo correcto. ¿Eres tu, voz? ¿Eres tú quien me susurra y me hace suspirar? En otro tiempo y en otro lugar hubiese cerrado los ojos y seguiría sin ver nada, pero ahora es distinto. Ahora me he dejado llevar, ahora he intentado ver y que me vean. No quiero esconder mis ganas, mis anhelos ni este apetito voraz. De repente, el universo deja de ser absurdo si en medio estamos tú y yo. Y me quedo. No salgo corriendo. Me quedo y sonrío, como si pudiese intentar retratar esa imagen en mi cabeza para volver a ella cuando el miedo se apodere de mí. No quiero pensar. Solo quiero sentir. La oscuridad deja paso al ocaso y llueve dentro de mí. Quiero seguir sintiendo. Quiero seguir viviendo. 

Después de mucho tiempo, me siento como en casa.

viernes, 1 de octubre de 2021

Colores propios

Últimamente me convierto en mi propio eco. Amanecí sonriendo y ahora anochezco con la duda que siempre hace equilibrismo en mi nariz. Qué efímero puede llegar a resultar un momento y que larga la espera hasta que los vientos vuelvan a soplar a nuestro favor. Qué ingenuo es tener que creer que podemos olvidar la oscuridad que una vez nos acechó, como si todo ese dolor que ha dejado atrás fuese posible eliminarlo sin dejar rastro. Pero a la vez, somos el faro que nos alienta a continuar. Ese camino lleno de baldosas amarillas parece más infinito a cada paso que nos acerca. No controlo el tiempo. No controlo el daño que puede hacer la gente herida. No controlo mis emociones. Por eso, prefiero veros disfrutar del espectáculo, pues ese es el verdadero espectáculo para mí. 

Por más pueril que suene, le hablo a mi ansiedad como si fuese un niño pequeño. En una extraña e inocente manera. No la veo como un monstruo terrible esperándome en el armario. Es solo química en mi cerebro y tinieblas en mi corazón. Hablo con ella para que no tenga miedo, pues eso es de lo que me protege. Le explico mi realidad y la reconforto de la misma manera que lo haría con una vida recién nacida. Si está aquí para quedarse, entonces será mejor que nos acostumbremos los dos a convivir. No puedo seguir andando mientras odio una parte de mí, porque eso no va a hacer que ella se vaya, solo lo empeorará. Y lo que ambos queremos es ir a mejor. 

Esa vida que aún no he podido tocar parece desdibujarse cuando muevo mis manos en el vacío. No la atraparé al vuelo, pero no pienso quedarme de brazos cruzados. Todas esas voces, esos rostros felices, esas palabras que me perforan... me pregunto si solo están ahí para recordarme lo que quiero. Aunque nunca haya querido pertenecer al mundo real, este es mi sitio, y aunque no encaje, no tengo por qué retirarme.

No soporto la felicidad pero estoy rodeado de gente feliz. Quizás es por eso que no sé valorarla lo suficiente. Estoy tan eclipsado en ser como los demás, en compararme y en resignarme en esa envidia que me carcome que no soy capaz de centrar la mirada en mi propio camino. Ni en escuchar mi voz. Ni en darme cuenta de mis auténticos colores. 

Este hastío que suscito parece apagarse cuando el agua rompe en mi cabeza. Supongo que la buena lluvia sabe cuando caer. 

Dime pues, ¿por qué nunca te das por vencido? ¿por qué sigues creyendo en las hadas, en las oportunidades, en los casos perdidos, en las noches de guerra, en aves flamígeras y sobre todo...  por qué sigues creyendo en ti?