Aullidos del fin del mundo

sábado, 31 de octubre de 2020

Los verdaderos fantasmas de octubre

Si tan solo pudieses calmarme las penas o susurrarme al oído que todo irá bien... o cantarme una nana para hacerme desaparecer. 

Solo quiero que alguien me hable de inmediato. Que sea su prioridad. Que me abracen con seguridad. 

Nadie me antepone. Nadie me escoge antes que a otro. Soy el segundo plato. CONSTANTEMENTE. Eso me hace ser un puto desastre emocional. Es letal. Es mortal. 

No quiero rendirme a la sensatez, pero siento que no hay voces al otro lado que me contesten cuando grito. Será mejor que no me esfuerce por alzar la voz. Abrazaré lo que queda de mí y seguiré adelante. Mi canto deberá reconfortarme en esta noche llena de fantasmas. 

Es ahí cuando me echo de menos. Cuando intento comprender la razón de mi locura. Nunca he entendido el por qué hago esto. Escribo sin pensar y sin mirar. Solo sale de mí a borbotones, como si fuese un grifo al que han olvidado cerrar las entrañas. 

Vienen y van como si fuesen simples transeúntes en mi vida. Destacan por un tiempo pero luego pierden su brillo. Algunos desaparecen como por arte de magia y otros vuelven como estrellas intermitentes. Ya no sé distinguir a las sombras de aquellas siluetas que una vez tuvieron color. Entre toda esa niebla estoy yo muriéndome de frío. 

Cuando me encuentro a las lenguas venenosas no puedo evitar pensar que quizás haya una hoja donde venga programado a que edad podemos hacer cada cosa. Quizás para ellos hayan unas normas no escritas que yo nunca he sabido acatar. Para mí todo eso no es más que un rumor violento. No me quedo satisfecho. No me quedan fuerzas para salvar más tiempo a la humanidad en mi cabeza. 

He logrado sentir otra vez que te he vuelto a encontrar y que necesito vivir para salir de aquí y disfrutar contigo, pero después de unos instantes tu nombre se deshace entre mis dedos y vuelvo a sentir como la única gota de esperanza no era más que una fábula. Me resulta increíble pensar que los mejores momentos de mi vida aún no los he vivido. Los espero con ansia, casi a vuelapluma. Vivo bajo esa influencia donde debo animar a mi reflejo para poder resistir esta destrucción. 

Soy más valiente de lo que crees. Hace mucho tiempo que los demonios dejaron de darme miedo. Hace mucho tiempo que ya no noto sus colmillos en mi cuello. 

sábado, 10 de octubre de 2020

Se acerca

Este momento de nudos ahogando la realidad yo ya no lo quiero ya. Mi envidia hacia sus finales felices me hace perder la fe en el mío. Me acerco peligrosamente a esa fecha donde siempre aparece mágicamente una vela más y me hace detestar crecer. Qué difícil me lo pone el día para hacerlo un poco más bueno. Siempre me quedo con sed. Siempre me pregunto como cruzar esa dichosa montaña tan escarpada. Últimamente me siento como si ya hubiese gastado todo mi frasco de suerte, como si fuese imposible formar nada más que una nube triste. 

Me adentro y salgo constantemente de este sentimiento. Fuera de este lugar. Dentro de este lugar. Todo me sigue pareciendo irreal. Aún escucho vuestras voces e incluso veo vuestras miradas apagadas. Sois como gárgolas atrapadas en el tiempo. Sois como pedazos de un cuento que jamás logró terminar. Personajes esperando su final, un final que yo podría conocer pero que nunca os di. A veces me pregunto cuánto de monstruo sigue quedando en mí. 

Detesto culparos de todo, pero si no lo hago acabo por arañar mi propia piel, me quedo hecho jirones y una manta no me tapa del frío. Me pregunto si de verdad soy tan trágico, si de verdad los últimos diez años han sucedido o está todo comprimido en mi cabeza. Seguramente no he sido un ejemplo a seguir, no tengo la menor duda. No reniego de mis tinieblas, pero no veo nada más. Quizás ese es el problema de la búsqueda, que intento encontrar algo de luz sin antes haberme librado de toda esta oscuridad, pero la luz, si es extraña, asusta igual que la propia oscuridad. Uno no elije cuando supera las cosas. 

No me alimenta ni un solo te quiero. No me reconforta el llegar temprano después de haber perdido todos los trenes. No me siento especial aunque esa sea la palabra que me lleva acompañando toda la vida. No me importa gritar solo, pero me importa que nadie me escuche. Me importa ver el mundo acompañado. Me importa haber sido el portavoz de la soledad y ahora encontrar que mis palabras no soportan este desamparo. Me importa aquello que pienso de mí de tal forma que me exijo tanto hasta llegar al punto de haber acabado desapareciendo.

Ya no queda nada romántico en esas palabras que por más que se acercan, nunca te llegan. 

 

viernes, 2 de octubre de 2020

El apático apetito

Siempre veo el gris del arcoíris, aunque nadie más lo vea. A veces puedo ver señales de humo negro flotando por el cielo porque algo no anda bien. Llegado el momento todo parece venirse abajo. Ocurre sin más, te conviertes en los oídos que todo lo escuchan pero a los que nadie pregunta cómo están. Dejas de ser la prioridad y el tiempo sucede como si septiembre tuviese solo cinco días. Asúmelo, nunca vas a ser el número uno para nadie porque estar mal es tu apetito habitual. 

No puedes escapar de los animales salvajes. El momento llega y ocurre. La realidad es momentánea. Vuelvo a descender todavía con una sola ala. Vuelvo a despertar con las ganas perdidas. No sé lo que me depara este mundo que parece haber perdido el norte. 

Creía que a estas alturas ya sería feliz. Oh, que equivocado estaba. Como si hubiese una fórmula para eso. Como si al saber qué es lo que quieres pudieses tenerlo todo al instante. ¿Qué sentido tienen los mis días? No hay respuesta que me satisfaga. 

Hace poco perdí una letra de mi teclado. Creía que podría sobrevivir sin su presencia, pero me siento cojo sin ella. Cada palabra que intento escribir siempre parece ser la incorrecta, pues sin una sola letra mi expresión se queda casi defectuosa. Puede que a mi vida le ocurra lo mismo, que le falten letras, que le falten sensaciones y personas, mundos y aventuras, sueños y esperanzas. Puede que no consiga nada hasta que logre confiar en mí. 

Mi mochila va cargada y nadie me espera esta noche. El silencio es casi ensordecedor. Veo como todo avanza sin piedad y noto el vacío que cuelga en mis pies. Se me comen las paredes y me estremezco cada vez que lo pienso. Me quedo atrás, como una gota de lluvia que es incapaz de caer. Me siento atrapado en mi propia burbuja hueca y descomunal. Todo lo que quiero es escapar de aquellos que ignoran todo de lo que soy capaz, pero voy demasiado lento; todo ocurre demasiado lento. 

Casi que es mejor que nadie pregunte cómo estoy, porque las preguntas son peligrosas para quien las realiza y difíciles de aceptar para los demás.