Aullidos del fin del mundo

sábado, 10 de octubre de 2020

Se acerca

Este momento de nudos ahogando la realidad yo ya no lo quiero ya. Mi envidia hacia sus finales felices me hace perder la fe en el mío. Me acerco peligrosamente a esa fecha donde siempre aparece mágicamente una vela más y me hace detestar crecer. Qué difícil me lo pone el día para hacerlo un poco más bueno. Siempre me quedo con sed. Siempre me pregunto como cruzar esa dichosa montaña tan escarpada. Últimamente me siento como si ya hubiese gastado todo mi frasco de suerte, como si fuese imposible formar nada más que una nube triste. 

Me adentro y salgo constantemente de este sentimiento. Fuera de este lugar. Dentro de este lugar. Todo me sigue pareciendo irreal. Aún escucho vuestras voces e incluso veo vuestras miradas apagadas. Sois como gárgolas atrapadas en el tiempo. Sois como pedazos de un cuento que jamás logró terminar. Personajes esperando su final, un final que yo podría conocer pero que nunca os di. A veces me pregunto cuánto de monstruo sigue quedando en mí. 

Detesto culparos de todo, pero si no lo hago acabo por arañar mi propia piel, me quedo hecho jirones y una manta no me tapa del frío. Me pregunto si de verdad soy tan trágico, si de verdad los últimos diez años han sucedido o está todo comprimido en mi cabeza. Seguramente no he sido un ejemplo a seguir, no tengo la menor duda. No reniego de mis tinieblas, pero no veo nada más. Quizás ese es el problema de la búsqueda, que intento encontrar algo de luz sin antes haberme librado de toda esta oscuridad, pero la luz, si es extraña, asusta igual que la propia oscuridad. Uno no elije cuando supera las cosas. 

No me alimenta ni un solo te quiero. No me reconforta el llegar temprano después de haber perdido todos los trenes. No me siento especial aunque esa sea la palabra que me lleva acompañando toda la vida. No me importa gritar solo, pero me importa que nadie me escuche. Me importa ver el mundo acompañado. Me importa haber sido el portavoz de la soledad y ahora encontrar que mis palabras no soportan este desamparo. Me importa aquello que pienso de mí de tal forma que me exijo tanto hasta llegar al punto de haber acabado desapareciendo.

Ya no queda nada romántico en esas palabras que por más que se acercan, nunca te llegan. 

 

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