Aullidos del fin del mundo

martes, 28 de marzo de 2023

Carta de resurrección

¿Alguna vez habéis intentando resucitar? Si no lo habéis hecho os puedo asegurar que es una acción bastante complicada. 

Siempre había idealizado los finales, acabasen bien o mal. Tú llegabas al final del libro y ahí terminaba todo. Te daban una respuesta, o quizás un interrogante sin respuesta, pero no había nada más. Te podías quedar pensando el resto de la noche y solo habrían conjeturas e ideas que acabarían fugándose con el tiempo. Podías volver a releer toda la historia y sacar conclusiones que a primera vista no eran obvias, pero todo lo demás era inamovible. Hasta que llegas a un final, uno real. Termina. Y después de terminar, empieza algo, algo a lo que no sabes ponerle nombre. Es un principio, un principio de vete tu a saber qué, pero es lo que alguien denominaría "segunda parte". Nadie está preparado para vivir una secuela de su propia historia. Es... antinatural. Nos predeterminamos para acabar, fundirlo todo a negro y morir en paz, o morir sufriendo, pero morir. 

Yo llevaba tanto tiempo sumido en mi propia locura que creía que jamás iba a superar ese final, y si por alguna extraña razón lo lograba, ese sería mi único cometido, disfrutar de él. Pero nadie me preparó para lo que vendría después. Y aquí estoy, en el después. No puedo categorizarlo en un sentimiento y tampoco puedo decir que sea palpable. Es como abrir una puerta por primera vez. Como la primera vez que vas al dentista, la primera vez que te asomas al colegio o la primera vez que pruebas una comida que va a ser tu favorita el resto de tu vida. No sabes nada, no sabes a qué te enfrentas y no sabes por dónde empezar.

Adoro la libertad que siento, eso no puedo negarlo. Pero con eso libertad se suman muchísimas responsabilidades. Algunas que estaba deseando conocer y otras, impuestas, que vuelven a llevarme a ese oscuro lugar llamado miedo. Pero al miedo ya le conozco, y ha superado esa barrera del final conmigo, así que ese miedo me gusta. Ese miedo me recuerda a mi primera versión, más energética, positiva, buscando encajar. Es como volver a las raíces. Y en esas raíces me siento muy nostálgico. Ha sido como volver a calzar las converse de ese adulto adolescente que se asomaba a la vida. Es retomar la vida en el punto en que la dejé, pero con el resto de personas habiendo vivido 10 años en los que yo no pude hacerlo. Y podría retorcerme en el drama como antaño, remover la tristeza y camuflarme en la autocompasión, pero ese ya no soy yo. Y aunque el mundo me haya transportado a esta época donde todos mis amigos parecen haber pasado por un túnel del tiempo, yo solo quiero abrazarles y decirles que jamás me he ido. Que siempre he estado aquí, echándoles de menos. Y aunque la mayoría ya no está, o estén, pero no estén realmente, mi misión es hacerles llegar este mensaje. Porque ahora tengo fuerza, y quizás alguno de ellos la esté perdiendo, como me pasó a mí. Y quiero esparcir esta voluntad. Quiero retomar a la persona que era, con todo lo que sé hoy. 

Creía que el futuro nunca iba a llegar y lo ha hecho. No sé si lo ha hecho como yo me esperaba, pero por fin está aquí, ha movido ficha y yo he abierto todas mis ventanas. Y tal como las he abierto, he cerrado otras. En un mismo día, me despedí de lo que más quería, y saludé a lo que más echaba de menos. Y yo, en medio. 

Si he llegado hasta aquí, puedo hacer absolutamente lo que quiera. Y si la vida me da un golpe de suerte, no voy a ser yo quién lo rechace. Nadie nos enseña que no es lo mismo la tenacidad que la dureza, y yo, en mi mayor fragilidad, sé que tengo esas dos cualidades. 

Es, cuanto menos, improbable, que después de cien intentos estés en las mismas condiciones que cuando empezaste. Forzosamente has debido de avanzar, al menos un poco, aunque sólo sea un paso en cien direcciones diferentes. Inevitablemente aprendes algo que te servirá para seguir avanzando en una de esas direcciones. Al final, estás en un lugar distinto del inicio, seas o no consciente de ello. 

La vida se resume a un ciclo de prueba y error, por lo que siempre te verás luchando entre intentos, fracasos y quizás, algún acierto. Lo más probable, siempre, será el fracaso. Y es un hecho, algo indiscutible, es la norma, y la norma debe ocurrir.  Y de ahí, sale todo lo bueno. 

A partir de aquí, de los días no vividos, el mayor regalo es la incertidumbre. Eso, y las ganas que tengo de vivir, compartir y de no existir para un final, si no para todos los finales que sean necesarios.