Aullidos del fin del mundo

lunes, 24 de mayo de 2021

Odié aquello que más amaba, solo porque no era capaz de hacerlo

Una vez hice que mis manos formasen la forma de una pistola. Quería disparar a alguien, a mí mismo tal vez. No lo sabía a ciencia cierta. Solo me imaginaba que eso era real, como cualquier cosa que podía crear con mi imaginación. Era lo único que me mantenía cuerdo, el poder quedarme en este mundo de sueños donde nadie podía destruir la esperanza, una que ya no conservaba en la vida real. 

¿Cómo has pasado la destrucción de tu planeta? Durmiendo. Abrazándome todo el cuerpo. Cantando canciones que me reconfortasen. Contando días y números. Desdibujando un futuro que ahora se ha convertido en un presente en llamas.

Todavía me pregunto si tomar distancia es lo más recomendable para curar las heridas. Si tan solo pudiese frotarme este asco que siento por cada poro de mi piel y deshacerme de él, transformarlo en algo positivo, lo haría de inmediato. Esta intratable melancolía, esta pereza perenne, este hastío eterno que me pesa... si tan solo pudiese ahogar mi cabeza y escuchar de nuevo el silencio, quizás las cosas serían distintas. Aún vive el monstruo y no hay paz. Aún no.

Una certeza. Es todo lo que necesito. Un paracaídas para que cuando tenga que saltar no lo haga sin alas. Solo quiero una respuesta para mi dolor, aunque esta también duela. Pero una de verdad. Necesito una verdad con la que seguir.

No necesito que nadie me diga que todo irá bien, lo único que necesito saber es que aunque no me entiendan, estarán ahí si les necesito. Tampoco deseo que nadie me espere si la incertidumbre es demasiado asfixiante o si el desconcierto gana la partida. No pasa nada. No pasa nada porque no quiero retener ninguna voz que no me comprenda. No soporto que cada duda que escoja sea evasión. 

Desde siempre la gente con la que me rodeaba me ha dicho que tenía un olor particular. Que si les vendabas los ojos sabrían reconocerme tan solo por eso. Siempre me he preguntado a qué huelo, ya que es casi imposible saberlo a ciencia cierta si eres tú quien desprende ese aroma. Aunque la verdad es que tampoco me hacía falta pensarlo demasiado. Yo creo que huelo a llanto. Un poco a lluvia, a ese olor de tierra mojada. A sueños truncados quizás, si es que se puede oler a eso. 

Me encantaría decirte a ti, a ti o a ti que estas son las últimas palabras que os escribo. Que me muevo por impulsos, por la creatividad, por corrientes difusas y que tan solo quiero plasmar lo que siento en todas partes. En una página, en una servilleta o tatuado en la frente. Pero me lo niegan, una y otra vez, me deniegan ser quien soy. Puede que haya caído en tal espiral que el causante de tal dolor no sea otro que yo mismo, que ya no confía en sus posibilidades, que ya no sonríe por las nimiedades de la vida. Un sueño roto te hace despertar. Te inyecta adrenalina en vena. Te hace retroceder y caerte o retroceder y volver a embestir y llevarte todo lo que tengas por delante. 

Todas las sombras se han apoderado de mí. Y de verdad que nunca he querido hacer daño a nadie. Pero en esta jungla es comer o que te coman. Y mis huesos ya no pueden alimentar a ninguna bestia más. Encaramado a la mayor tristeza que ha existido en la tierra y pensando en huir. Ese es el resumen de casi 30 años. ¿Pero quién no ha pensando en huir de aquí? Habría que estar muy loco para no pensarlo al menos una vez. La confesión ya es un grito de por sí. Lo lanzas con la esperanza de que vuelva a ti y sepas responder al auxilio. ¿Me puede el miedo o las ganas de nadar?

Noto mi corteza áspera. Mis raíces no saben donde posarse. No encuentran nutrientes ni tierra a la que llamar hogar. Nunca pensé que un arma pudiese convertirse en un arma. La vida es mucho más difícil que sacarse una carrera. Es mucho más que un enunciado asertivo, pero sin embargo, aquí estamos, atemorizados por algo que con el tiempo no será más que un vago recuerdo de un momento que no querré recordar jamás. 

¿Para qué diablos sirve hoy en día un corazón? ¿Para salvar a otro corazón? Todo me invoca restos insalvables de un naufragio universal.  No sé si prefiero vivir o existir. ¿Al menos soy? No soportaría adulterar la pureza que todavía conservo. No quiero manchar lo único bonito que todavía poseo, pero hay que hacer concesiones. Hay que sacrificar ciertos aspectos para no envolverte de oscuridad, para no regodearte en ella, para no hablar en su nombre. Hay que matar(se) para sobrevivir. 

No me importa si pierdo la cabeza. Yo ya soy una causa perdida. Ya he sentido como la gravedad me abandonaba. Ya no tengo nada que perder. Es por eso que esta vez voy a ganar, porque lo único que me resta olvidar es el miedo. Él siempre me avisa e intenta cuidarme, pero nadie puede protegerte durante toda tu vida. Hay momentos en los que simplemente debes lanzarte al vacío y comprobar por ti mismo cual es el resultado. Y yo sé que ahí abajo hay un mar esperándome. Si creo lo suficiente, sé que puedo respirar bajo el agua. 

Son las ganas de nadar, sin duda.