Aullidos del fin del mundo

lunes, 6 de noviembre de 2023

¿Cielo santo, desde cuándo soy tan valiente?

Hace tanto que quería escribirte que no me creo que lo vaya a hacer. Más bien, lo mejor sería empezar por la verdad, así que diré que te he escrito infinidad de veces, pero nunca he logrado lanzarlo al vacío de internet, mucho menos dejarlo en el buzón de tu casa.

Sigues doliendo, y esa es la más cruda verdad. Creía que el tiempo podría borrar cualquier herida provocada por ti, pero sigo viéndote y soñando contigo. Sigo guardando ciertas cosas que deberían haber ardido tiempo atrás. Supongo que soy incapaz de matarte.
A partir de aquí, te dejo con mis palabras del pasado que han estado guardadas en el limbo. Esperando, no sé muy bien a qué.
El duelo hay que pasarlo, obligatoriamente. Hay que permitirse tenerlo. Hay que exteriorizar lo que se siente por dentro. Porque acumular dolor quema mucho. Daña. Se reseca y se expande como una enfermedad. El rencor lastra como una piedra que se va haciendo más y más grande. Y de nada sirve correr.
Hoy, antes de cumplir 30, vuelvo a finales de abril:
Pues al final no era dependencia emocional. Al final, si destapamos la verdad, solo quedaba una opción. Me dijiste que era la de estar enamorado de mí, pero me da que además de mentirme a mí también te mentiste a ti.
La vida me la ha cambiado un tren. (Y desde este futuro del que escribo, puedo estar aún más de acuerdo con mi yo del pasado) Cuando volví, la vida me abandonó. Quemo el tiempo, siendo el tiempo lo único que tengo. Porque ya no quiero tener nada. Sin abrazos todas las noches son malditas.
Alquimizo la oscuridad en mí. Me hago creyente para evitar pensar en cómo huiste en plena batalla.
La persona adecuada en el momento equivocado. Qué mala suerte. La esperanza que has dejado estancada duele el doble al ser consciente que todo fue una trampa de manual. No me tendrías que haber dicho que estaríamos en contacto, que me necesitabas, que querías que estuviera ahí toda la vida (y sigues sin cumplir con tu palabra). Sé valiente por una vez.
No quiero. No quiero sentirme así. No quiero seguir diciendo que sí. No quiero volver a confiar. No quiero volver a sentir tanto dolor.
Me he dado cuenta de algo. Desleal es aquel que se despide cuando el camino oscurece. Como tú. Igualito a ti.
Cuando pienso en ti, es como invocarte. Eres un destructor de mundos. Un monstruo que me engatusó. No soy capaz de levantarme. Todo me impide seguir. Me has arrebatado la vitalidad como un vampiro emocional. Eras mi criatura mitológica favorita y ahora... eres veneno.
¿De qué vas? Me has hecho especializarme en noches suicidas desde entonces. Te odio. Te odio por huir. Te odio por todos los días que has estado sin estar (por todos y cada uno de ellos). Te odio por dejarme a medias antes de llegar al éxtasis. Te odio porque tu boca carece de verdad (y sigue así). Te odio como nadie en este mundo te odiará. Te odio como no se puede odiar a nadie más. Te odio, porque siempre sigues ahí. Te odio tanto que podría hacerte resucitar del miedo que me causas. Te odio porque nunca volverás. Porque nunca has estado aquí. Te odio por esa enferma despedida. Te odio por hacerme pasar del amor al odio.
Es el final. Cada día es un final que me hace sangrar paulatinamente. No es un final feliz, pero parece que ya no hay vuelta atrás. Rompiste mi mundo, mi corazón y mis ganas de vivir. Tu mundo, burlón, jode mi estabilidad. Tengo miedo de encontrarte de repente y a la vez, de no verte nunca más.
Te escucho antes de dormir. Me acuesto junto a ti y aunque no estás, tu oscuridad toma forma. En este infierno oigo tu voz. En esta noria macabra te sientes grande porque tú al menos tienes algo que contar, algo de lo que reírte, algo que ocultar.
Todos hemos sido el malo en la vida de alguien, y esta vez, tú has sido el malo en la mía.
Me la pegué, lo acepto. Seguí y me di la hostia. Otra vez. Te quise y cambié, otra vez. Quizás juego a escapar de este dolor. Otro clavo en la colección. Siempre es igual. Nadie me explica cómo es amar, porque quizás yo no sé, quizás es por eso que todo el mundo se marcha, que mis grandes amores son solo míos y no recíprocos. Te quise a ti y a tus rarezas. Demasiado poco tiempo. Muy muy muy poco tiempo.
No estoy nada bien, pero no tengo porqué llorar más. No te quiero en mi fiesta. ¡Vete de mi fiesta!
La vida me la ha cambiado un tren, uno que nunca sé si hice bien en no coger.
Solo quiero decirte unas últimas palabras, que sé que no serán las últimas porque vas a tardar todavía mucho en extirparte. Solo quiero que estas palabras me dejen continuar. Solo quiero deshacerme de tu cadáver. Solo quiero olvidar tu sonrisa. Solo quiero volver al mar sin llorar.
Y los vientos de noviembre vuelven a soplar:
He caído tan bajo, que en todo este tiempo he aprendido muchísimo. Me he convertido en la persona más valiente que conozco. He logrado atrapar mi sueño, incluso por delante de lo que debía hacer. Y no me arrepiento. No me arrepiento de por fin haber salido del cascarón. Ha sido un año brutal. Desgarrador. Un año en el que he tocado el cielo más dulce y los infiernos más lúgubres. Pero sigo aquí, después de haber intentado no seguir aquí. Es tu culpa, y a la vez, es gracias a ti. Aún no puedo volver allí. Todavía no estoy capacitado para ello, pero no me rindo. Ni tu fantasma puede impedir que renazca en esta nueva etapa como la mejor versión de mí.
Quiero creer que no soy el reflejo de los que no me aman o no me valoran, porque mi capacidad de amar es más grande de lo que puedes soportar, así que no pienso sentirme culpable por los que no pueden responsabilizarse por esa carga. En algún momento llegará esa persona indicada para sobrellevar eso y me devolverá el mismo amor que yo doy. No cambiaré eso tan especial que tengo por las demás personas que no pueden comprenderlo. No lo cambiaré por ti. No lo cambiaré por nadie.
No dejaré que las tribulaciones me nieguen ser feliz.

Han sido años sin luz, pero hemos sobrevivido, nos hemos graduado, hemos superado una década. Desde aquí, solo puede ir a mejor.
Nos vemos en el otro lado.