Quien pensaría que pronunciar el nombre de una persona te pudiese reducir a cenizas. O una ciudad, un pueblo, un lugar. Que tan sólo con decirlo en voz alta te hicieses añicos.
Hay palabras que nos vienen a la cabeza y nos rememoran momentos que no volverán, sensaciones que de volver a revivirlas harian que nuestro corazón bombease como antaño.
Y luego están los rincones. Allí donde la huella es imborrable, donde se ha quedado la voz impregnada. Ahí está la verdad. Los lnstantes. Lo que dejaste pensando que volverías. Aquello que perdimos y ganamos. Lo que busca la gente. Lo que andan buscando como lobos en caza.
Entonces es cuando vertemos la música en la receta y el cóctel se vuelve explosivo. Sólo necesitamos cerrar los ojos y aferrarnos a los retazos. Sentarnos delante del mar. Inspirar. Expirar. Llorar.
Las palabras esconden tantos secretos...
Las palabras esconden tantos secretos...