Aullidos del fin del mundo

martes, 28 de junio de 2016

Réquiem del bestiario de los cuatro elementos

La melodía de piano es suave. Nada por la estancia como si estuviese en el mismísimo mar. Relajada, sin demasiados contrastes. Sube y baja a un ritmo pausado pero con energía adormecida. A penas es un murmullo cuando de repente toda la fuerza cae como un rayo fulminante. Suenan vientos que atraen a lo desconocido.

La música te transporta a un bosque lleno de tupidos árboles. A penas se ve el sol desde la maleza. Las flautas se oyen en cada flor, en cada animal. Pájaros de todos los tamaños trinan dando los buenos días a la naturaleza. El río nace de fondo y las hadas del bosque empiezan su ritual. Las hojas danzan a tu alrededor. Las sombras de los grandes troncos te hacen descuidarte un momento y caes irremediablemente en un sueño profundo. La cama hecha de hojarasca alivia tu caída. Las ramas te abrazan. Los silfos se asoman. La tierra despierta.

El agua te lame la cara. Despiertas en el fragor de un batalla en el mar. Las velas de los barcos están arrancadas. Las olas miden tres veces tu tamaño y la tempestad a penas te deja escuchar la canción que cantan las sirenas guarecidas bajo el mar. La lluvia se mezcla con el agua salada y la gran ola viene a derribar todo a su paso. Te ves sumergido en una prisión de agua. El azul nunca había sido tan oscuro. Ya no hay sonido, ni siquiera en tu cabeza puedes escucharte. Intimida, pero te quita todos los miedos. Un pequeño violín suena a lo lejos, en lo más profundo del océano. Una extraña espiral de burbujas empieza a escalar por tu cuerpo. Los hipocampos se despiden con un rechinar de dientes.

Unas trompetas te anuncian la llegada de los ángeles. El aire que se respira es tan puro que das otra bocanada para estar seguro de que es real. Las nubes y las aves te dan la bienvenida. Te recogen en sus alas y se precipitan en caída libre. Sin temor remontan el vuelo y planean alrededor de una cumbre nevada. Una vez pisas la nieve regresas a la infancia. Esa sensación de crujir el hielo te devuelve a tu estado más original. Te tumbas en mitad de la espesura blanca y dejas la mente levitar. Libre, te alejas de tu cuerpo, de tu carne, del recipiente. Ahora eres un dragón blanco que ruge con toda grandiosidad. 

El rugido despierta a otro dragón, pero él es distinto a ti, es más fiero, más grande y lo cubre todo de fuego. Las llamas lo envuelven todo. Es como presenciar una tormenta donde llueven balas y el cielo escupe bolas envueltas del más trágico dolor. Nada es estable bajo tus pies, todo arde y se consume. El humo negro se convierte en el soldado más fiel de esa batalla. Otro rugido y el dragón se alza reinante sobre ti. Te mira con reparo, entre odio y lástima y entonces abre las fauces para escupir toda su rabia. Los tambores se manifiestan y se elevan por encima de las cenizas. Un brillo, una pequeña chispa nace. Te sientes lleno de vida. El ave fénix a renacido. 

El piano se desliza elegantemente hacia su desenlace. Los vientos cesan, el mar se calma, la tierra ya duerme plácidamente y el fuego se tiñe de colores pardos sin dejar de alumbrar, 

pues el fuego nunca deja de avivarse. 

jueves, 23 de junio de 2016

Ponme en mi lugar

Cierra los ojos y cuenta hasta diez. 

Uno.
Sigue muy oscuro, pero se debe a que sigue siendo muy temprano. Hay una sorpresa esperándote. Algo dentro de ti te decía que debías despertarte antes de que saliese el sol. 

Dos. 
Huele a café recién hecho. Te ayuda a estar al cien por cien. No sabes muy bien si hoy vas a usar todo ese potencial, pues desde la silla de la cocina todo se antoja realmente aburrido. 

Tres. 
Un poco de ejercicio, música para ponerte las pilas y un montón de estrés yéndose a través de todo ese sudor que te empapa el cuerpo. Las duchas frías de después te hacen sentir vivo. 

Cuatro. 
Las noticias no son nada nuevo. Cambias de canal. Supones que los dibujos animados son lo mejor que puedes encontrar. Te ríes sin querer, todavía sigues siendo un niño. 

Cinco. 
Cierras la puerta tras de ti. El calor es sofocante. Será mejor encontrar refugio pronto. Hay un árbol con una sombra gigante. Creo que has encontrado el sitio ideal. 

Seis. 
Devoras las hojas del libro a la velocidad de la luz. El calor ya no te molesta. Te tumbas en la hierba alta y respiras. Se siente bien. 

Siete. 
Es hora de coger la bicicleta hasta que la noche más corta se asome en el horizonte. El reproductor de música está listo.  Le toca a esa canción que tanto te hace bailar. Será mejor que no te emociones o te golpearás con algún tronco. 

Ocho. 
Te apetece algo ligero. Quizás algo de pasta blanca. Cenarás en el jardín y disfrutarás de la luz de las palmeras en el cielo. Hoy no te hacen falta velas.

Nueve. 
El ordenador parpadea. Te lo acercas a las rodillas. Alguien se ha acordado de ti. Alguien te ha dado una oportunidad. Hay otro mensaje. Dos oportunidades.

Diez.
No sabes a quien contestar. Te quedas pensativo hasta que el sonido de un petardo te hace recuperar la consciencia. Siguen ahí, parpadeando, los dos mensajes. Uno te lleva a un mundo en el que ya has estado, en el que te sientes seguro pero en el que crees que sería fallarse a uno mismo. El otro, en cambio, te da la mano hasta un mundo nuevo donde ya has probado una porción del pastel. Crees que es un mundo donde encajarás, pero donde los demás no entenderán que haces ahí.

Ya puedes abrir los ojos.

Once.
Como siempre, harás caso a tu corazón. 

lunes, 20 de junio de 2016

Las partes de mí que no son bonitas

¿Has tocado el miedo alguna vez? Es... es excitante a la vez que mortal. Es como si una navaja suiza estuviese deslizándose por tu garganta. Un caricia sin calor. Es la puerta a un mundo más desafiante, más arrogante.

Cuando llegas al umbral no te ves capacitado. Te quedas paralizado y quieres volver atrás sin importar qué. Está tan oscuro delante y es todo tan frío que tu cuerpo te pide migrar a otro clima donde tu corazón pueda volver a latir a su ritmo normal. El miedo te recorre la espina dorsal, ataca a las piernas y es ahí cuando empiezas a temblar. 

Miedo miedo miedo miedo miedo miedo. Es un bloqueo seguido de otro. Una cruz tras otra. No te deja continuar. Acabas siendo parte de esa puerta, un simple decorado. El miedo te atrapa y juega contigo. El miedo no te deja cruzar. El miedo. MIEDOS. Se acumulan. Ya no ves nada más allá de esa palabra.

M - Masacre
I - Incapacitado 
E- Errado
D- Domado
O - Olvido
S- Superación

Empieza como una masacre. Te han herido, has caído en la batalla, estás incapacitado, o eso es lo que crees. No sabes qué hacer. Errado, buscas una salida. Empiezas a domarlo, es como un pequeño animal desorientado. Entonces empiezas a olvidar que el miedo está ahí, te basta con mirarlo. Eres capaz de enfrentarte a él, de superarlo.

MIEDO MIEDO MIEDO MIEDO MIEDO MIEDO

¿Qué puedo hacer por mejorar?

Amar. Ámate. 


sábado, 18 de junio de 2016

No tiene pérdida

Desearía ser especial. Tener el control de mis emociones. Saber que es lo que es lo que la gente piensa de mí. Poder actuar de la manera correcta. No fallar cuando estoy apuntando al centro de la diana. 

Desearía parar el tiempo. Fijarme en los detalles de las personas, como cuando están a punto de reír y las mejillas se tiñen de un color cálido o cuando tienen esa mirada fiera de estar convencidos que nadie los va a detener. Me gustaría estar justo ahí delante cuando alguien decide que no se va a rendir, me gustaría que me alentase, que me diese esa energía que desprende de su cuerpo, esa vibración de invulnerabilidad.

Desearía ser famoso por un día. Darme a conocer, que la gente me admirase por alguna de mis virtudes. Me gustaría destacar en algo, ser recordado por el mundo. Me haría mucha ilusión que alguien le pusiese mi nombre a su hijo porque le recordase a mí, a esa gran persona que dejó su huella. Sería un regalo que no me olvidasen.

Desearía permanecer. 
Desearía saber empezar de cero, pero no solo eso, si no que desearía saber como continuar a uno y a dos y a tres...

Desearía permanecer avanzando. Desearía no parar. Desearía no ser un incorpóreo. 

Deseo dejar de luchar contra el mundo. Perdonar. Perdonarle. Perdonarnos. Perdonarme. Perdón. 


miércoles, 15 de junio de 2016

Lo que me quita el sueño

Es extraño pensar que nuestros padres tenían razón cuando nos decían que algún día nos daríamos cuenta de que nuestra infancia sería uno de aquellos recuerdos a los que siempre querríamos volver, que aprovechásemos ese tiempo.
Obviamente, como cabezas locas, nosotros hacíamos todo lo posible para llevarles la contraria. No nos gustaba pasarnos el día a las órdenes de los demás. Éramos imperfectos y solo buscábamos aquello que solo en el mundo adulto se podía encontrar: libertad.

Que ingenuos éramos. Todo lo que buscábamos era lo único que realmente teníamos. 

Luego está todo ese proceso lento y aburrido de madurar, hacer las cosas que tocan y ser como el mundo nos dicta ser. Si perdemos nuestra opción de escoger nos vemos obligados a seguir creciendo a un ritmo trepidante. 

Entonces llegamos a ese lugar donde no sabemos si ya podemos considerarnos hombres o todavía tenemos una espina clavada en la infancia. Nos gustaría levantarnos con ojos de infante y recorrer la calle principal con nuestra bicicleta y nuestros amigos avivando la tarde que nos conduce a un verano interminable. 

Luego les detestaremos. Aprenderemos a vivir con menos gente a nuestro alrededor y al final terminaremos por echarles de menos. 

Cada uno estará en un lugar distinto. Algunos perseguirán sus sueños, otros, sin embargo, ni siquiera empezarán a soñar. Nosotros, abrumados, nos decantaremos por permanecer en las sombras.

Entonces saldremos cuando menos se lo esperan y sorpresa! Habremos crecido sin darnos cuenta.Ya nada nos unirá. Ya solo nos quedará crecer de arriba hacia lo más profundo. Allí despertaremos. Allí cumpliremos nuestros sueños, aquellos que una vez pensamos que solo eran las dudas de un niño de diez años. 


domingo, 12 de junio de 2016

La frontera enemiga

Ha sido un año muy largo y me hubiese gustado no pasarlo sin ti. Sé que venimos de lugares muy distintos y que creamos algo que nunca pudiste ver. Ya no duele, no de esa manera, aunque es inevitable pensar que podríamos haber hecho cosas maravillosas.
Hay juegos a los que nunca deberíamos haber jugado. Nadie nos advirtió que el cariño podría convertirse en una tortura. ¿Quién te puede preparar para pasar de un cálido abrazo a un llanto desconsolado? 

Al menos, el tiempo no pasa en vano. Después de un año puedo respirar, puedo mantenerme en pie. Es mucho más de lo que creía en un primer momento. 

Supongo que esto ya no es cosa de ti. No todo eres tú, aunque mi cabeza a veces lo pretenda. Los veranos son mi talón de Aquiles. Tú eres la flecha, el arco y el cazador. Tú eres un maldito depredador. Un sicario en las sombras. Alguien que ya no existe, pero...

que sigue enredado en mi piel. Debería estar cansado de tu cara difuminada,  pero no hay manera. Me dijiste que te irías pero tú no te irás. Tampoco hace falta que te muevas, porque no me encontrarás. Quiero vivir sin ti, pero a penas hay manera...

lunes, 6 de junio de 2016

Detente en tu espacio inifnito

Es patético. Eres patético. Mírate. Levántate y mírate. ¿Ves algo útil? Ya no hablo de una persona en condiciones, si no de algo que se pueda utilizar o reciclar, al menos. Yo solo veo restos, una mente desorganizada y un cuerpo vacío.

Ya no te diviertes, ¿verdad? Como vas a hacerlo si juegas solo, si vives solo. ¿Cuál es tu dificultad? Vives en modo fácil, ¿a que sí? Porque no guardas nunca la partida, porque vuelves a reiniciar una y otra vez. Cómo vas a salir de esa espiral cuando no tienes ni idea de que hacen todos los botones!

Ríndete ante lo evidente. Cuando el fuego empieza a quemar significa que las cosas para ti han dejado de funcionar.

Ya no sé que es lo que quieres. Déjate de cuentos, olvídate de todos esos cadáveres de una vez por todas. El que huele a muerto eres tú. Dúchate al menos, respira aire fresco, contágiate de la primavera.  Me refiero a la que hay ahí fuera, porque la de dentro no va a florecer jamás. 

Dame una maldita explicación. ¿Por qué te quedas callado, por qué desapareces? Ya no me sirven las excusas, ya no quiero escucharte más decir que necesitas tu espacio. Te has comido el espacio, eres el espacio. Sal de ahí, hazte un bien a ti mismo, deja de comportarte como si el universo fuese a hundirse en tu cráneo cada vez que te pregunto cómo estás. 

Nos hemos separado y ya no te entiendo y quiero hacerlo, me da miedo no encontrar la respuesta nunca y que acabes haciendo las maletas, largándote a tu espacio, estrellándote en él. Lo pasado pasado está, ya no hay vida ahí. No excaves en las fotos antiguas, no quieras ser aquel que fuiste. Se tú... tú, ahora, por siempre, pero se algo.

Ábreme tu corazón. Déjame entrar. Soy solo yo, no tienes porque asustarte cuando vengo tan solo yo. Respira, por favor, respira. No quiero más sustos. Tienes que detenerte.

- Pero yo... no sé parar... no sé como diablos hacerlo. Me perdí y cuando eso sucedió, todo se fue perdiendo paulatinamente. Odio perder. Odio encontrar odio en mis palabras, en mi sangre, en mi cabeza cuando pienso en alguien, cuando pienso en mí, cuando pienso y solo encuentro odio y el odio me abraza y me arropa y me da de comer. El odio engendra odio. Yo engendro perdición y ella me acuna hasta que me duermo y el proceso se vuelve a repetir. Me he convertido en mi propio demonio. Sal de aquí, sal de mi espacio. Sal, antes de que el odio te encuentre y vaya a por ti. No temas por mí, sé vivir en la oscuridad, sé como guiarme en ella. Dame tiempo, pues creo que es lo único que puede curar toda esta maldición. 

Donde hay oscuridad hay luz. Ahí nos veremos. 



jueves, 2 de junio de 2016

Personas con ganas y personas con miedo

Estoy en tu habitación. Huele a ti, desde la cama hasta las viejas camisetas que dejaste en el armario. Te veo en los libros, en tu ordenador, en la silla donde solías pasar horas y horas dibujando. Las fotos me hablan cuando paso y los peluches me dicen que te echan de menos aunque te hayas hecho mayor. 

Hoy empieza el calor y me resulta irónico, porque cada día que pasa desde que te fuiste yo tengo más y más frío. A veces me encojo entre las sábanas e intento imaginarte conmigo, haciéndome cosquillas, echándome la bronca por alguna tontería o agarrando un cojín para empezar una de nuestras ya curtidas batallas entre hermanos. 

Te escribo desde de tu propio escritorio, contagiado de toda tu energía, mirando el calendario y recordando el porqué te fuiste de aquí. Sé que no vas a volver, no en un corto plazo, al menos. Sé que necesitas encontrarte, darte de bruces contra la vida, saciarte de las personas, del mundo. Me gustaría pensar que solo es una etapa, pero muy adentro de mí sé que cuando consigas tu propósito, todo lo que dejaste atrás ya no será algo importante a lo que volver. Ya recogiste suficientes piezas que no eran tuyas e intentaste encajarlas como buenamente pudiste. 

Me gustaría felicitarte por tu valentía, pero no sería sincero de mi parte decirte que no te detesto por haberme dejado atrás. Has elegido tu camino y no voy a reprocharte nada por eso. Confío en ti, eso tenlo por seguro, pero por favor, vuelve. Necesito despedirme de verdad o quizás despedirme de todos sin que ellos lo sepan, como tú hiciste. Necesito madurar, necesito que alguien me eche de menos con tanta intensidad que su recuerdo sobre mí lo sienta como si nunca hubieran pasado los días.

Vuelve por los que de verdad te queremos aunque solo sepamos demostrarlo con el miedo a perder. 

Que la suerte te sonría.