El calor se despide con las primeras gotas del otoño. Nos abrigamos con lo poco que tenemos. Algunos se refugian en sus tazas de chocolate caliente y otros, como yo, seducen a las sábanas hasta quedar enterrado en ellas.
Decisiones etéreas que invaden la privacidad, motivadas por lo desconocido y luchando por abrir un camino al que nunca quise ser arrastrado.
Las cosas cambian. Hoy por hoy nunca imaginé estar aquí, siendo este un futuro inexacto que ha vuelto a mí en forma de presente lluvioso.
El agua, calándome hasta los huesos, helada hasta decir basta, nunca me decepciona. Ella hace de puente entre mis idas y venidas. Puentes por los que paso de puntillas, con miedo del derrumbe, con aquella sensación acusadora de que en cualquier momento puedes resbalar.
Podría llegar a estar en sitios donde no debería estar, que podrían ser justamente el lugar donde querría estar.
Como nos gusta complicarnos la vida.