Aullidos del fin del mundo

viernes, 9 de abril de 2021

Hueles a llanto

Hueles a llanto. Puedo distinguirlo desde aquí. ¿Te puedes creer que no valoramos el olfato igual que los demás sentidos? Si no pudiésemos oler la tristeza nos sería imposible encontrar la felicidad. A la gente que conozco no le suele gustar este olor. Ya es característico de mí. Quizás nací con este olor o simplemente se ha ido pegando a mí con los años. Como sea, hoy tú hueles a llanto. No deberías reprimirlo. La tormenta está encima de nosotros. ¿A que nadie le dice que se aguante las ganas de vomitar todo el agua que lleva dentro? Y aunque se lo dijesen, se descargaría igual. Si no lo hace, seguirá igual de gris y nublada. Seguirá igual de triste, pero con más peso, con más dolor. Oler a llanto no está mal. No es algo que decidas, pero sí es algo de lo que puedes encargarte. 

Dicen que el futuro se apaga si decides acercarte. ¿Crees que tienen razón? Yo hace ya mucho que no me puedo plantear el futuro. No puedo. Si lo hiciese me perdería más. Ahora mismo lo único que es mío son estos instantes que ya se están evaporando. Somos el paraguas del tiempo y no nos damos cuenta. No somos lo suficientemente listos ni brillantes. Tan solo nos resistimos. Como esas gotas de naufragios pasados. Oh, por dios... ya llega, lo hace de nuevo. Lo siento en mi alma. En mis entrañas si lo prefieres. El verano llegó hace años y da igual cuando se vaya, que siempre me acecha. Siempre me convence de que será mi momento de paz antes de la gran tempestad. Y después me ahogo. Me resisto. Me hundo. Me hundo. Me hundo. Y salgo a flote. No sé cuanto tiempo pasa hasta entonces. Pero lo hago. Y el futuro, ese que dicen que se apaga, se enciende dentro de mí. Puedo dibujarlo. Lo imagino con todas mis fuerzas. Me encanta contemplarlo como si fuese una obra de teatro en la que yo no participo. Y Abril regresa. Regresan esas ganas. Ese miedo. Esa vuelta. Esa maldita vuelta. Todo me aleja y todo me acerca. Es un torbellino sin fin. Es ese gran momento, ese momento titánico que se abalanza y me susurra que coja las armas y me deshaga del horror. Vuelve. Me hace estar inestable. Me convierte en un flan temblando todo el día, pero sé que siempre le hago frente y siempre sobrevivo, aunque me arranque los huesos y la carne. Sigo aquí. Y esta vez... esta vez, joder, esta vez no lo entiendes, pero esta vez, esta maldita vez puede ser realmente la última. Puede que ese mar de oscuridad sea la última vez que me visite. Puede que sea capaz de cruzarlo, puede que sea capaz de ver que hay más allá o puede que mis ojos se adentren en sus olas, que mi voz acuda como un aullido eterno. Estoy parado aquí, en la curva. Y ya no le tengo miedo. Aunque esté llorando a mares. Aunque arrase con todo mi ser. Aunque la soledad se ría de mí. Ya no le tengo miedo. Porque en este preludio, siempre estoy pensando en otra cosa que no es el miedo. Porque el miedo ya pasó. Mío es el mañana. Y esta tristeza que te regalo, esta mejor imagen de mí es todo lo que tengo. Pero estoy menos triste. Estoy menos triste porque he aprendido que oler a llanto no significa ser débil, sino todo lo contrario. 

Aprende a distinguir quien merece una explicación, quien una sola respuesta y quien absolutamente nada. Aprende eso antes de la gran ola y surfearás.