Aullidos del fin del mundo

miércoles, 24 de enero de 2024

Está en mi sangre y en mis venas

 El amor termina. Así de crudo y real. No vale la pena perder la vida por él. El amor es creer y dejar de creer. Es la energía pueril del principio y la ruptura del hechizo que lo transforma todo después de las 12. Nunca he querido una historia menor, quizás por eso las caídas duelen más,  por eso las puertas cerradas constriñen más. Uno mismo puede ser el héroe y el villano a la vez. 

Al final, no deja de ser una enfermedad con varias fases: Ansiedad por conseguirlo, miedo por perderlo  y depresión cuando te abandona. 

Desgraciadamente no me puedes borrar. Sigo aquí y lo haré incluso cuando mi recuerdo en ti ya no deje poso. Cuando todo esté oscuro y no encuentres consuelo, me verás. 

Todo se tiñó de aquel color. Sin embargo... me encuentro ante otro tipo de miedo. El de haber encontrado un lugar seguro, donde quiero estar, pero que tiene fecha de caducidad. ¿Qué habrá después? Solo puedo conjeturar y creer que me podré sentir igual de bien que ahora en un futuro, en otro lugar, con la misma gente o con personas nuevas. Siento que debo exprimir esta experiencia al máximo, antes de que se me escape de las manos. Pero tengo la certeza de que si después de tantas tinieblas he logrado encontrar un faro de luz, significa que hay más de uno. Y esa es mi misión, alumbrar el camino y conquistar todos los faros que pueda. 

La insatisfacción de tener lo impensado y descansar como los muertos es algo asfixiante. Es casi como el testamento de una decepción. Como si tu anatomía inundase toda la ciudad. Albergo esperanzas. Tengo la mirada puesta en otros rumbos. Tengo fe en mi valía y en la suerte que construyo. Y en el tren. En el tren que estamos construyendo, creando, maquinando, poniendo en marcha. Este tren nos va a llevar hasta las estrellas. 

Enero nunca fue tan feliz y tan incierto.