Aullidos del fin del mundo

domingo, 29 de octubre de 2017

Foster Fénix

¿A dónde te han llevado tus andanzas?
A ningún lado, cobarde.

Tú solo querías vivir en un mundo donde poder luchar contra el mal y no contra esta corrupción que nos consume como antorchas que queman todo lo que tocan. 

Aparentar está tan desfasado, pero es lo único que nos mantiene unidos. Cada vez más indefensos, menos atrevidos, más pequeños. 

¿Conoces el cuento de la rana y el agua hirviendo? Dicen que si pones a una rana encima de agua caliente saltará de inmediato, pero que sí lo haces con agua fría se relajará y se quedará quieta. Entonces si vas calentando poco a poco el agua, terminará en un mundo mejor. 

Huir es permanecer. Hay tantas amenazas en lo salvaje que no nos damos cuenta que hemos caído en su trampa hasta que es demasiado tarde.

La mayoría ya estamos muertos, pero no el fénix. Quizás el pobre haya sufrido tanto, puede que se haya visto envuelto en llamas y agua ardiendo tanto tiempo que su instinto de supervivencia le ha hecho mejorar, evolucionar al resto de su especie. Quizás él era el bicho raro de su familia de aves. Seguramente les intentó decir a los demás de que había una forma de superar aquello que habían temido toda su vida, que podían intentar algo distinto, algo que nunca nadie les sugirió, pero pensarían que estaba loco y su plan no llegaría a ningún lado más alto que el suelo.

El fénix renació. Él vivió en el mañana y no en el futuro que tanto temor les infundada al resto. 

¿Y tú, vas a levantar las alas de una vez?

miércoles, 18 de octubre de 2017

Te está permitido llorar

Tú que me lees: vive.

Es adaptarse o morir. Ya se me pasó por la cabeza esa idea hace unos días, pero no creo que fuese hasta ayer que se me presentó como el gran dilema que me tiene sujeto en este limbo. 
Es un dolor lacerante, como una gran piedra que debes tragar y llevar contigo como si fuese una nueva articulación de tu cuerpo. 
Sabía que estaba mal, que mi imagen no se representaba por aquello que yo era. Los lugares habían dejado de ser importantes para mí y eso hacía que el cincuenta por ciento de las cosas por las que había luchado dejasen de tener relevancia. Actuaba por inercia y solo me preocupaba el poder terminar mis tareas para abrazarme fuertemente a la almohada de mi habitación. Volver a tener ese agujero dentro de mi estómago me estaba consumiendo todas las fuerzas y no podía aceptar fallar una vez más. Sé que somos humanos y está permitido tropezar las veces que haga falta, pero lo mío ya era excesivo. Había quedado tan descompuesto que mi cara ya no sabía formar una sonrisa. Había algo realmente malo en mí. 
Llevaba ya un par de años sin poder llorar. Aunque tenía toda esa oscuridad en mi cabeza, era como si se hubiesen diluido todos mis sentimientos. No era capaz de sentir y eso me hacía ¿sentir?, que irónico, que no tenía más fondo que el de un robot. 
Ayer me rompí. Fue como caerse de un vigésimo piso. Sentí toda la adrenalina, esos últimos segundos de vida donde cuentan que se resume todo aquello que te ha sucedido. Hay tanto que hacer, tanto camino que recorrer. Me he dado cuenta de que aún tengo esa invencible sensación de que algún día seré capaz de comerme el mundo, pero a la vez veo que voy creciendo sin más resultados que los de hacerme mayor. No quiero envejecer tan pronto, pero creo que yo mismo me he drogado con la idea de que voy un escalón por detrás. 
Son unas gafas negras que no puedo quitarme. Todo lo positivo se convierte en negativo y todas las oportunidades son fantasmas que quizás podrían hacerme daño si me acerco lo suficiente. 
Ayer no me dieron un abrazo. Lo necesitaba. Creo que llevo necesitando un abrazo desde que nací. 
Sé cuidarme las espaldas solo, pero está claro que las personas necesitamos la compañía de otros como las plantas necesitan al sol para existir. 

Tú que me lees, intenta respirar despacio, sin atragantarte. Cierra los ojos y piensa que hay alguien que te está rodeando con sus brazos. Piensa por una vez que no estás solo, si no que es tu cabeza quien te ha dejado en esa posición, pero que si quisieras, si fueses un poco más fuerte y valiente, dejarías de moverte por la ciudad como si estuviese rodeada de tinieblas. Te quitarías esas gafas de sol porque aunque esté lloviendo, tu alma desea mojarse y empaparse, implora por dejarse llevar y emocionarse con aquello que le rodea. En tu rostro asomaría un pequeño desliz, una dulce caricatura de aquello que recuerdas cuando todavía eras un niño y no deseabas morir. Te sorprenderías del mundo, de todo lo que puede llegar a ofrecer, de los trenes que vienen y van y en los que puedes saltar sin pensártelo, porque a veces vivir sin pensar te ofrece más alegría que una vida donde el miedo te impide ser y estar. 

Así que llora, inúndalo todo. No dejes ni una gota en todo tu cuerpo. Yo seré tu pañuelo hasta que decidas olvidarte el paraguas en casa. 

sábado, 14 de octubre de 2017

Vengo a decirte lo mismo

Se me secó la imaginación. Me fui de largo, dejé el corazón.  Tú ya sabes como funciono por dentro, por eso cuando me comporto raro siento que me falta un hombro donde apoyarme. 

Ahora ya eres un punto en el olvido. Todo el daño que tengo, todo aquello que hemos sufrido, debe de servir de algo. Me siento perdido todo el rato, no sé que peor castigo puede haber. 

Tengo que pedir perdón a cada paso que doy. Si te soy sincero no sé muy bien a qué o a quién. Algo me reconcome el alma. Quizás te estoy pidiendo perdón a ti. O busco tu aprobación. O no sé frenar. 
Te veo como un cúmulo de cabezas, todas distintas, personajes que han pululado por mi vida dejando pequeñas pinceladas. He dejado de imaginarte con un rostro en específico, ahora eres un muñeco de trapo que me escucha porque está obligado, porque no puede decirme que no.

Preferiría que me salvases de mi cabeza, dentro de mi dimensión. Un beso que amortiguase de las caídas. Algo, que me dijeses algo. Esos labios cosidos son demasiado impertinentes. Un gesto. Unos dedos acariciando para calmar. Algo. Una mirada cálida, sin trampas. Alguna cosa. 

Alguien me dijo que no preguntase lo que quería saber ya que las respuestas podrían no ser las que yo quisiera. De momento estoy improvisando alguna excusa que me haga sentir bien. Pero no durará suficiente. Debo conseguir desabrocharte todos los botones. Quizás así sentiría... algo. 

No pienses que voy a comerte. No me tientes. 

miércoles, 11 de octubre de 2017

Denegado

No hay elección. O hacemos ruido o moriremos tal y como nacimos.

Sigo paralizado en esta tormenta. Me siento totalmente desequilibrado. No veo el norte ni con la ayuda de una brújula. 

No puedo permitirme andar de puntillas. Las acciones deben tomarse y ya no queda más tiempo en la reserva. Los días se me acortan debido a la ansiedad de llegar al siguiente, al momento no deseado. No logro entender como el pánico puede dirigir tu vida desde las sombras. Me he convertido en un títere preso de sus peores miedos. 

He olvidado alimentar la parte de mi cerebro donde las cosas buenas pueden suceder. Lo veo todo tan agrietado que creo que la única forma de detener esto es haciéndolo visible. 
Si muero, que muera conmigo. La gente necesita conocer la verdad. 

lunes, 2 de octubre de 2017

Acú(éstate)stico

Me siento como aquel funambulista que caminó sobre las torres gemelas. Es todo tan frágil que un soplo de aire, una mínima corriente podría hacerme desequilibrar y caer. 

Mi cabeza echa humo. Sigo sin descifrar el significado de "ser diferente". No me sienta bien pensar, ni seguir despierto por más de 24 horas. Aún me da miedo abrir la puerta del búnker. Se me hace imposible la idea de poner un pie ahí fuera sin acojonarme primero. 

Veo las cosas como pequeños pedazos de algo más grande. No sé si esto se parecerá a estar bajo los efectos del alcohol, pues nunca me he emborrachado, pero si así fuese creo que tampoco me sentaría bien. 

Hay como un pequeño ser dentro de mí que está tan decidido a ordenarme que es lo que debería estar haciendo que me siento mal por no hacerlo y vuelvo a mi posición fetal. 

Ya sé que no soy como ellos. No pretendo ser alguien que no soy, pero es que siento que no actúo como querría hacerlo. Es como un encierro voluntario de ese ser diminuto que no para de discutir conmigo. 

Si al menos pudiese volarlo todo en pedazos. Si no hubiesen consecuencias... 

Estoy tan pegado a una vida que no quiero vivir que a veces pienso que me estoy yendo paulatinamente. Ya no me importa si alguien más se da cuento o no. Esto ya es una guerra que no sé frenar. No quiero seguir así. No quiero dejar de dormir porque me asusta cerrar los ojos y ver todo lo que me estoy perdiendo, todo aquello que es más real en sueños. 

Quiero amanecer sin arrepentirme. Quiero emocionarme. Quiero dejar de vivir en acústico.