Aullidos del fin del mundo

lunes, 31 de octubre de 2022

Fuerza vital

Contra más realidades descubro, más quiero romper con la mía. Vuelvo a sentirme como un cubo de Rubik que lleva meses sin recuperar sus verdaderos colores. Supongo que aún tengo mucho que superar.

No necesito brujas ni fantasmas para asustarme cuando los verdaderos terrores están aquí con nosotros, en la superficie. Hoy vuelvo a desdoblarme y a rebullirme entre escalofríos al pensar que el tiempo asusta y engulle por igual. Me pregunto dónde estarás y si te acordarás de mí. Si alguna noche como la de hoy me echarás de menos o solo me recordarás como si fuese un espíritu más. Este silencio ha durado ya demasiado y no sé si voy a poder mantenerme cuerdo por mucho tiempo. Sé que esta pequeña esperanza no es más que una ilusión que me repito a mí mismo para poder continuar, pero no puedo permitirme perderla. Bastante oscuridad se manifiesta a mi alrededor como para volcarle un cubo de pintura negro. Es como si todos mis recuerdos cupiesen en un hatillo, uno desgastado y pequeño. Tan frágil que tan solo una ráfaga de viento podría echarlo todo a perder. Pero me niego. Rechazo la idea de quemarlo todo, de rendirme; aunque hayas sido tú quién disparó, quién me clavó ese cuchillo en los pulmones. Como un moribundo que se aferra a la vida me mantengo despierto, esperando que quizás un cuervo me venga a visitar a medianoche, abriendo un portal entre dos mundos que una vez fueron uno solo. Sin colisiones ni manchas de sangre. Sin reproches ni cargas a las que culpar. Esperando fundirme en un abrazo que cuente un final de verdad, aunque asuste y no sea uno feliz, pero que al menos me deje descansar.

Ojalá hubiésemos llegado hasta aquí juntos. Ojalá hubieses apostado por mí, por nuestros demonios y por las armas que tenemos para derrotarlos. Ojalá pudieses haber sentido ese lazo invisible que nos unía. Ojalá esta noche no tuviese que librar mi batalla contra los zombies con una pala y un puñado de calabazas. 

A veces pienso que seré afortunado si no deja de dolerme, porque eso me ayudará a sentirme vivo. Pero es solo un pensamiento intrusivo, ya que al decirlo en voz alta, solo escucho que lo que necesito realmente es enfrentarme a tu olvido. Aunque no quiera, aunque yo no lo haya decidido, aunque me lo impongas y sea esa la última voluntad que me ordenes desde el más allá. Y quizás, por eso, porque es algo que no procede de mi interior, sino del tuyo, me rebelo. Me alzo contra esa afirmación y procedo a seguir luchando.