Aullidos del fin del mundo

viernes, 28 de septiembre de 2012

Me tienes viviendo en una constante esperanza

Una esperanza que no acaba de cuajar. Parece que la euforia no es más que un síntoma pasajero cuando se trata de mí. Parece que otra vez me quedo en suspensión. Todo aquello que te pierdes por vivir de noche. Todo aquello que imaginas podría llegar incluso a cumplirse, pero no me entiendes, ni si quiera haces el esfuerzo. Y yo soy sobrehumano.

Me da pánico depender de esa esperanza. Más ahora. Justo ahora cuando la esperanza es lo único que me mantiene vivo. Cuando la esperanza se impone ante la realidad. Cuando la esperanza se busca a sí misma y se burla de mí.

El incondicional enferma.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La lealtad de la grulla de papel

No es fácil recomponer los pedazos de estos días. No puedo parar de imaginarme como sería todo esto si estuvieses aquí, si no dependiésemos de todos esos kilómetros. Cómo sería mi vida sin en vez de echar de menos pudiese echar de más, sumiéndome cada noche bajo las sábanas, besándote la espalda.

No puedo parar de estar triste. Tengo un nudo en la garganta que no me deja avanzar. Es como si de alguna extraña manera el tiempo hubiese frenado justo cuando te fuiste. Ahora todo es una larga pausa. Me siento atrapado en el reloj. En un tiempo que no es mío, que te pertenece, pero que no puedo pasarlo contigo.

Siento como si hubiese recibido una fuerte sacudida justo al entrar en el tren. Como si todo se desplomase, por fin, y me mostrase la verdadera realidad, quién soy, qué quiero y qué es lo que debo hacer. Lo peor de todo es que creo que me he perdido, me he extraviado aún más de lo que estaba. Siento que nada de esto está bien, que debería intentar salir de ésta. Que de nuevo, como una gran ironía, el mundo me gritase que no pertenezco aquí. Que mi lugar es un lugar muy distinto.

No puedo evitar abrazarme y pensar que te estoy rodeando. No puedo evitar llorar cada vez que la ilusión se evapora. Me doy cuenta de que quizás estoy sintiendo más de lo que debería, de que quizás no debería. De que no es justo que la única manera que tengo de escapar sea una persona. De que es aún más injusto pensar en ti como una escapatoria siendo quien me ha resucitado.

Odio sentir que no lo doy todo, que no puedo sacar más de mí, que por dentro soy un hervidero y por fuera no soy más que una gran fortaleza. Odio no saber lo que estás pensando. Odio no saber lo que estoy pensando yo. Odio no saber ser comportarme como una persona normal. Odio no poder saltar, reír, confundirme en la locura. Odio llevar al extremo las emociones, odio sentir demasiado tarde, odio querer vomitar tantas palabras pero no decirlas a tiempo. Odio querer tenerte cerca, odio querer tener cerca a alguien. Odio con todas mis fuerzas verte en todas partes, en partes en las que jamás habías estado y ahora impregnas cada rincón. Adoro que un pedazo de tu esencia haya quedado grabado en mi mundo. Odio tocar y no sentir tu piel. Odio no haberte acariciado más. Odio sentirme tan destrozado cuando debería estar alegre, cuando debería no parar de sonreír, cuando debería ser el chico más feliz de la faz de la Tierra. Pero esto es diferente, yo lo sentí una vez, yo lo di todo una vez, yo me pasé las horas recordándola, cerrando los ojos y perdiéndome en su imagen, en sus ojos, en nuestros pozos. Ahora no puedo, me es imposible. Ahora no soy más que nostalgia. No soy más que una brecha, no puedo concebir la idea de que alguna vez te volveré a ver. Duele. Me corroe, me rompe. Me ha roto esta mañana y me romperá mañana. Debo evitar convertir a alguien en una necesidad. Nadie lo merece, pero no puedo evitarlo, no puedo. No hago otra cosa que intentar atrapar tu olor que aún queda en mi habitación. No puedo evitar querer ser como la grulla de papel. No puedo evitar que mis latidos salten sin tu presencia. Porque te siento y yo jamás debería sentir esto. Porque siento demasiado, y siento muy deprisa. Tengo miedo de que esto termine tal y como ha empezado. Tengo miedo de que las impresiones no sean suficientes. Tengo miedo de no ser yo mismo. Tengo miedo de abastecerme de recuerdos de personas toda mi vida, de primeros recuerdos. De principios, de millones de principios sin finales. Quiero mi reencuentro. Exijo mi reencuentro. Lo necesito como quien necesita beber. Necesito beber de ti hasta que te agotes, hasta que nos agotemos, hasta que el mundo vuelva a moverse y me devuelva mi flujo. O tu me devuelvas a la vida.

No quiero pensarlo, pero no puedo impedir pronosticar que tú no eres una fortaleza, que no eres como yo. Que una noche no hace magia. Que una noche no resucita a los muertos. Porque está claro que tú nunca has estado muerto, porque tú eres vida. Tú eres parte de ella y quizás una resurrección sea tu don. Quizás no tengas el miedo que se apodera de todo mi cuerpo. Quizás no lo entiendas, quizás solo sea aquel horrible Frankestein. Quizás... estoy muerto de miedo. 

Besarte, besarte, besarte y besarte. Quiero callarte y besarte, quiero arrinconarte y besarte, quiero silenciar al ruido y hacer ruido contigo, quiero adormecerte y cuidar de ti. Quiero, necesito, lo reivindico. Quiero una oportunidad para volver a hacernos grande. Quiero no preguntarle a mi ciudad. Quiero preguntarte a ti si volverías a besarme. Quiero que me beses. Quiero desaparecer y crecer. Quiero soportarlo. NO QUIERO IMAGINARTE. Quiero escucharte. Quiero verte. Quiero volver y volveré. Volveré a ese lugar de mi mente. Me confesaré solo y me preguntaré porqué. Porqué tú, porqué estoy en mi posición y porqué la guerra estalla esta vez. Quiero que me mires como me miraste, quiero ser feliz. Quiero no hacer de mi vida un drama, no me soporto haciendo un drama. No quiero cansarme de vivir, quiero esforzarme, quiero ser valiente, quiero valer, quiero reírme del mundo, quiero no necesitar absolutamente nada más que una gran carcajada. Quiero que el silencio no sea incómodo. Me gustaría que mi vida no se resumiese en un gran paréntesis de silencio. No quiero ser las cenizas de un recuerdo. No quiero ser recuerdo sí o sí. No quiero volver al pasado, pero deseo hacerlo con él, contigo. 

Esto es demasiado complicado para mí y quizás demasiado sencillo para ti. Puede que vea más allá, puede que vea tan lejos que me pase el tiempo intentando fingir. Quiero que sepas que esto es real. Quiero arriesgarme a conocerte. Quiero que el miedo caiga, que ceda, quiero que las murallas dejen de ser altas, quiero dejar de abandonarme en lugares de paso. No quiero ser un espectro. No quiero no ser. Quiero que me calles, quiero que silbes conmigo, quiero que me beses, y quiero que me beses ahora y dejes de correr. O que dejes de frenar. Quiero un lugar, quiero protegerte, protegerme, quiero que nos saltemos los límites, quiero sentirme arropado. Quiero que rías, que rías tan alto que en un concierto la gente aplauda a tu risa. Quiero superarlo, quiero ser capaz. Quiero, quiero, quiero, quiero, quiero. Por favor, bésame.

Por favor, detened al tiempo, detened a mis voces, detened, acuchillad y enterrad a mi tristeza. No quiero ser un chico triste. No quiero serlo. No quiero serlo nunca más. Quiero acumular mis viajes para detener a las distancias. Quiero paz. Necesito paz. Le necesito a él, o quizás me necesite a mí. Quizás necesite recuperarme, reencontrarme, quizás necesite volar. Quizás necesite tanto que jamás conseguiré no ser aquel niño triste. Hay que disfrutar el momento, no echar de menos después.

Mi propio imán. El más. Su magnetismo. Su gravedad. Su sonrisa desarmante. SU SONRISA. Deberíais ver su sonrisa, deberíais querer ver esa sonrisa cada día, deberíais levantaros y proclamar una guerra, deberíais luchar, deberíais morir por ella. Deberíais matar monstruos por ella.

Jamás he sido sencillo. Jamás, aunque sea un precipicio de sentimientos, he saltado por tantos. Me he visto en el saliente muchas veces. Me he visto obligado a descender toda la cima, a construir mi propia cima, pero  pocos han pertenecido a ella. La última vez me vi superado, me vi arrojado. Desde entonces no he creído en mí, no he sido quien solía ser. Finjo, finjo y finjo porque nadie puede curarme. Porque mis pies quedan enterrados en el suelo y no avanzan. Soy más pequeño de lo que aparento. Soy tan minúsculo que nadie me ve. Soy tan insignificante, que cuando alguien me sonríe, cuando él me sonríe, me rompo. Y romperme no es malo, romperme es una señal de estar vivo. Es tan difícil de entender que incluso a veces me pierdo en mis propias emociones. Me pierdo y nado a la deriva. Me pierdo y no me encuentro porque no tengo donde aferrarme. El agua es todo lo que tengo y quiero besarle. Soy agua y quiero besarle. 

Olvídate de la distancia cuando me tengas cerca. No me impedirán volver a besarte. Lo prometo. 


jueves, 20 de septiembre de 2012

Realizándome

Mis sueños me roban a mí, o yo les pertenezco. Poco importa, al final volvemos a los parámetros y a las guerras. Volvemos a bajar las escaleras para llegar a un piso más alto. Ese ese el precio.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La razón de las guerras

Es absurdo incluso de noche, bajo toda esta oscuridad que cubre a las medias verdades y les da esperanza a los sueños más profundos. Es absurdo incluso en la fantasía. Eres absurdo.

Es absurda la cantidad de diálogos que puedo llegar a reescribir en mi mente. La mayoría de ellos gastados, difusos, con la tinta corrida y con exclamación al final. Ríos de palabras que jamás salvaron al papel. Voces que se estrellaron en hojas ennegrecidas. Inmigrantes.

Siempre he sido precipitado emocionalmente. Siempre he sido exagerado. Siempre he acabado por ser absurdo.

Me pierdo en mis miedos, en los momentos en los que no los tuve y en los monstruos. Esos grandes y aterradores monstruos que pasean con naturalidad por mi hogar. Sonriendo, con la boca sangrando y el pecho hundido. Flamantes oleadas de monstruos. No les tengo miedo. Son mis monstruos, mis putas pesadillas. 

¿Quién soy yo, otro monstruo que generaste? Me lo pregunto constantemente, si es ese el motivo por el cual nos les temo, porque yo soy uno de ellos. No soy muy grande, pero me considero un poco más que tú. Me atrevería a decir que yo sí mataría miedos por ti, por él, por ella e incluso, a veces, por mí. Me atrevería a decirlo, sí, pero estoy cansado de matar y enterrar. De golpear con la pala todas aquellas miradas que me enjaulaban. De ver como muere la gente a la que quiero. Estoy cansado de soportar los gritos de guerra. Ya no quiero matar más.

Necesito que alguien comience a matar por mí.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Destemplado

Hay algunas noches en las que gano. Hay algunas noches que puedo matar al monstruo, ser el monstruo. Algunas solo me limito a gritar y dejar que el miedo se desprenda en mi último aliento antes de poder volver a coger el aire necesario para derrumbarme en mi habitación. Hay algunas noches en las que intento recomponerlo todo, en las que imagino universos infinitos. Puede que incluso algunas noches me quede despierto y no duerma. Puede que esas noches sean las más solitarias. Puede que necesite de un fantasma, o que dependa ya de muchos. Puede que encajar no sea la definición exacta. Puede que el precipicio entre las personas y yo no sea más que otra de las noches que paso intentando creer.

Hay algunas noches que tengo frío, pero todos los días me siento destemplado. 

jueves, 6 de septiembre de 2012

No te quiero tanto como para no ver que hay gente a mi lado

No soporto tener que imaginarte. Me he cansado de verte, de amar, de bautizar a las ganas cada tarde. Es el drama de las palabras, de aquellos valientes que no dispararán. Aquella manía de ilusionarnos con besos carismáticos. ¿Por qué?

Porque nos matamos los unos a los otros con las huidas en tren, con la mente, desnudando nuestras almas cada noche después de que hayas bebido todas las copas que yo dejé en la mesa. Porque solo te acuerdas de echarme de menos cuando nadie pronuncia tu nombre, cuando desarropas a la cama.

El qué, el cómo y el porqué. Nos dotamos de emociones que barrimos en una vida pasada. Me atropello con la excusa de que no encuentro mi lugar y amanecemos muertos. Tan sedientos, con tanto apetito que somos insaciables. Chuparíamos la sangre si eso fuese suficiente para infundirnos vida. Necesitamos recorrernos.

Nos escandalizamos al querer. Está claro que no sabemos querer, ni sabemos que es lo que queremos. Somos casualidad. Que miedo das. Que rápido va el mundo, y que lentos nos han programado. 

No soporto tener que imaginarte. Me he cansado de verte, de amar, de bautizar a las ganas cada tarde. Pero vuelvo. Vuelvo a por ti, vuelvo a por mí. Yo soy de los que disparan, de los que se encuentran al escapar.

Solo nos llegan los gritos.