Aullidos del fin del mundo

lunes, 17 de septiembre de 2012

La razón de las guerras

Es absurdo incluso de noche, bajo toda esta oscuridad que cubre a las medias verdades y les da esperanza a los sueños más profundos. Es absurdo incluso en la fantasía. Eres absurdo.

Es absurda la cantidad de diálogos que puedo llegar a reescribir en mi mente. La mayoría de ellos gastados, difusos, con la tinta corrida y con exclamación al final. Ríos de palabras que jamás salvaron al papel. Voces que se estrellaron en hojas ennegrecidas. Inmigrantes.

Siempre he sido precipitado emocionalmente. Siempre he sido exagerado. Siempre he acabado por ser absurdo.

Me pierdo en mis miedos, en los momentos en los que no los tuve y en los monstruos. Esos grandes y aterradores monstruos que pasean con naturalidad por mi hogar. Sonriendo, con la boca sangrando y el pecho hundido. Flamantes oleadas de monstruos. No les tengo miedo. Son mis monstruos, mis putas pesadillas. 

¿Quién soy yo, otro monstruo que generaste? Me lo pregunto constantemente, si es ese el motivo por el cual nos les temo, porque yo soy uno de ellos. No soy muy grande, pero me considero un poco más que tú. Me atrevería a decir que yo sí mataría miedos por ti, por él, por ella e incluso, a veces, por mí. Me atrevería a decirlo, sí, pero estoy cansado de matar y enterrar. De golpear con la pala todas aquellas miradas que me enjaulaban. De ver como muere la gente a la que quiero. Estoy cansado de soportar los gritos de guerra. Ya no quiero matar más.

Necesito que alguien comience a matar por mí.

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