Aullidos del fin del mundo

martes, 28 de junio de 2022

Aquello que está perdido quizás reside en mí

Desde el pasado, te quiero contar que no estás dando palos de ciego, que estás yendo por el buen camino y que pase lo que pase, aunque no sea lo esperado, aunque llegue a ti la idea del fracaso, no debes arrepentirte de toda la lucha que estás aguantando. Quiero creer que sí, que algo se está abriendo por fin. Te mando toda la fuerza. Me mando toda la fuerza a mí mismo. 

A veces me autoproclamo el hombre que huye de la realidad, pero sigo aquí. Sigo, de alguna manera, aquí, con todo lo que eso conlleva. Aunque sienta que estoy por desfallecer, aunque mis pedazos estén perdidos y sienta que no tengo lugar donde volver... sigo aquí. Aunque el miedo no me abandone, yo tampoco le dejaré solo.

No sé si estoy delante de mi última gran oportunidad. Quiero negar la evidencia del horror, pero esta vez no quiero difuminarlo entre bellas burbujas que no me dejan ver aquello que está sucediendo de verdad.

Siento el caos envolviéndome. Siento la presión, esa de la que a veces concluyo que le da significado a mi vida. Mi capacidad de control es casi nula y a estas horas nocturnas, el miedo no me deja casi ni respirar.  Es constante. Es agotador. Mi lamento me deja exhausto.

¿Y si estoy delante de la batalla más difícil y dolorosa que voy a librar? Si esta es la batalla de mi vida no voy a consentir perderla. No voy a negarme la esperanza y mucho menos voy a rendirme ante la oscuridad.

Me he encontrado tan adormecido todo este tiempo que ni me he dado cuenta de que el verano ya había llegado. Mi alrededor cambiaba mientras yo solo podía pensar en mi obsesión. Todo se ha precipitado. Todo pasa demasiado rápido. Todo parece de mentira. Todo me habla y me da lecciones como si estuviese en un consejo de sabios. Todos parecen tener razón. Todos menos yo. 

Quiero alzar el vuelo. Quiero largarme de ahí. Quiero sentir que los viernes son viernes, que el descanso es merecido y quiero poder dejar de mirar atrás y pensar que no hay nada que haya valido la pena.

No sé en qué momento me convertí en este amalgama de emociones. Aquí están pasando demasiadas cosas. La mayoría de ellas tristes, grises y dolorosas, pero también hay algunas nuevas. Algunas excitantes y que jamás había repercutido en ellas. Si pudiese quedarme con ellas por un momento y sentir como mi niño interior sonríe, guardaría ese recuerdo hasta la eternidad. 

Hoy has dado un paso de gigante. Hoy has cruzado el puente. Te has subido al tren y has cruzado el umbral. Has convocado mareas y has logrado arremeter a los monstruos. Mi lucha es tan fuerte como lo soy yo. Y yo, aquí, quiero agradecértelo. Quiero que estés en paz, al menos, por esta noche. 

Esta sensación esclarecedora es confusa. Me siento como en el bolero de Ravel, de menos a más, en una escala de incomprensión, pero decidido. Es extraño el no saber qué estoy sintiendo. Es raro el no saber que tenía tantas emociones ahí metidas. Que cada canción, que cada paso y que cada pensamiento pueden desembocar en un torrente de puertas. Puertas a las que hoy me he asomado. Puertas que quiero abrir. Puertas que PUEDO abrir.