Aullidos del fin del mundo

jueves, 31 de diciembre de 2020

Ansias de volar

Nunca había presenciado que tanta gente quisiese despedir a un año con tanta intensidad como este. Decir adiós siempre es difícil, pero todo es mucho más sencillo si de lo que se quiere desprender solo ha causa estragos. 

Mis obligaciones me instan a saltar desde un puente arrojadizo. Quizás cuando el tiempo mengue de verdad y me quede en esa secuencia intermedia recordando aquello que fue, asumiré que ha valido la pena y que mataría por volver a este preciso momento. Pero hasta que eso suceda, creo que ajustaré la cuerda que me rodea el cuello y diré que hasta que no escuche mi propio grito no seré más que un cascarón vacío con ansías de volar. 

Si después de tanto no he aprendido que el aislamiento no es bueno para mí creo que me costará aprender a confiar en otras manos que, por puro desconocimiento, siguen suspendidas esperando a que me aferre a ellas como un recién nacido al pecho de su madre. 

Está en mi naturaleza ser delicado, pero no frágil. Está en lo más profundo de mí el temblor que desprende el miedo de ver como a mi alrededor todos se vuelven más ancianos, como todos peligran, como todos pueden desaparecer en cualquier momento. No soporto la idea de imaginar el momento en el que ya no quede nadie, en el que sea demasiado tarde, en el que no pueda esconder mi cabeza bajo ningún hombro. Aún es demasiado pronto como para soportar tanta incertidumbre, pero la realidad es tan cruda que necesito apoderarme de este sentimiento para poder valorar aquello que alguna vez echaré en falta. 

Por el momento he echo cosas que no me han dado la felicidad. Tengo el buzón lleno, pero nadie pregunta por mí. Y cuando preguntan yo ya me he ido, yo ya me he adentrado en los recovecos que disputan por abrirse paso en las últimas horas del despertar. Qué suerte tenemos en evitar la muerte y que desgracia nos ocupa cuando aceptamos el amor que creemos merecer. 

He aprendido que cuando alguien es feliz, está viviendo y experimentando esa felicidad, no escribiendo en sus sombras ni cantando una canción. Es así de fácil, la felicidad se vive, no se escribe. Es por eso que cuando recurro a este lugar son los pensamientos más negativos los que afloran, son mis monstruos más terroríficos los que asoman la cabeza. Aquí puedo liberarme y puedo inspirarme. Puedo sacar algo bueno de algo muy malo. Cuando escribo... puedo volar. Llevo tiempo contemplando mis alas. Suelen fallar más veces de las que me gustaría y a veces pienso que una de esas extremosidades se ha extraviado en algún lugar desconocido para mí. 

¿Dónde dibujamos la línea que separa la realidad de la fantasía? ¿Qué somos sino sueños, recuerdos y deseos? Me muevo por instinto, como los animales. Debo buscar el momento preciso, debo sentir que soy capaz de controlar la huida de mis moléculas que solo piensan en saltar y correr y en no verme más. Si mi chispa es la esperanza...  ¿a qué estoy esperando?

Imagínate que nos despojamos de nuestras mochilas y conseguimos ser libres. Imagínate que ser diferente significa pasar mucho tiempo solo. ¿Dónde escondo toda esa luz? Todo lo que hay en mi cabeza se queda y no me deja pensar. Si supieses que lo que me pasa es que ya no me apetece imaginar, que mis luces se retrasan y que mi bandera se ha teñido del color de la bondad, ¿cómo actuarías, cómo me salvarías, cuántas veces me abofetearías hasta que consiguiese despertar?

La vida no es para siempre y no quiero desperdiciar ni un solo segundo. Una vez que la mente ha caído en la oscuridad, puede convertirse en un hábito y hay que frenarlo. Hay que detenerlo. Hay que romper la maldita burbuja. 

¿Y si la vida es un viaje heroico hacia la nada y no hay nada más? Quizás me rente más soñar con ser nada y con no ser nadie. Quizás para dejar de sufrir, hay que dejar de creer. Puede que la única manera sea la de dejarse llevar, olvidar nuestra ambición y nuestras pasiones más intrínsecas. Puede que haya encontrado la razón de seguir en el vacío más absoluto, porque si incluso el miedo me hace sentir cosquillas, si incluso lo más retorcido se manifiesta y me hace sentir... algo, algo que descongela mi alma, que la alimenta para que el motor no se detenga, quizás sea suficiente. Probablemente eso signifique que deseo seguir viviendo a toda costa. Quizás ese sea el grito más desgarrador que pueda emitir. Si ese es mi impulso, ¿por qué mis personajes están más vivos que yo? ¿Será porque son una prolongación de mí o porque soy capaz de crear vida? Porque aunque yo no sea incapaz de quererme, puedo lograr que otros sientan que deben continuar. Si soy apto para hacer surgir vida de mi interior, si soy capaz de asustarme y de amar a partes iguales, no significa eso que ya estoy viviendo, ¿aunque no sea consciente de ello?

Este confinamiento voluntario lleva más tiempo arrastrándome a mí que al propio mundo. Mi mayor deseo es ponerle fin. Deseo no poner más puntos ni comas. Deseo dejarme llevar por el viento y conocerme. Conocerlos a ellos, a los otros, a los que también viven en el mismo planeta y los que viajan por la imaginación. Deseo conocerte cuanto antes para poder experimentar todo esto contigo. Deseo reír a carcajadas. Deseo convertirme en un hombre que cuando le miren a los ojos vean que esa llama infantil no ha necesitado desaparecer. Deseo ver la vida desde esa altura, desde la óptica de la novedad. Redescubrirlo todo otra vez. Abrazar aquello que ocurre en este instante sin preocuparme por aquello que fue o aquello que vendrá. Nada. Deseo ser nada. Soñaré con ser nada para ser el hombre más feliz. 

Este año que todos quieren olvidar me ha regalado más ganas de vivir. Me ha infundido una ilusión que creía desvanecida. He descubierto que todos estamos solos, y esa es la única verdad. Pero no tiene porqué ser así. No tienes que sucumbir si no quieres. Puedes celebrar que estás vivo cualquier otro día como hoy. Y como hoy, os echo mucho de menos. Os siento cerca, aunque yo me haya distanciado. Siempre estáis presentes. Siempre os hablo. Siempre os recuerdo. Siempre quiero volver, pero no me dejo. 

Si esta es la despedida de un tiempo que queremos negar, me mantendré cerca del umbral de la puerta, para que cuando todo esto haya terminado, para que cuando abrace a la oscuridad, para que cuando el agua del mar me llegue al cuello y mis piernas tiemblen de miedo, recuerde que mis ansias de volar son más grandes. Que mi camino no ha hecho más que empezar. 


jueves, 10 de diciembre de 2020

El ascenso del fénix

 Llevo mucho solo, la verdad. Llevo mucho aquí sentado saltando entre mundos. Me he convertido en una especie de guardián de puertas. La de la oscuridad es mi especialidad. Supongo que es lo normal cuando llevas toda la vida enfrentándote a ella. Es como mi segunda casa. Me acompaña allá donde vaya, incluso allí donde la luz eclipsa a las tinieblas. Me he agobiado de aferrarme a esa luz que me ciega. No estoy cómodo en una esperanza constante que nunca llega. Dirán lo que quieran, pero en la sombra se está mucho mejor. Al menos desde aquí puedo ver el mar. Me llega el sonido de sus olas; sus gritos ahogados cada vez que salen a acariciar la superficie. Aquí puedo protegerme del resto. Aquí mi mayor temor no tiene nada que ver con las personas. 

Aún sigo con esa pregunta persistente de por qué vivo. No tengo una respuesta satisfactoria, y eso me agobia. "Vive al máximo para ser feliz", "céntrate en las pequeñas cosas", "valora lo que tienes", "sueña hasta alcanzar la cima". Bobadas. Más bien basura. Un boicot que arremete desde que eres pequeño. Es todo una gran B. Creo que esa sería mi mayor resolución. ¿Si ni siquiera recuerdo como sonreír cómo voy a escalar esa lista interminable de citas utópicas? Si tan solo pudiese dedicar mi energía a aquello que hace latir a mi corazón...

 ¡Cómo echaba de menos una buena tormenta! Al menos eso sí que me hace silbar por dentro. Recuerdo que antes solía quedarme debajo de la lluvia a empaparme, pero ahora prefiero seguir la trayectoria de las gotas desde mi ventana. Quizás he perdido la pasión o simplemente me he hecho mayor. Ugh. Otra vez esa carga. Otra vez esa palabra. Debería dejar asociarlo todo a un tiempo y a una edad, porque realmente es lo que pienso. Realmente me muero de ganas de beber toda la lluvia que cae del cielo mientras me rio como un psicópata a quien no le importa lo que piensen los demás. A quien no le importa lo que piense él mismo. 

Me siento cómodo en la luz de los relámpagos. Quizás se deba a que puedo empatizar con sus ganas de romper el mundo en dos. Es como si partieran el cielo y arremolinasen toda su ira en un espectáculo feriante. Ellos también han convertido su conexión en desconexión. Están enfadados y simplemente se dejan llevar por sus instintos más primarios. Ojalá me pareciese más a ellos. Ojalá no me importase ni lo más mínimo todo tu egoísmo. Entiendo que la gente viene y va pero sería genial que tuviesen la decencia de al menos despedirse. Por tu culpa me he convertido en lo mismo que detesto, porque no vale la pena apostar ya por nadie, pues todos van a escogerse antes a ellos primero. 

Aún me queda algo de rabia, así que la expulsaré a través de lo que mejor se me da. Te has ganado los méritos para salir de mí, para retratarte en mis más tóxicas palabras. Te ensuciaré como tú has hecho con mis ganas. Te dispondré en la estantería de juguetes rotos. Te lanzaré desde un precipicio en mi cabeza hasta lo más recóndito de mi dolor. Ahí te quedarás, encerrado, a medias, en una prisión sin barrotes que tú mismo me has enseñado a construir. Ya no nos veremos. No recordaremos nuestras caras, porque nunca hemos sido más que otro nombre más para una colección que se ha quedado ya anticuada. No sabrás lo que es real o ficción. Vivirás, como yo, en una cápsula de un tiempo que nunca será. Jamás será. Te unirás a la lista de los muertos, a esa gente intachable en vida, pero que después de ella tan solo quedan unas buenas palabras, repetidas incesantemente en los velatorios, cuando nadie tiene nada mejor que decir. Seguirás existiendo, pero ya fuera de mi alcance, a una vista borrosa que sigue haciendo daño, como si mirase fijamente al sol, aun sabiendo que es algo que no debería hacer. 

Me cuesta entender la maldad en las personas. Me cuesta comprender el porqué la gente se arranca de las vidas de los demás como si fuesen malas hierbas. No piensan en las consecuencias, en las secuelas, en nadie más que en su bobo (su gran B) y estúpido ombligo. Hubo un tiempo donde pensé que se me pagaba con mi propia medicina, donde pensé que mi tristeza había causado erosiones incluso fuera de mi burbuja y que de alguna forma, en mis mejores momentos, debía asumir mi parte de culpa y tolerar  las embestidas a mi pecho. Con la cabeza gacha y la sangré fría lo acepté sin rechistar, pero hace tanto de eso que no creo que me lo merezca más. No creo que sea justo. Al menos, ya me he hartado de tolerarlo. Me quedan muy pocas balas en la recámara y debo asegurarme de gastarlas bien.

Si me silencian, me transformaré en un grito de guerra. No dudaré en pedirte que te vayas. No dudaré en terminar aquello que no empezó. Estoy terriblemente asustado por lo que vendrá, y sé que esta frase no es la primera vez que la escribo. Si me paro un momento a pensarlo, tan solo repito datos como un ordenador. Tan solo soy una máquina defectuosa hecha de carne. Lo importante apenas puedo saborearlo. Apenas puedo rozarlo con la punta de los dedos... de los labios... 

Tu presencia a veces es demasiado colosal. Me transportas a un palacio de cristal donde lo más frágil que hay allí soy yo. Siempre soy yo. Nunca te conformas con mi debilidad. Nunca es suficiente. Estoy sin amor. No quiero ni ver mi reflejo en las paredes. A veces ya no sé si me quiero despertar.

Odio reconocerlo, pero aunque deteste hacer lo que hacen los demás... si se me paga con fuego no voy a dudar ni un segundo en arrasarlo todo hasta que solo permanezcan las cenizas. Soy un desastre emocional, no puedo evitarlo. No puedo evitar querer ser yo ni cuando intentan sofocarme. 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Mientras tanto... ¿Quién soy?

Ojalá al final lo que escriba ahora te parta en dos. 

Deja de tratarme como si no fuese más que un niño herido. Deja de intentar comparar tu tristeza con la mía. Deja de hacer ver que esto no importa, que tu comprensión te sobrepasa. Qué fácil es solucionar las cosas desde tu cabeza. Qué fácil es creer que todo es fácil. Qué fácil es cuando tienes las oportunidades que no se nos han dado a los demás. Qué fácil es darte cuenta de los errores que cometo y obviar los tuyos. Qué sencillo tiene que ser la vida cuando tu mayor problema reside en apuntar con un dedo aquello que no te gusta y hacerlo desaparecer. 

Tanto hablar del fin, y estoy cansado de no verte pero de escucharte en todas partes. El daño es tan rotundo que no puedo alejarlo de mi cosmos. Me siento incapaz de encontrar una afinidad, de depender un poco más de los demás. Yo soy tu gran incomodidad. Hace tiempo que me di cuenta de esa certeza. Supongo que hay canciones que no están hechas para que les guste a todo el mundo. Si no apareces en la vida de alguien te olvidan en muy poco tiempo. No somos más que meros espectadores o números que se destiñen con el tiempo. Ya nadie suma. Ya nadie importa. 

Esta mezcolanza se proyecta en todos los planetas. Es imposible recibir señal. Es casi como si todos se hubiesen evaporado. Como si fuese dueño del universo o tan solo un peón que se encuentra en la sombra de un tablero ya devorado por los años. 

No me apetece reflejarme en ti. No quiero impregnarme de tus sombras. Creo que por eso te odio más, porque hay una parte que sigue viva. Hay ciertas cosas en las que no puedo evitar parecerme. Hay una parte que me hace imposible el poder olvidar los años que jamás serán. Huir de las situaciones resulta tan sencillo que no entiendo porque esta vez no puedo huir de ti. Por más gigante que sea esta galaxia siempre encuentras un hueco en mí. Un agujero de gusano. Una materia oscura que me emponzoña las entrañas. Que me devora. Que me hace preguntarme constantemente quién soy yo sin ti. Quién soy yo contigo. Quién soy yo, solo yo. 

 


miércoles, 18 de noviembre de 2020

A plena oscuridad

 No entiendo como nadie puede comprender esta vulnerabilidad. Es como si solo viesen un espejo que refleje drama cuando el sentimiento es mucho más profundo que eso. Es como una bala que se ha quedado atascada en el pecho. Si intento sacarla me desangraré, mientras que si la dejo ahí mi cuerpo nunca podrá volver a respirar. 

Es huir o luchar en mi propia oscuridad. Supongo que eso es lo que viene después de toda esta ráfaga de confusión. No me queda otra que comportarme, asumir el riesgo y no amedrentarme. 

Las proezas nocturnas son derrotas de día. Son como dos caras de la misma moneda. Nunca sabes si tu valentía es realidad o ficción, nunca sabes si cuando salga el sol vas a poder enfrentarte con tanta entereza a tus demonios como cuando te hacías la promesa unas horas antes. Es como si las sombras lo engullesen todo. Como si el mundo me diese una bofetada por creer que puedo combatir mi debilidad. 

¿Por qué la gente no para de decir que no tienen tiempo? ¿No lo tienen realmente? Porque yo veo como lo desgastan, como lo usan para su propio beneficio, para algo que realmente no les aporta todo aquello que querían. Lo malgastan, creen que no lo tienen mientras la arena se les escapa entre los dedos. Pasar tiempo con alguien es el regalo más valioso que podemos hacer, lo entiendo. No es algo que podamos dar así sin más, pero el mismo tiempo se puede buscar. Siempre hay un hueco si realmente lo deseamos. Siempre hay una excusa para no abaratarlo. No se puede ser un esclavo del reloj, pero nos pasamos los días contando las horas que faltan para que termine toda esta monstruosidad. 

No sé cómo me lo hago, pero todos mis héroes están igual de tristes que yo. Ahora entiendo el porqué no hay una figura a quien idolatrar. Detrás de todas esas imágenes nuestra apatía se sufre igual. La verdad se esconde en las habitaciones cerradas. 

¿Sabes lo peor? Que la gente como tú nunca se va, pero se va. Eso te trastoca. Sientes que te esfuerzas, que intentas reconectar, pero toda esa bondad que transmites acaba en saco roto. Al final ese tiempo que has querido regalar acaba dejándote en el olvido. Te haces más pequeño, confías menos y sientes que quizás no deberías compartir tus pensamientos con nadie más. Acabas creando esa magnífica bola de nieve que se come tus problemas y se ata a ti como un nudo en tu interior. Eres una bomba que está a punto de estallar, pero nadie va a escuchar el ruido, porque todos siguen en sus burbujas perfectas, en sus propias mentes atrapados. Uno se acostumbra al dolor, a sentir que toda la ciudad se gira cuando estás rogando por ayuda. Y cuando quieres defenderte de todo ese mal, tus armas se han reducido a un coraje que hace ya mucho tiempo que no ves. 

No creo que sea cuestión de dejar de aplazar las ideas. No creo que el problema radique en dejarse llevar más a menudo. Es simplemente que nunca es el momento ni el lugar. Que para tirarse a la piscina hace falta agua y yo ya no sé donde encontrarla. Es como si nadase en un desierto sin fin. Cada vez que creo que voy a llegar a algún lugar, el espejismo se deshace y me encuentre en el mismo lugar en el que empecé. Necesito una chispa de esperanza. Un mensaje que me haga despertar. Algo que me haga sentir algo. Estoy cansado de que siempre sea el mar, ¿lo entiendes?

sábado, 7 de noviembre de 2020

Quiero existir

Debes aprender a cuidar de ti mismo, pues tus mayores son ahora tu responsabilidad. Debes darles lo que ellos te dieron. Si quieres crear una familia, deberás primero empezar venciendo tus miedos e inseguridades. Desaparece en tu mente y aparece en tu realidad. No hay nadie que te quiera más que aquellos a los que les puedes consentir un abrazo. Hazlo más a menudo. Deja de distanciarte. Llora más, pero escóndete menos. Está siendo todo muy raro, pero estás avanzando. Este será un año importante y que recordarás. No te rindas. Estás muy cerca. Quiero que vivas por mí. Quiero que disfrutes. Quiero que te quieras. Quiero que seas feliz. Dales una oportunidad. A ellos, a tus sueños y a ti mismo. Eres especial. Eres el único que puede hacerles brillar y eso será lo que te hará brillar a ti. No renuncies más. Lo vas a conseguir. Nosotros siempre volvemos a levantarnos. Siempre, ¿me oyes?

Ahora, aunque cueste, aunque el mundo parezca oscuro y sus barrotes te contengan, haz tuyo aquello por lo que verdaderamente estás aquí. Haz de tu meta un legado. Escribe y sueña. Vive y perdura. Siente hasta reventar. Quiero verte sonreír de una maldita vez. 

Soy un coleccionista de caras. Rostros que se quedan grabados en mi memoria pero desaparecen con el tiempo. Son solo nombres que ya no significan nada. Son solo recuerdos que pudieron ser algo más que fotos y mensajes ya desdibujados y aun así me resucitan cuando más bajo estoy. 

Nos estamos quedando sin tiempo, pero no podemos obligarnos a ir a otro ritmo. Sé que saldrás victorioso, que esto no te consumirá y que respirarás, que correrás libre mientras tus pies descalzos desentrañan la maleza. Aunque todos se hayan ido, aunque sea el último de mi especie, aunque mi grito se convierta en un eco no descansaré hasta conseguirlo. 

Me siento cada vez más vulnerable. He aprendido a ser lo que la manada espera de mí y eso no ha resuelto la espiral que llevo dentro. Solo deseo existir. Solo deseo poder disfrutar de todo aquello que me estoy perdiendo, porque este tiempo no volverá; pero aún puedo deshacer el nudo que me ata. Aún puedo liberarme. Aún creo en mí. 

Cuando leas esto el año que viene, hazme el favor de contestarme y decirme que has podido exprimir al máximo todos tus días. Quiero que me digas que por fin eres libre, que has dejado de tratarte mal, que tus alas se han abierto y que tu miedo ya es solo cosa del pasado. Cuando hagas eso, entonces me harás feliz y será el regalo de cumpleaños más bonito de todos. Hasta pronto, valiente. 

sábado, 31 de octubre de 2020

Los verdaderos fantasmas de octubre

Si tan solo pudieses calmarme las penas o susurrarme al oído que todo irá bien... o cantarme una nana para hacerme desaparecer. 

Solo quiero que alguien me hable de inmediato. Que sea su prioridad. Que me abracen con seguridad. 

Nadie me antepone. Nadie me escoge antes que a otro. Soy el segundo plato. CONSTANTEMENTE. Eso me hace ser un puto desastre emocional. Es letal. Es mortal. 

No quiero rendirme a la sensatez, pero siento que no hay voces al otro lado que me contesten cuando grito. Será mejor que no me esfuerce por alzar la voz. Abrazaré lo que queda de mí y seguiré adelante. Mi canto deberá reconfortarme en esta noche llena de fantasmas. 

Es ahí cuando me echo de menos. Cuando intento comprender la razón de mi locura. Nunca he entendido el por qué hago esto. Escribo sin pensar y sin mirar. Solo sale de mí a borbotones, como si fuese un grifo al que han olvidado cerrar las entrañas. 

Vienen y van como si fuesen simples transeúntes en mi vida. Destacan por un tiempo pero luego pierden su brillo. Algunos desaparecen como por arte de magia y otros vuelven como estrellas intermitentes. Ya no sé distinguir a las sombras de aquellas siluetas que una vez tuvieron color. Entre toda esa niebla estoy yo muriéndome de frío. 

Cuando me encuentro a las lenguas venenosas no puedo evitar pensar que quizás haya una hoja donde venga programado a que edad podemos hacer cada cosa. Quizás para ellos hayan unas normas no escritas que yo nunca he sabido acatar. Para mí todo eso no es más que un rumor violento. No me quedo satisfecho. No me quedan fuerzas para salvar más tiempo a la humanidad en mi cabeza. 

He logrado sentir otra vez que te he vuelto a encontrar y que necesito vivir para salir de aquí y disfrutar contigo, pero después de unos instantes tu nombre se deshace entre mis dedos y vuelvo a sentir como la única gota de esperanza no era más que una fábula. Me resulta increíble pensar que los mejores momentos de mi vida aún no los he vivido. Los espero con ansia, casi a vuelapluma. Vivo bajo esa influencia donde debo animar a mi reflejo para poder resistir esta destrucción. 

Soy más valiente de lo que crees. Hace mucho tiempo que los demonios dejaron de darme miedo. Hace mucho tiempo que ya no noto sus colmillos en mi cuello. 

sábado, 10 de octubre de 2020

Se acerca

Este momento de nudos ahogando la realidad yo ya no lo quiero ya. Mi envidia hacia sus finales felices me hace perder la fe en el mío. Me acerco peligrosamente a esa fecha donde siempre aparece mágicamente una vela más y me hace detestar crecer. Qué difícil me lo pone el día para hacerlo un poco más bueno. Siempre me quedo con sed. Siempre me pregunto como cruzar esa dichosa montaña tan escarpada. Últimamente me siento como si ya hubiese gastado todo mi frasco de suerte, como si fuese imposible formar nada más que una nube triste. 

Me adentro y salgo constantemente de este sentimiento. Fuera de este lugar. Dentro de este lugar. Todo me sigue pareciendo irreal. Aún escucho vuestras voces e incluso veo vuestras miradas apagadas. Sois como gárgolas atrapadas en el tiempo. Sois como pedazos de un cuento que jamás logró terminar. Personajes esperando su final, un final que yo podría conocer pero que nunca os di. A veces me pregunto cuánto de monstruo sigue quedando en mí. 

Detesto culparos de todo, pero si no lo hago acabo por arañar mi propia piel, me quedo hecho jirones y una manta no me tapa del frío. Me pregunto si de verdad soy tan trágico, si de verdad los últimos diez años han sucedido o está todo comprimido en mi cabeza. Seguramente no he sido un ejemplo a seguir, no tengo la menor duda. No reniego de mis tinieblas, pero no veo nada más. Quizás ese es el problema de la búsqueda, que intento encontrar algo de luz sin antes haberme librado de toda esta oscuridad, pero la luz, si es extraña, asusta igual que la propia oscuridad. Uno no elije cuando supera las cosas. 

No me alimenta ni un solo te quiero. No me reconforta el llegar temprano después de haber perdido todos los trenes. No me siento especial aunque esa sea la palabra que me lleva acompañando toda la vida. No me importa gritar solo, pero me importa que nadie me escuche. Me importa ver el mundo acompañado. Me importa haber sido el portavoz de la soledad y ahora encontrar que mis palabras no soportan este desamparo. Me importa aquello que pienso de mí de tal forma que me exijo tanto hasta llegar al punto de haber acabado desapareciendo.

Ya no queda nada romántico en esas palabras que por más que se acercan, nunca te llegan. 

 

viernes, 2 de octubre de 2020

El apático apetito

Siempre veo el gris del arcoíris, aunque nadie más lo vea. A veces puedo ver señales de humo negro flotando por el cielo porque algo no anda bien. Llegado el momento todo parece venirse abajo. Ocurre sin más, te conviertes en los oídos que todo lo escuchan pero a los que nadie pregunta cómo están. Dejas de ser la prioridad y el tiempo sucede como si septiembre tuviese solo cinco días. Asúmelo, nunca vas a ser el número uno para nadie porque estar mal es tu apetito habitual. 

No puedes escapar de los animales salvajes. El momento llega y ocurre. La realidad es momentánea. Vuelvo a descender todavía con una sola ala. Vuelvo a despertar con las ganas perdidas. No sé lo que me depara este mundo que parece haber perdido el norte. 

Creía que a estas alturas ya sería feliz. Oh, que equivocado estaba. Como si hubiese una fórmula para eso. Como si al saber qué es lo que quieres pudieses tenerlo todo al instante. ¿Qué sentido tienen los mis días? No hay respuesta que me satisfaga. 

Hace poco perdí una letra de mi teclado. Creía que podría sobrevivir sin su presencia, pero me siento cojo sin ella. Cada palabra que intento escribir siempre parece ser la incorrecta, pues sin una sola letra mi expresión se queda casi defectuosa. Puede que a mi vida le ocurra lo mismo, que le falten letras, que le falten sensaciones y personas, mundos y aventuras, sueños y esperanzas. Puede que no consiga nada hasta que logre confiar en mí. 

Mi mochila va cargada y nadie me espera esta noche. El silencio es casi ensordecedor. Veo como todo avanza sin piedad y noto el vacío que cuelga en mis pies. Se me comen las paredes y me estremezco cada vez que lo pienso. Me quedo atrás, como una gota de lluvia que es incapaz de caer. Me siento atrapado en mi propia burbuja hueca y descomunal. Todo lo que quiero es escapar de aquellos que ignoran todo de lo que soy capaz, pero voy demasiado lento; todo ocurre demasiado lento. 

Casi que es mejor que nadie pregunte cómo estoy, porque las preguntas son peligrosas para quien las realiza y difíciles de aceptar para los demás. 


sábado, 5 de septiembre de 2020

Duendes traviesos

Eres un duende que no me deja dormir. Un recurrente diablillo que se divierte a mi costa. No me hace gracia que desaparezcas incluso más veces que yo para más tarde reaparecer con esa sonrisa traviesa que no involucra nada bueno. Llegas a hacerme creer que hay esperanza para luego quitármela de un plumazo. Quizás me estás insinuando de que el único que ha llegado a sentir algo he sido yo. A veces me pregunto qué pasaría si me parase a escuchar tu pecho. Si sentiría latidos o por el contrario solo habría el eco del vacío. ¿Hay algo que quieras compartir conmigo o tan solo formas parte de ese silencio que te envuelve cuando mis labios osan atraparte al vuelo? 

Yo estaré bien mientras tú también lo estés. Aunque ese calor en la mirada se haya esfumado, los dardos que lanzaste aún puedo sentirlos. Como si se tratase de un cobarde disfrazado de valiente emergerás de las profundidades para advertirme una última vez. Me dirás que ahora tengo tiempo de estar triste, pero que cuando necesite ese tiempo para vivir, no me podré permitir esta desolación. No habrá cabida para el dolor ni el arrepentimiento. Me hablarás sobre lo efímera que puede llegar a ser la tristeza y de las muchas horas que pasaré echándola de menos. 

No creo que haya muchas personas que logren entender mi mundo interior. Hay que darle demasiadas vueltas a las cosas y hacer que los pies no tengan cabeza. Hay personas, que como yo, creamos refugios sin saberlo. Que vivimos en una calma cuando el mundo está en constante movimiento. Solo nosotros somos capaces de diferenciar aquello especial que hace a los demás diferentes; pues ellos no se quieren dar cuenta, ellos no lo aprecian. Vivimos en un mundo donde el ser distinto está mal visto. El sentir más de la cuenta, el hacer magia, paraliza a una sociedad donde muchas veces el poder lo reclama todo. Estar loco solo te aparta del camino, pero estar loco significa soñar despierto. No puedes renunciar a una demencia tan dulce con tanta facilidad. 

Te escucharía durante toda la noche, y seguramente termine estas últimas palabras con los párpados caídos. No puedo evitar querer conocerte, pero a la vez eres el dolor de muelas más grande que nunca he conocido. Si aún te atreves, te reto a jugar conmigo. 


martes, 25 de agosto de 2020

Anclado pero no hundido

El mareo es constante. Tengo la sensación de que mi voluntad caerá al mar igual que lo hacen mis rodillas al titubear mientras noto como todo se balancea a mi alrededor. 

¿Lleva alguien el timón? Tengo la extraña impresión de que debería de haber alguien más a bordo, pero por más que grito y me aferró a la baranda más cercana solo percibo el sonido del mar indicándome que la calma está a punto de sucumbir. 

¿Te acuerdas del mar? ¿Te acuerdas del naufragio universal? Aquel desastre en nuestro pecho que casi se nos lleva por delante. ¿Recuerdas el miedo? Como subía por nuestra piel igual que las ganas que tenía yo de salir de allí. Aún puedo ver la tormenta. Aún puedo sentir el agua cubriendo mis pulmones, inundando la esperanza que había ido construyendo hasta formar algo que podía retener. Lo logramos por los pelos. Empapados, exhaustos y sin tiempo. ¿Y si la tormenta nunca amaina? ¿Y si siempre vamos a tener que bailar bajo la lluvia? No llegamos a ver tierra firme,  tan solo una pequeña isla a lo lejos. Algo insignificante, pero algo físico y no etéreo. Pero el mundo no se contiene. El mundo no te espera. El mundo avanza y si tú no lo haces, serás parte del empujón. Serás parte del sifón que lo barre todo, que te hará volar, que te arrancará los grilletes y no te permitirá mirar atrás. Te llevará hasta las alturas, con un sentido establecido. Y ahí te encuentras ahora... más cerca de un comienzo que siempre suele empezar por el final. 


Me he refugiado entre mis propios brazos. Siento que nada de lo que está ocurriendo está bien. Quiero explotar. Quiero que mi consciencia sobrepase mi cuerpo. Quiero llegar hasta el infinito. Quiero explorar, quiero ver, quiero ser. Quiero dejar de arrepentirme. Quiero gritar tan alto que incluso puedan llegar a escucharme en otra dimensión. Quiero dejar de menospreciarme. Quiero querer, quererme y quererte. Quiero que el mundo deje de moverse. Quiero instalarme en el invierno y taparme tan fuerte que el calor de la manta derrita todo lo que está mal.  

Veo como se va formando la ola más grande que he podido presenciar. Viene a por mí, una vez más. No sé si voy a ser capaz de frenarla esta vez. Ya no puedo aprender más. Ya no puedo luchar más contra la misma pared, pero no tengo más remedio que levantarme y correr. ¿Hacia dónde? Correr y chillar. Esa es mi formación. Arrancarme el corazón y dejarme llevar. Quizás si dejo de sentir puedo tragar todo lo que está a punto de desplomarse. Quizás puedo soportarlo. Quizás me mezclaré en lo más profundo del mar y nadaré hasta olvidar quien soy. Sí, puede que ya no quiera preguntarme más quién soy.  Quizás no soy nadie. Quizás tan solo estoy cansado de estar triste y de remar. 

¿Te acuerdas de la huida? De como tus pasos resonaban por toda la calzada. Ni siquiera los coches podían igualarte. Creíste que todo se había arruinado. Que habías dejado escapar algo increíble. Que había sido culpa tuya como siempre. Volviste a restarte valor. Volviste a taparte el rostro y difuminarte entre las calles. Eso no es capaz de hacerlo ni siquiera un tsunami. No puedes borrarte como si fueses un garabato que se merece que le escriban encima. Debes redimirte, igual que hiciste al llegar a casa. Después de mantener las lágrimas a raya lograste encontrar un sentido, lograste visualizar un camino. El día se había terminado, pero comenzaba otro donde tú aún seguías ahí. Levántate y prepárate para lo peor. Recupera tu espíritu y huye, pero esta vez hacia delante. 

El estruendo es imparable. Ni siquiera logro verbalizar una señal de auxilio. No es como si alguien fuese a escucharme, pero hablar en alto me reconforta. Siento que mantener una conversación conmigo mismo puede llegar incluso a ser positivo. Al compartir mis pensamientos de alguna forma se materializan y puedo llegar a verlos como algo real y no como algo que se ha encajado en mi cabeza, como un error de programación que me indica que necesito una reparación urgente. Es entonces cuando la veo. Escondida en la proa hay una pequeña balsa que parece de todo menos resistente. Puedo llegar a empatizar con ella. Me dirijo casi a gatas, apartando todo lo que el viento atrapa y me lanza como si fuesen proyectiles. La abrazo nada más llegar. Es casi como si fuésemos viejos amigos. En realidad no sé muy bien cuál es mi plan. Suelo ser de actuar según la ocasión. Así que esta vez no será distinto. Saltar en la balsa no tendría ningún sentido, pues acabaría en el fondo del mar de la misma forma, pero puede que si la hago servir de refugio, que si me mantengo dentro, cubriéndome con ella como si fuese un caparazón, me despierte en otro sitio y en otro lugar donde el mundo no parezca caerse en pedazos. Suena bastante fantasioso, pero me vale. 

¿Recuerdas la oscuridad? Esa ancla que te arrastra todas las noches. Ese peso muerto dentro de tu cabeza. Esa mano que no deberías coger pero que te seduce con malicia, te engaña y te traiciona como si fuese un amante depravado. Esa cama que dice ser tu amiga pero lo único que hace es atarte las muñecas con esposas y no dejarte salir de ahí nunca. Un refugio puede darte seguridad, pero no te dará un futuro, solo un momento de paz. No vas a salir de esa situación escondiendo la cabeza como las avestruces. Debes enfrentarte a lo que está por llegar y abrir las ventanas de par en par. Debes lanzarte en picado, aunque no sepas si habrá agua en la piscina. No puedes seguir huyendo como si el mundo se dividiese en capítulos de cuentos. No hay un final feliz esperando en la siguiente página. No habrá página si no empiezas a escribirla. Si no empiezas a actuar, a pedir, a exigir, a reclamar lo que es tuyo. 

Debe de haber otra forma de vivir. Aunque piense que no valga la pena esforzarme más porque nadie va a devolverme el favor. Debe de haber otra forma de hacer las cosas. Debe de haber alguna forma de ser libre y de estar bien. De dejar de preocuparme. De dejar de sentir que el agua quiere ahogarme. No sé muy bien qué se espera de mí. No creo estar a la altura y tengo muchísimo miedo de fallar. Me puede salir muy caro el perdonar, pero algo debe aliviar este dolor. No me sirve con conformarme. Es casi impulsivo, es casi como si quisiese sacar toda esa luz de aquí, como si ya no pudiese contenerla. Veo como todo el mundo baila y yo solo me quiero ir. Está claro que estoy anclado a esta situación. El monstruo viene a verme en septiembre y yo solo quiero dejar de repetir la angustia de sentir que no estoy preparado para saltar. Estoy tan cerca... estoy tan tan tan tan tan cerca de poder escoger el siguiente paso. Estoy tan próximo a la libertad que algo dentro de mí se pregunta en qué me he convertido. En si alguien me buscará. En si mis gritos han sido en vano. En si me va a doler toda la vida. 

No puedo parar de tararear ese estribillo: Si una gota colma el vaso, otras veces ya es el mar. Y es el mar esta vez, ¿lo entiendes?

Lo entiendo. Aunque siempre ha sido el mar. Siempre me ha tragado el mar. Siempre me ahogo en el espanto hasta que salgo a la superficie y todo parece exactamente igual. Líneas en el horizonte que no me ayudan a orientarme. Mis brazos derrotados del esfuerzo por seguir nadando. Mi voz, jadeante, a penas un susurro que me hace parecer todavía más una presa fácil. Pero nunca hay que juzgar a un libro por su portada. He aprendido a domarlo, a acariciar sus olas, a disiparme en su interminable azul. 

Por más que vuelva a tus entrañas, por más que me sienta superado en número, no pienso dejarte ganar sin luchar. 


viernes, 24 de julio de 2020

Anhelo extraterrestre

Abducido y hechizado no sé muy bien que hago yo ahora aquí. Seguramente el tiempo se me haya echado encima y sea demasiado tarde para darle prioridad a aquello que me ronda por la cabeza. Aún noto la presión en el pecho, pero él no es mi dueño, esto no debería funcionar así. Escucho un fuerte pitido y me pongo en pie, aún algo mareado. Definitivamente este no es mi hogar y esta no es mi gente. 

Quizás no es más que el primer instinto de mi cuerpo, pero no puedo evitar fijarme en ti. Imitas un sonido que no es propio del lenguaje humano. Quizás seas un alienígena como yo. Puede que el que nos cueste tanto entendernos sea lo que más nos une. Tus onomatopeyas no dejan de ser encantadoras. 

Decido escogerte como la primera opción.  Decido dejarte ahondar en mis entrañas y nadar entre mis más oscuros pensamientos. Es casi como si tus antenas pudiesen espiar a través de las paredes que he levantado como coraza para que el mundo no se se entere de que soy demasiado frágil como para sobrevivir aquí fuera. Somos una especie de lo más extraña. 

De tu rostro lanzas dos ráfagas de luz. Es como si fueras un faro en medio de toda esta bruma. Tu luz es casi cegadora. Siento pequeñas cosquillas en la piel, como si cada vez que me mirases en lugar de verme a mí, traspasases fronteras intergalácticas. Sé que no te gusta el tacto humano, pues no estás acostumbrado, pero con sumo cuidado me dejas poner mis dedos sobre los tuyos. Podemos fundirnos en una caricia y los dos sentimos el miedo que nos recorre por dentro. No son necesarias las palabras para entendernos, pues aunque seamos tan distintos, somos el reflejo del otro. 

Me pides que me abandone al momento. Sé que me pides eso con tan solo sentir tu presencia. ¿Quieres estudiarme? ¿Quieres saber más de los míos? ¿Soy a caso un experimento fallido? La situación me abruma y me intriga a la vez. Siento que mi destino pende de un hilo. 
No, definitivamente no me estás estudiando. Estás experimentando. Estás reviviendo mis recuerdos. Te topas con algunas imágenes en blanco. Etapas que deberían estar llenas de color pero que sin embargo me perdí. Puedo notar el cambio de tono de tu inspección. Te causo lástima. Estás triste de que no haya aprovechado lo suficiente mi estancia en mi hogar. 

Querría hacerte entender que los excesos no son buenos y que a veces aunque nuestros cuerpos funcionen perfectamente nuestra mente nos juega una mala pasada. Me gustaría decirte que hay días en los que uno es incapaz de sonreír y de seguir adelante, que a veces solo quieres esconder la cabeza bajo tierra y hacer correr al reloj. Pero sé que tienes razón, sé que debería haber sentido sin miedo alguno. Quizás esa es tu declaración, el motivo por el cuál me has recogido. Quizás aún no es demasiado tarde para admirar a las estrellas. 

Sabía que no estaba tan equivocado cuando avanzas hasta el cristal de la nave. Tu ser se desdibuja con el infinito y solo queda la huella de tu mano anhelando mi planeta, como si fuese el mapa del tesoro de algún pirata espacial, como si fuese un sueño tan distante para ti como lo es para mí el de sentir algo más que un vacío. Aún puedo notar tu presencia en la ausencia que acabas de crear. La gravedad ahora pesa incluso menos.

Tal vez, amigo mío, nuestros deseos y nuestras ilusiones no deberíamos medirlas en distancias y en tiempo. Tal vez, amigo mío, siempre hemos tenido todo aquello que nos podría haber hecho feliz a nuestro lado. Tal vez, amigo mío,  las barreras nos las ponemos nosotros y esperar, aunque te sorprenda, no tiene porque ser la única salida. 


martes, 21 de julio de 2020

Todo tu aire

Vengo con hambre. Mi estómago ruge. Los buitres se expanden callados. Su silenciosa danza me reconcilia con ellos. Quizás después de la noche vendrá la noche más larga. 

Todas las cosas urgentes lo serán si lo son contigo, pero en este aperitivo no tienes cabida. Puede que te abandone por una vez, que decida no dirigirte la mirada nis mis letras. Elegir mi prioridad no debería ser cuestión de egoísmo. Si nadie pregunta por mí, no seré yo quien sienta que debe algo. 
No dejas de ser el culpable de haber creado esta bola de fuego. ¿Te imaginas que pasaría si te olvido? Quizás te quedarías sin nombre y sin rostro. Quizás dejarías de existir. Tienes suerte de que tenga tendencia a huir sin tener escapatoria. 

Mi cuerpo está a kilómetros de distancia de mi pertenencia. Mi vida cobra sentido solo cuando cae el velo. Es un juego en el que no siento nada, en el que no pierde nadie. He hecho una pequeña montaña de papel con la ilusión para aventurarme en lo desconocido sin ninguna expectativa. Aunque no puedo hacer desaparecer el veneno, pues este siempre parece saber mi localización exacta. 

Me pregunto que sucedería si me dejase llevar por el viento, si aprendiese a no temer, a no cohibirme. Me pregunto hasta que tipo de infinito llegaría, si sería sempiterno o una cuerda me haría retroceder en mi trayecto como un boomerang. 

No sé hasta donde soy capaz de llegar, de que tipo de material estoy hecho. No conozco mis límites, pero sí conozco mis ataduras. ¿Es ahí dónde pertenezco? ¿Es ahí dónde debo estar?

Detesto caer en ese sentimiento de perdición. Es tan dulce y tan llamativo. Es tan tierno... que te atrapa. Ni siquiera sé que tipo de persona eres como para entregarte mi nombre y aun así ya sé que una parte de mi te pertenece. Debo de aprender a ser menos obtuso y prohibir la entrada a mis aposentos a todo aquel que se presente con una sonrisa que desarme y la promesa de que el último pensamiento que tendrá será el de no hacerme daño nunca jamás. 

Nunca jamás es para siempre y yo no sé si tengo tanto tiempo. 

sábado, 11 de julio de 2020

Descenso en picado

Qué le vamos a hacer. 

He invertido demasiado tiempo en unos auto cuidados que no han surtido efecto. Solo tengo un cuerpo para dañar y parece que ya no da más de sí. Me exige envolver la cabeza en alguna pantorrilla. No hay brazos donde refugiarse. No hay nada más que romper. 

Me siento apocalíptico. Es hora de ir aceptando la derrota. Es hora de reconocer que si no cuentas las cosas, para los demás es como si no existieran, pero siguen ahí, son importantes, son un gran agujero en el pecho. 

Lo sabía. Lo sé desde siempre. ¿Quién osaría elegirme por encima del resto? La belleza es demasiado atractiva como para ignorarla. El interés debe equilibrar los dos bandos, pero eso nunca sucede. Siempre hay alguien que pierde más. 

Está bien, sigo arruinando los momentos, pero está bien. Me asomo por encima de las sobras. Me lamo las heridas. Me ven como un perro malherido, pero no me conocen, no se atreven a acercarse. Soy demasiado distinto a su entorno. Demasiado poco llamativo. Demasiado destruido. 
Para levantarme necesito destruirme del todo. Necesito que mi polvo se convierta en cenizas. 

A veces me veo en lo alto de un edificio rodeado de llamas. A punto de consumirme debo tomar una decisión. La salida siempre es la misma, pero la forma, la manera en la que voy a morir es la que debo escoger. ¿Prefiero quemarme y agonizar o prefiero que en un simple salto termine todo?
Solo sé que se me amontona la vida en los ojos. 

No quiero convertirme en esa persona que todo el mundo apunta con el dedo, ese chico que ya es un hombre pero no quiere darse cuenta. Esa mirada triste que ve los días pasar. El humano que siempre estará, pero que nunca vivirá. No quiero ser elegido el último, como en aquellos juegos de pelotas de cuando éramos críos. No es lo mismo dejar huella que dejar cicatriz. Libertad no es estar solo. Me cuesta demasiado desprenderme del amor y de la estupidez. 

¿No os ha pasado nunca que sentís como que el mundo está demasiado ocupado como para daros una oportunidad, para conoceros? Quizás no quieren seguirnos el ritmo, quizás sea una manera educada de decirnos que no somos de su interés. 

Ay... esta ansiedad se me hace eterna. No vivo, no como, pero caigo, caigo y caigo. Cada vez que quiero contar algo parece que la voz de los demás siempre está por encima. No me escuchan. No debería haberme fijado en ti. Nadie es tan humano como para oírme suplicar. Nadie tiene tanta potestad. 

Suelo ser interminable. Ya es llorar por costumbre. Trato de consumirme y aceptar. Aceptarme. ¿Van a llegar los días amables alguna vez? No entiendo su intención, quizás es la de hacer el suelo acogedor. No sé como justificar este duelo, es casi como si pareciese nuevo. Es casi algo sucesivo. Por suerte nunca habrá blancos tan perfectos y ahí me quedaré, en mi escala de grises, en mi descenso en picado sin fin. 

Solo quiero tener el control, pero qué le vamos a hacer. 

miércoles, 1 de julio de 2020

Epílogo trágico

Puede que el dolor venga de esta clase de noches o puede que sea esa clase de persona aprensiva que teme a todo. Supongo que vale más admirar la belleza que retorcerse en ella. Si me quedo quieto puedo llegar a escuchar como el caos languidece frente a la cordura que todos decís poseer. 
Siento que me sobra la piel, que podría arrancármela a tiras. Mi sangre ya no circula. Comienzo a reprimir lo que me aflige. Vuelvo a abrazar esa sensación de no tener a nadie a quien contarle el cómo me siento y que me reconforte con las palabras que necesito escuchar. Seguramente no haya palabras que puedan salvarme. Puede que la única salida sea formar parte de este grito humano que nos atormenta. 

No sé... pero no creo que sea demasiado difícil saber que unidos todo es más sencillo. Saber que hay alguien al otro lado me da estabilidad. No entiendo a veces el porqué algunos siguen ahí. No lo entiendo para nada. Será que lo importante viene después. 

Ojalá pudiese utilizar mis palabras como una caricia, mostrar que la sensibilidad es un tesoro que pocos gozan. Me gustaría poder dejar de compararnos con dos gatos que se ven antes de irse a dormir. Esto me pasa demasiado a menudo como para bajar la guardia. Sé cual es la motivación de mi personaje, pero no conozco que tipo de esperanza esperan los demás para no entristecerse todo el tiempo. Los buenos tiempos me matan. 

El otro día soñé con que alguien me preguntaba qué sentí la primera vez que crucé la universidad. Mi contestación fue instantánea, estaba claro que no necesitaba pensármelo mucho. 
"Miedo, pero un miedo bueno. Sentí una oportunidad, como una puerta que se abría para mí. Sentí que era mi oportunidad para mostrar una versión distinta de mí, una mejor. Era un mundo totalmente nuevo... hasta que la crucé. Tardé poco en darme cuenta de que todo era una trampa. De que aquello no era como me lo habían prometido. Sentí que ya no tenía opción, que alguien se había tragado la llave de mi celda y me habían empujado a lo más hondo. Estaba completamente anulado, me habían arrebatado la voz. Sentí que poco a poco perdía aquella esencia que me caracterizaba. Me convertí en un número. Lo perdí todo.
Sentí que le debía constantemente a la gente una disculpa. Que si no avanzaba como los demás no sería capaz de nada. Me empezaron a pesar los años y las ganas. Sentía que mis decisiones se iban reduciendo paulatinamente y que había alguien a quien no podía ver que movía la mano por mí. Una mano que intentaba ahogarme rodeándome el cuello. "

En ese mismo sueño también me preguntaban qué había aprendido en mi recorrido, a lo que obviamente contesté lo siguiente: "Aprendí que memorizar no sirve de nada. Que estudiar algo que detestas te hace odiar todo lo que te rodea. Aprendes a sentir que la vida es injusta, que los sueños sueños son. Después de llorar muchas noches seguidas aprendes a saber que está bien no cumplir un sueño, que es momento de deconstruir aquello que una vez te enseñan cuando eres pequeño. Sientes que formas parte de un colectivo aún más pequeño que cuando partiste. Te sientes abandonado como si te hubiesen dejado en mitad de la nada a tu suerte. Sientes que eres un incomprendido, que nadie te entiende cuando en su momento te dijeron que ahí te sentirías como en casa, pero en mi casa no me empujan, no me prohíben una segunda oportunidad y no debo encerrarme en un cuarto de baño para llorar sin sentir tanta vergüenza. Sientes que todos están equivocados. Sientes que estás en una prueba de fuego constante que te hará más fuerte y te ayudará a construir aquel quién en realidad eres. 

Aprendí que mi vida dependía totalmente de mí. Que no puedes confiar en nadie porque lo único que les importa es una triste nota. El mundo exterior les queda aún demasiado lejos. Quedaba.
Me sentí acorralado como si fuese un perro faldero de los demás, una especie de fantasma que vagabundeaba por los pasillos. Desistí muchas veces hasta que aprendí a creer en mí porque yo no le debía nada a nadie, porque mi vida me pertenece y siempre lo hará. Lo que más lamento es estar ligado todavía a esos sueños que he tenido que aprender, por las malas, a saber que no siempre llegarán. Para llegar a la meta hay muchos caminos, hay muchos obstáculos y muchas veces retrocedemos más de lo que avanzamos, pero el fin no justifica los medios, al menos para mí, por eso todo tarda tanto, por eso voy tan lento. Soy el único que puede marcar el final y elijo finalizar con mi vida anterior. Este será el último año y por eso mismo no voy a permitirme caer sin sangrar primero. Quiero dejar de absorber datos como si fuese un ordenador. Quiero sentir y expresarme, como ahora. Quiero desatar todo el torrente que siento, quiero que sirva de algo, quiero compartirlo. Yo creo en mí y eso es lo único que me importa en estos instantes. Ese es mi gran logro de esta mierda de etapa. "

Está claro que si sueño en estas cosas es por un motivo. Quizás es parte del trayecto. Está claro que no puedo obligar a nadie a hacer algo que no quiere, por lo que tampoco pueden esperarlo de mí. Si no comprendes eso, si no puedes madurar, yo siempre estaré aquí para ayudarte, pero mi trabajo es advertirte. De nada sirve regalar los primeros pasos si después vas a tropezarte porque no sabías abrocharte los cordones. El mundo ahí fuera es salvaje y cuanto antes te des cuenta mejor. 

La vida, bueno, consiste en llenar un gran vacío. A mí me gusta hablarle cara a cara. Mi momento vital parece tan solitario... es como si no pudiese identificarme con nadie porque todo el mundo está más adelante o más atrás. Mi apología a la esperanza hace tiempo que naufragó. Quizás venga de ahí ese regusto a agua salada en mis palabras. Puede que aún no haya tocado el verdadero fondo, pero puedo notar las cadenas que me inmovilizan como si se tratasen de espadas afiladas. Están ahí, latentes, impidiéndome todo movimiento. Lo único que consiguen después de tanto tiempo es encender mi rabia. Hay tanta rabia en un solo individuo que es imposible que sea algo saludable. 

Después de todos mis desastres y después de que se haya encendido el aviso de peligro un centenar de veces, de alguna forma, esto se trata de un final más para mi colección de epílogos trágicos.

martes, 16 de junio de 2020

Simulacro sempiterno

No llega hasta mí. No alcanzo a pronunciarlo. La nostalgia no para de inmiscuirse como una lombriz en una manzana recién caída. He perdido la noción del tiempo, he dejado de experimentar el olor. Ya no soy capaz de guiarme por el aroma a un nuevo día. Ahora solo soy capaz de moverme sin detenerme en esta apotemnofobia que sufro cada vez que siento que una parte de mí va a ser amputada para siempre.

Persigo cosas que creo que me hacen feliz pero al final solo termino en un torbellino de confusión. La felicidad es aquello que nos hace infelices. Es como una especie de pacto sellado. Te alientan para quitarte el aire. Te dan para arrebatar.

Este tiempo siempre ha sido una maldición. Cada vez que intento retroceder no soy capaz de acordarme de un momento en el que no tuviese miedo. Es como si toda mi vida hubiese convivido con él y no pudiese recordar esa rutilante mancha borrosa que me obligaba a seguir. En lo más hondo de mí sé que no es cierto, que en algún instante tuve que ser valiente, que en algún pequeño segundo debí olvidarme de ser su sirviente y empecé a correr como nunca lo había hecho hasta entonces.

Intento hacer las cosas bien. Me gusta averiguar por mí mismo qué es lo correcto y qué no lo es. No me apetece que sean los demás quienes me adviertan y cambien mi dirección, aunque todo el mundo menos yo tenga claro hacia donde me dirijo. Quizás es la única manera de crear un tercer camino, uno propio en el que sienta que mi cordura no juega en mi contra.

No hay ninguna maldad en querer de la mejor forma que sepas. A veces debemos anteponer nuestra propia vida, debemos ordenarla antes de preocuparnos por el otro. Y esa es una forma válida de querer también. Es casi cósmico el poder sentir que una parte de ti encaja con la de otra persona. Es necesario primero empezar por lo que de verdad podemos cambiar para llegar a un resultado satisfactorio. Es como una operación matemática que aún está por descubrir.

Necesito vivir el momento antes de que se acabe, vivir con los vivos y dejar que esa parte triste que siempre estará conmigo no me haga sentir lo suficientemente pequeño como para no poder correr y gritar a pleno pulmón. No podría seguir empalado a algo tan desagradable como mi propia condescendencia. Debo poder elegir aquello que no quiero sentir. 

No soy del todo consciente sobre lo que ha sucedido. No sé muy bien que tocará después, ni siquiera sé muy bien que toca ahora. Cuando me siento así me pregunto si algo tiene trascendencia, si somos inamovibles en el espacio y el tiempo. Si alguien escuchará el eco que emitimos cuando nos encerramos en nuestra propia piel. Lo único que sé es que no podemos sobrevivir solos. 

¿Cómo puedo saber si lo que me depara el futuro da aún más miedo de lo que ya he vivido? ¿Cómo puedo evitarlo? ¿No puedo, verdad? Me enfada, me hierve la sangre. Llevo los últimos años demasiado cabreado por no poder controlar algo que simplemente no se puede dominar. No se cómo dirigir todo esa furia y convertirla en algo productivo. Me gustaría transformar este miedo en amor, en un bioma en blanco en el que poder colorear desde cero. Es más fácil temer, pero querer a veces también puede costarte la vida.

Sé a quien escoger. Sé que aunque todo me parezca aburrido y plomizo, aunque crea que ya a nadie  le apetece escuchar una vieja historia, y que el único paso de baile está en mi cabeza porque mis pies han olvidado como estimularse, debo ser fiel a mi mismo. Es mi idiosincrasia escoger la vida envuelta en un manto de nubes grises.

Escojo arder en esta oscuridad una vez más. Escojo poder ser la luz que otros como yo necesiten. Escojo saber caminar en la noche sin temor. Escojo seguir. 



jueves, 4 de junio de 2020

Si esperas nunca habrá un momento

Me imagino en un concierto. Me imagino coreando vuestras letras, sintiendo vuestras palabras y vuestra voz medio atropellada. Necesito esa calma desfasada, necesito detener este embate que me acorrala. 

Hoy no me encuentro. Hoy abrazo el rechazo. Hoy me acompaña una tristeza que no esperaba. 
Ojalá alguien me dijese que nunca me callase, ojalá poder provocar ventiscas y bailar. 
Hoy no tengo permitido prestarle atención al presente porque si no me echo a llorar. Cuando convierta las nubes de mis ojos en lágrimas desharé el dolor por unos minutos y mis olas gritarán embravecidas. No sé si en ese tiempo puedo decir todo aquello que encierro en mí, no sé si cada vez que se abre esa puerta es suficiente para vaciarme y olvidar. Aún no sé cómo salir de aquí, de este entuerto, todavía me cuesta conciliar la certeza de que la despedida no es una posible reconciliación. 

No me he despedido. Nunca me parece el momento adecuado. Quizás sea el momento de construir cimientos férreos, quizás si espero nunca habrá un momento. Pero algo tengo dentro, algo que sé a ciencia cierta: nada en el mundo puede acallar la voz que me habla en lo más recóndito. Aunque no pueda manejar el ruido y aunque no sepa si voy a volver, de repente el peso del mundo es más ligero cuando escucho su melodía.
A veces me cuesta manejar todo esto y se convierte en un ruido molesto, siento que la inmensidad me abruma y que el tiempo para mí se ha consumido. Es como si supiese que no hay vuelta atrás, como si se derrumbase todo. Necesito parar a tomar algo de aire, aunque mis pulmones no tengan la capacidad de hacerlo. Me pregunto si es esa voz la que provoca todos mis males, si estoy enloqueciendo por momentos y si pertenezco al mundo de los vivos. 

Cuando estoy a punto de pronunciar mi dolor, mi alegría y mi tristeza; cuando creo que es el momento de que me escuchen, es cuando sucede lo peor. Aquellos que ya están en la cima, aquellos que ya no se acuerdan de lo que eran, de lo que sentían, de quienes eran realmente y qué es lo que querían, consiguen frenarme, consiguen que me vuelva a quedar pálido, que de mi boca solo salga un pequeño gemido y me caiga. Veo todo lo que ocurre delante de mí y no puedo hacer nada. 
Es la impotencia de tener la verdad, la necesidad de chillar hasta quedarme afónico en medio de este concierto en el que hago tanto de público como de cantante. Siento como si la suerte me hubiese abandonado, como si por más que me esforzase no pudiese conseguir lo que deseo.

¿Cómo voy a querer a nadie más si no puedo cuidar de mí? La importancia del autocuidado aún debo aprenderla. 

Me fastidia... me duele... me jode que no se valore ni el talento, ni el carisma ni las ganas. Me jode que el mundo esté tan ciego. Me jode que el mundo no se sepa apreciar a las personas que saben hacer magia. Me jode tener que caminar el doble que el resto para salir de esta oscuridad. Me jode tener que seguir escribiendo así, con sensibilidad pero sin voz. 

Ojalá algún día podamos hablar con sinceridad y sin miedo. 

jueves, 7 de mayo de 2020

Dragones y mazmorras

Las mentiras hay que saber atraparlas a tiempo. Las redes en las que se defienden no son más que los cuchillos que causan las heridas. 

Me pregunto cómo lograrás reconocerme si alguna vez vuelvo a ser el de siempre. Al menos sé exactamente cuando se torció mi camino; fue cuando no me dejaron volar. A veces sueño con no cometer ese error si alguna vez debo encargarme de alguien, si de mi depende su futuro. No voy a dejar que se pierda en esta senda tenebrosa. Aquí ya no caben más sombras. 

Si supieses todo el ruido al que hemos sobrevivido te sorprenderías. Aunque a estas alturas todo me parece aséptico, como si el sonido se hubiese muerto al traspasar las paredes. Mi voz se ha convertido en un deje lacónico de un consejo repetido ya demasiadas veces en mi propia cabeza.  

Cuando persigues un sueño no te planteas que debes renunciar a tantas cosas. Es como si fuésemos piratas voladores, una mezcolanza de la fantasía y la realidad. Nuestra mente nos saquea nuestras esperanzas y nos impulsa a seguir un camino que solo lleva al tablón de los tiburones. 

Si pudiésemos tener una pista sobre el futuro, si alguien pudiese ver lo que no vemos, lo que nuestra ceguera nos impide reconocer, quizás toda esta hecatombe no se produciría. 

No sé explicarlo, pero de algún modo creo saber el porqué estoy aquí. Es como si tuviese una misión y debiese cumplirla antes de que el mundo me engulla. Algo en mi interior me obliga a querer dejar huella, a darle una oportunidad a los que vendrán. Es como si la pesadilla en la que vivo fuese necesaria para darles el poder de soñar a aquellos que lo necesiten más que yo. 

Siento que mi cuerpo es todo alas, pero que todas mis plumas despiertan en el fango. ¿Cómo puedo mantenerme en pie si todo mi cuerpo se viene abajo? Es una lucha de gigantes. 

Siento que el secreto está en la atemporalidad. Antes pensaba que lo antiguo era aburrido, que no había que prestarle atención, pero ahora sé que justo ahí, en el pasado, es donde debemos centrarnos, es donde nuestra mirada debe fijarse. Porque somos aquello que una vez se equivocó y de ello debemos aprender.

miércoles, 29 de abril de 2020

El sujeto de mi realidad

Algunos empiezan a salir a las calles. Todavía puedo escuchar a los vecinos contar las horas para poder volver a la normalidad. Puede que esas voces estén dentro de mi cabeza o puede que haya olvidado contar el tiempo igual que mi reloj que dejó de funcionar hace cosa de un mes.  Después de mucho he podido lograr finalizar algo, algo pequeñito, pero lo he hecho. Es curioso como alcanzar una meta me ha supuesto pensar enseguida en la siguiente; es como un túnel sin salida. Nunca va a parar. Esta oscuridad sigue tocándome el alma. Me he dado cuenta de todo aquello que me rodea y aun así soy incapaz de crear momentos. No puedo alterar el orden de las cosas porque todavía no he conseguido creer en mí lo suficiente. Aún debo aprender a quererme, aún debo detener las rémoras que me persiguen. 

Hay palabras que no deberían acercarse como el amor y la muerte. Hay un estanque de tormentas en mi casa. Es como si la previsión todos estos días solo fuese de lluvia. Como si mi estado de ánimo fuese acorde al sonido del piano. Estas grietas no paran de abrirse y yo necesito un abrazo más que nunca. Estos dragones de mi estómago no paran de rugir, son como adictos a las drogas, por más que los alimente su hambre más crecerá.

Tengo aún deudas que cumplir, tengo pensamientos que aún debo mantener encerrados. Es como si ya no fuese relevante. Es como si tuviese que alegrarme siempre por los demás cuando lo único que quiero es enviarles a la mierda. Ya nadie sabe tratar a las personas. 

¿Cómo voy a tocar el alma si todas las caras que recuerdo son de extraños? Quizás es algo generacional. Puede que sea así de simple. Quizás siempre hemos sido monstruos pero lo escondíamos en nuestro imaginario. Todo recuerdo que me hace feliz tiene que ver con mi infancia y de eso hace ya mucho. Ojalá hubiese vivido más entonces para tener más con lo que disfrutar ahora. 

No lo entienden por más que lo explique. Yo no quiero la perfección, solo quiero pasar de curso por última vez. No sé donde quedarán mis energías cuando el mundo se muestre real por primera vez. Ni siquiera puedo pedir ayuda porque lo único que recibiré serán réplicas. 

Lo peor de todo esto es tener que revivir esos miedos que una vez dejé aparcados. Ahora no tengo más remedio que enfrentarlos de nuevo, como viejos amigos que se reúnen después de muchos años, pero estos no son amigos, son desconocidos con malas intenciones. No quiero que me esperen en ningún lugar. Yo voy sin rumbo y sin destino. 

Si mis elucubraciones tuviesen algún tipo de sentido quizás podría saber hacia donde tengo que navegar. Todavía puedo ver los restos del barco del año pasado. Aún afloran esos sentimientos en mí. Aún creo que este será el año en que las cosas cambiarán... ¿pero a qué precio?

martes, 31 de marzo de 2020

Confinamiento antes de abril

Antes de perder el último aliento no olvidaré aquello que aprendí en las calles, cuando aún había alguien, cuando esta primavera anticipada se tornó en un invierno más largo de lo normal. Me faltan muchos detalles por concretar, me falta el color que no sé recuperar. Estoy a las puertas de algo que me supera, que nos supera a todos. Volver a este lugar, después de haber haber hecho tantos progresos solo me entristece más, me desespera y me hace desconectar.

Antes de cerrar las puertas me sentí ultrajado. Volví a sentir que daba igual las veces que lo intentase, lo mucho que lo sintiese y lo mucho que me implicase, que al final me volvería a quedar estancado en el medio, en mi lugar preferido, en ese espacio-tiempo donde todo ocurre y nada lo hace a la vez. Quería huir del gris, de verdad, dejar que los vacíos no pudiesen ocupar los instantes, pero mi interés genuino no fue suficiente. 

Ahora echo de menos la libertad de poder decidir, de ver todo esto como un juego. Ahora me pregunto si no hay más remedio que seguir a pedazos, privados de abrazos y caricias. Después de volver a esta realidad donde el mundo me susurra que nunca voy a ver más allá de los principios, no sé si el resto del mundo estará igual, y si lo están... yo ya no puedo soportarlos más. 

La única libertad que tengo es la de contar los pasos que me quedan para poder terminar y con una pizca de suerte dejar de ahogarme en este mar, ¿lo entiendes?




sábado, 29 de febrero de 2020

Ya está aquí el fortísimo estruendo

Ten cuidado lo que toleras, porque estás enseñado a la gente a como tratarte.

Últimamente me he sentido desnudo ante el mundo, como si mi fragilidad traspasase mi cuerpo, como si mi coraza estuviese desprotegida, pero segura.
He necesitado valentía para salir a la calle. He esquivado el sol y el silencio ensordecedor. He tenido que ocultar mi miedo a lo desconocido y volver a entrar en la oscuridad. Te he visto en la oscuridad y he tenido que quedarme contigo un tiempo. Todas estas tribulaciones me han hecho divagar, me han tumbarme de nuevo en la cama, pero esta vez sin excusas, esta vez me he levantado tan rápidamente como he podido.

Sé que a veces debo quedarme callado, tragarme todo aquello que siento para  no estropear nada. Sé que debo tener paciencia y quedarme viendo como el sol se pone, pero me cuesta mucho esconder todo lo que nace en mi interior. No puedo hacerlo porque no está en mi poder, porque no soy yo quien lo controla, quien indica hacia donde debe ir este torrente. Me siento estúpido teniendo que ocultar algo que me hace sentir bien, pero no puedo entrar en la mente de los demás, no puedo exigir que nadie sienta lo mismo que siento yo. Así que me toca frenar, volver mis pasos hacia atrás y seguir deconstruyendo murallas.

Parece que los sentimientos no son tu fuerte, pero podrías intentar dejar de priorizar aquello que es menos importante en tu vida. No sé si estoy buscando lo mismo que tú y esto no deja de ser una prueba más, otra decepción del presente. Me cuesta posicionarme, me cuesta no expresar lo que pienso. Pienso que deberíamos dejar de asumir las consecuencias y empezar a comunicarnos. No quiero ser otra vez el estorbo de nadie.

Es muy necesaria esta oscuridad, este periodo de sombra para poder remontar. Si te soy sincero, es la primera vez en mucho tiempo que siento que estoy haciendo algo bien, aunque sé que es algo temporal, que no va a durar mucho y que luego volveré a mi estado de siempre, pero hay algo distinto en mí, algo que ha cambiado y sigue cambiando mientras escribo esto. Siento que he despertado, que he podido ver lo que muchos otros me decían ver, esta vez no eran mis fantasmas, esta vez he podido ver los demonios en su totalidad. Quizás sirvo para algo más de lo que creía. Quizás la cosa estaba en intentarlo. El miedo a fracasar siempre me ha cortado las alas, pero ya no va a volver a suceder, ya he aprendido a moverme por el barro, a dar mis primeras brazadas. Esta vez creo en mí.

Es por eso que me encantaría gustarte, pero me conformaré con espectarte. Si todo tiene un significado, ¿cuál es el tuyo en mi vida?¿cuál es el mío en este caos?

Que bonito es aceptar que aunque no lleguemos a donde creíamos, todo lo que hemos logrado nos llena lo suficiente.


jueves, 6 de febrero de 2020

Vida ante todo

Me gustaría que llegase un día en que pudiera decirte esto, aunque todavía estoy tan dolido que no puedo verlo desde aquí. Solo quiero estar conmigo mismo y poder perdonarte. 

Hablamos tanto que pensamos poco. No me queda más remedio que vivir la realidad y empezar a ver con claridad. Son muchos días de descanso. Ha sido mucho tiempo estando exhausto en un mundo que va demasiado deprisa. Siento que voy a salirme de la trayectoria, que voy a salir del camino y voy a empezar a gritar. Actúo a pesar del miedo, a pesar de las críticas. Ser valiente no significa luchar por cualquier causa perdida, ser valiente consiste en hacer aquello que es necesario aunque nos esté quemando por dentro. 

Siempre dejo pasar al resto por si acaso... y luego a ti no te dejan pasar, ¿a qué no? 
Deberíamos reaccionar, insistir en nuestra presencia, delatar que nuestra luz va menguando cada vez que alguien nos pisa. No pretendo regodearme en la tristeza, solo quiero hacer justicia. Solo necesito un poco de la paz que me robaron hace mucho. Solo necesito que me arropen antes de irme a dormir. Es esa necesidad creciente la que se abre paso dentro de mis entrañas. Es la vida ante todo. Es la llamada que siento y no me deja conciliar el sueño. Debe haber una forma, debe de haber algo  en este inmenso universo que esté hecho para mí. 

sábado, 25 de enero de 2020

Ayúdame a ayudarte

¿A dónde hemos llegado, cómo vamos a sobrevivir?

Tiendo a pensar que las vistas nunca dan toda la información. Que veo lo que otros no ven. Que puedo vernos de verdad. Que todo lo que sentimos no es más que una manifestación del ridículo a mostrarlo. 

La oscuridad vive en el corazón de todos y la luz no es más que una farsa total. Es como si alguien tuviese que actuar, pero nadie se atreviese a hacerlo. Somos adictos a mirar por el precipicio, que aunque no lo digamos muy alto el vértigo nos pone y también el miedo a lo extraño. Que criaturas tan curiosas que somos que nos quedamos mirando a un punto aislado. Pensamos que alguien nos debe algo; como si le importásemos a alguien. Nos auto convencemos de que debemos compartir más pero nadie nos advierte de que al hacerlo nos volvemos más frágiles, más aptos para rompernos. Nadie nos avisa de que liberarnos no nos recompensará con alas, sino con temor, con una congoja en la garganta. Un miedo astuto que se cuela por nuestra piel y nos susurra como el mismísimo diablo que nuestro próximo paso puede ser nuestra perdición.

¿Qué sería de nosotros si no saliésemos de nuestra zona de confort? 

Es como si fuese a estallar, como si sujetase una pieza de cerámica en mitad de un terremoto. Debo aprender a mantener la compostura, a erguirme, a cortar los cabos sueltos que me atan el estómago y me acorralan por las noches. Es esta sensación de asfixia la que me provoca la pérdida de esperanza. Mis ganas... no las encuentro. No encuentro mis ganas. No resido en el mismo espacio vital que el resto. Es casi como si aquellos niños del pasado volviesen para decirme que sigo sin encajar, que no lo haré jamás porque mi lugar siempre está lejos, que mi sitio no puede estar al lado de personas que hacen las cosas bien. Es mi eterno castigo: querer pero no poder. 

Quisiera que me devolviesen a mi sitio. Encontrar un digno oponente y que la paz prevaleciese sobre el caos. Justo ahí, en el ojo del huracán, será donde crecer y creer convivan, donde la única salida sea no mirar hacia atrás. Siento que mis dedos están tocando la orilla del mar y que mi cabeza lleva tiempo sumergida en el vasto océano, expectante, esperando con los ojos cerrados a que algo le sacuda y le haga respirar. Lo único que conoce es esa penumbra donde viven los peces abisales. Esa tranquilidad infinita que se rompe cuando alguien tiene hambre. Todo lo que conozco está callado y exento de vida. Ayúdame a ayudarte. Ayúdame a dejar que las cosas fluyan. Ayúdame porque quieres hacerlo de verdad. Lo que venga luego, será. 


lunes, 13 de enero de 2020

Nada está en tus manos

Suelo responder cuando me hieren. No tengo nada que decir que no hayas oído. todo el mundo está demasiado ocupado como para escuchar a alguien más que no sean ellos mismos. Siempre pensé que el hacernos mayores nos haría ser más amables con nuestras antiguas versiones. Que llegaríamos a aprender que el mundo funciona diferente, que necesita espacio y que nos haría más responsables cuando alguien necesitase nuestra ayuda. Pensé que nos daríamos cuenta de que el tiempo es algo imprescindible y querríamos pasar más tiempo con aquellos a los que queremos, pero ha sucedido todo lo contrario. La gente está demasiado ensimismada en sí, es casi como una enfermedad. No hay tiempo para ser real, no hay tiempo para que nadie esté cerca de ti. Nos hemos convertido en datos de un móvil. Somos solo palabras a las que acuden de vez en cuando. Nunca hemos sido alguien para ellos, nunca hemos sido más que un entretenimiento. 

Las oportunidades baldías nos descifraron el final hace ya mucho. La gente que querría estar pero no puede estar es la única que en realidad me hace sentir que sí están. El momento que escogimos no fue el ideal, pero es que nunca es ideal cuando se trata de ti. Soy el chico de pueblo que jamás saldrá de ahí y eso me lapida. No puedo formar parte de ningún lugar porque pertenezco al exterior. Puta gente que se cree amarilla. Puta gente que solo quiere sacar de ti algo y luego se echan a correr. Me siento dejado, me siento abandonado, me siento utilizado. Lo peor de todo es que a veces me pregunto si me lo merezco. Si el recibir todo este odio hace que yo odie más. Os reto a levantaros y actuar. Os reto a ser valientes por una vez. 

De nada me sirven tus putas disculpas. De nada me sirve que me desees lo mejor. Y no, no te hablo a ti, os hablo a los dos. Os hablo a todos aquellos que osáis entrar en mi vida para desaparecer, para dejarme aún  más roto. Me duele mucho empezar un año perdiendo a alguien otra vez. Quiero dejar de sentirme mal, de sentirme solo, de sentir que no encajo. Quiero dejar de gritar en la oscuridad. Quiero formar parte de una familia y solo me siento estúpido y feo. Solo siento que el mundo me escupe, que no acierto y que el tiempo solo sabe recriminarme. Sois escoria. Sois malas personas. Y no lo sabéis, os da igual, porque como me habéis expulsado de vuestra vida os doy igual, pero yo os lloro, yo lo siento, yo me cabreo porque soy real, porque tengo sentimientos, porque sé valorar. Dejad de creeros las víctimas cuando sois los asesinos. Solo sabéis hacer daño. Eso es lo que se os da bien, matar la esperanza. Sois unos putos asesinos. 

Creo que es esclarecedor la forma en que todo esto se ha resumido. Ver como la sombra se ha ido convirtiendo en un gran reino de oscuridad. Ver como todos, a la vez, cuando más os necesitaba, es cuando habéis decidido ir a por mí. Es doloroso, sí. Es doloroso ver como intentaba salir, como había mejorado, es doloroso ver todo el progreso que había conseguido para que vengáis y me apuñaléis. Siento ser el puto intenso de turno, siento ser una persona que se arriesga, que busca algo más, que no le importan ni la distancia ni los errores, siento ser esa persona que está dispuesta a perdonar más de tres veces. No me habéis dejado opción. Habéis querido enterrarme como si fuese una fotografía vieja. Solo queréis vuestra felicidad. Adelante, no os culpo, yo también soy egoísta, yo también necesito encontrar mi camino, pero intento hacerlo sin dañar a la gente, intento hacerlo desde el corazón. Sois puro teatro, sois pura mierda. Otra vez habéis ganado. Otra vez me siento solo.

Me siento estafado. ¿Por qué creo en la gente? ¿Por qué me preocupo? Es que no es uno, sois muchos! Joder, era mi jodido año. Habéis hecho que todo lo que  había logrado parezca hecho de papel. Vais de gente abierta, de gente distinta y diferente pero sois iguales al resto. Gente de paso. Gente que cree que puede cambiar el mundo pero solo sabe pisar. Dije que iba a tratar de usar la palabra odiar menos este año, porque es fea, porque duele, porque es algo que debemos calmar, pero es que os odio, es que odio ver como todos os habéis desmontado. Todos os habéis caído. Creéis que el resto somos marionetas, que somos juguetes de usar y tirar. Os odio sinceramente, con todo mi ser. Nunca sabréis el daño que habéis producido, os va a dar igual, pero yo sigo aquí, roto por cada uno de vuestros golpes, a cada cual peor. Es por esto que  necesito refugiarme en mundos imaginarios, es por vosotros que me quedo en mi burbuja, es por todos vosotros que tengo ganas de morirme. Os odio. Odio que le deis esperanzas al mundo para después arrebatarlas. Nunca os merecisteis mi amistad. Nunca tuve que empezar esa conversación. Nunca tuve que fiarme de vosotros. Nunca me voy a fiar de nadie más. Mirad lo que me habéis obligado a hacer, a escribir un relato de odio. Sois basura. Se acabó la fiesta. 

Que bien os sienta haberos librado de mí. Que peso os habéis quitado de encima. Menos responsabilidades. Menos verdades que conocer. Menos corazón que os queda. Sois como el resto. Sois como todo el resto. Siempre habéis sido el resto. Esta vez no habrá paz. Va siendo hora de salvarse uno mismo sin la ayuda de nadie.