Aullidos del fin del mundo

viernes, 24 de julio de 2020

Anhelo extraterrestre

Abducido y hechizado no sé muy bien que hago yo ahora aquí. Seguramente el tiempo se me haya echado encima y sea demasiado tarde para darle prioridad a aquello que me ronda por la cabeza. Aún noto la presión en el pecho, pero él no es mi dueño, esto no debería funcionar así. Escucho un fuerte pitido y me pongo en pie, aún algo mareado. Definitivamente este no es mi hogar y esta no es mi gente. 

Quizás no es más que el primer instinto de mi cuerpo, pero no puedo evitar fijarme en ti. Imitas un sonido que no es propio del lenguaje humano. Quizás seas un alienígena como yo. Puede que el que nos cueste tanto entendernos sea lo que más nos une. Tus onomatopeyas no dejan de ser encantadoras. 

Decido escogerte como la primera opción.  Decido dejarte ahondar en mis entrañas y nadar entre mis más oscuros pensamientos. Es casi como si tus antenas pudiesen espiar a través de las paredes que he levantado como coraza para que el mundo no se se entere de que soy demasiado frágil como para sobrevivir aquí fuera. Somos una especie de lo más extraña. 

De tu rostro lanzas dos ráfagas de luz. Es como si fueras un faro en medio de toda esta bruma. Tu luz es casi cegadora. Siento pequeñas cosquillas en la piel, como si cada vez que me mirases en lugar de verme a mí, traspasases fronteras intergalácticas. Sé que no te gusta el tacto humano, pues no estás acostumbrado, pero con sumo cuidado me dejas poner mis dedos sobre los tuyos. Podemos fundirnos en una caricia y los dos sentimos el miedo que nos recorre por dentro. No son necesarias las palabras para entendernos, pues aunque seamos tan distintos, somos el reflejo del otro. 

Me pides que me abandone al momento. Sé que me pides eso con tan solo sentir tu presencia. ¿Quieres estudiarme? ¿Quieres saber más de los míos? ¿Soy a caso un experimento fallido? La situación me abruma y me intriga a la vez. Siento que mi destino pende de un hilo. 
No, definitivamente no me estás estudiando. Estás experimentando. Estás reviviendo mis recuerdos. Te topas con algunas imágenes en blanco. Etapas que deberían estar llenas de color pero que sin embargo me perdí. Puedo notar el cambio de tono de tu inspección. Te causo lástima. Estás triste de que no haya aprovechado lo suficiente mi estancia en mi hogar. 

Querría hacerte entender que los excesos no son buenos y que a veces aunque nuestros cuerpos funcionen perfectamente nuestra mente nos juega una mala pasada. Me gustaría decirte que hay días en los que uno es incapaz de sonreír y de seguir adelante, que a veces solo quieres esconder la cabeza bajo tierra y hacer correr al reloj. Pero sé que tienes razón, sé que debería haber sentido sin miedo alguno. Quizás esa es tu declaración, el motivo por el cuál me has recogido. Quizás aún no es demasiado tarde para admirar a las estrellas. 

Sabía que no estaba tan equivocado cuando avanzas hasta el cristal de la nave. Tu ser se desdibuja con el infinito y solo queda la huella de tu mano anhelando mi planeta, como si fuese el mapa del tesoro de algún pirata espacial, como si fuese un sueño tan distante para ti como lo es para mí el de sentir algo más que un vacío. Aún puedo notar tu presencia en la ausencia que acabas de crear. La gravedad ahora pesa incluso menos.

Tal vez, amigo mío, nuestros deseos y nuestras ilusiones no deberíamos medirlas en distancias y en tiempo. Tal vez, amigo mío, siempre hemos tenido todo aquello que nos podría haber hecho feliz a nuestro lado. Tal vez, amigo mío,  las barreras nos las ponemos nosotros y esperar, aunque te sorprenda, no tiene porque ser la única salida. 


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