Aullidos del fin del mundo

sábado, 25 de enero de 2020

Ayúdame a ayudarte

¿A dónde hemos llegado, cómo vamos a sobrevivir?

Tiendo a pensar que las vistas nunca dan toda la información. Que veo lo que otros no ven. Que puedo vernos de verdad. Que todo lo que sentimos no es más que una manifestación del ridículo a mostrarlo. 

La oscuridad vive en el corazón de todos y la luz no es más que una farsa total. Es como si alguien tuviese que actuar, pero nadie se atreviese a hacerlo. Somos adictos a mirar por el precipicio, que aunque no lo digamos muy alto el vértigo nos pone y también el miedo a lo extraño. Que criaturas tan curiosas que somos que nos quedamos mirando a un punto aislado. Pensamos que alguien nos debe algo; como si le importásemos a alguien. Nos auto convencemos de que debemos compartir más pero nadie nos advierte de que al hacerlo nos volvemos más frágiles, más aptos para rompernos. Nadie nos avisa de que liberarnos no nos recompensará con alas, sino con temor, con una congoja en la garganta. Un miedo astuto que se cuela por nuestra piel y nos susurra como el mismísimo diablo que nuestro próximo paso puede ser nuestra perdición.

¿Qué sería de nosotros si no saliésemos de nuestra zona de confort? 

Es como si fuese a estallar, como si sujetase una pieza de cerámica en mitad de un terremoto. Debo aprender a mantener la compostura, a erguirme, a cortar los cabos sueltos que me atan el estómago y me acorralan por las noches. Es esta sensación de asfixia la que me provoca la pérdida de esperanza. Mis ganas... no las encuentro. No encuentro mis ganas. No resido en el mismo espacio vital que el resto. Es casi como si aquellos niños del pasado volviesen para decirme que sigo sin encajar, que no lo haré jamás porque mi lugar siempre está lejos, que mi sitio no puede estar al lado de personas que hacen las cosas bien. Es mi eterno castigo: querer pero no poder. 

Quisiera que me devolviesen a mi sitio. Encontrar un digno oponente y que la paz prevaleciese sobre el caos. Justo ahí, en el ojo del huracán, será donde crecer y creer convivan, donde la única salida sea no mirar hacia atrás. Siento que mis dedos están tocando la orilla del mar y que mi cabeza lleva tiempo sumergida en el vasto océano, expectante, esperando con los ojos cerrados a que algo le sacuda y le haga respirar. Lo único que conoce es esa penumbra donde viven los peces abisales. Esa tranquilidad infinita que se rompe cuando alguien tiene hambre. Todo lo que conozco está callado y exento de vida. Ayúdame a ayudarte. Ayúdame a dejar que las cosas fluyan. Ayúdame porque quieres hacerlo de verdad. Lo que venga luego, será. 


lunes, 13 de enero de 2020

Nada está en tus manos

Suelo responder cuando me hieren. No tengo nada que decir que no hayas oído. todo el mundo está demasiado ocupado como para escuchar a alguien más que no sean ellos mismos. Siempre pensé que el hacernos mayores nos haría ser más amables con nuestras antiguas versiones. Que llegaríamos a aprender que el mundo funciona diferente, que necesita espacio y que nos haría más responsables cuando alguien necesitase nuestra ayuda. Pensé que nos daríamos cuenta de que el tiempo es algo imprescindible y querríamos pasar más tiempo con aquellos a los que queremos, pero ha sucedido todo lo contrario. La gente está demasiado ensimismada en sí, es casi como una enfermedad. No hay tiempo para ser real, no hay tiempo para que nadie esté cerca de ti. Nos hemos convertido en datos de un móvil. Somos solo palabras a las que acuden de vez en cuando. Nunca hemos sido alguien para ellos, nunca hemos sido más que un entretenimiento. 

Las oportunidades baldías nos descifraron el final hace ya mucho. La gente que querría estar pero no puede estar es la única que en realidad me hace sentir que sí están. El momento que escogimos no fue el ideal, pero es que nunca es ideal cuando se trata de ti. Soy el chico de pueblo que jamás saldrá de ahí y eso me lapida. No puedo formar parte de ningún lugar porque pertenezco al exterior. Puta gente que se cree amarilla. Puta gente que solo quiere sacar de ti algo y luego se echan a correr. Me siento dejado, me siento abandonado, me siento utilizado. Lo peor de todo es que a veces me pregunto si me lo merezco. Si el recibir todo este odio hace que yo odie más. Os reto a levantaros y actuar. Os reto a ser valientes por una vez. 

De nada me sirven tus putas disculpas. De nada me sirve que me desees lo mejor. Y no, no te hablo a ti, os hablo a los dos. Os hablo a todos aquellos que osáis entrar en mi vida para desaparecer, para dejarme aún  más roto. Me duele mucho empezar un año perdiendo a alguien otra vez. Quiero dejar de sentirme mal, de sentirme solo, de sentir que no encajo. Quiero dejar de gritar en la oscuridad. Quiero formar parte de una familia y solo me siento estúpido y feo. Solo siento que el mundo me escupe, que no acierto y que el tiempo solo sabe recriminarme. Sois escoria. Sois malas personas. Y no lo sabéis, os da igual, porque como me habéis expulsado de vuestra vida os doy igual, pero yo os lloro, yo lo siento, yo me cabreo porque soy real, porque tengo sentimientos, porque sé valorar. Dejad de creeros las víctimas cuando sois los asesinos. Solo sabéis hacer daño. Eso es lo que se os da bien, matar la esperanza. Sois unos putos asesinos. 

Creo que es esclarecedor la forma en que todo esto se ha resumido. Ver como la sombra se ha ido convirtiendo en un gran reino de oscuridad. Ver como todos, a la vez, cuando más os necesitaba, es cuando habéis decidido ir a por mí. Es doloroso, sí. Es doloroso ver como intentaba salir, como había mejorado, es doloroso ver todo el progreso que había conseguido para que vengáis y me apuñaléis. Siento ser el puto intenso de turno, siento ser una persona que se arriesga, que busca algo más, que no le importan ni la distancia ni los errores, siento ser esa persona que está dispuesta a perdonar más de tres veces. No me habéis dejado opción. Habéis querido enterrarme como si fuese una fotografía vieja. Solo queréis vuestra felicidad. Adelante, no os culpo, yo también soy egoísta, yo también necesito encontrar mi camino, pero intento hacerlo sin dañar a la gente, intento hacerlo desde el corazón. Sois puro teatro, sois pura mierda. Otra vez habéis ganado. Otra vez me siento solo.

Me siento estafado. ¿Por qué creo en la gente? ¿Por qué me preocupo? Es que no es uno, sois muchos! Joder, era mi jodido año. Habéis hecho que todo lo que  había logrado parezca hecho de papel. Vais de gente abierta, de gente distinta y diferente pero sois iguales al resto. Gente de paso. Gente que cree que puede cambiar el mundo pero solo sabe pisar. Dije que iba a tratar de usar la palabra odiar menos este año, porque es fea, porque duele, porque es algo que debemos calmar, pero es que os odio, es que odio ver como todos os habéis desmontado. Todos os habéis caído. Creéis que el resto somos marionetas, que somos juguetes de usar y tirar. Os odio sinceramente, con todo mi ser. Nunca sabréis el daño que habéis producido, os va a dar igual, pero yo sigo aquí, roto por cada uno de vuestros golpes, a cada cual peor. Es por esto que  necesito refugiarme en mundos imaginarios, es por vosotros que me quedo en mi burbuja, es por todos vosotros que tengo ganas de morirme. Os odio. Odio que le deis esperanzas al mundo para después arrebatarlas. Nunca os merecisteis mi amistad. Nunca tuve que empezar esa conversación. Nunca tuve que fiarme de vosotros. Nunca me voy a fiar de nadie más. Mirad lo que me habéis obligado a hacer, a escribir un relato de odio. Sois basura. Se acabó la fiesta. 

Que bien os sienta haberos librado de mí. Que peso os habéis quitado de encima. Menos responsabilidades. Menos verdades que conocer. Menos corazón que os queda. Sois como el resto. Sois como todo el resto. Siempre habéis sido el resto. Esta vez no habrá paz. Va siendo hora de salvarse uno mismo sin la ayuda de nadie. 

viernes, 10 de enero de 2020

Desgraciado

Ocúpate de tus asuntos. Arregla tu vida primero. Deja de caer en los mismos pozos. Huye, pero hacia delante. Necesitas tener los pies en la tierra. Necesitas empezar a actuar acorde a tu edad. Necesitas dejar de pensar en el plan B. Es ahora. Ahora. Aquí y ahora. Tienes que despertar, tienes que darte cuenta de que necesitas vivir antes de que llegue septiembre otra vez. 
Todos sabemos que es mucho más fácil residir en la penumbra, pero lo que importa sucede a la luz del día. Pon tu mano en mi mano. Pon rumbo a un lugar mejor. Deja de creer en este juego. Somos inválidos que ya no recuerdan lo que era caminar.
Echo de menos esa sensación de hacer las cosas bien, del calor que sientes cuando sabes que has dado todo lo que tenías. Llevo demasiado tiempo en este estado de trance, en este recinto de paz y dolor. Llevo demasiado tiempo invirtiendo en el proceso equivocado. 
¿Cómo empiezo a creer en mí?

Si pudiese compartir aquello en lo que creo, aquello que me gusta y me apasiona. Si no me sintiese solo cada vez que mi corazón se desborda quizás sería más sencillo reconstruirme. Ojalá conocer a alguien con mis mismos gustos, alguien con quien poder hablar de verdad, más allá de las apariencias. Alguien a quien no tuviese que ocultarle nada. Alguien a quien poder mirar y entendernos. No hablo de amor, hablo de necesidad. Hablo de compartir este temor y superarlo. Hablo de dejar de sentir que no hay nadie más a quien pueda contarle que el mundo que veo es oscuro y hostil. Sentir que te entienden, que no estás solo en esto. Dejar de sentir que soy un desgraciado todos los días de mi vida. 

¿Debo aprender a conformarme? ¿Debo dejar de soñar? ¿Debo dejar de creer? Debo volver...

miércoles, 1 de enero de 2020

Vulnerable

Cuesta pasar página cuando tienes el pasado presente, pero no podemos desviar la mirada demasiado tiempo. Cuando menos te lo esperas terminas una década y empiezas algo que no sabes muy bien qué será. Un pequeño gramo de esperanza queda depositado en la palma de tu mano y con eso deberás poder apañártelas lo mejor que sepas. Te sientes vulnerable, como cuando perdías la mano de tu madre y una sensación de desasosiego te recorría el cuerpo. Buscabas desesperadamente algo que te ayudase a identificarla entre el gentío pero solo veías como todas esas cabezas se movían en direcciones distintas y te hacían sentir aún más perdido, hasta que te aprietan la mano y vuelves a sentir el calor y la seguridad. Ahora solo guardas la mano en el bolsillo y la conviertes en un puño cerrado, te armas de fuerza y sigues caminando. 

Más de una vez nos encontraremos con estos precipicios, esos agujeros que nos obligan a dar media vuelta o a querer lanzarnos para poder remitir el dolor que no sabemos de donde proviene. Pensamos que el origen puede estar ahí abajo. Quizás es solo un atajo o quizás es todo una trampa y realmente el camino está escondido tras una prueba de voluntad. Quizás es solo lo que vemos, ese gran acantilado insalvable. A veces no hay trucos. a veces queremos le damos demasiadas vueltas a las cosas. A veces nosotros somos el propio agujero. ¿Por qué intentamos acercarnos cuando está tan claro?

Es cuando llegan ellos, haciendo que no te preocupes, es cuando llega la verdad que no sabes ni por donde empezar. Te lamentas por haber estado tan ciego, te lamentas por no haberte dado cuenta antes de que la soledad lleva acompañándote muchos años. Siempre te ha dado igual, siempre has pensado que nadie te entendería, que nadie te libraría de las garras de la oscuridad. ¿Para que seguir intentando hacer las cosas bien? Al final, si no te empujan ellos, lo hará el viento. Al final eres tan frágil como una rama que está floreciendo. Al final, o más bien, al principio, caer mientras vemos como el cielo se aleja de nosotros es lo más fácil. Incluso la sensación de velocidad, la sensación de que los problemas los estás dejando atrás a medida que caes se vuelve real. Podemos ver como nuestra alma sale de nuestro cuerpo, se atreve a volar, y es entonces cuando grita alarmada mientras no puede evitar ver como recorremos los últimos metros. Solo cuando vemos nuestra propia mirada de arrepentimiento somos conscientes de lo que hemos hecho. Solo entonces extendemos las alas. Solo entonces frenamos a tiempo en mitad de la nada, nos impulsamos y volvemos a intentarlo. Esta vez con más fuerza. Esta vez más rotos, pero más preparados. Esta vez lo haremos bien.