Aullidos del fin del mundo

miércoles, 1 de enero de 2020

Vulnerable

Cuesta pasar página cuando tienes el pasado presente, pero no podemos desviar la mirada demasiado tiempo. Cuando menos te lo esperas terminas una década y empiezas algo que no sabes muy bien qué será. Un pequeño gramo de esperanza queda depositado en la palma de tu mano y con eso deberás poder apañártelas lo mejor que sepas. Te sientes vulnerable, como cuando perdías la mano de tu madre y una sensación de desasosiego te recorría el cuerpo. Buscabas desesperadamente algo que te ayudase a identificarla entre el gentío pero solo veías como todas esas cabezas se movían en direcciones distintas y te hacían sentir aún más perdido, hasta que te aprietan la mano y vuelves a sentir el calor y la seguridad. Ahora solo guardas la mano en el bolsillo y la conviertes en un puño cerrado, te armas de fuerza y sigues caminando. 

Más de una vez nos encontraremos con estos precipicios, esos agujeros que nos obligan a dar media vuelta o a querer lanzarnos para poder remitir el dolor que no sabemos de donde proviene. Pensamos que el origen puede estar ahí abajo. Quizás es solo un atajo o quizás es todo una trampa y realmente el camino está escondido tras una prueba de voluntad. Quizás es solo lo que vemos, ese gran acantilado insalvable. A veces no hay trucos. a veces queremos le damos demasiadas vueltas a las cosas. A veces nosotros somos el propio agujero. ¿Por qué intentamos acercarnos cuando está tan claro?

Es cuando llegan ellos, haciendo que no te preocupes, es cuando llega la verdad que no sabes ni por donde empezar. Te lamentas por haber estado tan ciego, te lamentas por no haberte dado cuenta antes de que la soledad lleva acompañándote muchos años. Siempre te ha dado igual, siempre has pensado que nadie te entendería, que nadie te libraría de las garras de la oscuridad. ¿Para que seguir intentando hacer las cosas bien? Al final, si no te empujan ellos, lo hará el viento. Al final eres tan frágil como una rama que está floreciendo. Al final, o más bien, al principio, caer mientras vemos como el cielo se aleja de nosotros es lo más fácil. Incluso la sensación de velocidad, la sensación de que los problemas los estás dejando atrás a medida que caes se vuelve real. Podemos ver como nuestra alma sale de nuestro cuerpo, se atreve a volar, y es entonces cuando grita alarmada mientras no puede evitar ver como recorremos los últimos metros. Solo cuando vemos nuestra propia mirada de arrepentimiento somos conscientes de lo que hemos hecho. Solo entonces extendemos las alas. Solo entonces frenamos a tiempo en mitad de la nada, nos impulsamos y volvemos a intentarlo. Esta vez con más fuerza. Esta vez más rotos, pero más preparados. Esta vez lo haremos bien.


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