Aullidos del fin del mundo

sábado, 27 de marzo de 2021

El baile

No lo vi venir. No creí que tuviese el poder de poder moverme así, tan libremente y con tanta soltura. Ese baile delante de todos aquellos que creían conocerme me hizo confiar por primera vez en que quizás solo me faltaba algo de valor. Siempre había estado allí, pero no fue hasta ese instante que pude vislumbrarme entre tantas sombras. 

Recuerdo esos días con mucha pasión. La nostalgia es poderosa, pero también un arma de doble filo. Esa sonrisa que me conquistó acabaría por embestirme más adelante. Aún puedo notar sus ojos clavados en los míos. Aún me duele ese verde esmeralda como si su estocada no fuese más que un preludio de lo que estaba por venir. Pero me quedo con la sonrisa que presencié en el espejo. Me quedo con las formas de las nubes que mencionábamos como dos niños que las presencian por primera vez y aquellos deseos tiernos e inexpertos que formulábamos a la nada. Lo que más añoro es esa paz que nunca había sentido, esa huella de experimentar la invencibilidad aun cuando lo único que tenía era a mí. Encontrarme rodeado de gente y no sentirme mal, al contrario, sentir que pertenezco a un lugar más inmenso. Echo de menos la oportunidad de elegir, de ser y de vivir. 

Sería un placer poder compartir mis emociones con vosotros, poder abrirme como si fuese un boceto, un cuadro recién pintado, con sus colores todavía brillando a la espera de secarse al sol. Ojalá pudiese dar rienda suelta a todo mi silencio, dotarle de palabras y sacarle a pasear. Me gustaría dejar de depender del reloj todo el tiempo. Me gustaría abrazar cuando me apeteciese sin sentir vergüenza por un acto tan puro. Me gustaría que mis sentidos lograsen ver, tocar, oler, saborear y oír cosas nuevas. Me gustaría no hacer listas interminables de todas aquellas cosas que me gustaría hacer sin cumplirlas. Pero hay períodos que no podemos deshacer. Hay momentos que llegan cuando deben llegar, ni antes ni después. No puedo forzar la máquina. No puedo construir castillos en el aire más que en mi imaginación. La realidad a veces no es plato de buen gusto, y más veces de las que nos gustaría se vuelve intocable. Hay que asumir ciertas reglas para poder mantenernos vivos. Primero, hay que aceptar la tristeza para poder avanzar. Segundo, hay que ganas ciertas guerras para poder volver a casa y bailar. Tercero, podemos permitirnos fallar.