Aullidos del fin del mundo

sábado, 29 de octubre de 2016

La esencia de prescindir

Que irónico es vivir motivando a otros sin querer seguir. 
No es que quiera regresar a aquel pasado, pero a veces quiero recuperarlo. 
No quiero ver en tu reflejo esa expresión de sacrificio, esa mirada solitaria. 
¿Qué hago para encontrar una salida de esta realidad? Solo quiero escapar.
¿Cuál es el motivo para seguir? Ya perdí toda mi seguridad, no quiero fallar.
Me deprimo con tanta facilidad... quizás debería enfrentarme a esa debilidad. 

Quiero realizar de una vez lo inconcluso. Yo sé que hay algo más. 

jueves, 27 de octubre de 2016

Sabes bien como decepcionarme

Sigues sin mirarme a los ojos, así que mírame. Ya me he quedado sin apuestas.
Te has convertido en una cuestión de negocios. 

Todavía no has salido corriendo,  aunque reconozco que esperaba que al menos alzases la mirada. 
Supongo que seguimos el mismo camino que antaño, ese vaivén de mundos opuestos que tanto te deleita. 

Ya no malvivo en la periferia preguntándome si algún día llegaré a donde tú lo hiciste. Ya me convertí en ti, ya me di cuenta de que las sombras no son la respuesta a las pocas luces que me dejabas ver.

Inevitablemente siempre llega el momento, una razón que nadie más que tú o yo entendemos. Que me vas a descubrir que no haya descubierto... al menos si nada sale bien volveremos a empezar de cero. Mejor dejémoslo correr.  ¿No ves que no puedo darte tanto?

Que harto estoy de volver siempre a tu retorno. No vuelvas, quédate en casa, si es que allí al menos saben quien eres. Sólo te quiero destrozar la boca. Si tú te bajas yo no respondo. Te confundo tanto con el enemigo.

Y si te atreves a volver, mírame y dime si no es verdad que te arrepientes. 

lunes, 17 de octubre de 2016

Un mensaje para los osos

Se acerca la hora de dormir. Cerrad los ojos bien fuerte y no os asustéis si alguna vez escucháis sonidos austeros. Relajos, ha llegado la hora de descansar. Lo único de lo que tenéis que preocuparos es de soñar. Ahí nadie os molestará, nadie seguirá vuestras huellas, estaréis tan bien escondidos que solo os encontrarán si vosotros los deseáis. 

Acurrucaos hasta el fondo. Abrigaos, pues pasaréis frío. Con suerte seguramente notéis el calor que desprendéis. Estoy convencido de que será más que suficiente para asegurar el invierno. 

Pero estad atentos para cuando llegue el momento de deshacerse de la nieve, de sacudirse el polvo y mostrar la majestuosidad que ha despertado. 

Podéis estar tranquilos. Ya no hay hambre ni debilidad, ya no hay que cazar para sobrevivir. De momento os puedo garantizar que el único daño será el de no veros asomaros para saludar. 

Todo será mejor después. 

sábado, 15 de octubre de 2016

Respirar, transpirar, resucitar

En que momento perdí el control de mis sentimientos.
En que momento dejé de ser el capitán de mi navío. 
En que momento decidí aniquilar todo el dolor de mis sueños. 

Ya solo recuerdo los momentos como trapos de nostalgia. Ahora que por fin llueve puedo salir a la calle a beber mis tormentos. Al fin me he convertido en un adulto sin miedos, porque no siente, tan solo se limita a acudir a su cita semanal. 

No hay doctores que sanen, si no personas con frío que te alientan a taparse contigo, pero tú no aceptas, porque tu dolor va más allá, es algo innato en ti. Si al menos sus palabras calmasen tu pecho. 

Me he impuesto un castigo y es el de destrozar todas las calles que conducen al mismo sitio. Alguien necesita girar, ver más allá de su ciudad, de los cimientos que la sustentan, que nos sustentan. 

De un día aparecer alguien que me empujase al vacío y me sujetase al llegar al fondo, de un día encontrarme con la estampa de ser la mente en blanco de un escritor a punto de triunfar.

Si uno de esos días llegase, quizás y tan solo quizás, podría abandonar mis aires de vaquero solitario y cabalgar hasta la sombra más alta y una vez allí abrirme en cruz, despojarme de mi alma y cantar.

Y sé precisamente que es lo que cantaría:

"Que injusto tu orgullo que desgarró mi mundo"

viernes, 7 de octubre de 2016

Préndeme

Su voluntad había decidido por él. 

Una vez leyó que todos estamos destinados a cruzarnos con nuestras obligaciones y los deseos más profundos a la vez, que estamos forzados a decantarnos por uno de los dos. No hay forma de detener el dolor que causa la felicidad que todavía no podemos tocar. Somos tan impacientes... tan desagradecidos con lo que tenemos. 

El autor no dejó claro cual era la manera de vencer esa melancolía, pero le exhortaba a contemplar la belleza que destilaban las luces y las sombras que a todos nos rodean. 

No quiso escuchar sus ruegos, pues él creía que ese dolor punzante debía remitir de alguna manera, que la felicidad era algo más grande y que, por lo tanto,  debía tener más de un camino para lograr la dicha y que, una vez allí, se le devolvería todo el oxígeno que había derrochado en cada suspiro. 

Su voluntad se había sometido a aquellos pensamientos. Vagaba con la esperanza de encontrar una señal que lo guiase.

Nunca se dio por vencido, pero eso solo significaba  que su cuerpo se iba muriendo paulatinamente. Salía todas las mañanas a buscar algo que le hiciese reaccionar, pero solo se topaba con caras sin rostro, paisajes vacíos y sensaciones vacantes. No lograba sentir nada más que un odio que se iba consumando lentamente. Un odio latente que terminaría por convertirle en una persona completamente distinta a la que era. 

Sus ilusiones daban paso a la desesperanza y la incertidumbre. Ya no sabía a donde dirigir sus pasos, a penas recordaba como avanzar. Se arrastraba, deambulaba como un alma en pena. Sufría, pero no sabía de donde procedía toda esa aflicción. 

Su voluntad inquebrantable dejó de serlo. Ya no había ningún superhombre, tan solo quedaba la pena en sus ojos.

Hasta que decidió escribir. Se deshizo de todos sus demonios. Los enumeró uno por uno, todas las desgracias, los males, lo que le hacía estremecerse cada vez que pensaba en ello. Dejó que todas las lágrimas se unieran en un mar de palabras y después las rompió todas. 

Se quedó de pie, delante de todos los pedazos que le habían ido royendo poco a poco el corazón. "¿A dónde vas?", "Monstruo", "El amor que nunca tendré", "Celos", "Futuro incierto".

No había una manera de superar todo aquello. No había una única respuesta. No había una solución inmediata. Lo que había, era algo que descubrió cuando creía que el pozo donde estaba no podía quedar más hondo

Se dio cuenta de su voluntad, de sus anhelos, del afán por la vida que encontraba tan interesante. Su empeño y su obstinación le habían remolcado hasta el límite.

Fue entonces cuando comprendió que el límite le había ahogado. Que la frontera que él mismo había construido se había transformado en una cárcel llena de caminos amurallados. 
Había dejado que toda la confianza que desprendía, que todos los sueños que portaba se quedasen estancados en una fecha, en un lugar o en una persona. No había continuado sin remordimientos, porque cualquier acción le pesaba y se sumaba al miedo de poder perder una felicidad que el creía conocer, pero que jamás había tocado.

Su voluntad volcó el vaso de agua y respiró todo el aire que le había sido arrebatado. No volvería a ponerse límites. No volvería a ahogarse en tan diminuto cubículo de inseguridades. Ya no quería seguir siendo esa persona que tan solo se imaginaba logrando una meta, porque él, podía llegar a donde se propusiera.