Aullidos del fin del mundo

sábado, 15 de octubre de 2016

Respirar, transpirar, resucitar

En que momento perdí el control de mis sentimientos.
En que momento dejé de ser el capitán de mi navío. 
En que momento decidí aniquilar todo el dolor de mis sueños. 

Ya solo recuerdo los momentos como trapos de nostalgia. Ahora que por fin llueve puedo salir a la calle a beber mis tormentos. Al fin me he convertido en un adulto sin miedos, porque no siente, tan solo se limita a acudir a su cita semanal. 

No hay doctores que sanen, si no personas con frío que te alientan a taparse contigo, pero tú no aceptas, porque tu dolor va más allá, es algo innato en ti. Si al menos sus palabras calmasen tu pecho. 

Me he impuesto un castigo y es el de destrozar todas las calles que conducen al mismo sitio. Alguien necesita girar, ver más allá de su ciudad, de los cimientos que la sustentan, que nos sustentan. 

De un día aparecer alguien que me empujase al vacío y me sujetase al llegar al fondo, de un día encontrarme con la estampa de ser la mente en blanco de un escritor a punto de triunfar.

Si uno de esos días llegase, quizás y tan solo quizás, podría abandonar mis aires de vaquero solitario y cabalgar hasta la sombra más alta y una vez allí abrirme en cruz, despojarme de mi alma y cantar.

Y sé precisamente que es lo que cantaría:

"Que injusto tu orgullo que desgarró mi mundo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario