Aullidos del fin del mundo

miércoles, 18 de noviembre de 2020

A plena oscuridad

 No entiendo como nadie puede comprender esta vulnerabilidad. Es como si solo viesen un espejo que refleje drama cuando el sentimiento es mucho más profundo que eso. Es como una bala que se ha quedado atascada en el pecho. Si intento sacarla me desangraré, mientras que si la dejo ahí mi cuerpo nunca podrá volver a respirar. 

Es huir o luchar en mi propia oscuridad. Supongo que eso es lo que viene después de toda esta ráfaga de confusión. No me queda otra que comportarme, asumir el riesgo y no amedrentarme. 

Las proezas nocturnas son derrotas de día. Son como dos caras de la misma moneda. Nunca sabes si tu valentía es realidad o ficción, nunca sabes si cuando salga el sol vas a poder enfrentarte con tanta entereza a tus demonios como cuando te hacías la promesa unas horas antes. Es como si las sombras lo engullesen todo. Como si el mundo me diese una bofetada por creer que puedo combatir mi debilidad. 

¿Por qué la gente no para de decir que no tienen tiempo? ¿No lo tienen realmente? Porque yo veo como lo desgastan, como lo usan para su propio beneficio, para algo que realmente no les aporta todo aquello que querían. Lo malgastan, creen que no lo tienen mientras la arena se les escapa entre los dedos. Pasar tiempo con alguien es el regalo más valioso que podemos hacer, lo entiendo. No es algo que podamos dar así sin más, pero el mismo tiempo se puede buscar. Siempre hay un hueco si realmente lo deseamos. Siempre hay una excusa para no abaratarlo. No se puede ser un esclavo del reloj, pero nos pasamos los días contando las horas que faltan para que termine toda esta monstruosidad. 

No sé cómo me lo hago, pero todos mis héroes están igual de tristes que yo. Ahora entiendo el porqué no hay una figura a quien idolatrar. Detrás de todas esas imágenes nuestra apatía se sufre igual. La verdad se esconde en las habitaciones cerradas. 

¿Sabes lo peor? Que la gente como tú nunca se va, pero se va. Eso te trastoca. Sientes que te esfuerzas, que intentas reconectar, pero toda esa bondad que transmites acaba en saco roto. Al final ese tiempo que has querido regalar acaba dejándote en el olvido. Te haces más pequeño, confías menos y sientes que quizás no deberías compartir tus pensamientos con nadie más. Acabas creando esa magnífica bola de nieve que se come tus problemas y se ata a ti como un nudo en tu interior. Eres una bomba que está a punto de estallar, pero nadie va a escuchar el ruido, porque todos siguen en sus burbujas perfectas, en sus propias mentes atrapados. Uno se acostumbra al dolor, a sentir que toda la ciudad se gira cuando estás rogando por ayuda. Y cuando quieres defenderte de todo ese mal, tus armas se han reducido a un coraje que hace ya mucho tiempo que no ves. 

No creo que sea cuestión de dejar de aplazar las ideas. No creo que el problema radique en dejarse llevar más a menudo. Es simplemente que nunca es el momento ni el lugar. Que para tirarse a la piscina hace falta agua y yo ya no sé donde encontrarla. Es como si nadase en un desierto sin fin. Cada vez que creo que voy a llegar a algún lugar, el espejismo se deshace y me encuentre en el mismo lugar en el que empecé. Necesito una chispa de esperanza. Un mensaje que me haga despertar. Algo que me haga sentir algo. Estoy cansado de que siempre sea el mar, ¿lo entiendes?

No hay comentarios:

Publicar un comentario