Aullidos del fin del mundo

viernes, 1 de octubre de 2021

Colores propios

Últimamente me convierto en mi propio eco. Amanecí sonriendo y ahora anochezco con la duda que siempre hace equilibrismo en mi nariz. Qué efímero puede llegar a resultar un momento y que larga la espera hasta que los vientos vuelvan a soplar a nuestro favor. Qué ingenuo es tener que creer que podemos olvidar la oscuridad que una vez nos acechó, como si todo ese dolor que ha dejado atrás fuese posible eliminarlo sin dejar rastro. Pero a la vez, somos el faro que nos alienta a continuar. Ese camino lleno de baldosas amarillas parece más infinito a cada paso que nos acerca. No controlo el tiempo. No controlo el daño que puede hacer la gente herida. No controlo mis emociones. Por eso, prefiero veros disfrutar del espectáculo, pues ese es el verdadero espectáculo para mí. 

Por más pueril que suene, le hablo a mi ansiedad como si fuese un niño pequeño. En una extraña e inocente manera. No la veo como un monstruo terrible esperándome en el armario. Es solo química en mi cerebro y tinieblas en mi corazón. Hablo con ella para que no tenga miedo, pues eso es de lo que me protege. Le explico mi realidad y la reconforto de la misma manera que lo haría con una vida recién nacida. Si está aquí para quedarse, entonces será mejor que nos acostumbremos los dos a convivir. No puedo seguir andando mientras odio una parte de mí, porque eso no va a hacer que ella se vaya, solo lo empeorará. Y lo que ambos queremos es ir a mejor. 

Esa vida que aún no he podido tocar parece desdibujarse cuando muevo mis manos en el vacío. No la atraparé al vuelo, pero no pienso quedarme de brazos cruzados. Todas esas voces, esos rostros felices, esas palabras que me perforan... me pregunto si solo están ahí para recordarme lo que quiero. Aunque nunca haya querido pertenecer al mundo real, este es mi sitio, y aunque no encaje, no tengo por qué retirarme.

No soporto la felicidad pero estoy rodeado de gente feliz. Quizás es por eso que no sé valorarla lo suficiente. Estoy tan eclipsado en ser como los demás, en compararme y en resignarme en esa envidia que me carcome que no soy capaz de centrar la mirada en mi propio camino. Ni en escuchar mi voz. Ni en darme cuenta de mis auténticos colores. 

Este hastío que suscito parece apagarse cuando el agua rompe en mi cabeza. Supongo que la buena lluvia sabe cuando caer. 

Dime pues, ¿por qué nunca te das por vencido? ¿por qué sigues creyendo en las hadas, en las oportunidades, en los casos perdidos, en las noches de guerra, en aves flamígeras y sobre todo...  por qué sigues creyendo en ti?

No hay comentarios:

Publicar un comentario