Aullidos del fin del mundo

sábado, 9 de octubre de 2021

Adiós. Bona nit. Au revoir.

Tú estás más o menos bien, y no hay nada malo en ello. Yo estoy como una mierda, y tampoco hay nada malo en ello.

Hoy no he podido despertar. Tú habrás llegado hace rato. Has dejado nuestro mundo atrás y te has quitado los zapatos.

Yo soy punta de iceberg y tú eres fuego y arrebato. Limpias todas las huellas después de un nuevo asesinato.

Y luego sales a bailar. Lo pienso todo el puto rato. ¿Quién te habrá robado un beso detrás de la fuente de los patos?

Lo has dejado todo por empezar. No he sabido equilibrar todos tus encantos. Lo has dejado todo por empezar. Todo. Todo. Y después nada. 


Hay un espectáculo en el cielo, son las Dracónidas, la primera lluvia de estrellas del otoño. Otra fecha para recordar y perderse en este vasto vacío. Me gustaría ser como ellas y simplemente dejarme llevar, formar parte de ese inmenso universo y acabar de brillar donde sea que deba hacerlo. 

En los últimos días me he quejado de que no sabía escribir siendo feliz, como que mi cuerpo no me permitía plasmar las palabras de la misma manera que lo hace cuando el corazón está triste. Supongo que ya no tengo ese problema. Supongo que hay manías irremediables a las que no sabemos dejar de volver. Soy culpable de sentir demasiado rápido y demasiado pronto. De querer excavar profundidades a las que seguramente no soy del todo bienvenido. Ojalá pudiese librarme de escribir esto. Ojalá este recuerdo desapareciese, como lo hacen ya personas a las que debería ir olvidando el nombre. Hoy me siento un poco roto. Siento que vuelvo a alejarme y desencajar. Curioso como algunas conversaciones se vuelven en tu contra. No pretendo amoldarme a ningún lugar ni a ninguna persona, solo quiero no tener que borrar más rostros en la larga lista de horrores a los que no quiero volver. Me cuesta incluso respirar al pensar como he sido tan idiota de intentar volver a conectar después de tanto tiempo. No hay nada que podamos forzar y es el cauce de la vida, pero cuando te toca tan de cerca, te sientes el ser más indefenso y pequeñito. Todo se vuelve mucho más oscuro y sientes los dardos en el pecho. Te llevan abajo, al sitio de donde tanto has tardado en salir y en un microsegundo vuelves a sentirte encadenado. Sí, de esas cadenas que todos tenemos y no podemos librarnos, pero a veces lo hacemos, o creemos que lo hemos hecho, hasta que vuelven a apretar. Siempre me he preguntado cuál es la parte que me falta. Todo el mundo me dice lo mismo, todos vienen, me sonríen y me miran como si fuese un pequeño niño al que tienen que cuidar. Todos se acercan para observar con cautela hasta que de repente su mirada se torna en un gesto compungido. Es como si pudiesen ver dentro de mi alma y encontrasen esa pieza que no está del todo recta, ese destello que les hace retroceder. Y se alejan. Así, sin más. Porque ya no pueden hacer nada, porque no saben cómo decirle a ese pobre niño que no hay nada que puedan hacer por él. Entonces el tiempo pasa y el niño crece. El niño se asusta por todo, no quiere mirar a la gente. Tiene miedo de que vuelvan a ver ese brillo que parece engullirlo todo. Y después de combatir esos demonios, después de aceptar que su soledad no tiene por qué identificarle... después de todo eso ocurre de nuevo. Y esa mirada sale a la luz. Toda esa puta oscuridad le brota por los ojos. Ese líquido acaba corroyéndolo todo, hasta que se une otra vez y vuelve a formar parte de él. El niño se siente muy cansado, como si alguien le hubiese golpeado día y noche, como si el último resquicio de luz se hubiese apagado. Creía y de repente deja de creer. Otros toman decisiones por él. Otros eligen cuál es su destino. Otros siempre le dicen lo que sabe y lo que no sabe. Es como si todo el mundo pudiese meterse en su cabeza, como si todo el mundo viese a través de su cuerpo. Pero nadie le dice cuál esa esa pieza. Esa dichosa pieza. 

Creo que lo más detesto de todo esto es otorgarle a esas personas que suceden como fantasmas, títulos en lugares que ya nunca podré hacer míos de nuevo. No puedes remediarlo. No puedes curar esa herida. Un lugar, sea cual sea, de repente se convierte en magia o en un sitio que te produce escalofríos. Ahí se queda su nombre, su cara y su olor. Forman parte de su arquitectura. Y jamás se borrará su huella de tu recuerdo. Cada vez que llegue a esa estación querré cerrar los ojos y pasar de largo cuanto antes, porque todo lo que hacemos, repercute. Siempre. No entiendo cómo hemos pasado de patos a estanques vacíos. El daño es tan rotundo...

Y la facilidad que tiene la gente de tenerlo todo tan sumamente claro me parece fascinante. Supongo que puedes saber el bien o el mal que puede hacerte alguien sin tenerlo a tu lado. Me sorprende esa facilidad de arremeter y esfumarse. Cómo puedes saber aquello que te conviene si no le das tiempo a las cosas de suceder. Cómo puedes estar tan sumamente seguro de que ese camino ya no es para ti si ni siquiera sabes lo que quieres. Quizás primero deberías preguntarte qué buscas antes de salir a encontrar algo que ni siquiera sabes lo que es. Hacerlo, sin duda, antes de romperle un poco más el corazón a alguien. Porque es muy fácil ser egoísta, pero cuesta mucho más ser valiente y apostar. Cuesta más cuando sabes que todo aquello que tienes puede derrumbarse en cualquier momento. Supongo que la gente no sabe apreciar las lágrimas. Supongo que siempre soy demasiado de más y demasiado poco de menos. ¿Cómo vas a saber lo que esperas sentir en una relación si ni siquiera puedes comenzar una? No puedo comprenderlo. No puedo ni siquiera empezar a hacerlo sin perderme. Imagínate creer conocer a una persona en poco tiempo y saber que no debería formar parte de tu mundo, así, sin dudarlo. Es lo más sencillo, pensar en uno mismo. Coger el camino fácil y seguir tu rumbo. Eso somos para el resto, nombres y cuerpos. Palabras que se las lleva el viento. Tal como ha venido se ha extinguido, como si un meteorito hubiese impactado y él mismo no hubiese querido apartarse. Adiós, bona nit, au revoir. 

Si no me ves, no hay realidad. ¡Qué irónico! Es cápsula del tiempo que jamás será. Qué gris parece todo desde aquí abajo. Qué triste debe ser el no poder sentir nada. Estaba claro desde el principio que la lógica no soportaría a la emoción, idiota. Ya no existen los caballos del amor, ni los motes explosivos ni las horas más allá de las 12 ni ningún viaje a París. La lava te ha salpicado hasta aquí. La tierra esta vez ha decidido no dejar fluir al agua y cerrarle el paso a sus cordilleras. Las primeras canciones de repente se convierten en las últimas y los gorros de invierno se deshacen como la nieve en pleno verano. Las únicas atracciones que veré serán las montañas rusas que me hacen dar vueltas en mi cama. Seguiré disfrutando de la lluvia, seguiré haciéndolo solo. Estás acostumbrado a esto, a no ser lo que busca la gente. Quizás debería rendirme y dejar de buscar ahí fuera lo que quizás no existe. Dejar ya de creer en putas fantasías y matar a todos los magos que todavía creen que son capaces de impresionarme con sus trucos.

Vuelta a empezar. Vuelta a calmar al dolor. Al final has sido el extraordinario fracaso. 

Todo irá bien. Todo irá bien. Todo irá bien. Respira. Asume. Lucha. Sigue. 



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