Aullidos del fin del mundo

domingo, 27 de mayo de 2012

Proyecto Vida

Aprender a ser adulto es un engorro. Desde que nacemos hasta que crecemos nos enseñan a tomar decisiones, desde que preferimos comer, si nos gustan más las matemáticas o la literatura, si nos interesa tocar la guitarra, echarnos un partido de fútbol o montar a caballo. Pero aunque parezca mentira, esas no son las decisiones más difíciles. Las que de verdad deciden nuestro futuro son aquellas en las que ni siquiera nos fijamos. En que calle cruzamos, que camiseta nos ponemos, en que persona nos gusta, si decidimos llamar a esa persona o si decimos te quiero a nuestra madre todas las mañanas o preferimos decírselo en el momento adecuado, porque no somos de esa clase de  personas que tienen  facilidad para expresar lo que sienten. Esos detalles marcan nuestro camino de una manera en la que no somos conscientes. Tenemos poder sobre esas decisiones. Y eso es como decir que tenemos poder sobre nuestra vida. Pero al vida nos sencilla.

Por eso, a veces hay que sacrificar algunas decisiones. Algunos otros futuros no plausibles. Futuros que se desarrollaran en nuestra mente durante años. Acciones en las que nos gustaría dar marcha atrás y corregirlas. Pero quizás, si las corrigiéramos, no sería lo mismo.

Si no nos arriesgamos a saltar el muro, nos perderemos unas vistas fantásticas.

Y yo no estoy dispuesto a perderme esa panorámica. 

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