Aullidos del fin del mundo

viernes, 15 de junio de 2012

Que alguien me lleve a casa

Supongo que pensé que podríamos encontrar otras maneras de derrumbarnos. No hicimos más que morirnos el uno en los brazos del otro. No nos dio tiempo a llegar a casa. Todo lo que teníamos era el momento y a la persona. A la oportunidad, que se lanzaba de cabeza al fondo de la piscina. Nos fragmentaron, nos recogimos, nos quisimos y nos lanzaron al vacío. A vacíos distintos. Fuimos oscuros. Pasamos muchos tiempo allí, entre tinieblas. No podíamos saber cual era la verdad. No existía la verdad. Lo único que conocíamos era aquella dimensión construida a base de mentiras, de decisiones que nos impedían tomar aquellos monstruos que vivían, no bajo la cama, si no en toda el hogar. De aquellos ángeles que se reían, de aquellas voces que nos instaban a cerrar los ojos y dejarnos llevar. Nos vimos obligados a sumirnos en aquel letargo. Todo era tan incierto...

Las sombras tiñeron el transcurso de los días. Excepto los recuerdos, ellos se mantenían firmes a su luz. La espera se fue adueñando de mi determinación. Y lo volví a escuchar, aquel cascabeleo angelical. Me atrapó. Me cazó. Durante años me vi enredado en la única idea de asegurarme que no hubiesen más sombras en tu camino. Que si alguien podía ver más allá de aquel sol negro, fueses tú. Tu figura huye en mis semanas, y la echo de menos. Echo de menos la única voz que me podía llevar a casa, a mi verdadero lugar de origen. A aquel mundo que construimos para dos. Aquel mundo paralelo en el que una casa no era el lugar más terrorífico del mundo, si no que era donde hacíamos el amor.

2 comentarios:

  1. Llevo tiempo queriendo pasarte esta canción, pero no he encontrado el momento. (En realidad siempre se me olvidaba). Creo que este es apropiado. http://www.youtube.com/watch?v=VmRuQd7uje8

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