Aullidos del fin del mundo

domingo, 24 de abril de 2016

El día de después

Se sentía seguro. Durante unos momentos se sentía seguro, aunque supiese que eso sería momentáneo, que en cuanto se quisiera dar cuenta volvería al estado embrionario en el que siempre se encontraba. 

¿A qué estás esperando? Se preguntó.

- Al futuro, a un tiempo mejor, a lo que vendrá, a lo que me voy a encontrar más adelante, algo que irremediablemente sé que se topará conmigo de una manera u otra. 

¡¡Pero... no estás ahí!! Hay una realidad, hay unos días que duran 24 horas. Hay tantas cosas por hacer que vas a perderlas todas si sigues viviendo en un sin vivir. 

- Lo sé, pero de todas formas tampoco puedo empezar una vida sin conocimientos, sin cimientos, sin nada a lo que aferrarme. No es tan sencillo agarrarse a un cero gigante en el que no hay nadie. 

Debes prometerme que vas a hacer lo que esté en tus manos para abandonar este ritmo maldito. Que volar se convertirá en una acción, no en un dibujo en tus brazos. 

- Las promesas se las lleva el viento. Es mucho más sensato decirte que lo intentaré. Pues sé donde me siento seguro, sé donde debería estar, sé que a veces hay que hacer sacrificios para triunfar.

Hay que hacer sacrificios para ser feliz.

- Nunca voy a encontrar la felicidad, pues siempre la echo de menos y siempre le escribo cartas. Ella hace mucho tiempo que me habló y yo solo me empeñé en perderla y en volver a encontrarla como un centenar de veces. 

¿Qué quieres decir con eso?

- Que la felicidad no es algo que debas buscar, es algo que está en ti. No puedes obsesionarte con ella o acabarás tan loco como yo.

Pero tú no estás loco, es solo que necesitas darte cuenta de algunas cosas.

- Puede ser, aunque por desgracia siempre me doy cuenta al día después.



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