Aullidos del fin del mundo

sábado, 7 de julio de 2018

Regla número 1: Dale tiempo

Siempre he querido correr. Nunca se me ha dado bien eso de esperar y tener que seguir unos pasos para poder llegar a una meta con banderas y vítores. Si podía llegar a puerto cogiendo un atajo no lo dudaba ni un segundo. Pero siempre he tenido que esperar. Han sido esperas largas y tediosas, horas y horas de colas de personas que la mitad de las veces eran metafóricas y la otra un producto de mi imaginación. 

Cuando esperas aprendes que todo sale mejor. Que de alguna forma aquello que estabas cocinando y siempre se quemaba por fin parece tener un color más rosado y es incluso apetecible. 
Si logras mantenerte firme y por fin llega el ansiado día que terminará con esa ronda de suspiros y anhelos te darás cuenta de que todas esas veces que creías que era un día más se convierte en experiencia y en un momento al que volverás para recordar que todo tiene un sentido, aunque tú solo quieras acabar pronto y vivir de la manera más cómoda.

Hoy he vuelto a precipitarme. No siempre puedes controlarte y terminas dejándote guiar por lo más intrínseco de ti, por ese animal salvaje que aparece cuando el hambre aúlla al unísono en vuestras mentes. Sientes como el calor bulle en tu interior y no sabes cómo controlar algo tan poderoso. Entonces a veces te apresuras y liberas el fuego inextinguible que hacía tanto tiempo que creías que era imposible que resurgiese de las cenizas.

Hoy he sido otra persona. Quizás más valiente, quizás más idiota. Pero no puedo evitar pensar que me importa. Odio que me importe. Odio que las cosas se salgan de la línea recta. Ser un divergente que se ilusiona, que siente, que es demasiado profundo cuando la situación pide que lo más acertado es dar paseos en la arena, acariciarle desde la distancia y sonreír cuando las dos manos colapsan y no se separan al instante, si no que se quedan un rato ahí, buscándose, mimándose, dándose un tiempo para observar y asegurarse de que el único peligro que tienen delante es el de no tener miedo a esperar, porque valdrá la pena. 

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