Aullidos del fin del mundo

sábado, 21 de abril de 2018

El desastre no aprende

Se me dan bien los juegos, pero soy nefasto apostando por el caballo ganador. 
Me adentro en la boca del lobo como si supiese que al final habrá una recompensa tan brillante como mis sueños. Nada más lejos de la realidad. Siempre escojo las decisiones menos certeras. 

Después de invertir todo mi tiempo en desentrañar el misterio que esconde esa cueva caigo en la cuenta de que la única razón por la que estoy ahí es porque se me da bien perderme. Allí no hay nada más que el eco de mi voz repitiéndome incesante que cada día que pasa soy más inocente. 

Desgastado, casi tanto como esas paredes mohosas, me adentro en la última estancia para darme cuenta con mis propios ojos de que la próxima vez que confíe en el consejo de alguien le preguntaré primero a mis recuerdos para que puedan disuadirme de la idea de volver a tropezar con la misma piedra. 

Apoyo mi mano en la piedra caliza, agotado. No puedo evitar sonreír después de toda la odisea. Al menos puedo seguir contando conmigo. 

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