Aullidos del fin del mundo

domingo, 6 de mayo de 2018

Haces la guerra y no el amor

Desvías la mirada, las alarmas, la importancia de acariciar con tacto. Eres un amante rebelde dispuesto a saltarse las normas equivocadas. Reptas por la piel como un calambre repentino, con energía, con predisposición. Algunos dirían que te pareces más al fuego que se inicia en un amor de verano, pero yo, conociéndote bien, te comparo a un incendio desatendido. Tus lenguas se encabritan con el viento, derriten el oxígeno y se abalanzan hacia un océano que las apaga hasta las más puras cenizas. 

Cuando tu reloj interno se despierta no vuelves de inmediato a la realidad, te quedas un rato pensando en porque has frenado tus emociones, porque no te has comportado como querías en ese momento. Todo aquel fuego que te quema por dentro sale a relucir. Te lamentas, tragas todo el odio que sientes por ti y con tus palabras empiezas a hacer llover meteoritos. 

Eres tan intenso. Te encanta imaginarte en un lugar eterno. Una ciudad sin guerra, con la trama de tu esperanza. Donde la noche tenga presencia y te acompañe todas las mañanas de la mano hasta la puerta de tu casa. Quieres un mundo imposible que solo existe en tu cabeza. Vives tan desajustado que pierdes la noción de lo que está bien y lo que está mal. De lo que realmente importa. Tú corazón ha dejado de pertenecer a alguien más. Ahora es tuyo, lo tienes que cuidar. Un paso en falso y... 

Respira.

Conservas un mundo interior tan enorme que me duele que nadie más pueda verlo. Te nutres del amor. Un amor que buscas y desechas. Un amor que te ha construido y te ha derrumbado. Tu cruzada nunca se ha detenido. Es la guerra en la que andas metido. Un soldado entre los escombros, ayudando a un compañero herido, un amigo que ya lo ha perdido todo. Si no te despides pronto, puede que ya no haya nada por lo que luchar. 

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