Aullidos del fin del mundo

sábado, 3 de agosto de 2019

El tiempo invertido

Un nudo en la garganta. Un apretón en el estómago. Me duelen los huesos, se me retuerce el alma. Me siento del revés, me siento torcido. ¿Yo soy el que no está, soy el que desaparece, estáis seguros?

El espacio se estrecha y mi cordura se vuelve más complicada de atrapar. 
Para él es su tercera semana de felicidad. Comparándola con la mía es como si yo estuviese de paseo por otro planeta. Hace demasiado que hemos dejado de ser amigos. Hace demasiado que debería haberme ido.
Para ella es un mes donde no puede escapar, donde todo peligra, donde incluso los demonios son capaces de llegar hasta su cama. Supongo que estamos en el mismo barco. 
Para él parece que el tiempo ha sucumbido, que el futuro se ha vuelto tan cercano que no ha sabido compartirlo. Quizás el único que contaba era yo, quizás él dejó de hacerlo hace mucho. Después de todo nunca he dado la talla.
Para él fui alguien que ahora ya no tiene nombre. Alguien para quien la distancia no era un problema. Alguien al que consideré mi hermano. Un hermano al que maté.
Para ella todo tenía un porqué. Era un ángel que me regaló la esperanza que un día nos fue arrebatada. No puedo quitármela de la cabeza. No puedo parar de pensar en todo aquello que podríamos haber sido si las cosas no se hubiesen descarriado. Si el silencio no reinase ahora de nuevo. 
Para él que siempre me mira con sus ojos verdes ya no hay recuerdos que acumular. Sus noticias siguen estancadas en el último tren, en la última llamada, en la última primera vez. 
Para ella nadie tiene palabras. Se comporta como si el mundo solo tuviese una cara, como si no se pudiese volver al mismo lugar de antes. Ni siquiera soy capaz de ayudarla. 
Para él, que aún se acuerda de mí, no debería darme tanta importancia. No debería arroparme cuando es el trabajo de otros. No debería seguir a mi lado. Puede que solo sea mi vena más egoísta, puede que me haya equivocado. 
Para ti, que dices leerme entre las sombras, no tengo palabras. Solo déjate querer. Déjame querer/te. Soy tan simple como eso. Lo único que tengo es miedo de todo. Miedo de perder lo que me ha costado tanto encontrar, lo que aún debo descubrir a tu lado. 

Fracasé como ya es costumbre. Nunca me sacio, vosotros tampoco lo hacéis, nunca os hartáis de vuestros pensamientos felices.
Me encuentro temblando en un tiempo invertido, en una ficción que no tardará en derrumbarse, en aplastarme. Siempre depende de mí. Siempre en este estado de perdición absoluta, con la vela rota y la ola a punto de oscurecerlo todo. Supongo que no hay trato, capitán. 


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