Aullidos del fin del mundo

viernes, 7 de junio de 2019

El barco

Hoy me he dado cuenta de que el agua me cubre hasta las rodillas. Ha sido algo paulatino. Nunca me ha importado mojarme, bucear, dejar que mis pulmones se llenen de ese líquido y dejar de respirar por unos segundos, por días incluso. El agua es mi elemento. Fluyo en el tiempo, en un lugar retenido en él. Provengo de ese sitio, de lo más profundo, de la oscuridad que además de dar miedo, también está enterrada. 
Mi vértigo me acompaña en este barco. Acabamos de zarpar y ya estoy mirando por la borda a ver si hay una salida. No me doy cuenta de que no existe más libertad que la propia naturaleza. Soy yo, en mi tormento de espadas, que agujereo cada rincón de este barco hasta que el torrente marino se filtra por los lugares más recónditos. Me siento en la cuerda floja, como si en cualquier momento un precipicio se asomase en mi vida y me exigiese pagar el peaje. 
Una bofetada de realidad me ha despertado. Es el ser consciente de una expresión errónea que hasta ahora era el lema que me protegía. Es el agua que tanto he añorado. Ese universo que  me atrapa y me consuela. Esa emoción de descubrir lo desconocido. Es el temblor de la preocupación. Hay algo que me importa, hay algo que quiero conservar. 
Este barco va a acompañarme durante una buena temporada. No puedo bajarme de él. No debo bajarme de él. Solo cuando el agua me ahogue, seré yo, que después de nadar a contracorriente, será quien tome el timón. 

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