Aullidos del fin del mundo

domingo, 9 de junio de 2019

El baile

Dime si me vas a escuchar después de gritar. Dime como consigo ser el dueño de mi propia vida. Quiero que este mundo responda ante mí. Necesito ir a más velocidad, pero de nada sirve ir a más velocidad. Acabo siempre en desastre emocional. Mi ciudad, la que está fuera de los límites, me juzga. No puedo evitar negar al mundo como es. No puedo evitar querer vivir unos días que no son míos. 

He pensado en reducirlo todo a cenizas. En alzarme entre las llamas y componer mis propias canciones. Se me ha pasado por la cabeza el desafiar a lo imposible. Hay caras de la moneda que no deben caer de pie. Hay ríos desbordándose ahora mismo y yo no puedo hacer nada más que ser un mero espectador. Me quedo mirando al mar desde lo más alto de la cofa de este barco. Aún puedo ver la tierra en la lejanía. Aún puedo sentirme en casa, seguro y con decisión. Aún puedo tumbarme aquí, mirando hacia el cielo. Puedo cerrar los ojos y dejarme llevar. Puedo beber de la lluvia que tengo encima. Puedo adentrarme para no volver, para descubrir aquello que nadie puede enseñarme excepto yo. 

He dejado infinidad de puertas abiertas. No quiero no poder ser capaz de recular. Hay demasiados destinos que quiero probar, que quiero acariciar. Hay tantos nombres de los que acordarme que mi memoria ha dejado de numerar. Hay palabras que me arañan, me atacan sin piedad. Hay palabras que vuelven como lo hace el verano después de naufragar. Ellas me señalan, me indican aquello que yo no puedo pronunciar. 

Solo quiero estar en paz. Solo quiero aprender a bailar. 

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