Aullidos del fin del mundo

domingo, 16 de junio de 2019

Animales prehistóricos

Vamos a traspasar pantallas, otra vez.

Llevo impregnándome de cientos de historias. Cada día, cada minuto, en cualquier parte. Todos nos cuenta una historia que dice más de lo que a simple vista se puede apreciar. Me gusta adentrarme en ellas, escucharlas, sentirlas, desvestirlas. Pero no son mías, no me pertenecen, siempre son de alguien más. Mi historia consiste en contar otras historias. No puedo contar algo que no ha sucedido, que ni siquiera ha empezado para mí. 
Me inspiran. Cojo pedazos de ellas y las intento plasmar en mi cabeza. Intento parecerme, intento ser real, pero cada vez que llego a casa no puedo evitar decirme que no soy más que un chico lleno de barro. Que esas vistas a otro lugar es lo único que deseo. Vistas desde el aire, sobrevolando la ciudad.
Cuando me vuelvo consciente del tiempo no me puedo creer que haya pasado tanto parado. Me pregunto como he podido sobrevivir en mitad de este reloj de arena. Es como si viviese en el pasado, en un mundo con criaturas extinguidas, es como si de un momento a otro me encontrase rodeado de seres que pueden entenderme y al pasar unos segundos todo se convirtiese en piedra y volviese a sentirme solo rodeado de gente. 

Pero a veces esas historias cobran vida. Se cuelan por las callejuelas y saltan de farola en farola. Te dejan pasar antes que a los demás vehículos y te señalan el punto exacto donde tienes que estar, ahí donde nace tu historia, donde alguien tiene preparada la pluma para empezar a escribir. 
Ni siquiera te das cuenta, tú sigues proyectando una sombra más larga de lo que te gustaría, tú sigues ensimismado en sueños y proyectos que nunca vas a realizar. Tu cabeza está tan anegada del peso de las historias que jamás te pasarán, que es justo la noche cuando aparece la magia, cuando menos lo esperas, cuando más lo necesitas. Sucede. Las cosas suceden sin más. Empiezas a volar, a aferrarte fuertemente a tus botas, a sentir que algo extraño está pasando, que no es normal estar tan feliz. 

Tanto querías que alguien te escuchase, que alguien te salvase, que cuando se vuelve auténtico, lo único que piensas es que la próxima vez que empieces a volar serás tú quien lo salve a él, porque tú ya no te importas, porque solo quieres volver a comprobar que ese animal prehistórico es real y volver a saltar. Hacerlo porque es lo que has escogido. 

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