Cuando se encendía el faro y la niebla cubría el horizonte es cuando sacaba aquel cuaderno de dibujo al que tanto cariño tenía. Se quedaba ensimismado recorriendo sus propios bocetos de aquel mar tan profundo y de aquellos barcos que contaban tantas historias.
Se dio cuenta al pasar la última página que se había hecho mayor. Que el mar ya le había contado todas aquellas historias que la gente jamás conocería, que solo aquel pedazo de océano y él susurrarían en secreto.
Se acercó al acantilado, abriendo los brazos en cruz y decidió lanzar al aire todos los dibujos que le habían acompañado desde que descubrió aquel rincón.
Se liberó.
Solo el mar y su brisa.
Solo él y su inspiración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario