Aullidos del fin del mundo

lunes, 31 de agosto de 2015

El niño de ayer y de hoy

Le abrazaría e intentaría calmarle. Le diría que todo irá bien, que todo mejorará, incluso con la incerteza del futuro. Le daría aquellas palabras que nunca le llegaron. Dejaría que me contase todo lo que le pasa por la cabeza, que se desahogara, que comprendiese que no es el único extraño aquí. Le haría entender que a veces hay lugares que no nos pertenecen y a los que no deberíamos volver. Si tiene la oportunidad, que corra, que aprenda, que vuele lo antes posible. Que no tenga miedo de salir de su zona de confort, que allí fuera no son todo fantasmas. Le aconsejaría que cuando le hiciesen daño, en vez de sufrirlo, se riese de él. Lo acabaría asimilando y no sería más que una anécdota más en su pasado. Que no se rindiese pasase lo que pasase, eso era lo más importante.

Estoy convencido de que me miraría y él, todavía siendo un niño inexperto, me diría lo mismo. Eso es de lo que más orgulloso estoy de él.

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